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11 abr 2020

El hombre moderno y el yoga. El espíritu del Hatha Yoga. André Van Lysebeth (Aprendo yoga parte II)

Del libro "Aprendo Yoga" de Andre Van Lysebeth





El hombre moderno y el yoga 


¡Nuestra época es fantástica! 

Jamás la humanidad había conocido una evolución tan explosiva. Nuestras realizaciones sobrepasan los sueños de nuestros antepasados. Icaro está eclipsado por nuestros cosmonautas. Nuestros sabios van al corazón del átomo para arrancar los secretos mejor guardados de la naturaleza y domestican la energía nuclear. Nuestra existencia se asemeja a un cuento de hadas, si la comparamos a la de los siglos precedentes. ¡Qué pena que estemos hastiados! 

Es trivial sentarse en un Boeing y sobrevolar el Polo, confortablemente instalado en un sillón, mientras que tal vez, bajo el hielo, cruza un submarino atómico. Y en el avión... dormimos...


¡Sin necesidad de remontarnos a los Galos, pensemos en la admiración de Luis XIV si hubiese podido ver un televisor, o simplemente un grabador de cinta magnética! 

Niños mimados, nos quejamos si las imágenes que nos transmite el Telstar son poco nítidas. 

El uso del automóvil ha llegado a ser tan común que nos parece lo más natural desplazarnos a 140 km por hora por nuestras autopistas. 


Marcamos un número sobre un disco y en el otro extremo del hilo, a centenares de kilómetros, incluso a miles de kilómetros, una voz amada nos responde. ¡A menos que no sea la del inspector de contribuciones! Pasamos al lado de tantos milagros cotidianos que encontramos todo esto normal y ordinario y ya nada nos llama la atención. Gracias a nuestros sabios, ingenieros y técnicos, reina en nuestras casas calefaccionadas automáticamente una temperatura siempre uniforme. Bien vestidos, bien alimentados, vivimos en el lujo. Los industriales, atentos a nuestros menores deseos, crean para nuestro confort y nuestro placer, infinidad de utensilios destinados a hacernos la vida cada vez más fácil y agradable. Llegan hasta inventarnos nuevas necesidades... En resumen, un paraíso terrestre comparado con la prehistoria. ¡La edad de oro!



Pero hay un pero...

Observemos la multitud anónima que desfila por nuestras calles saturadas. Observe esos rostros lúgubres, preocupados, esos rasgos fatigados no iluminados por ninguna sonrisa. Mire esas espaldas encorvadas, esos tórax estrechos, esos vientres obesos. ¿Son felices todos esos civilizados? Ya no tienen hambre ni frío, por lo menos la mayoría, pero necesitan píldoras para dormir, comprimidos para evacuar sus intestinos perezosos, calmantes para sus dolores de cabeza y tranquilizantes para soportar la existencia. Aislados de la naturaleza, hemos realizado la proeza de contaminar el aire de nuestras ciudades, nos hemos encerrado en nuestros despachos y hemos desnaturalizado la alimentación. El duro combate por el dinero ha endurecido nuestros corazones, ha impuesto silencio a nuestros escrúpulos, ha pervertido nuestro sentido moral. Las enfermedades mentales hacen estragos cada día mayores, en tanto que se multiplican las enfermedades de degenerescencia (tendencia a la degeneración): cáncer, diabetes, infarto, provocando sombrías siegas en nuestras «élites». La degenerescencia biológica se acentúa a una cadencia aterradora que no parece «aterrar» a nadie y que ni siquiera advertimos. Tranquilizadoras estadísticas nos dicen que nuestras probabilidades de vida han aumentado en equis años; pero, inconscientes, no nos damos cuenta que dilapidamos en pocas generaciones un patrimonio hereditario acumulado desde centenares de miles de años. La civilización, al suprimir la selección natural, permite la multiplicación de individuos tarados; en tanto que, como consecuencia del confort, el hombre ya no utíliza sus mecanismos de adaptación y de defensa natural y se debilita. 


¿Cómo detener esta degenerescencia? 

Aun nuestra medicina, aunque constantemente en progreso, es impotente. Ha adquirido, sin embargo, un capital de conocimientos que suscitan nuestra legítima admiración y orgullo. Ha eliminado flagelos como la peste, la viruela, la difteria, para no citar sino éstos. Además de los antibióticos, nos ofrece una multitud de remedios eficaces y cada día descubre otros nuevos. Nuestros cirujanos realizan prodigios cotidianos; ¡pensemos en las operaciones a corazón abierto! 


Pero todo esto no basta. Por el contrario, los mismos progresos de la medicina dan a los civilizados una feliz impresión de seguridad. Creen que todo les está permitido; ningún exceso los asusta, nada les detiene. ¿Cae uno enfermo? «Basta» con ir al cúralotodo; a él le corresponde reparar los desgastes rápidamente; es su oficio, se le paga para eso. No quieren darse cuenta de que su erróneo modo de vivir es el causante de la mayoría de sus males, y que mientras no consientan en modificarlo, los médicos, a pesar de su ciencia y de su abnegación, no podrán asegurarles sino una salud precaria entre dos enfermedades. Una «civilización» que desemboca en la degenerescencia de la especie y de los individuos sin siquiera procurar una apariencia de dicha, debe ser considerada en quiebra. 


Prisioneros de la civilización, ¿qué podemos contra este rodillo compresor? ¿Renunciar a nuestra ciencia, a nuestra técnica, a nuestra vida civilizada? ¿Dinamitar las usinas, quemar los libros, encerrar a los sabios y a los técnicos, volver a las cavernas y bosques de la prehistoria? 

Imposible. Inútil. Por lo demás, tenemos derecho a estar orgullosos de nuestra ciencia y de nuestras realizaciones. No debemos renunciar a la civilización; por el contrario, debemos beneficiarnos al máximo de sus ventajas y buscar, al mismo tiempo, cómo eliminar sus inconvenientes.



UN REMEDIO: EL YOGA 

La solución pasa necesariamente por el individuo. Nos podemos preguntar: «¿Qué representa el individuo ais­lado, qué importancia tiene frente a la masa?» Poca cosa, en apariencia. Pero la situación no puede mejorar, el problema no puede resolverse sino en la medida en que cada uno se constriña a una disciplina personal, de la que el yoga constituye, sin lugar a dudas, la forma más práctica, la más eficiente, la mejor adaptada a las exigencias de la vida moderna. «Si quieres cambiar el mundo, comienza por cambiarte a ti mismo». Gracias al yoga, el civilizado puede volver a encontrar la alegría de vivir. El yoga le proporciona salud y longevidad mediante los asanas que devuelven la flexibilidad a la columna vertebral, verdadero eje vital, calman sus nervios sobreexcitados, relajan sus músculos, vivifican sus órganos y sus centros nerviosos. El pranayama (ejercicios respiratorios) proporciona oxígeno y energía a cada célula, purifica el organismo quemando los desechos, expulsa las toxinas, en tanto que la relajación le permite preservar la integridad de su sistema nervioso, lo previene contra la neurosis y lo libera del insomnio.


Para el adepto del yoga, el cuidado del cuerpo es un deber sagrado. 


El yoga afirma que es fácil mantenerse en buena salud, que basta con modificar algunas costumbres convencionales erróneas. responsables de un número incalculable de males, de miserias y de decesos prematuros. La salud es un derecho de nacimiento; es tan natural tener buena salud como nacer: la enfermedad tiene su origen en la negligencia, la ignorancia o la transgresión de las leyes naturales. 


En el sentido yóguico del término, la enfermedad es un pecado físico y se considera al enfermo tan responsable de su mala salud como de sus malas acciones. Pyle observaba ya que «los humanos que tratan su cuerpo como les place, infringen las reglas de la vida sana, que deberían conocer a fondo; son pecadores físicos. Las leyes de la salud no son ni restrictivas ni sofocantes. Por el contrario, son simples, poco numerosas, y nos procuran gran libertad al liberarnos de una multitud de trabas que impiden que nuestras propias fuerzas se manifiesten en su integridad, impidiéndonos así gozar plenamente de la vida.» aunque simples, los métodos y preceptos del yoga son racionales y científicos.


Se podría temer incluso que su simplicidad y su facilidad de aplicación condujeran deplorablemente a descuidar esos méto­dos, privándonos así de los maravillosos efectos benéficos que procura su práctica continua y cuidadosa. 


Este libro le proporciona estos métodos de probada eficacia a lo largo de miles de años. El autor le transmite la tradición yóguica tal como tuvo el privilegio de recogerla de sus Maestros, enriquecida por veinte años de práctica personal ininterrumpida. 

Este libro es ante todo didáctico: no se pierde en teorías, sino que permanece en el terreno de la práctica. Repetiremos con Swami Sivananda: «Una onza de práctica vale más que toneladas de teoría».






EL ESPÍRITU DEL HATHA YOGA


Cualquiera, ateo o creyente, puede practicar con éxito el Hatha-Yoqa, porque no es una religión y su práctica no exige ni presupone la adhesión a ninguna filosofía particular, a ninguna iglesia o creencia. Se lo puede considerar como una simple disciplina psicosomática única en su género, de una eficacia inigualada.

Por ser el Hatha-Yoqa un conjunto de técnicas es neutro por definición; pero seria un lamentable error no considerar si no este aspecto técnico e ignorar el espíritu en el que los grandes Sabios y Rishis de la India antigua lo han concebido, espíritu que le confiere una indiscutible nobleza. Nadie lo ha definido mejor que Swami Sivananda en las lineas siguientes:



"S¡ se admite que el hombre es, en realidad, un espíritu incorporado a la materia, una unión completa con la Realidad exige la unidad de estos dos aspectos. Hay mucho de verdad en la doctrina que enseña que el hombre debe extraer lo mejor de los dos mundos . No existe ninguna incompatibilidad entre los dos, a condición que la acción sea conforme a las leyes universales de la manifestación, la doctrina que pretende que la felicidad en el más allá no puede ser obtenida sino por la ausencia de goce aquí abajo, o por la búsqueda deliberada del sufrimiento y de la mortificación, debe ser tenida por falsa, la felicidad aquí abajo y la bendición de la Liberación, tanto sobre la tierra como en el más allá, pueden ser alcanzadas haciendo de cada acto humano y de cada función un acto de adoración.


Así el sadhak (el adepto) no obra con un sentimiento de separación. Considera que su vida y el juego de todas sus actividades no es una cosa aparte, que deba conservar y perseguir egoístamente para su propia causa, como si el goce pudiera extraerse de la vida por su propia fuerza, sin ayuda.


Por el contrario, la vida y todas sus actividades deben ser concebidas como una parte de la acción sublime de la Naturaleza. Percibe que en el ritmo de las pulsaciones de su corazón, se expresa el canto de la Vida Universal. Descuidar o ignorar las necesidades del cuerpo, tenerlo por una cosa no divina, es descuidar y negar la Vida más qrande, de la cual forma parte, es falsificar la doctrina de la
Unidad y de la identidad última de la materia y del Espiritu. Gobernados por tales conceptos, aun las más humildes necesidades físicas adquieren una significación cósmica.

El cuerpo es la Naturaleza: sus necesidades son las de la Naturaleza: cuando el hombre se regocija, es la shakti la que goza a través de él. 

En todo lo que ve y hace es la Naturaleza nuestra madre, la que obra y mira; el cuerpo entero y todas sus funciones son manifestación suya. Realizarla plenamente consiste en hacer perfecta esta manifestación que es él mismo.

El hombre que busca dominarse, debe hacerlo en todos los planos - físico, mental y espiritual- porque todos están en relación, no siendo sino aspectos diferentes de la misma Conciencia Universal que lo impregna.


¿Ouién tiene razón? ¿el que descuida y mortifica su cuerpo para obtener una pretendida superioridad espiritual, o el que cultiva los dos aspectos de su personalidad como formas diferentes del espíritu que la habita? Por las técnicas del Hatha-Yoqa, el adepto busca adquirir un cuerpo perfecto, que llega a ser el instrumento adecuado para el funcionamiento armonioso de la actividad mental.

El Hatha-Yogui desea adquirir un cuerpo sólido como el acero, sano, exento de sufrimientos y capaz de vivir largo tiempo. Dueño de su cuerpo. quiere vencer a la muerte. En su cuerpo perfecto goza de la vitalidad de la juventud. Más aún, quiere someter a la muerte a su voluntad, y habiendo cumplido su destino terrestre, con un gran gesto de disolución abandona este mundo a la hora escogida."


Practicar el Hatha-Yoga no significa de ningún modo aceptar esta doctrina: pero, además de que esta doctrina revela el estado de espíritu de los verdaderos Hatha-Yoquis, disipa también ciertos prejuicios extendidos por Occidente, especialmente el de considerar los asanas como una acrobacia insensata, inútil, incluso peligrosa, o creer que los yoguis adoptan ciertas posiciones que parecen dolorosas con intención de mortificación, lo serían tal vez para un no-iniciado, pero para el adepto entrenado jamás son causa de sufrimiento: ¡al contrario!

22 abr 2016

Prana y clima. André Van Lyzebeth. Parte 3.

Prana y clima

El aire, desde el punto de vista químico, es una simple mezcla gaseosa compuesta en volumen por 21% de oxígeno, 78% de nitrógeno y 1% de argón y otros gases raros. Mientras que, en la superficie del globo, su composición es físicamente de una constancia notable, eléctricamente, por el contrario, es de una variabilidad sorprendente. De un instante a otro sus propiedades cambian considerablemente, incluso se invierten a veces.

En este capítulo estudiaremos sus variaciones geográficas. Son de capital importancia, porque pueden influir en algunas de nuestras decisiones, desde la elección del lugar en que pasaremos las próximas vacaciones hasta la de aquel donde construiremos nuestra casa.

La atmósfera, un océano impregnado de prana, no está uniformemente embebida. Este océano tiene zonas en calma y regiones turbulentas, corrientes y lagos, tempestades visibles, como las tormentas magnéticas que le interesan al hombre en la medida en que perturban sus transmisiones de radio más bien que en sus repercusiones en su estado de salud. En cuanto estudiamos estos sutiles fenómenos, pránicos, las consideraciones sobre presión barométrica, precipitaciones (lluvia, nieve), fuerza y dirección del viento, grado higométrico del aire, todo esto pasa al segundo plano desde el punto de vista de la vitalidad.

Hay diferencias importantes entres las diversas regiones geográficas y el hombre no ha esperado el siglo XX para darse cuenta de la importancia del clima de algunos lugares (borde del mar, alta montaña) sobre el ser humano, más precisamente sobre su vitalidad y salud. Durante mucho tiempo, el hombre ha buscado la explicación de esto en las propiedades puramente químicas de la atmósfera. El efecto revitalizante de una estancia en la costa atlántica, por ejemplo, se atribuía al yodo, al bromo de las emanaciones arenosas. Es indudable que estos elementos tienen su influjo, y debemos añadir también la presencia de oligoelementos cuya importancia, desde el punto de vista higiénico y terapéutico, recién comienza a dibujarse y abre muy amplias perspectivas.

De hecho, a medida que avanza nuestra investigación científica moderna, las propiedades físicas del aire adquieren una importancia creciente. Las modificaciones fisiológicas debidas al clima se manifiestan a menudo desde las primeras horas, incluso desde los primeros minutos de la permanencia en algún lugar. Le basta al que vive en la ciudad ir a la costa para, según los casos, estar muerto de sueño o, al contrario, tan sobreexcitado que no puede dormir. Las propiedades físicas del aire no son extrañas a este fenómeno.

Campo eléctrico de la atmósfera

El campo eléctrico de la atmósfera- que no hay que confundir con la ionización-, no era conocido hasta hace muy poco, sino por los meteorólogos; los biólogos no tenían mayor interés por él. No hay que confundir el “campo eléctrico” con los “iones negativos” estudiados poco antes. Lo que estudiaremos a continuación es la diferencia de potencial por metro de altitud: se llama “gradiente potencial”.

La Tierra es una esfera electrizada cuya tensión varía en proporciones enormes con la altitud, que puede llegar, por 1 metro de desnivel, hasta 100 y más voltios. En algunos casos el gradiente potencial sube a varios miles de voltios...Como el ser humano tiene una estatura un poco menor de 2 metros, su cabeza puede estar sometida a una tensión mucho más elevada que la región inferior de su cuerpo. Según estas diferencias de potencial, los climas se pueden clasificar en cuatro tipos principales, de los que sólo tres se mencionan y se estudian en biofísica:

1º. ZONAS DE GRAN CLIMA
Son regiones cuyo campo eléctrico atmosférico es muy elevado, elevándose el voltaje al menos a 100 voltios por metro. Estas zonas corresponden a los que llamamos las “estaciones de aire muy puro”; son fisiológicamente excitantes.

2º. ZONAS DE CLIMA MEDIANO
En estas regiones la diferencia de potencial varía entre 30 y 100 voltios por metro.
Estas “estaciones de aire puro” son vivificantes, pero menos excitantes y menos tonificantes que las zonas de gran clima.

3º. ZONAS DE CLIMA PEQUEÑO
La diferencia de potencial desciende aquí a menos de 30 voltios. Estas regiones tienen una actividad vital mucho menor que las anteriores; ejercen una influencia sedante en las personas muy nerviosas.

4º. ZONAS DE CLIMA CERO
Por desgracia, debemos agregar un cuarto clima, creado por el hombre: el de los locales de habitación donde viven uno 300 días al año, cuyo potencial es casi cero.

Normalmente, el “ciudadano” que vive en la atmósfera contaminada de las oficinas y departamentos debería ir a fortalecerse, a revitalizarse en las zonas de gran clima para recargar sus baterías nerviosas- ¡con tal que lo pudiera soportar!-. Para escoger el lugar de vacaciones hay que saber reconocer los diversos climas. ¿Quiere esto decir que habrá que pasearse con un voltímetro en el bolsillo (mientras no haya que hacerlo con el contado Geiger) para medir la diferencia de potencial del lugar a donde se espera ir? Por cierto que no. Algunos criterios nos permitirán reconocer fácilmente estas diversas zonas, primero por el aspecto del paisaje, después por el tipo de vegetación, ya que ésta depende tanto del tipo de clima como de la composición del suelo. A fin de cuentas, el humus ha sido “fabricado” tanto por las plantas mismas como por el suelo mineral.

1º ZONAS DE GRAN CLIMA
Son por lo general vastas mesetas, llanuras de vastos horizontes en las que nada detiene al viento que las barre; las costas del mar del Norte o las del Atlántico constituyen un ejemplo perfecto. La vegetación no es frondosa; no hay grandes árboles de hoja caduca. Las coníferas pueden sentirse muy a gusto, especialmente los pinos. Igual sucede a mayor altura.

2º ZONAS DE CLIMA MEDIANO
Son lugares más abrigados, cerca de roqueríos o en los valles, cercanos a bosques y espesuras, en llanuras, bahías profundas protegidas del viento del mar.

La vegetación es aquí claramente más abundante que en las zonas de gran clima, sin ser, no obstante, frondosa. Hay muchos árboles de hoja caduca, pero no espesos; también hay pastos y álamos.

3º ZONAS DE CLIMA PEQUEÑO
Son, entre otros, valles muy profundos y arbustos, riberas de ríos encajonados. La vegetación es aquí muy frondosa, rica en “parietarios” (hierbas que crecen de los muros) y en esparraguinas. Abundan los helechos y pequeños acebos.

En dos palabras, coníferas sin helechos= gran clima; coníferas con helechos= clima pequeño.

En cuanto al 4º. Clima, no necesita descripción...

VARIACIONES LOCALES

¡Que nadie se engañe! Estas regiones no siempre son espacios muy vastos. En una región de gran clima, es posible encontrar zonas restringidas en las que el potencial desciende a menos de 100, incluso bajo 30 voltios. En tal playa del Norte, el potencial será superior a 100 voltios; cincuenta metros más lejos, en la concavidad de las dunas, habrá un clima mediano; en el patio del hotel, detrás de las dunas, el potencial será el de clima pequeño. En las habitaciones del hotel, con las ventanas cerradas, será igual a cero. Cuatro climas en un radio de pocos cientos de metros.

Las ciudades son insalubres, no sólo a causa de la ausencia casi total de pequeños iones negativos activos (aun en las zonas de gran clima, los edificios de varios pisos transforman las calles en cañones de clima pequeño), sino también a causa de la acumulación de los gases provenientes de los coches y de las bacterias transportadas por las partículas de polvo del tráfico. Con esto podrá usted seleccionar en cada sitio los lugares más aptos, sin caer en el error de suponer que basta con residir en un balneario para beneficiarse automáticamente y en cualquier lugar con las ventajas del gran clima.

SUCESIONES DEMASIADO RÁPIDAS

Señalemos también otra regla: hay que evitarle a un organismo débil una sucesión demasiado rápida de cambios importantes de clima. En el transcurso de un simple paseo en bicicleta, a lo largo de un valle muy ancho, atravesamos una zona de clima mediano; el valle se encajona, caminamos por senderos bajo árboles, y ya estamos en zona de clima pequeño. Trepamos por la ladera para admirar el paisaje: estamos en una zona de gran clima. Es lo propio de los medios de transporte que empleamos todos lo que nos permite cambiar muy rápidamente de clima. Ahora bien, sólo organismos perfectamente sanos pueden permitirse pasar sin transición de un tipo de clima a otro. La Naturaleza ha dotado al hombre de dos piernas que le permiten desplazarse, pero sólo a velocidad reducida. El automóvil, que de hecho es una caja de Faraday rodante, aísla afortunadamente al hombre del campo eléctrico ambiente y le evita sufrir las consecuencias de los cambios tan bruscos de clima que experimentaría si tuviera que atravesar, en un solo día, a pleno aire, toda Francia, de Norte a Sur.

Observando sus propias reacciones a los diversos tipos de clima, podrá cada uno hacer interesantes constataciones y saber cuáles son los más convenientes para sí. Es de tal modo importante desde todos los puntos de vista, que si estudiamos los casos de longevidad excepcional y su distribución geográfica, constatamos que esos casos se encuentran siempre entre los montañeses. Los Balcanes son el país de los centenarios, y el ciudadano de más edad de la URSS, que todavía monta a caballo, no ha abandonado jamás su montaña natal. Independientemente de otros factores, los hunza se encierran en un minúsculo territorio en el Himalaya. También se constata que se establece un equilibrio entre el suelo, el clima, la vegetación y los otros seres vivos de un lugar determinado, incluyendo al hombre. No es deseable perturbar con frecuencia este equilibrio. Los viejos y sólidos campesinos de nuestros campos han vivido a menudo cincuenta años y más en el mismo lugar, en el suelo de su granja, sin abandonar nunca su villorrio.

Por el contrario, es cierto que un cambio de clima radical, pero por cierto tiempo, puede ser favorable. Es bueno ir periódicamente a una zona de clima alto, con la condición de permanecer el tiempo necesario para que el organismo se adapte y pueda así efectuarse y consolidarse el reajuste pránico. El cambio de clima es una “agresión” que puede ser tónica.

SÍNTESIS

Así, pues, el hombre está sometido permanentemente al impacto de las energías del cosmos que derrama sobre él torrentes de prana. El Sol es su fuente más próxima, y los rayos cósmicos ejercen sobre los seres vivos un influjo todavía más determinado, pero ciertamente muy importante. Por otro lado, la Tierra, que absorbe y almacena estas energías, constituye un segundo polo. El organismo humano, sistema eléctrico vibrante, es la sede de intercambios incesantes con las energías cósmicas y telúricas que lo rodean. Debe evitar el aislarse totalmente detrás de las pantallas que constituyen los muros, las ventanas, los vestillos y el calzado. Los pulmones y la piel son nuestras superficies de intercambio con el mundo exterior. Intercambiemos prana a través de nuestra piel y nuestros pulmones- verdaderamente esponjas de electricidad-, y llevemos ese prana hasta nuestras células.

Debemos tomar en consideración lo anterior en nuestra conducta diaria; sería un grave error despreciarlo. El prana-yama nos proporciona las técnicas psico-fisiológicas necesarias para el control y la utilización consciente de esas energías, en vista de nuestro pleno desarrollo físico y psíquico.

3 abr 2016

El prana del aire. André Van Lyzebeth. Parte 2.



La fuente más importante del prana es la atmósfera. Muchos milenios antes que la ciencia descubriera la electricidad, los yoguis percibieron que la atmósfera vibra con una energía sutil y que ésta constituye la fuente principal de todas las energías en acción en el cuerpo humano. Al respecto, una de las más significativas afirmaciones es la de la doctora Teresa Brosse, que hemos transcrito en el capítulo anterior, cuando se refiere al yogui para quien “La energía que le permite controlar su corazón e incluso detenerlo es de la misma naturaleza que el relámpago”. Es una afirmación sorprendente, si consideramos que el rayo ha sido siempre, y continúa siéndolo para los pueblos primitivos, un fenómeno terrorífico, incluso sobrenatural, y que estos pueblos están muy lejos de establecer una identidad de naturaleza, ni tan siquiera alguna relación, entre el relámpago y las energías vitales que permiten el funcionamiento de su propio organismo.

Comparando las teorías yoguicas con las observaciones y descubrimientos de la ciencia occidental, podemos afirmar que el prana de la atmósfera está constituido, si no en su totalidad, al menos en forma principal, por partículas electrizadas, digamos los iones negativos, y por otra parte que existe en nuestro cuerpo un verdadero metabolismo de la electricidad que captamos de la atmósfera. En este dominio son de valor las fuentes occidentales, aunque relativamente poco numerosas, pues nuestros sabios se interesan más en lo que sucede en el cinturón de Van Allen que en los fenómenos de ionización en la atmósfera a ras del suelo, el medio vital en el cual vivimos...

Para encontrar indicaciones respecto a la electricidad atmosférica y sus repercusiones biológicas, nuestra elección se ha limitado primeramente a dos investigaciones que trabajan en países diferentes: Fred Vlés, profesor de la Facultad de Medicina de Estrasburgo, director de Instituto de Física Biológica, y el ruso Tchijewski, de Kiev.

Nos referimos sobre todo a la obra de Fred Vlés, especialmente a su apasionante libro que debería haber revolucionado la biología, pero que no ha tenido el eco merecido:
“Les conditions biologiques crees para les propriétés électriques de L´atmosphéré"

YIN Y YANG

Sorprende constatar que, excepto estos pocos casos, la ciencia no se ha preocupado mayormente de la influencia de la electricidad atmosférica sobre el ser humano, y esto hasta una época muy reciente. Los geofísicos nos enseñan que la Tierra es un conductor cuya superficie está cargada negativamente, en tanto que la alta atmósfera es positiva. La atmósfera, nuestro medio vital, se encuentra encerrada en un campo electrostático dirigido aproximadamente de arriba abajo, con diferencias de potencial de 100 al 150 voltios por metro de altura. La existencia de este campo de fuerzas dirigido de arriba abajo se conoce en China desde la antigüedad.

Una digresión nos llevará a examinar la concepción china yin y Yang, y escucharemos ahora a Soulié de Mourant, que introdujo la acupuntura china en Europa después de la Primera Guerra Mundial:

“Uno de los aspectos más insólitos de la ciencia china es la importancia primordial que concede a la relatividad yin-yang. Este doble término se emplea en los sentidos más diversos y desconcierta a menudo a los investigadores. El yang es lo que está arriba, en relación a lo que está abajo, a la inversa del yin."

Después de conocerse la electricidad, inmediatamente se ha llamado yang al polo positivo, e yin al negativo.

“...Los doctores E. y H. Biancini, de París, han reunido en un artículo interesantísimo las nociones dispersas sobre las relaciones de la electricidad atmosférica y cósmica con la fisiología humana. Es interesante compararlas con las respectivas nociones chinas."

“ En cuanto a la existencia y los signos de esta fuerza, Beccaria había demostrado hacía mucho tiempo que el signo normal de las manifestaciones de un cielo sereno es positivo."

Los chinos constatan la energía positiva yang y atribuyen su origen al Sol y a los astros; también la energía negativa yin, atribuyendo su origen a la Tierra. Una obra china presenta la cuestión en estos términos (Isio Jou Menn del siglo XVI, p.38): “ El yang es lo ligero, lo puro. Es la energía que flota arriba y de la cual está formado el cielo. El yin es espeso y pesado. Es lo que ha tomado forma y se ha concretizado para formar la Tierra. La energía del cielo azulado se mantiene arriba, pero los vegetales se nutren de ella!...>> ¿Cómo ha percibido estas fuerzas los chinos de la antigüedad –porque estas nociones están reproducidas de obras del siglo XXVIII antes de Jesucristo – y distinguido, bajo el nombre de energía yang, la electricidad atmosférica positiva, y como energía yin la carga negativa de la Tierra? Se ignora.”

La climatología biológica permite extraer importantes nociones para la comprensión del yoga y de nuestras reacciones en diversas regiones geográficas y condiciones climáticas. Nos contentaremos, por el momento, con retener que el “gradiente potencial” de la atmósfera difiere considerablemente según el sitio y la época (variaciones diurnas y estacionales). Los fenómenos cósmicos influyen en él: fases de la luna, actividad del Sol, etc. Todos los factores meteorológicos lo modifican y, bajo ciertas circunstancias, el campo eléctrico puede incluso invertirse temporalmente.

PRANA= IONES NEGATIVOS

Por el momento centraremos nuestra atención en la ionización de la atmósfera. El rayo constituye una de sus manifestaciones más evidentes. Un solo rayo descarga en el aire el equivalente del consumo total de energía eléctrica de varios días de una capital como París. Sin embargo, la electricidad atmosférica es importante en todo momento, aun cuando no se manifiesta en la forma espectacular de la tempestad.

Este capítulo será sin duda de lectura árida, pero dada la importancia esencial de las conclusiones que brotan de él, no podemos prescindir de su contenido.

Ante todo, recordemos que un ión es un átomo o fragmento de molécula cargado eléctricamente, y que los iones son los verdaderos obreros de la vida en la célula; constituyen en buena parte su potencial vital, es decir, pránico.

En la atmósfera encontramos dos tipos de iones:

a) Los pequeños iones negativos, o iones normales. Muy activos eléctricamente, son minúsculos paquetes de energía eléctrica casi en estado puro. En el aire que respiramos, están por lo general constituidos por uno o más átomos de oxígeno o nitrógeno que llevan una carga correspondiente a un electrón único. Los pequeños iones negativos proporcionan la vitalidad al organismo, representan el prana atmosférico en su forma activa.

b) Los grandes iones, o iones lentos. Estos están formados de un núcleo polimolecular, por consiguiente mucho más gruesos, al cual se ha agregado un ion negativo normal- que deberíamos mejor decir ha caído en el lazo de dicho núcleo.

Retendremos, pues, que los pequeños iones negativos vitalizantes son rápidos, muy móviles, en tanto que los grandes iones lentos hacen de cazamoscas, aglutinando los pequeños iones, a los que atraen y capturan a su paso. La presencia de numerosos iones lentos, formados por captación de pequeños iones muy móviles, disminuye la conductividad del aire, lo que sucede especialmente cuando está sucio con polvo, humo, niebla. Generalizando, se puede decir que la concentración de los pequeños iones en la atmósfera disminuye cuando aumenta la de los grandes, y viceversa, o que la concentración de unos es inversamente proporcional a la de los otros. Esta es la razón por la que hay sobreabundancia de iones grandes en la atmósfera impura de las ciudades. En el campo, donde el aire está limpio, se cuentan uno, dos o tres pequeños iones por uno grande, en tanto que en la ciudad la proporción es de 1 pequeño contra 275 grandes, y en ciertos casos la proporción es de 1 contra 600. Si consideramos los iones negativos como los “ obreros de la vida en el interior de la célula” (docto Goust), se comprenderá cuán pobre en prana es la atmósfera de las ciudades y, por tanto, cuán debilitante.

Lo anterior explica y confirma las teorías yóguicas que afirman que el prana no es ni el oxígeno, ni el nitrógeno, ni ninguno de los constituyentes químicos de la atmósfera, porque la proporción de oxígeno de la atmósfera es la misma en la ciudad que en el campo. Lo que hace que el aire de las grandes ciudades sea menos tónico y vivificante que el del campo es el predominio de los grandes iones lentos y la ausencia de los pequeños iones negativos activos. Por consiguiente, las partículas de polvo son tan perniciosas, sino más, como los gases de escape de los coches y las emanaciones industriales, porque absorben y neutralizan todo el prana de la atmósfera. No concluyamos que basta con acondicionar el aire de nuestros departamentos y limpiarlo de polvo antes de respirarlo. El acondicionamiento del aire no lo restituye los pequeños iones negativos. La única solución consistiría en impedir a cualquier precio que las partículas contaminarán la atmósfera ante que lleguen a vaciarla de sus pequeños iones vitalizantes. El humo y la niebla desempeñan el mismo papel. A menudo, en nuestras ciudades, se conjugan estos tres elementos. ¿Hay que extrañarse que la vitalidad de los londinenses por ejemplo, baje tanto en invierno?

FUENTES DE LOS PEQUEÑOS IONES REVITALIZANTES

Ionizar negativamente los átomos de oxígeno, es agregarles energía eléctrica. Esto no se produce sino bajo la influencia de importantes fuentes de energía. ¿Cuáles? Las radiaciones telúricas, es decir, las emanaciones radiactivas naturales del suelo- tan débiles que no nos causan ningún daño, a la inversa de la radiactividad artificial, mucho más poderosa- son un factor importante de la ionización del aire. (Algunas rocas emiten rayos gamma). Sin embargo, la fuente principal de iones negativos vitalizantes la constituyen las radiaciones electromagnéticas de corta longitud de onda que provienen del Sol, inagotable generador de energía.

Otra fuente: los rayos cósmicos; éstos son muy importantes, puesto que la radiación solar es intermitente (alternancia del día y la noche, interposición de la pantalla de nubes), en tanto que los rayos cósmicos irradian día y noche y atraviesan las capas más espesas de nubes sin perder nada de su energía; se los encuentra incluso en el suelo.

Enormes cantidades de iones vitalizantes se producen por las grandes masas de agua en movimiento o en curso de evaporación: por esto el aire es tan vitalizador al borde del mar- y no sólo a causa de la presencia del yodo, del que incluso diríamos que desempeña un papel menor-.

En el mar se dan todas las condiciones para una ionización vitalizante máxima: grandes masas de agua en movimiento y en evaporación, amplia acción del viento, ausencia de polvo, ionización máxima por el Sol y los rayos cósmicos. A lo largo de la costa nos bañamos en un océano de prana, a veces incluso demasiado intenso para algunos organismos ultrasensibles, incapaces de absorber y de repartir esta afluencia sobreabundante de energía. Algunos niños se vuelven nerviosos e irritables. Hay adultos que pierden a veces el sueño. Las técnicas yóguicas del pranayama tienen por finalidad, entre otras, la de permitirnos fijar una mayor cantidad, almacenarla y repartirla por el organismo, dirigiéndola donde sea necesario.

Ya podéis presentir que estas consideraciones teóricas van a desembocar muy pronto de lleno en la práctica. “Una onza de práctica vale más que toneladas de teoría” (Swami Sivananda)

METABOLISMO DE LA ELECTRICIDAD

El término metabolismo nos es familiar. Designa habitualmente la totalidad de las transformaciones que nuestro cuerpo hace sufrir a las moléculas de los alimentos, sea para edificar nuestras estructuras celulares, sea para liberar la energía vital. Sabemos también que hay un metabolismo del agua, que en el cuerpo sirve de “ criada para todo servicio”. Sucesivamente constituye el líquido intra o extra celular, entra en la composición de la sangre o de la linfa, etc., disuelve las substancias tóxicas para expulsarlas por la piel, pulmones, intestinos, riñones. Por el contrario, generalmente ignoramos que existe un verdadero metabolismo de la electricidad: es el gran mérito de Fred Vlés el haberlo estudiado. El animal- y este término incluye al hombre- se carga negativamente absorbiendo pequeños iones negativos. Estos siguen un complicado camino a través del organismo asociándose al fenómeno de oxidorreducción4. Todos los fenómenos vitales van acompañados de oxidaciones o de reducciones, sin hablar de otras funciones y acciones mucho más complejas en el interior mismo de las células, en particular de la célula nerviosa. Los otros metabolismos dependen en cierta forma de este metabolismo eléctrico. El mamífero que vive en la naturaleza ingiere hasta hartarse las cargas negativos ligadas al oxígeno respiratorio y elimina su exceso mediante la pérdida general que tiene lugar por la piel. Al igual que la betería de nuestro coche, debemos “cargarnos” al máximo, para saturarnos de electricidad negativa y dejar que la piel evacue el posible excedente. Fred Vlés ha constatado que, cargadas con el mismo potencial, una rata muerta se descarga muy lentamente en tanto que una viva presenta una fuerte pérdida de energía negativa, índice de una gran actividad eléctrica vital; también es índice de que el organismo está bien abastecido de pequeños iones negativos revitalizantes. De este modo, pues, la ciencia occidental se acerca a las teorías yóguicas relativas al prana, confirmandolas integralmente.

Fred Vlés ha establecido que los animales homotérmicos, es decir, todos los mamíferos, sufren una pérdida de electricidad mayor que los poikilotérmicos (los de sangre fría, como la rana), en la que es casi nula. En el mamífero, que ha adquirido la regulación de la temperatura, el régimen de intercambios eléctricos con la atmósfera es, por consiguiente, muy importante. La rana depende menos que nosotros del prana del aire. El metabolismo de la electricidad, medible y medido, explica muchas cosas. Retengamos, primeramente, que la asimilación de iones negativos debe ser muy importante para mantener la máquina viva en máxima actividad, por tanto para cargar nuestros acumuladores a fondo, puesto que hay que asegurar la evacuación de los iones utilizados, porque el organismo tiene necesidad de renovar constante y activamente sus cargas eléctricas. Desde el punto de vista de la electricidad, el organismo sano puede compararse a un largo de montaña siempre alimentado con agua fresca que se va inmediatamente por el torrente, y el organismo debilitado, enfermo, a una marisma en la que el agua está detenida y podrida. Todo sucede como si la pérdida de iones fuese tan importante como su absorción, como si condicionase a ésta exactamente en la misma forma que la espiración condiciona la inspiración.

Favorecer el metabolismo electrico

Fred Vlés ha mostrado que esta pérdida de electricidad se veía favorecida por la acción fotoquímica de la luz ultravioleta que proviene especialmente de los rayos solares. Los baños de sol nos vitalizan al activar nuestro metabolismo eléctrico. Esto explica por qué el organismo no debe ser aislado eléctricamente, sino que debe permanecer unido al suelo, porque así es objeto de una huida eléctrica constante. En la naturaleza todos los animales, según la expresión tan viva de Fabre, están “sometidos a una electroterapia permanente” sin posibilidad de sustraerse a ella. La piel mantiene el aire encerrado entre sus pelos, lo que constituye el mejor aislante térmico, sin que los pelos obstaculicen la evacuación de la electricidad. Al contrario, son como pararrayos al revés. Todos hemos observado las propiedades eléctricas de la piel del gato: al acariciarlo, puede producirse un crepitar de electricidad estática. Mediante sus patas, los animales están en contacto directo con el suelo. Sus organismos funcionan “ a tierra”. Esta acción es tan importante, que Fred Vlés se pregunta si muchas investigaciones referentes al metabolismo de los mamíferos (efectuadas sobre animales enjaulados, por ejemplo), sin preocuparse de las condiciones eléctricas, no necesitarán una revisión de segunda aproximación. En el hombre, la ropa forma una capa aislante que frena la evacuación normal de la electricidad por la piel y reduce los intercambios eléctricos con el aire atmosférico. Además detienen los rayos ultravioletas. El calzado nos aísla, en el sentido eléctrico del término, y contribuye así a disminuir nuestra vitalidad. Los pueblos que viven desnudos, o casi desnudos, han gozado siempre de una vitalidad mucho mayor, y en cuanto se visten para seguir el ejemplo del hombre blanco, disminuye su vitalidad. Las tenidas occidentales con las que se cubren los negros de África, imitando a los blancos, son una falta de sentido que entraña graves repercusiones sobre su salud.

Decididamente, esta noción de prana en forma de electricidad atmosférica, así como la necesidad de su renovación constante, aclaran muchas cosas.

Explica por qué caminar con los pies desnudos en la naturaleza provoca una sensación de euforia particular que no se siente sobre el piso de una habitación, donde el organismo funciona sin “ toma de tierra”. Kneipp, gran intuitivo, lo había presentido al recomendar caminar pies desnudos sobre la hierba húmeda por el rocío matinal. El rocío permite una mejor “toma de tierra” del organismo. Caminar a pies desnudos por un río o arroyo produce efectos que no puede procurar un baño de pies en una jofaina. Examinando ciertos fenómenos bajo su aspecto pránico, muchos hechos misteriosos e inexplicables se volverán límpidos y darán lugar a aplicaciones prácticas no sólo para nuestro comportamiento general, sino sobre todo para la respiración yóguica.

SAUNA Y PRANA

Un aspecto inesperado del problema se nos ofrece ahora bajo la forma del sauna.

Fred Vlés admite, en efecto, que el animal que se carga negativamente al absorber iones negativos por la respiración, puede eventualmente hacerlo también emitiendo iones positivos por evaporación del agua. Y si hay un lugar en que se está sometido a una abundante evaporación es ciertamente la sauna.

Después de una buena sauna, el hombre se siente tan dinamizado y “cargado como después de un largo paseo por la naturaleza, lo que no puede deberse únicamente a la eliminación de toxinas. La apertura de los capilares, la activación de la circulación sanguínea a través de todo el cuerpo produce una tonificación general que puede explicar en buena parte esos efectos de la sauna. Sin embargo, este sentimiento de “dinamismo”, de sentirse “cargado”, puede provenir también de un aumento de la carga eléctrica del organismo.

RESUMEN

  • El prana es la suma total de todas las energías del Universo.
  • El prana con “p” minúscula, es una forma particular de aquél; en la atmósfera está representado principalmente por los pequeños iones negativos.
  • El contenido de prana de la atmósfera está sujeto a variaciones muy importantes, estacionales y geográficas.
  • Los grandes iones lentos carecen de interés desde el punto de vista pránico; en cuanto trampas para los iones pequeños, son incluso nefastos.
  • El polvo, el humo, la niebla privan al aire del prana.
  • El Sol, los rayos cósmicos, las masas de agua en movimiento y en evaporación son los principales factores de ionización y cargan de prana al aire.
Existe un metabolismo de la electricidad. El organismo absorbe electricidad atmosférica, la utiliza y la evacua por la piel; mientras más activo es este metabolismo por la absorción de iones negativos y la evacuación de la electricidad en exceso, más “vivo” y en buena salud estará el organismo.




12 mar 2016

El prana. André Van Lysebeth. Parte 1


André Van Lyzebeth con Pattabhi Jois practicando pranayama
1.

El prana es para el yoga lo que la electricidad es para nuestra civilización. Imaginemos que la máquina de Wells para remontar el tiempo nos ponga en presencia de un yogui, dos mil años antes de nuestra era. Imaginemos que le describimos nuestra civilización, con los aviones, el teléfono, la radio, la televisión, las aspiradoras, los frigoríficos, los coches, sin olvidarse los satélites y cohetes espaciales, pasando por las linternas, los cerebros electrónicos, los tranvías y los magnetófonos, pero “olvidando” hablarle de la electricidad: tendría una visión bastante falseada de nuestra civilización. No entendería nada de su motor esencial, la energía eléctrica- de la que fácilmente nos olvidamos, por lo demás, salvo cuando hay corte en el suministro.

Igualmente, ignorar o desconocer la existencia del Prana, su acción sobre nuestro organismo, el modo de almacenarlo, de dirigirlo a voluntad, es ignorar el verdadero yoga. Sin duda, es posible practicar los asanas sin preocuparse del prana, porque, en cierta medida, las posturas aseguran casi automáticamente el equilibrio pránico sin que el adepto tenga que preocuparse de ello. Pero después de algún tiempo de practicar, el adepto comienza a marcar el paso. Una vez adquirida la técnica de las posturas, si se desea progresar, hay que sobrepasar el estadio de la ejecución puramente mecánica y material de los asanas y demás ejercicios yóguicos para pasar al estadio del Pranayama. Pero imitemos a los filósofos de la India que comienzan por definir los términos que utilizan.

¿Qué es el Prana?

¿En qué consiste, pues, el Prana? ¿ Se trata de una fuerza oculta misteriosa, fuente de poderes milagrosos?

Swami Sivananda dice: “Prana es la suma total de todas las energías contenidas en el Universo”. ¡Es amplio! Para los yoguis, el Universo está compuesto de Akasa, el éter cósmico, y del Prana, la energía. Cuando Prana actúa sobre Akasa, nacen todas las formas de la materia. Esta concepción corresponde en suma a la de nuestra física nuclear, que considera toda materia como energía “ordenada” o dispuesta de diversos modos. La ciencia no admite (o ya no admite más) la noción de éter- ¡provisoriamente al menos!

Cuando escribimos Prana con mayúsculas, designamos a esta Energía Cósmica tomada en conjunto, y prana con minúscula indicará su manifestación. Por lo tanto, Prana es la energía universal indiferenciada, y prana la energía diferenciada, manifestada en cualquier forma. El magnetismo es una manifestación del prana, así como la electricidad y la gravitación. Todo lo que se mueve en nuestro Universo es manifestación del Prana: gracias al prana el viento sopla, tiembla la tierra, se abate el hacha, despega el avión, estalla la estrella y piensa el filósofo. El prana es universal. Existimos en un océano de prana del que cada ser viviente es un torbellino. Los yoguis afirman que lo que caracteriza a la vida, es su capacidad de atraer prana a sí, de acumularlo y de transformarlo para actuar en el medio interior y en el mundo exterior.

El lector podría preguntarse por qué utilizo el término “Prana” más bien que el de “energía”. Para nosotros, occidentales, el término “energía” es un concepto menos amplio y demasiado material. Para el yogui, el mismo pensamiento es una forma más sutil de prana, en tanto que para el occidental la energía es algo completamente diferente. Nuestra energía es, digámoslo, demasiado industrial. Según los yoguis, el prana está presente en el aire, y sin embargo no es ni él oxigeno, ni el nitrógeno, ni ninguno de lo componentes químicos de la atmósfera. El prana existe en los alimentos, en el agua, en la luz solar, y sin embargo no es ni las vitaminas, ni el calor, ni los rayos ultravioletas. El aire, el agua, los alimentos, la luz solar sirven de vehículo al prana, del cual depende toda la vida animal e incluso vegetal. El prana penetra todo el cuerpo, incluso ahí donde el aire no logra entrar. El prana es nuestro verdadero alimento, porque sin prana no es posible ninguna vida. El mismo dinamismo vital sólo sería una forma particular y sutil del prana que llenaría todo el Universo. La vida latente empaparía así todo el cosmos, y, para manifestarse en el plano material, el espíritu se serviría del prana para animar al cuerpo y sus diversos órganos. ¡Hasta aquí no vamos muy en contra de las teorías occidentales modernas! Sin embargo, los yoguis van más allá de la afirmación de la existencia de esta energía- que ningún físico nuclear negaría.

Los Rishis proclaman- y esto forma la base misma del yoga- que el prana puede ser almacenado y acumulado en el sistema nervioso, más especialmente en el plexo solar. Acentúan además esta NOCIÓN CAPITAL Y ESENCIAL, a saber: que el yoga nos da el poder de dirigir a voluntad esta corriente de prana mediante el PENSAMIENTO. El yoga proporciona así un acceso consciente y voluntario a las fuentes mismas de la vida.


CONTROL CONSCIENTE DEL PRANA 


Descubrir la existencia del prana es notable. Descubrir que es posible controlarlo, determinar las leyes y técnicas propias para este fin es maravilloso: los yoguis han hecho ambas cosas. La ciencia del control del prana se llama el Pranayama ( ayama= reprimir, dominar). Todos los ejercicios del yoga tienen este objetivo, y no tan sólo las técnicas respiratorias. Un solo ejemplo: mediante el control del prana es como los yoguis detienen los latidos del corazón.

Citemos aquí las experiencias realizadas en la India, con registro simultáneo en un neumógrafo y en un cardiógrafo, por la doctora Teresa Brosse. Se ha logrado constatar así objetivamente detenciones del corazón. He aquí algunos párrafos del informe publicado por esta médico: “En el momento que el yogui anuncia el control del corazón, no se percibe sobre la línea iso-eléctrica sino una ínfima fibrolación, único vestigio de la contracción cardíaca que es casi imposible de detectar. A la vista de esta curva, se podría dar un pronóstico muy severo, si no fuera que en los instantes precedentes y siguientes la silueta eléctrica no sólo fuese normal, sino exagerada incluso en su voltaje, a voluntad del yogui.

“En presencia de estos hechos, poco importa que nuestras hipótesis los atribuyan, sea a una concentración anormal del gas carbónico en la sangre, sea a un cambio en el eje del corazón, sea a una modificación de la ionización de los tejidos, sea a esos mecanismos combinados o a otros insospechados, puesto que el estado actual de nuestros conocimientos no nos permite por ahora adoptar una resolución. Sea cual fuere el mecanismo, lo que es ciertamente asombroso es que la caída extrema del voltaje se produce precisamente cuando el yogui anuncia que va a retirar de su corazón la energía vital, y que la vuelta a un voltaje normal o incluso exagerado sobreviene cuando declara controlar el buen funcionamiento de su corazón. Ahora bien, la energía vital (prana) es precisamente, en el espíritu del yogui, una energía eléctrica, que dice ser de la misma naturaleza que el relámpago. Por otra parte, es mediante una ciencia especial del aliento como pretende regular la energía vital, al menos la que se extrae de la naturaleza. Pues bien, trabajos muy recientes han precisado la función de los pulmones respecto a la carga eléctrica de la sangre: los alvéolos pulmonares extraerían del aire inspirado los iones negativos que proporcionarían a los coloides su vitalidad.

“Así, no encontramos en presencia de prácticos que dominan en la forma más total posible diferentes actividades humanas, y que, en total ignorancia de la estructura de sus órganos, son sin embargo los amos de sus funciones. Gozan además de un magnífico estado de salud, que no podrían conservar si violasen continuamente en el transcurso de sus extraordinarios y prolongados ejercicios las leyes de la actividad fisiológicas. Y así como acabamos de verlo, la misma teoría en la que se basan algunos de esos ejercicios parece confirmada, no sólo por la realidad de los resultados, sino también por recientes descubrimientos de la ciencia occidental”.

Traducir “Pranayama” por “ ejercicios respiratorios” sería una limitación lamentable del alcance de esos ejercicios, y desconocería su meta verdadera: la captación , la acumulación y el control consciente de las energías vitales pránicas en nuestro cuerpo. En último análisis, el pranayama es también la meta de los asanas, bandas y mudras; entre la mente y el prana existe una interacción que hace que el hatha-yoga vaya mucho más allá de lo físico. En realidad, no existe ninguna diferencia fundamental entre el yoga mental o raja-yoga y el hatha-yoga.

Resumamos:

Prana= la suma total de las energías del Universo. Prana no es ni el magnetismo, ni la gravitación, ni la electricidad, sino que estos diversos fenómenos son manifestaciones del prana universal. Prana se manifiesta dondequiera haya movimiento en el Universo.

Los movimientos más tenues, como los de los electrones alrededor del núcleo atómico, pasando por la fuerza muscular y la coz del bruto, constituyen otras tantas manifestaciones del Prana Universal.

La vida, la “fuerza vital”, es una manifestación como las demás. Para cerrar este primer capítulo, he aquí algunos párrafos extraídos del libro de Hufeland, publicado a comienzos del sigloXIX, “ El arte de prolongar la vida del hombre”, que encierra ideas ideas asombrosamente cercanas a las concepciones yóquicas expuestas anteriormente:

“¿Qué es la vida? ¿Qué es la fuerza vital? Pertenecen estas cuestiones al gran número de las que encontramos a cada paso al estudiar la Naturaleza. Simples en apariencia, no se refieren sino a fenómenos muy ordinarios, a hechos de lo que somos testigos cada día y, sin embargo, es muy difícil responderlas. En cuanto un filósofo emplea la palabra fuerza, podemos estar seguros que se encuentra embarazado, porque explica una cosa, mediante una palabra que es a su vez un enigma. En efecto, ¿se ha logrado hasta hoy asignar una idea clara a esta palabra “fuerza”? Sin embargo, así es como se han introducido en física una infinidad de fuerzas, tales como la gravitación, la atracción, la electricidad, el magnetismo, etc., que no son en el fondo otra cosa que la “X” de los matemáticos, es decir, la incógnita que buscamos. Sin embargo, necesitamos signos para representar cosas cuya existencia no podemos negar, pero cuya esencia es incomprensible; diría nuevamente la palabra fuerza, previniendo, sin embargo, que no pretendo de modo alguno decidir si lo que llamamos fuerza vital es una materia particular o sólo una propiedad de la materia."

“La fuerza vital es, sin lugar a dudas, una de las más generales, de las más poderosas y de las más incomprensibles de la Naturaleza. Todo lo llena y todo lo mueve. Probablemente es la fuente de todas las demás fuerzas del mundo físico, o por lo menos del mundo orgánico. Ella es quien produce, conserva y renueva todo, y quien, después de tantos millares de años, hace reaparecer en cada primavera a la creación tan brillante y tan lozana como cuando salió de manos del Creador. Verdadero soplo de la divinidad, es inagotable e infinita como ésta. Por fin, es ella quien, perfeccionada y exaltada por una organización más perfecta, inflama el principio del pensamiento y del alma, y da al ser racional no sólo la existencia, sino también el sentimiento y los goces de la vida, porque he observado siempre que el sentimiento que se tiene del precio y de la dicha de la existencia está en razón de la mayor o menor energía de la fuerza vital, y que así como una cierta sobreabundancia de vida dispone mejor a todos los placeres, a todas las empresas, y hace encontrarle más encanto a la vida, así también, por el contrario, no hay nada más apto que una falta de fuerza vital para producir este disgusto y este fastidio de la vida que por desgracia caracteriza demasiado bien a nuestro siglo."

Cuando se estudia con cuidado los fenómenos de la fuerza vital en el mundo organizado, logramos descubrir en ella las siguientes propiedades y leyes: la fuerza vital es el agente más sutil, más penetrante y más invisible que hasta el presente hayamos conocido en la Naturaleza; sobrepasa incluso, al respecto, a la electricidad y al magnetismo, con los que parece, por lo demás, tener gran analogía bajo otros aspectos. Aunque penetra todos los cuerpos, hay, sin embargo, modificaciones de la materia con las que parece tener más afinidades que con otras, se une a ellas más íntimamente y en mayor cantidad y se identifica en cierto modo con ellas. Llamamos a esta modificación de la materia “estructura orgánica”, o simplemente organización, y damos el nombre de organizados a los cuerpos que la poseen, es decir, los vegetales y los animales. Esta estructura orgánica parece constituida por una cierta disposición por una cierta mezcla de las partículas más desligadas, y a este respecto encontramos una analogía sorprendente entre la fuerza vital y el magnetismos... La fuerza vital puede existir en estado libre o latente, y bajo este aspecto tiene mucha analogía con lo calórico y la electricidad.