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16 jun 2012

Yoga Vasishtha de Valmiki: Decimoséptima conversación


EL MUNDO ESTA EN LA MENTE
Yoga Vasishtha
EXTRACTOS DE LAS INSTRUCCIONES DEL SABIO VASISHTHA A SU DISCÍPULO EL PRÍNCIPE RAMA

La obra titulada Yoga-Vasishtha, conocida también como Maharamayana, comprende treinta y dos mil versos atribuidos al sabio Valmiki, el primer poeta que se expresó en la lengua sánscrita tal como aún hoy la conocemos. En verdad, Valmiki podrá siempre reclamar para sí el hecho de ser el más grande de los poetas sánscritos, y el Yoga-Vasishtha está penetrado de una poesía de la más alta inspiración.
El Yoga-Vasishtha ha sido el libro preferido de yoguis y ermitaños en sus retiros del Himalaya, así como el de reyes y hombres de estado de la India. Comparten la opinión de que quien lo estudia con atención y vive sus enseñanzas se alza por encima de las limitaciones de la materia y, experimentando una inmutable beatitud en su propio ser, hace partícipe a su prójimo de su propia exaltación espiritual por medio de la bondad y de la verdadera filantropía.


DECIMOSÉPTIMA CONVERSACIÓN

El bienaventurado Vasishtha concluyó en estos términos:

«Ahora, Rama-ji, reflexiona, como el rey Janaka, en el Espíritu supremo que reside en tu corazón y aprende de los sabios cómo hay que meditar.

Mientras mantengas los órganos de tus sentidos distantes de sus objetos, el Espíritu divino te concederá la gracia de su presencia en lo más profundo de tu mente. La visión del supremo Espíritu hará desaparecer de tu mente sus múltiples prejuicios y expulsará a todo sufrimiento y Él derramará generosamente sus favores ante tus ojos.

Ni los actos de piedad, ni las riquezas, ni los amigos pueden ser de alguna utilidad a los hombres para librarse de los sufrimientos de la vida; sólo sus propios esfuerzos serán eficaces para la iluminación de sus almas.

Quienes cuentan con la fe en sus dioses y dependen de ellos para realizar sus deseos presentes y futuros, tienen la comprensión falseada y no pueden heredar la inmortalidad.

La consciencia que incita a decir ‘soy yo’ es parecida a la oscuridad de la noche y se disipa con la aurora solar del verdadero conocimiento. No pienses en la entidad ni en la no entidad de ti o de los demás. Protege la tranquilidad de tu mente ignorando todo pensamiento relativo a la existencia positiva o negativa y haz desaparecer el sentido de la distinción entre causa y efecto.

Además, favorecer una inclinación por ciertas cosas que serían buenas y una repugnancia por otras que serían malas es una enfermedad de la mente que suscita la ansiedad.

No te apegues a lo que consideres bueno y no rechaces lo que te parezca detestable; deshazte de esos sentimientos antagonistas y sé de humor equilibrado concentrándote en el Uno, ante quien todas las cosas son equivalentes e igualmente buenas.

Sabe que tu mente es semejante a un hilo que atraviesa y soporta todas las cosas de la existencia como si fueran las perlas de un collar.

Hay tres causas que contribuyen a acercarte a la iluminación espiritual: en primer lugar, el hecho de no creer en la existencia de la dualidad; en segundo lugar, el destello de las luces intelectuales que has recibido por la gracia de Dios, y en tercer lugar, la amplia extensión del conocimiento que debes a mi enseñanza.

Oh Rama, medita todos los días de la manera siguiente:

‘Con la forma de Indra, yo reino sobre el mundo y, como monje, soy el superior del monasterio colocado bajo mi autoridad. A la vez soy masculino y femenino; a la vez muchacho y muchacha; soy muy viejo en lo que se refiere a mi mente y joven en lo que concierne al cuerpo, que renace y se renueva sin cesar. Para su placer, mi Atman ha desplegado el mundo, como un niño confecciona juguetes para divertirse.

Soy el perfume de las flores y el colorido de sus pétalos; soy la forma de todas las formas y la percepción de todo lo perceptible.

De todas las cosas del mundo, móviles o inmóviles, yo soy el más profundo corazón y, sin embargo, estoy siempre libre de sus deseos.

Así como el elemento esencial de la humedad está difundido por la naturaleza en las diversas formas que puede tomar el agua, así se halla mi Espíritu esparcido por toda la vegetación.

Como consciencia, penetro en el más íntimo corazón de todas las cosas y, por mi propia voluntad, surjo fuera en forma de sensaciones.

Sin buscarlo ni solicitarlo, he restablecido mi imperio sin límites en todos los mundos sin necesidad de someterlo.

Oh vasto e inmenso Espíritu de Dios, me prosterno ante Ti, que eres mi Sí mismo, y me encuentro perdido en Ti como en el océano del diluvio universal.

El templo de Brahman que es este bajo mundo, es demasiado pequeño y demasiado estrecho para mí, ¡como el ojo de una aguja es demasiado pequeño para que pueda pasar un elefante!

Yo, que soy el Espíritu no nacido e increado, reino triunfalmente en el mundo efímero.»

Dijo entonces el príncipe Rama:

«¡Ay!, el desconocimiento del Espíritu conduce a los hombres a servir al cuerpo grosero; así, nuestros ignorantes hermanos colman sus cuerpos de cuidados, pero sin que de ello resulte ningún bien duradero.

El Señor es inmanente a todas las cosas, como el perfume está en las flores y la fluidez en el agua. Ahora que el santo Instructor, satisfecho del sacrificio de mi ego, me ha mostrado el camino de la realización del Sí mismo, he alcanzado el estado de salvación.

Ahora, gracias a la caída del demonio de la ignorancia y a la desaparición del gnomo de mi egoísmo, me he desembarazado de la multitud de mis pasiones febriles.

El halcón de mi ignorancia ha echado a volar de la jaula de mi cuerpo, no sé en qué dirección, al romper la cuerda de los deseos que ataba sus patas.


Estoy asombrado por la idea de lo que he sido durante todo este tiempo, mientras estuve sujeto por mi egoísmo a las cadenas de mi personalidad.

Semejante a un fuego apagado, mi mente ha encontrado el reposo y se ha liberado de las preocupaciones del mundo.

Ahora estoy libre de mis afectos y pasiones, así como de las seducciones del mundo y de la necesidad que de él tenía.

Gracias a la desaparición de mi oscuridad interior y a la visión del gran Dios, el único, en mí y en todas las cosas, he atravesado el océano infranqueable de los peligros y dificultades, y he vencido los intolerables males de la transmigración.»

¡Om! ¡Om! ¡Om!

Yoga Vasishtha de Valmiki: Decimosexta conversación


EL MUNDO ESTA EN LA MENTE
Yoga Vasishtha
EXTRACTOS DE LAS INSTRUCCIONES DEL SABIO VASISHTHA A SU DISCÍPULO EL PRÍNCIPE RAMA

La obra titulada Yoga-Vasishtha, conocida también como Maharamayana, comprende treinta y dos mil versos atribuidos al sabio Valmiki, el primer poeta que se expresó en la lengua sánscrita tal como aún hoy la conocemos. En verdad, Valmiki podrá siempre reclamar para sí el hecho de ser el más grande de los poetas sánscritos, y el Yoga-Vasishtha está penetrado de una poesía de la más alta inspiración.
El Yoga-Vasishtha ha sido el libro preferido de yoguis y ermitaños en sus retiros del Himalaya, así como el de reyes y hombres de estado de la India. Comparten la opinión de que quien lo estudia con atención y vive sus enseñanzas se alza por encima de las limitaciones de la materia y, experimentando una inmutable beatitud en su propio ser, hace partícipe a su prójimo de su propia exaltación espiritual por medio de la bondad y de la verdadera filantropía.


DECIMOSEXTA CONVERSACIÓN

Dijo el bienaventurado Vasishtha:

«Oh Rama, de nuevo voy a explicarte la esencia de esta sabiduría, que te conducirá a la realización del Sí mismo. Realización para la que no podrás tener disposiciones favorables sin una práctica constante. La ignorancia, que se halla sólidamente instalada, puesto que se prolonga desde numerosas encarnaciones atrás, dispone de un poderoso punto de apoyo; se manifiesta tanto en los objetos exteriores como en las experiencias subjetivas. Sólo cuando la mente y los sentidos dejan de actuar, se experimenta la verdadera paz.

La ignorancia tiene dos aspectos, uno superior y otro inferior.

El conocimiento nace de la ignorancia y la anula1. La ignorancia subjetiva que hace que surjan las vrittis2 es superior; la ignorancia que busca su satisfacción en el mundo objetivo constituye el aspecto inferior. ¡Destruye la ignorancia, oh Rama!

La práctica y la perseverancia conducen al éxito. Todo bien que nos caiga en suerte es fruto del árbol de una práctica mantenida por largo tiempo. La ignorancia es resultado de un pensamiento erróneo durante numerosas encarnaciones, y eso es lo que la hace parecer poderosa, pero si actúas pacientemente con vistas a la realización del Sí mismo, la ignorancia terminará3.

El corazón es semejante a un árbol atenazado por las plantas trepadoras de la ignorancia.

Corta esas lianas con la espada del conocimiento, oh Rama, y cumple con tus
deberes normales de la vida. Esa es la vía que lleva a la felicidad.

Sigue el ejemplo del rey Janaka, que tras haber conocido todo lo que se puede conocer, vivía en sociedad. Permanece firmemente establecido en el conocimiento del Sí mismo, en esa convicción profundamente enraizada de la Verdad, a semejanza de los videntes de los tiempos antiguos que, aun discerniendo las pasiones interiores de los demás, estaban libres de ellas.»

Dijo Rama:

«Oh Maestro, sé suficientemente bueno para decirme a qué convicción debo aferrarme para elevarme por encima de alegrías y penas.»

Contestó Vasishtha:

«Escucha, oh Rama, esta sabiduría, que es la convicción de quien conoce la Verdad.

El conjunto del vasto mundo que percibes es el inmaculado Brahman que goza de su propia gloria. Así como son agua las olas que surgen del océano, también todos los objetos que ves son Brahman. El amigo es Brahman y el enemigo también Lo es. Se halla eternamente establecido en su propia existencia. Oh Rama, quienes tienen esta convicción están libres de amor y de aversión y tienen felicidad. Sabe, oh Rama, que la presencia es Brahman y que la ausencia también Lo es. Nada está fuera de Brahman y quienes lo saben ya no tienen apego ni antipatía.

Brahman conoce a Brahman y está establecido en su propio Sí mismo. Oh Rama, Brahman es ‘Yo soy’; es el Sí mismo interior. La muerte es Brahman; el cuerpo es Brahman. Brahman muere y Brahman mata. Del mismo modo que se ve a la serpiente en la cuerda, se ven también en Brahman alegría y dolor. Lo que las olas son al agua, el mundo es a Brahman. Los verdaderos videntes lo perciben; pero los demás, que no han conocido todavía la Verdad, ven de modo diferente. Quien conoce, ve a Dios en todas partes; el ignorante ve el mundo en toda su diversidad y sufre como sufre un niño que imagina que su sombra es un fantasma.

Al ignorante, el mundo le aparece lleno de sufrimiento, pero para el sabio no es sino Brahman.

En la montaña, el eco que se escucha es la propia voz, y en un sueño nos vemos a punto de ser decapitados, aunque de hecho no hay nada de tal; así es el mundo, oh Rama.

Brahman es el substrato de todo poder y todo lo que Él imagina es visto efectivamente.

Quien ha alcanzado el perfecto conocimiento ve el mundo tal cual es; ya no tiene edad y es su propia luz.

Oh Rama, quien medita en el hecho de que ‘yo soy Brahman’ se convierte en Brahman.

Brahman está libre de todo pensamiento, imaginación o emoción. Es siempre puro, inmutable y sereno. La realización llega a quien conoce la Verdad:

‘Yo soy Brahman; no tengo ni sufrimiento ni alegría; no aspiro ni renuncio a nada; soy azul, amarillo, blanco; estoy en la hierba, en las hojas, en los árboles y en las flores; soy las colinas, los ríos, los valles y las cumbres; soy la esencia de todo. Cuando toda imaginación y todo sentimiento han desaparecido, entonces soy la Realidad trascendente.

El inmutable, aquel que no tiene nombre, ni forma, es lo que soy; el Sí mismo- Testigo; soy la base de toda experiencia; soy la luz que hace posible la experiencia.

Soy el hombre enamorado de una muchacha y que compara su belleza a la luna; la consciencia que ilumina la alegría en el corazón de un enamorado, es lo que soy. Soy el sabor de los dátiles. La ganancia y la pérdida son lo mismo para mí. Así como el hilo que engarza las perlas queda oculto, yo soy la Realidad oculta en todos los seres.

Adoro a Atman, que es la esencia de los seres vivos, la dulzura de la luna y el esplendor del sol.

¡Oh Rama!, esta es la convicción de aquel que conoce la Verdad.»


Notas:
1 El conocimiento nace de la ignorancia y la anula: Un hombre sueña que está en la selva perseguido por un tigre, lo cual le causa un gran pavor; pero, acordándose de que lleva un revólver, dispara, mata al tigre y se despierta. El sueño era una proyección ilusoria de su mente, así como el revólver; pero el revólver ilusorio le ha librado del tigre ilusorio. Así, del conocimiento se dice que nace de la ignorancia pero también que la anula.
Cuando un hombre ha despertado espiritualmente del mundo ilusorio de la ignorancia, está totalmente
liberado de todo temor y realiza la identidad de su Sí mismo con Brahman.
2 Vrittis: Término técnico del Vedanta que designa una modificación de la mente. Un ejemplo de tal modificación (vritti) es el pensamiento: «Yo soy Brahman», que, con el tiempo, destruye las raíces de la ignorancia y produce el conocimiento del Sí mismo.
3 La ignorancia terminará: La serpiente imaginada al ver lo que en realidad era un cabo de cuerda, nunca nació de un huevo y, por tanto, no tuvo comienzo en el tiempo, pero tiene un final cuando se discierne la realidad de la cuerda. Así es como la ignorancia llega a su fin cuando es conocida la Realidad y alcanzada la realización del Sí mismo.

Yoga Vasishtha de Valmiki: Decimoquinta conversación


EL MUNDO ESTA EN LA MENTE
Yoga Vasishtha
EXTRACTOS DE LAS INSTRUCCIONES DEL SABIO VASISHTHA A SU DISCÍPULO EL PRÍNCIPE RAMA

La obra titulada Yoga-Vasishtha, conocida también como Maharamayana, comprende treinta y dos mil versos atribuidos al sabio Valmiki, el primer poeta que se expresó en la lengua sánscrita tal como aún hoy la conocemos. En verdad, Valmiki podrá siempre reclamar para sí el hecho de ser el más grande de los poetas sánscritos, y el Yoga-Vasishtha está penetrado de una poesía de la más alta inspiración.
El Yoga-Vasishtha ha sido el libro preferido de yoguis y ermitaños en sus retiros del Himalaya, así como el de reyes y hombres de estado de la India. Comparten la opinión de que quien lo estudia con atención y vive sus enseñanzas se alza por encima de las limitaciones de la materia y, experimentando una inmutable beatitud en su propio ser, hace partícipe a su prójimo de su propia exaltación espiritual por medio de la bondad y de la verdadera filantropía.


DECIMÓQUINTA CONVERSACIÓN

Dijo el bienaventurado Vasishtha:

«Escucha mi consejo, Rama, y esfuérzate con tus actos, tu dicha y tu liberalidad en ser modelo de gran hombre; cuenta con tu inquebrantable poder de resistencia para afrontar todas tus cuitas y temores.»

Preguntó Rama:

«Dime, venerable Señor, ¿qué acción es la que confiere mayor grandeza a quien la realiza? Dime en qué consiste la dicha suprema y también cuál es la gran liberalidad que me aconsejas.»

Respondió Vasishtha:

«Hace ya mucho tiempo que el dios Shiva, aquel que lleva sobre su frente la luna creciente, explicó estas tres virtudes al príncipe de los Bhringis, por ellas liberado de toda enfermedad y toda inquietud.

Dijo Bhringi a Shiva:

‘Señor, me encuentro abrumado de dolor viendo las olas desencadenadas en este mundo de oscuros abismos en el que desde hace tanto tiempo nos debatimos sin encontrar el puerto en calma y seguro de la Verdad. Dime, Señor, ¿cuáles son esa verdad cierta y esa seguridad interior en las que podemos poner nuestra confianza, capaces de procurarnos apaciguamiento y descanso en esta residencia arruinada que es el mundo?’

El Señor Shiva contestó:

‘Pon siempre tu confianza en una paciencia imperturbable, y no te preocupes ni temas por ninguna otra cosa; esfuérzate en alcanzar la perfecta renuncia a toda pasión y a toda actividad.

Actúa con la mayor grandeza quien realiza las acciones tal como se presentan ante él, le proporcionen o no alegría sin temer ni desear su efecto.

Cumple bien con su función quien realiza sus deberes sin complicación ni aprensión y mantiene una actitud reservada y la pureza de su corazón, sin verse manchado por el egoísmo o la envidia.

Cumple bien con su función quien no se ve afectado por nadie ni por nada y, ante cualquier objeto, se limita a ser únicamente testigo.

Actúa con la mayor grandeza quien considera su propia nacimiento, su vida y su muerte, así como su elevación o su rebajamiento, en una misma luz y ante ninguna circunstancia pierde su ecuanimidad.

El más feliz es aquel que permanece como espectador desvinculado e indiferente al observar la conducta y el comportamiento de la humanidad y mira sin elegir nada para sí.

El hombre más contento es aquel que soporta las vicisitudes de la fortuna con constante aguante, como oculta el mar las olas tumultuosas en sus profundidades insondables.

Experimenta los mayores placeres aquel para quien sal y azúcar son semejantes y no se ve afectado por las circunstancias, ya sean felices o adversas.

Es el mejor de los renunciantes aquel que ha abandonado toda preocupación sobre su vida y su muerte, sobre su placer o su dolor y, resueltamente, ha desterrado de su mente sus méritos y sus imperfecciones.

Ha ofrecido el más grande sacrificio quien ha sacrificado su propia mente y sus esfuerzos en el altar de la abnegación.

Medita siempre sobre el Espíritu eterno e inmaculado que no tiene principio ni fin. Fijando tu pensamiento así, tú mismo llegarás a ser inmaculado y serás absorbido por el siempre idéntico Brahman, donde todo es paz y serenidad.

Aprende a conocer a Brahman único e inmortal como alma y principio de las diversas manifestaciones que de Él emanan. Su inmensidad se despliega a través de la totalidad de la existencia, al igual que el cielo infinito abarca y manifiesta todas las cosas dentro de sí mismo.

Para ninguna cosa es posible, se trate de una existencia positiva o potencial, subsistir al margen o independientemente de la Esencia universal. ¡Guarda esta firme convicción en tu mente y te verás libre de todo temor en el mundo!

Oh muy virtuoso Rama, estáte siempre atento a tu mente en tu interior y cumple tus actos exteriores con tu cuerpo y tus miembros. Abandonando tu sentido del egoísmo y de la personalidad y viéndote por ello libre de toda preocupación y dolor, alcanzarás la suprema felicidad.»

Dijo Rama a Vasishtha:

«¡Oh muy santo Sabio, conocedor de todo! ¿Qué sucede a la esencia de la mente después de que el egoísmo de un hombre ha desaparecido de ésta y ambos, egoísmo y mente, se han disuelto en la nada?»

Contestó el bienaventurado Rishi:

«La pureza de la mente aparece con toda su evidencia en la expresión radiante y serena del hombre que ha disuelto el egoísmo y los defectos que lo acompañan en una mente mortificada.

Todas las trabas que suponen nuestras pasiones y afectos, se quiebran y caen. Cuando se rompen las ataduras de nuestros deseos, nuestro resentimiento se atenúa y nuestra ignorancia se va disipando progresivamente; nuestra codicia disminuye y nuestra ansia levanta el vuelo alejándose; nuestros miembros se relajan y nuestra desazón se torna en sosiego.

Entonces, nuestras preocupaciones ya no pueden apenarnos ni la alegría enajenarnos: en todas partes nos sentimos en calma y la paz reina en nuestros corazones.

A veces, la alegría y el dolor pueden marcar la expresión del gnani1, como una nube ennegrece el cielo, pero no podrán ya oscurecer su mente, que permanece clara como un día eterno.

Su humor es estable y tranquilo, sin ofender ni oponerse a nadie; entonces, amado y honrado por todos, se queda apartado, cumpliendo su tarea con asiduidad y gustando en cada instante la dulce tranquilidad de su mente.

Réprobo es el hombre que se ahoga en su propia ignorancia y que no va a la búsqueda de la salvación de su mente, asequible mediante la luz de la razón y que le preserva de todas las dificultades del mundo.

Quien quiera obtener la tan deseada felicidad dominando las oleadas de las desafortunadas encarnaciones en el vasto océano de este mundo, debe siempre preguntarse:

‘¿Qué será de mí después de esto? ¿Qué significan las breves satisfacciones experimentadas aquí? ¿Qué es este mundo? ¿Hacia dónde va todo esto?’

Necesita seguir a un Maestro tradicional, caso de ser suficientemente afortunado para encontrar uno.

Descubre la corriente de  las aguas profundas de tu consciencia y zambúllete en ella.

Rechaza todas las cosas exteriores como uno se resguarda en las casas de los ardientes y perjudiciales rayos solares.

El océano de la ignorancia rodea el mundo y se desborda sobre él al igual que las aguas saladas cercan y bañan a una isla; y las distinciones que hacemos al decir ‘yo’ y ‘mío’ son las olas de ese mar de nuestro error.

Las emociones de la mente, así como sus diversos sentimientos y pasiones, son las oleadas multiformes de ese mar de ignorancia; el egoísmo y el amor propio forman la vorágine en la que el hombre testarudo espontáneamente se precipita.

Sus apegos y animosidades son los tiburones que con sus fauces se apoderan de él y finalmente le arrastran a las profundidades.

Ve y zambúllete en el sereno mar de la soledad espiritual y lava tu mente en el néctar de la meditación ambrosiaca. Sumérgete en la profundidad de la Unidad y aléjate de las olas saladas de la dualidad y de las aguas salobres de la diversidad.

Reconócete como esa mente única de la que se sabe que está presente en todo el mundo; ¿y qué existe, al margen de Eso, que puedas lamentar o deplorar?

Adora al Señor Dios, Creador de los mundos, siempre generoso y otorgador de toda cosa.

La adoración a Dios anula todos nuestros pecados y deshace los nudos y trampas del mundo.

Habiendo vencido a las tinieblas de la ignorancia gracias a la pureza de tu naturaleza, puedes proseguir la vía del Yoga Adhyatma bendecido por el adicto servicio a un Maestro.

Mis palabras, oh Rama-ji, son las palabras del propio Brahma y nadie las oye si no es por su sattvika-karma2 de numerosas encarnaciones anteriores.»

Al terminar el discurso, toda la asamblea se inclinó profundamente ante el santo Instructor, Vasishtha, diciendo:

«¡Jai a ti! ¡Jai a ti, oh Sabio inmortal!»


Notas:
1 Gnani: Aquel que conoce a Dios; hombre iluminado.
2 Sattvika-karma: El mérito adquirido por las buenas acciones.

Yoga Vasishtha de Valmiki: Decimocuarta conversación


EL MUNDO ESTA EN LA MENTE
Yoga Vasishtha
EXTRACTOS DE LAS INSTRUCCIONES DEL SABIO VASISHTHA A SU DISCÍPULO EL PRÍNCIPE RAMA

La obra titulada Yoga-Vasishtha, conocida también como Maharamayana, comprende treinta y dos mil versos atribuidos al sabio Valmiki, el primer poeta que se expresó en la lengua sánscrita tal como aún hoy la conocemos. En verdad, Valmiki podrá siempre reclamar para sí el hecho de ser el más grande de los poetas sánscritos, y el Yoga-Vasishtha está penetrado de una poesía de la más alta inspiración.
El Yoga-Vasishtha ha sido el libro preferido de yoguis y ermitaños en sus retiros del Himalaya, así como el de reyes y hombres de estado de la India. Comparten la opinión de que quien lo estudia con atención y vive sus enseñanzas se alza por encima de las limitaciones de la materia y, experimentando una inmutable beatitud en su propio ser, hace partícipe a su prójimo de su propia exaltación espiritual por medio de la bondad y de la verdadera filantropía.


DECIMOCUARTA CONVERSACIÓN

Continuó el bienaventurado Vasishtha:

«Oye ahora los métodos a los que debe recurrir el yogui para librarse de las cargas e inquietudes del mundo.

Mientras el germen de la discriminación echa brotes en la mente (al principio, como resultado de una actitud de desprecio respecto al mundo), los mejores de los hombres buscan la amplia sombra del gran árbol de la sabiduría, al igual que el viajero fatigado y agobiado por el sol detiene su marcha a la sombra refrescante del bosque.

El hombre dotado de sabiduría evita al ignorante. Tanto por su comportamiento correcto y cortés como por su rostro amable, se parece a la luna serena con sus rayos de ambrosía. Actúa con sabiduría y prudencia, es educado y solícito en sus maneras; es rápido en servir y complacer a los demás, y su conducta es pura.

Como las límpidas aguas del Ganges, el río celeste, la compañía de hombres santos y sabios contribuye a limpiar y purificar las almas de los pecadores.

En la mente del santo crece, como el árbol de llantén en la selva, una comprensión penetrante que la enseñanza de los Shastras favorece.

El hombre dotado de sabiduría sigue la conducta de los santos y los preceptos de los Shastras, imitando a aquéllos y practicando éstos.

El adepto que, día tras día, disminuye sus apetitos y sus placeres, se parece a la luna creciente, que cotidianamente aumenta su resplandor; ilumina a su familia al igual que la luna difunde su claridad sobre los astros que la rodean.

Entonces, para su mayor y más duradero bien, va a la búsqueda de la compañía de los santos, y llega a ser equilibrado y robusto, como recupera la salud un enfermo gracias a la abstinencia y a los cuidados de los médicos.

Desde ese momento, penetra con mayor profundidad, gracias a la elevación de su mente, en el sentido de los Shastras, como se sumerge un gran elefante en un lago de limpias, aguas.

Para los hombres virtuosos es algo natural ayudar a sus prójimos en peligro o angustiados y conducirles hacia la seguridad y la ventura, como el sol dirige a las gentes hacia la luz.

Toda riqueza no es más que desgracia acrecentada y la prosperidad es augurio de adversidad; todos los placeres no son más que falsas apariencias y todo bien terreno se convierte en su contrario.

En este mundo pasajero de muerte y sufrimiento no hay más que un elixir que pueda garantizar al hombre salud y vida perpetuas, y es el contento.

La primavera está llena de encanto, como los jardines del Paraíso, pero todos esos gozos se encuentran en el contento, que es capaz de proporcionar cualquier delicia.

Quien posee el contento en donde quiera que esté, bien, sea en soledad, lejos de su patria, en una selva o en el mar, en los lejanos desiertos o en un jardín, se encuentra perfectamente en su casa en todo lugar.

No se enamora de ningún ambiente, pero se mantiene con seguridad en toda situación, bien sea en compañía de amigos en un bello jardín o en medio de una asamblea de sabios discutiendo doctamente.

Allá donde vaya o allá donde se quede, siempre mantiene la calma y la ponderación, silencioso y señor de sí mismo. Aunque se halle bien informado, siempre está en búsqueda de conocimiento e incesantemente en pos de la Verdad.

Así, el sabio bienaventurado está habituado a sentarse en el suelo en meditación y, por su constante práctica, es absorbido en el Uno supremo, en un estado de beatitud trascendente.

Ese estado supremo consiste en ignorar los objetos sensibles y en permanecer consciente de la presencia del Espíritu omnisciente que llena por completo el espacio.

El sabio que ha percibido la gloria de Dios, se establece en una región de luz; y, como una lámpara encendida, disipa las tinieblas interiores, así como todos sus temores, animosidades y apegos exteriores.

Yo me inclino ante ese sabio semejante al sol y que está más allá, en todas las direcciones, de la oscuridad; que se ha alzado por encima de todo lo creado, y cuya gloria nunca más podrá sufrir merma.»

Dijo Vasishtha:

«Oh Rama, oh sabio príncipe, gracias a tu penetrante intelecto has conocido, en teoría, la verdad espiritual y nada te queda ya por aprender; pero tu mente, aunque sea naturalmente pura, todavía debe pasar por un pequeño cambio para que puedas realizar la Verdad en la práctica.

El intelecto de Shuka Deva, hijo del bienaventurado sabio Vyasa, había conocido, en teoría, la verdad por su ilustre padre, si bien la realización le fue concedida mediante la proximidad del Maestro. Tu caso es semejante al de Shuka Deva.»

Dijo Rama:

«Oh Señor, ¿cómo puede ser que el hijo de Vyasa, que había conocido la Verdad, permaneciese fuera de la beatitud hasta que se la enseñara su Maestro? Sé suficientemente bueno para explicármelo.»

Contestó Vasishtha:

«Oh príncipe, el bienaventurado Vyasa, cuyas luces y saber carecen de límites, se halla ahora sentado en la asamblea de tu padre, el rey, y su hijo Shuka Deva también está ahí.

Éste, durante su adolescencia, reflexionaba profundamente y conocía la Verdad esencial gracias a la discriminación y a la práctica incesante de la meditación; sin embargo, su corazón no estaba en paz y desconocía el sabor del néctar de la serenidad. 

La razón de esa ausencia de paz era que Shuka Deva no llegaba a vislumbrar que sólo el Sí mismo es la más alta Verdad.

Tras numerosos sufrimientos, su corazón se volvió totalmente indiferente a los placeres del mundo.

Shuka Deva, con el corazón purificado, se instaló en la soledad del monte Meru y preguntó al sabio Vyasa con gran respeto: ‘Oh Señor, sé suficientemente bueno para decirme cuándo y dónde nació este mundo ilusorio que engaña a todos los hombres; y también cómo y cuándo finalizará.’

Al escuchar estas palabras, el gran sabio, que veía la Verdad, expuso por entero a su hijo la doctrina sobre el origen y la desaparición del mundo de la ilusión.

Tras las palabras de su padre, Shuka Deva se dijo: ‘El Sabio no me ha dicho nada nuevo; ¡toda esa doctrina la conocía ya!’ No otorgó una consideración suficientemente respetuosa a las enseñanzas de su padre.

El venerable Vyasa, versado en todos los saberes del mundo, dijo a su hijo que ya nada podía añadir a lo ya enseñado y le aconsejó que se dirigiera a la corte del rey-sabio Janaka para aprender más de él.

Abandonó Shuka Deva la pacífica atmósfera del monte Meru y se fue a la capital del rey Janaka, donde solicitó de la guardia de palacio una audiencia con el soberano.

La guardia se llegó junto al sabio monarca y le anunció que Shuka Deva, hijo del gran Vyasa, se encontraba en la puerta.

El rey pensó que si a Shuka Deva le hacía demasiado fáciles las enseñanzas, quizá no las apreciara en su justo valor, pues es frecuente que los hombres no hagan suficiente caso de lo que consiguen sin sacrificio. Ordenó, pues, a la guardia: 

‘¡Dejadlo que espere!’

Durante siete días no envió respuesta alguna a Shuka Deva, puesto que estimaba esencial probar la fuerza de su aspiración al conocimiento, así como su disciplina moral y su indiferencia respecto a las seducciones del mundo.

Al cabo de esos siete días, el rey autorizó a Shuka Deva a entrar en el patio exterior del palacio, aunque, aparte de eso, no prestó ninguna atención a su presencia. Sin embargo, Shuka Deva permanecía imperturbable e impasible ante la falta de consideración que se le testimoniaba, a él, hijo de un sabio venerable y famoso en el mundo entero.

Finalmente, el rey hizo entrar a Shuka Deva en sus estancias privadas, donde se encontró rodeado de todo lo que el lujo de un rey puede ofrecer. Numerosas tentaciones se pusieron al alcance del joven brahman.

Las privaciones de catorce días seguidas del lujo del palacio real en absoluto impresionaron a la mente de Shuka Deva, como tampoco el desencadenamiento de una tempestad mueve las poderosas cumbres del Himalaya.

Tan indiferente hacia la falta de respeto y las adversidades como hacia la seducción de las delicias del palacio, Shuka Deva esperaba, tal como se le había dicho.

Terminada la prueba, se le permitió presentarse ante el rey. Dotado como estaba de discriminación y autocontrol, se mostró respetuoso, alegre e indiferente al sentimiento del placer.

El rey se inclinó y, testimoniando un gran respeto al joven brahman, le dirigió la palabra en estos términos:

‘Ahora que has cumplido con todos tus deberes en el mundo, ¿qué más deseas, Señor?’

Shuka Deva colocó a los pies del rey los modestos presentes que le había llevado y, respetuosamente, repitió la pregunta que ya había realizado a su padre. Ante su gran sorpresa, recibió del soberano la misma respuesta que le había dado el santo Vyasa.

Al escuchar la Verdad, Shuka Deva se dio cuenta de que sus propias reflexiones le habían conducido a las mismas conclusiones y de que la enseñanza de su padre era la misma que la de las Escrituras del Vedanta.

‘Esta ilusión de la existencia del mundo, que crea el sentido de la servidumbre y del sufrimiento, es un producto de la imaginación-deseo, y se derrumba al desaparecer ésta.

El Sí mismo, engañado por la ignorancia, imagina la diversidad de las apariencias. Esta es la convicción de aquellos que conocen la Verdad.’

‘Sin embargo, Señor, yo deseo la paz; ten la bondad de instalarme en una paz inmutable y libera a mi mente de las dudas respecto a la Verdad del Vedanta.’

‘¿Qué más podría enseñarte, oh Muni? Nada es real en el universo excepto el siempre sereno Atman. Por Su propio pensamiento queda sujeto y por Su propio pensamiento se libera.

Además, tú has dominado al sentido del placer y has adquirido el ojo de la discriminación.

¿Qué más deseas? Me siento orgulloso de tenerte hoy como huésped, a ti, hijo del gran Mahatma Vyasa.

Puesto que los placeres exteriores no te atraen y no caes en la ciénaga del apego, eres libre; ¡Tú eres Eso, oh Shuka!’

Al oír estas palabras pronunciadas por el rey, el Muni Shuka Deva experimentó un relámpago de iluminación interior y vio a su Sí mismo liberado de lo que puede ser visto y concebido. Libre de dolor, de temor, de agitación y de actividad, y enraizado en la eterna Paz.

Caminando como un verdadero deva, Señor de todas las cosas, sumergido en la beatitud de su propia naturaleza, Shuka Deva volvió al monte Meru y, permaneciendo en samadhi durante mil años, encontró la paz al verse liberado de su cuerpo, al igual que se apaga una lámpara por falta de aceite.

Así Shuka Deva, personificación de la pureza, puso punto final a su autoidentificación con la impureza de lo perceptible y a la causa de esa identificación: la ignorancia.

Encontrándose despojado tanto de virtud como de vicio, completamente libre de la identificación del Sí mismo con el cuerpo, agotado su karma, se hizo eternamente uno con el Sí mismo, como retorna una gota de agua al mar.»

Yoga Vasishtha de Valmiki: Decimotercera conversación

EL MUNDO ESTA EN LA MENTE
Yoga Vasishtha
EXTRACTOS DE LAS INSTRUCCIONES DEL SABIO VASISHTHA A SU DISCÍPULO EL PRÍNCIPE RAMA

La obra titulada Yoga-Vasishtha, conocida también como Maharamayana, comprende treinta y dos mil versos atribuidos al sabio Valmiki, el primer poeta que se expresó en la lengua sánscrita tal como aún hoy la conocemos. En verdad, Valmiki podrá siempre reclamar para sí el hecho de ser el más grande de los poetas sánscritos, y el Yoga-Vasishtha está penetrado de una poesía de la más alta inspiración.
El Yoga-Vasishtha ha sido el libro preferido de yoguis y ermitaños en sus retiros del Himalaya, así como el de reyes y hombres de estado de la India. Comparten la opinión de que quien lo estudia con atención y vive sus enseñanzas se alza por encima de las limitaciones de la materia y, experimentando una inmutable beatitud en su propio ser, hace partícipe a su prójimo de su propia exaltación espiritual por medio de la bondad y de la verdadera filantropía.


DECIMOTERCERA CONVERSACIÓN

Dijo el bienaventurado Vasishtha:

«Suplicaba un día al bienaventurado sabio Bhushundi que nos dijera cómo lograba él escapar de las manos de la Muerte mientras que todas las demás criaturas del mundo están condenadas a ser trituradas por las mandíbulas que todo lo devoran.

Contestó Bhushundi:

‘Tú, Señor, que todo lo conoces, ¿aún quieres que te diga lo que sabes perfectamente? Una pregunta así, viniendo de su Maestro, enardece a tu servidor para hablar, cuando de otra manera hubiera guardado silencio.

La muerte no destruirá al hombre que no lleve consigo las joyas de sus deseos corruptores, como un ladrón no matará a un viajero que no adorne su cuello con una cadena de oro precioso.

La muerte no hará su presa de quien no esté corrompido por el veneno de la cólera y de la animosidad, de aquel cuyo corazón no alimente al dragón de la avaricia y cuya mente no esté corroída por la úlcera de la inquietud.

La muerte no mata a aquel cuyo cuerpo no está abrasado por la ardiente pasión del apego, que, como un incendio, consume el grano almacenado del buen sentido.

La muerte no se acerca al hombre que pone su confianza en el Espíritu sin mancha y purificador de Dios y cuya mente reposa en el seno de la mente suprema.

Así, la mente que descansa junto a su Creador en un inalterable estado de serenidad no puede ser alcanzada por los males y sufrimientos del mundo.

Quien tiene la mente absorbida en la santa meditación no da nada ni nada recibe de los demás; jamás intenta rechazar lo que tiene ni conseguir lo que no tiene.

Aquel cuya mente ha encontrado el reposo en la santa meditación ya no tiene motivo por el que arrepentirse.

Eleva tu mente por encima de la multiplicidad de las posesiones terrenales y establécela en la unidad del Espíritu.

Dispón tu corazón con vistas a esa felicidad suprema que tan deseable es al principio como al final.

Fija a tu mente en Brahman, que está más allá de nuestra comprensión, luz santa, origen y fuente de todas las cosas en quien reside toda dicha y de donde viene la ambrosía que alimenta a nuestras almas.

Nada hay tan bello ni duradero en las esferas superiores e inferiores que nos envuelven como la paz imperturbable de una mente concentrada en Dios.

No es bueno inquietar a la mente con preocupaciones referentes a las diversas ramas del saber, y no es de ningún provecho esclavizarla en el servicio a otro cuando aún se desconoce uno mismo y se ignora cuál es el verdadero bien propio.

La mera longevidad no es buena, si se está afligido por las enfermedades y pesadumbres de la vida.

Puesto que todo es inconstante, inútil y enojoso para los hombres, el sabio ve que no hay otra cosa que la Realidad Una, imperecedera, situada más allá de todo error y que, aunque presente en todas partes, trasciende el conocimiento de todas las cosas.

Atman es esa Esencia y la meditación sobre él es el único medio de anular toda penalidad y todo padecimiento. Sólo Ella destruye la visión errónea del mundo.

La contemplación divina despunta en la atmósfera límpida de una mente purificada y se abre paso extendiéndose como la luz del sol; disipa la oscuridad del dolor y del sufrimiento, así como la errónea idea de la dualidad.

La meditación divina en la forma de So-Hum1 o de Shivo-Hum2 no acompañada de ningún deseo ni preocupación egoísta, penetra como los rayos de la luna a través de la noche de la ignorancia.

Sólo hay un lejano parecido entre esa luz espiritual y la luz intelectual de los filósofos.

Yo estoy siempre en paz mientras mi pensamiento sigue el ritmo de mi respiración, y no me muevo de esta disposición aunque tiemble el monte Meru bajo mis pies.

Desde el gran Diluvio, la tierra ha resurgido y se ha vuelto a hundir repetidas veces y yo he sido testigo de la sumersión y emersión de los continentes sin que se viese afectada mi paz nacida de la realización de Dios.

Observo cómo mi inspiración y espiración discurren, y contemplo la suprema excelencia de Brahman, por quien permanezco satisfecho en mí y gozo de mi larga vida sin dolor ni enfermedad.

Nunca apruebo ni desapruebo ningún acto realizado por mí o por otros, y ese desvinculamiento de toda preocupación me ha conducido a este feliz estado de longevidad despreocupada.

He liberado a mi mente, oh gran Muni, de sus defectos de inconstancia e inútil curiosidad, y la he establecido en Brahman por encima de toda aflicción y de toda inquietud; ha llegado a ser prudente, tranquila, serena y así es como he logrado esta larga vida.

No temo ni a la muerte ni a la enfermedad ni a la vejez y no me regocijo con la idea de ganar un imperio; este desapego es la causa de mi longevidad física.

A nadie considero, oh gran Sabio, amigo ni enemigo, y esta ecuanimidad es la causa de mi larga vida.

Observo toda existencia como la reflexión de Brahman, existente por Sí mismo, que es todo en todo, y conozco el Sí mismo como Eso, So-Hum, y ahí está la causa de mi larga vida, oh gran Rishi.

Jamás considero que este cuerpo físico sea mi Atman, y mi larga vida se la debo a ese supremo conocimiento.

Hasta tal punto soy dueño de mi mente, que nunca la dejo mezclarse en los asuntos del mundo, como tampoco dejo que esos asuntos alcancen mi corazón, y eso es lo que me ha valido el beneficio de esta longevidad inagotable.

Soy feliz con la ventura ajena, intento que desaparezca el sufrimiento en todos los seres, y este sentimiento de simpatía universal respecto a la suerte de mis hermanos me ha mantenido vivo y juvenil a través de los tiempos.

En la adversidad, me quedo imperturbable como una roca y en la prosperidad, soy benévolo para con todos. Ni la pobreza ni la opulencia me afectan, y esa firmeza de mente es la causa de mi inextinguible longevidad.

Tengo la firme convicción de ser esa Inteligencia que se manifiesta en el universo, que reside arriba, en los cielos, y abajo, en los bosques; y esa convicción me ha hecho Dueño de la vida y de la muerte.

Así es, oh bienaventurado Sabio, como resido en el cáliz de los tres mundos, como una abeja habita en el corazón de una flor de loto, y soy conocido en todo el mundo como el Sabio inmortal llamado Bhushundi.’

Le respondí:

‘Oh venerable Señor, me has dirigido un discurso maravilloso. A lo largo de mis peregrinaciones a través del mundo he sido testigo de la grandeza y de la dignidad de dioses y sabios, pero no había visto a Sabio tan santo como tú. ¡Yo te saludo, oh conocedor de Brahman!’»


Notas:
1 So-Hurn: «Yo soy Él».
2 Shivo-Hum: «Yo soy la Felicidad», «Yo soy Shiva».