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24 ene 2020

La comprensión del yoga: El mundo existe para verse y descubrirse. TKV Desikachar

FUENTE: EL CORAZÓN DEL YOGA. TKV DESIKACHAR







El mundo existe para verse y descubrirse 


El yoga sigue las enseñanzas del Sāṃkhya, que divide el universo en dos categorías: pūruṣa y prakṛti. Puruṣa es esa parte de nosotros capaz de ver y percibir verdaderamente. No está sujeto a un cambio. A la inversa, prakṛti sí está sujeto a un cambio constante y lo abarca todo, aun nuestra mente, pensamientos, sentimientos y recuerdos. Puruṣa puede ver y percibir la totalidad de prakṛti. (El Yoga Sūtra usa el término draṣṭṛ para pūruṣa y dṛśya para eso que se ve).




Todo lo que cae en el reino de prakṛti tiene una fuente común llamada pradhāna, una palabra que se refiere a la sustancia original de la que todas las cosas están formadas, la fuente de donde fluye toda la vida. En el principio, no había conexión entre pradhāna y pūruṣa. Pero entonces se juntaron y germinaron como una semilla, que es prakṛti. Todo el mundo material surgió de esta simiente. Primero vino mahat, el gran principio. De éste vino ahamkāra, el sentido del “Yo.” De ahamkāra vino manas, el poder detrás de los sentidos y de allí los tan nombrados tanmātras y los indriyas. Los tanmātra se refieren al sonido, tacto, forma, gusto y olfato de los objetos materiales. Los indriyas, los once sentidos que incluyen a todas nuestras actividades mentales; nuestros sentidos pasivos de percepción como oír, sentir, ver, gustar y oler; nuestras facultades activas del habla; las habilidades manuales, la locomoción, la evacuación y la procreación. A los tanmātras les siguen los bhūtas, los cinco elementos: espacio, aire, luz, agua y tierra.




Lo que acabo de describir es un pequeño resumen de la teoría yóguica de la evolución. El mundo, como lo vemos, es una combinación de estos aspectos que interactúan unos con otros constantemente. Todo lo que pasa en el mundo exterior tiene una influencia en nosotros y todo lo que sucede dentro de nosotros, a su vez, ejerce una influencia en nuestra relación con el mundo exterior.



Entenderemos más fácilmente lo que pūruṣa es, si pensamos en lo que falta en un cadáver. En la muerte, pūruṣa se desvanece (el Yoga Sūtra no revela a dónde va). El cuerpo, el cerebro y los órganos de los sentidos aún están presentes, pero sin vida porque pūruṣa se ha ido. Con todo, para pūruṣa no hay muerte, porque para él no existe el cambio, y ¿qué es la muerte, sino un cambio? Nuestra mente no puede ver a pūruṣa. Sabemos que existe porque algunas veces experimentamos momentos de claridad. Es el constante testigo de nuestras acciones. Es activo, pero no está influenciado por lo que ve. Debido a que pūruṣa trabaja a través de la mente, sólo puede ver cuando la mente está clara (Yoga Sūtra 2.20).



Es difícil imaginar que pūruṣa y prakṛti puedan existir de forma independiente. En los humanos siempre están relacionados. ¿Por qué confundimos pūruṣa con prakṛti? De acuerdo con las enseñanzas del yoga, tal confusión, saṃyoga, impregna la existencia humana. Al mismo tiempo, quienes buscan la claridad pueden aprender la diferencia entre el entendimiento correcto y el incorrecto. A este respecto el yoga es optimista: nos movemos hacia la claridad a través de una percepción sutil de los problemas y las confusiones.



Sólo porque algunos de nosotros buscamos las soluciones de los problemas y en el proceso obtenemos cierto grado de claridad, no significa que el pūruṣa de los demás pueda ver con más claridad. Otros sistemas filosóficos tienen la creencia de que sólo hay un pūruṣa; sin embargo, en el yoga se cree que el hecho de que una persona resuelva sus problemas, no significa que haya liberado a toda la humanidad de parte de la carga (Yoga Sūtra 2.22). Mientras que hay pūruṣa diferentes, hay un prakṛti único, un universo común para todos nosotros. Es la relación entre el pūruṣa individual y un prakṛti que es especial. Por esta sola razón, la forma en que cada cual ve las cosas, tales como nuestro cuerpo, sentidos y hábitos, es totalmente diferente. La observación puede ocurrir sólo cuando el pūruṣa tiene la energía e inclinación para salir y regresar con impresiones del mundo exterior. Aquí se encuentra la gran diferencia con la física moderna, según la cual necesitamos luz para poder ver la imagen de un objeto. Aun cuando la luz esté presente, así como el objeto que se puede ver, debe de haber algo más que nos llame para ver, pensar y escuchar. Este impulso viene del pūruṣa que llevamos dentro y no de afuera. A menudo existen objetos externos que llaman nuestra atención, pero no reaccionamos a ellos. Toda acción debe venir del pūruṣa.



Existen varias opiniones sobre cómo ocurrió la relación entre pūruṣa y prakṛti. Algunos dicen que es līlā, un juego divino. Otros creen que al principio hubo una entidad que se dijo a sí misma “Me gustaría volverme muchos.” La tercera opinión dice que es casualidad. Nuestras opiniones sobre este tema deben ser sólo una simple especulación.




Hay otras teorías acerca de qué le sucede a nuestro pūruṣa cuando morimos. Las personas que creen en una energía más alta que los seres humanos, en Dios, dicen que los diversos pūruṣas son como los ríos, todos fluyen hacia el mar. Cada uno tiene su propia cama, su propia dirección y calidad, pero todos fluyen juntos en el mar.



El cambio no es una consecuencia directa o indirecta del yoga o de cualquier otra práctica. Lo que podemos ganar de nuestra práctica de yoga es una mente más tranquila; de alguna forma la pesadez e inquietud desaparecen. Pero, algo muy personal y esencial tiene que pasarnos en el momento preciso, y además tiene que tocarnos en lo más profundo de nuestro ser, para que de repente queramos realmente hacer una pausa, reflexionar y cambiar el curso de nuestras acciones. Después de que esto sucede, sólo seguimos adelante paso a paso. La calidad de nuestras acciones empieza a cambiar. El saṃskāra, nuevo y positivo, se vuelve más fuerte y nuestra mente permanece clara.


La mente no puede observar sus propios cambios. Algo más lo hace (Yoga Sūtra 4.18-21). Por esta razón describimos a nuestro pūruṣa como el testigo y la fuente de nuestras acciones. Como tal, nuestro pūruṣa trabaja de manera similar al transmisor de una puerta eléctrica, en donde, lo que en realidad se mueve es la puerta. Nuestro pūruṣa es la fuente de nuestra acción. Sin embargo, también lo necesitamos como un testigo y un observador constante de la forma como funciona nuestra mente. Al final, la claridad puede prevalecer en la mente, pero el entendimiento experimental ocurre sólo a través de pūruṣa.



Si la claridad verdadera está presente, experimentamos tranquilidad y paz dentro de nosotros. Si sólo hay claridad intelectual, podremos ser felices por un instante o dos, pero este sentimiento no durará. Nuestra meta es liberarnos de duḥkha, de la aflicción y el sufrimiento. En este punto debemos de reconocer a duḥkha, saber que surge de un entendimiento incorrecto de avidyā y que debemos saber de que podemos evitarlo.



Nuestro propósito al practicar el yoga es traer un cambio a la calidad de la mente y así poder percibir más a pūruṣa. El yoga intenta influenciar a la mente de tal manera que nuestro pūruṣa pueda trabajar sin obstáculos.



23 mar 2019

La comprensión del yoga: las acciones dejan huella. TKV Desikachar

FUENTE: EL CORAZÓN DEL YOGA. TKV DESIKACHAR


Las acciones dejan huella






Ya he hablado de cómo el conocimiento incorrecto de avidyā afecta nuestras acciones. Algunas veces no vemos las cosas como son y actuamos de acuerdo a ese malentendido. A menudo esa acción no tiene una consecuencia inmediata, pero tarde o temprano empezamos a sufrir sus efectos. Una acción que se deriva de una percepción defectuosa puede influenciar a la siguiente, y así, nos vamos esclavizando cada vez más. Sólo caminamos el mismo viejo sendero y el resultado es duḥkha, un sentimiento de estar limitado y no ser libre. Duḥkha aparece cuando no conseguimos lo que queremos, surge del deseo. También es el resultado de querer repetir una experiencia placentera, que en realidad no se puede repetir porque la situación ha cambiado. Otra forma de duḥkha se experimenta cuando nos hemos acostumbrado a tener algo y de repente no lo poseemos más. En este caso, duḥkha emerge porque tenemos que renunciar a algo a lo que estamos acostumbrados.




Duḥkha: el destino de los que buscan 



El Yoga Sūtra dice que a pesar de que duḥkha se puede encontrar por todos lados, no siempre lo percibimos y sin duda hay muchas personas que nunca se darán cuenta de él. Pero precisamente quienes buscan la claridad son los que a menudo lo experimentan con una fuerza particular. El comentario de Vyasa en el Yoga Sūtra nos da un maravilloso ejemplo (Este comentario se discute en el anexo 1). Dice que el polvo que cae en la piel es inofensivo, pero si sólo una diminuta partícula de eso entra en el ojo, provocará un gran dolor. En otras palabras, quien busque la claridad se volverá más sensible porque sus ojos deben estar abiertos, aunque lo que vean sea muy desagradable algunas veces. El que busca, siente y ve las cosas antes que los demás. Desarrolla un especial sentido, una clase de sensibilidad particular. Debemos verlo en una forma positiva. Esta percepción o sensibilidad puede tener un uso tan útil como una señal indicadora de un carro. Nos dice que algo anda mal y seremos tan inteligentes como para encontrarlo. Alguien que busca la claridad siempre ve más dolor que quien no lo hace. Esta advertencia de sufrimiento resulta de una gran sensibilidad. La persona que no está en la búsqueda de la claridad, ni siquiera sabe qué cosas le traen felicidad o tristeza.



Ya hemos hablado sobre cómo el movimiento de las tres partes de la mente, el guṇa—rajas, tamas, y sattva—provoca que duḥkha emerja. Rajas es activo, fiero y es el que nos induce a actuar. Algunas veces empuja a nuestra mente a un estado de constante actividad y no podemos estar quietos: ese estado se caracteriza por la inquietud y la agitación. Tamas es lo opuesto a rajas, es un estado de la mente: fijo, inmóvil y pesado. Sattva es la cualidad de percepción que es blanco, claro y transparente. Es un estado en el cual ninguno de los otros dos guṇa predomina. De acuerdo con la relación entre rajas y tamas, duḥkha tomará diferentes formas. Nuestra meta es reducir estos dos guṇa hasta que nuestra mente alcance el estado de sattva.




Reconocer a duḥkha es un proceso que se puede dividir en siete etapas. La primera es entender que algo no está bien. Por ejemplo, podemos sentir la necesidad de evitar cosas usuales de nuestra vida y, en consecuencia, obligados a hacer algo para cambiar la dirección de su curso normal. A lo mejor no sabemos con exactitud qué acción tomar, pero al menos nos hemos dado cuenta del problema. Es el primero de los siete pasos y quien esté en la búsqueda del entendimiento, estará más despierto que los demás para captar el sentimiento de que algo no está bien. Los otros pasos son demasiado complejos para discutirlos aquí. El comentario de Vyasa del sūtra (2.27) del Yoga Sūtra, dirige los siete pasos hacia el verdadero reconocimiento de duḥkha.






De acuerdo con el Yoga Sūtra, nuestra mente posee cinco facultades a las que llamamos vṛtti, "movimientos” o “actividades” (Yoga Sūtra 1.6-11.1.) La primera actividad de la mente es pramāna, dirige las percepciones a través de nuestros sentidos. Viparyaya, el entendimiento incorrecto, es la siguiente actividad posible de la mente. La tercera facultad, vikalpa, es el poder de la imaginación. Describe el conocimiento o entendimiento que se basa en las ideas que no tienen nada que ver con el momento presente o la realidad material. La cuarta facultad en nidrā, sueño tranquilo. La quinta es smṛti, memoria, esa actividad de la mente que puede guardar una experiencia u observación.

Estas facultades trabajan juntas; a excepción de nidrā, cada segundo del día experimentamos una mezcla de ellas. Estas actividades mentales, solas o en cualquier combinación, no necesariamente disminuyen una forma de duḥkha, pero pueden tener una influencia en la forma en que muchos duḥkhas se presentan. Por ejemplo, los sueños surgen de la combinación de varias actividades. Que un sueño nos cause o no duḥkha, dependerá de sus efectos, que pueden ser buenos o malos, según lo que hagamos con el sueño o lo que éste nos provoque.




Puruṣa vista por medio de la mente


¿Cuál es la relación entre citta, la mente y pūruṣa, nuestra parte que ve? El Yoga Sūtra dice que pūruṣa sólo puede ver por medio de la mente, la cual, si está empañada, nublará también la percepción y con el tiempo, esto afectará al pūruṣa. Sin embargo, si la mente es clara, sus poderes de observación serán de lo mejor. Como el pūruṣa observa a través de la mente y con su ayuda, la calidad de tal observación depende totalmente de la calidad de la mente. Es el instrumento por el cual pūruṣa percibe, aun si la energía y el poder que la mente necesita para ver, provienen de pūruṣa*. Ya que no podemos trabajar directamente con pūruṣa, nos enfocamos en la mente. Por medio del yoga, la mente se hace más transparente a un ritmo constante, así, pūruṣa puede ver más claramente y hacer esta visión accesible para nosotros.



*Patañjali usa la palabra draṣṭṛ para pūruṣa, “el profeta” y dṛśya para "lo que es visto.” De acuerdo con Patañjali, avidyā emerge cuando se confunde a los dos. A esta desorientación se le llama saṃyoga, una palabra que significa que dos cosas se han involucrado tanto entre ellas que no podemos separarlas. En el momento de saṃyoga las semillas del sufrimiento están sembradas.

Asmita es una expresión de saṃyoga. Hablamos de asmitā cuando el pūruṣa y el citta se mezclan en una noción inseparable del “yo.” La mente es esencialmente un instrumento de percepción y pūruṣa es el que percibe. La mente tiene la cualidad de cambio, mientras que pūruṣa no. La asociación de estas dos distintas entidades a menudo causa problemas. Ver el Yoga Sūtra 2.6 y 2.17-24. 









Muy a menudo la mente es la que decide a donde dirigir nuestra atención. Lo hace porque está condicionada para ello. Saṃskāra es la condición de la mente que, sin cesar, le permite tomar la misma dirección. Es la suma total de todas nuestras acciones, que nos condicionan para comportarnos de cierta manera y puede ser positivo o negativo. Por el yoga nos atrevemos a crear otros saṃskāra nuevos y positivos, en lugar de reforzar el viejo que nos ha estado limitando. Cuando este nuevo saṃskāra es lo suficientemente fuerte y poderoso, el otro, viejo y angustiado, ya no podrá afectarnos. Entonces se podrá decir que hemos empezado una vida completamente nueva. Cuando los recientes patrones de comportamiento son más fuertes, los anteriores se vuelven inútiles.



Cuando practicamos āsanas , realizamos acciones que no están determinadas por nuestros hábitos y aún así permanecen dentro de la gama de nuestras habilidades. De esta manera, planeamos una secuencia de ejercicios, y al ejecutarlos, la mente se aclara un poco. Ya no estamos limitados por ellos. Cuando eso pasa, podremos descubrir que debemos cambiar un poco nuestro plan de práctica, reconociendo con gran claridad lo que es bueno para nosotros. Esta clase de cambio de orientación se llama parivṛtti. Vṛtti significa “movimiento” y pari se traduce como “alrededor.”







Imagine que está conduciendo un auto y de repente aparece un árbol justo enfrente de usted. Los ojos de su mente ven lo que podría suceder si sigue conduciendo en la misma dirección: chocaría con el árbol. Para evitarlo, gira hacia otra dirección de inmediato. Parivṛtti describe esta habilidad para prever lo que va a pasar y volver a dirigirnos en forma adecuada. En lugar de dejar que la mente viaje más allá en la misma dirección, practicamos āsanas o hacemos algo distinto que nos ayudará a ver más claramente. A lo mejor esta actividad nos permite ver que no estamos en el camino correcto. Si la reorientación no nos ayuda, es probable que nuestra mente y no pūruṣa, sea la que decidirá lo que se hará enseguida. Algunos filósofos han hecho una magnífica descripción diciendo que la mente es un leal sirviente pero un amo terrible. La mente no es un amo, aunque a veces actúe como tal. Por eso es bueno hacer algo que le dé a pūruṣa la oportunidad de llevar a cabo lo que tiene que hacer, principalmente, ver con claridad. Si sólo nos deslizamos por aguas conocidas, entonces nuestra mente toma el timón y pūruṣa no puede hacer nada en lo absoluto.




La idea es que, al aceptar la práctica del yoga, empezamos un proceso que nos ofrece una forma de detener lo que nos daña. No tenemos que dejar de hacer algo, deliberadamente, ni hacer nada. Lo que nos daña desaparece, simplemente porque hemos cambiado nuestra dirección hacia aspectos positivos.





La expresión de pūruṣa nos permite ver cómo funciona la mente y cómo podemos trabajar con ello. Puruṣa no destruye la mente, sino que nos otorga el control sobre ella: conocemos nuestras fuerzas y debilidades y lo que nos puede causar dolor. Usamos la palabra viveka para describir esta claridad de pūruṣa. Viveka significa ver ambos lados, poder ver lo que somos y lo que no, diferenciar. Cuando usamos la palabra asmitā la definimos como ego, también se puede describir como un estado en el cual pūruṣa y citta se mezclan, para funcionar como una unidad, a pesar de que realmente no pueden volverse uno solo. Viveka se hace presente cuando la diferencia entre pūruṣa y citta es clara.



Algunas veces puede ser útil entender las razones de nuestro viejo y negativo saṃskāra, porque hay muchas clases de saṃskāra. El más poderoso es el único que causa problemas, mientras que los débiles refuerzan a aquellos que tienen más influencia. Bien podría ser que, en una situación dada, hubiéramos actuado de buena fe y hecho lo correcto, aún así, nuestras acciones nos causaron problemas. En esos momentos una mente tranquila nos ayudará a descubrir qué fue lo que pasó. Nos será de mucha ayuda estar siempre conscientes de tal situación, ya que así, estaremos más alertas la próxima vez.

6 nov 2014

El Yo, Atman y Purusa.

Del libro "Yoga inmortalidad y libertad" Mircea Eliade

EL YO

El espíritu (el alma) —como principio trascendente y autónomo— es aceptado por todas las filosofías hindúes, con excepción de las budistas y las materialistas. Pero es por caminos muy diferentes que los diversos darsana tratan de probar su existencia y explicar su esencia. Para la escuela Nyaya, el alma-espíritu es una entidad sin cualidades, absoluta, inconsciente. Por el contrario, el Vedanta define el atman como siendo sáccidananda (sat: el ser —cit: conciencia— ananda: beatitud) y considera al espíritu como una realidad única, universal y eterna, dramáticamente comprometida en la ilusión temporal de la Creación (maya), El Samkhya y el Yoga niegan al espíritu (purusa) todo atributo y toda relación; según esas dos "filosofías", todo lo que se puede afirmar con respecto al purusa, es que es y que conoce (se trata, por supuesto, de ese conocimiento metafísico que resulta de la contemplación del propio modo de ser).

Tal como él atman de los Upanishad, el purusa es inexpresable (la expresión neti, neti: "¡Así no! ¡Así no!" de Brhadaranyaka Up. III, 9, 26, se encuentra en el Samkhya-Sutra, III, 75). Sus "atributos" son negativos. "El espíritu es el que ve (saksin: testigo), él está aislado, (Kaivalyam), indiferente, simple espectador inactivo", escribe Isvara Krsna (Samkhya Karika, 19), y Gaudapada, en su comentario, insiste sobre la pasividad eterna del purusa. La autonomía y la pasividad del espíritu son epítetos tradicionales, como lo atestigua el Samkhya-Sutra, I, 147: al comentar ese texto, Anirudha cita el famoso pasaje del Brhadaranyaka-Up. IV, 3, 15: "este purusa es libre" (asanga, "sin ligaduras") y Vijnana Bhiksu menciona el Svetasvatara Up. VI, 2 y Vedanta-sara, 158. Siendo irreductible, desprovisto de cualidades (nirgunatvat), el purusa no posee "inteligencia" (Ciddharma; S.-Sutra, I, 146) pues está libre de deseos. Como los deseos no son eternos, no pertenecen pues al espíritu. El espíritu es eternamente libre (S.-Sutra, I, 1, 2), los "estados de conciencia", el flujo de la vida psico-mental le son extraños. Si el purusa se nos presenta de todos modos como "agente" (kartr), esto se debe tanto a ilusión humana como a ese acercamiento sui generis denominado yogyata (nota 2 al pie de página) y que designa una especie de armonía pre-establecida entre esas dos realidades esencialmente distintas que son el yo (purusa) y la inteligencia (buddhi: siendo esta última, como veremos más adelante, sólo un "producto más refinado" de la materia o substancia primordial).

La misma posición es mantenida por Patanjali: en el Yoga-Sutra, II, 5, nos recuerda que la ignorancia (avidya) consiste en considerar lo efímero (anuya), impuro (asuci), doloroso (duhkha) y no-espíritu (anatma) como siendo eterno (nitya), puro (suci), beatitud (sukha) y espíritu (atman). Vyasa (ad Yoga Sutra, II, 18) puntualiza una vez más que la percepción, la memoria, el razonamiento,
etc., pertenecen de hecho a la inteligencia (buddhi) y que es únicamente por efectos de una ilusión que se atribuyen al purusa esas facultades mentales. (Ver también Bhoja ad Yoga Sutra, II, 20 y la Nota I, 4.)

Ahora bien, este concepto del purusa suscita, de por sí, dificultades. Si, en efecto, el espíritu es eternamente puro, impasible, autónomo e irreductible, ¿cómo puede aceptar el dejarse acompañar por la experiencia psicomental? ¿Y cómo tal relación resulta posible? Examinaremos con mejor provecho la solución de este problema propuesta por el Samkhya y el Yoga cuando conozcamos mejor la relación que pueden mantener el Yo y la Naturaleza. Veremos entonces que el esfuerzo de los dos darsana tiende sobre todo al problema de la naturaleza verdadera de esta "relación" rara que une el purusa a la prakrti. Pero ni el origen ni la causa de esta situación paradójica han sido objeto de un debate en regla en el Samkhya Yoga. ¿Por qué ha aceptado el Yo, en efecto, dejarse arrastrar a una órbita extraña, la de la Vida en particular, y engendrar al hombre así como es, el hombre concreto histórico, consagrado a todo drama, en lucha con todo sufrimiento? ¿Cuándo, y en ocasión de qué, comenzó esta tragedia de la existencia del hombre, si es cierto que la modalidad ontológica del espíritu es, como ya vimos, exactamente opuesta a la condición humana, siendo el Yo eterno, libre y pasivo?

La causa y el origen de esta situación del espíritu y la experiencia, he aquí dos aspectos de un problema que el Samkhya y el Yoga consideran insoluble, ya que sobrepasan la capacidad actual de la comprensión humana. Efectivamente, el hombre conoce y comprende merced a lo que el Samkhya Yoga llama el "intelecto", buddhiPero este "intelecto" mismo no es más que un producto —extremadamente refinado, es cierto— de la materia, de la substancia primordial ( p r a k r t i ) . Siendo un producto de la Naturaleza, un "fenómeno", el buddhi no puede mantener relaciones de conocimiento sino con otros fenómenos (que forman parte, como él, de la infinita serie de creaciones de la substancia primordial); en ningún caso podría conocer al Yo; pues no podría sostener ninguna clase de relaciones con una realidad trascendental. La causa, tanto como el origen de esta asociación paradójica del Yo y de la Vida (es decir, de la materia) solamente un instrumento de conocimiento diferente al buddhi y que
no implicara en absoluto a la materia, podría llegar a comprenderlos. Ahora bien, tal conocimiento es imposible en la condición humana actual. Ese conocimiento se "revela" solamente" a aquel que, habiendo roto sus cadenas, ha sobrepasado a la condición humana: el "intelecto" no tiene parte alguna en esta revelación, que es más bien el conocimiento de sí mismo, del Yo en sí.

El Samkhya sabe que la causa de la "servidumbre", es decir, de la condición humana, del sufrimiento, es la ignorancia metafísica, que en virtud de la ley kármica se transmite de generación en generación; pero el momento histórico en que esta ignorancia hizo su aparición no puede ser establecido, tal como es imposible el fijar la fecha de la creación. La unión del Yo y de la vida, así como la "servidumbre" que resulta de ello (para el Yo) no tienen historia: están más allá del tiempo, son eternas. El querer encontrar una solución a esos problemas, no es solamente superfluo, es una niñería. Son esos problemas mal planteados, y según una antigua costumbre brahmánica (sankara, ad Vedanta-Sutra, III, 2, 17) observado por Buda mismo en varias ocasiones, a un problema mal planteado se responde con el silencio. La única certidumbre que podemos poseer a este respecto, es que el hombre se encuentra en esa condición désde las épocas más remotas, y que el objetivo del conocimiento no es búsqueda vana de la causa primera y de los orígenes históricos de esa condición, sino la liberación.

Notas
2. Vyasa (ad Yoga-Sutra, I, 4) y Vacaspati Misra (Tattva Kaumudi, 31), puntualizan que "ese acercamiento sui generis no tiene comienzo", no es debido a una correlación espacial o temporal entre el Yo y la inteligencia: es una yogyata, o sea correspondencia de orden metafísico entre el Espíritu (purusa) y el producto más sutil de la Substancia, el buddhí. Este "acercamiento" que constituye una de las más grandes dificultades de la teoría india en general. está explicado en el Samkhya y el Yoga por el instinto teleológico de la Naturaleza (prakrti) que, sin darse cuenta, "trabaja" para la liberación del Espíritu. En cuanto a las ocho hipótesis posibles para explicar
la relación purusa-prakrti, consultar Vyasa, ad Yoga-Sutra, II, 23.