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11 abr 2020

El hombre moderno y el yoga. El espíritu del Hatha Yoga. André Van Lysebeth (Aprendo yoga parte II)

Del libro "Aprendo Yoga" de Andre Van Lysebeth





El hombre moderno y el yoga 


¡Nuestra época es fantástica! 

Jamás la humanidad había conocido una evolución tan explosiva. Nuestras realizaciones sobrepasan los sueños de nuestros antepasados. Icaro está eclipsado por nuestros cosmonautas. Nuestros sabios van al corazón del átomo para arrancar los secretos mejor guardados de la naturaleza y domestican la energía nuclear. Nuestra existencia se asemeja a un cuento de hadas, si la comparamos a la de los siglos precedentes. ¡Qué pena que estemos hastiados! 

Es trivial sentarse en un Boeing y sobrevolar el Polo, confortablemente instalado en un sillón, mientras que tal vez, bajo el hielo, cruza un submarino atómico. Y en el avión... dormimos...


¡Sin necesidad de remontarnos a los Galos, pensemos en la admiración de Luis XIV si hubiese podido ver un televisor, o simplemente un grabador de cinta magnética! 

Niños mimados, nos quejamos si las imágenes que nos transmite el Telstar son poco nítidas. 

El uso del automóvil ha llegado a ser tan común que nos parece lo más natural desplazarnos a 140 km por hora por nuestras autopistas. 


Marcamos un número sobre un disco y en el otro extremo del hilo, a centenares de kilómetros, incluso a miles de kilómetros, una voz amada nos responde. ¡A menos que no sea la del inspector de contribuciones! Pasamos al lado de tantos milagros cotidianos que encontramos todo esto normal y ordinario y ya nada nos llama la atención. Gracias a nuestros sabios, ingenieros y técnicos, reina en nuestras casas calefaccionadas automáticamente una temperatura siempre uniforme. Bien vestidos, bien alimentados, vivimos en el lujo. Los industriales, atentos a nuestros menores deseos, crean para nuestro confort y nuestro placer, infinidad de utensilios destinados a hacernos la vida cada vez más fácil y agradable. Llegan hasta inventarnos nuevas necesidades... En resumen, un paraíso terrestre comparado con la prehistoria. ¡La edad de oro!



Pero hay un pero...

Observemos la multitud anónima que desfila por nuestras calles saturadas. Observe esos rostros lúgubres, preocupados, esos rasgos fatigados no iluminados por ninguna sonrisa. Mire esas espaldas encorvadas, esos tórax estrechos, esos vientres obesos. ¿Son felices todos esos civilizados? Ya no tienen hambre ni frío, por lo menos la mayoría, pero necesitan píldoras para dormir, comprimidos para evacuar sus intestinos perezosos, calmantes para sus dolores de cabeza y tranquilizantes para soportar la existencia. Aislados de la naturaleza, hemos realizado la proeza de contaminar el aire de nuestras ciudades, nos hemos encerrado en nuestros despachos y hemos desnaturalizado la alimentación. El duro combate por el dinero ha endurecido nuestros corazones, ha impuesto silencio a nuestros escrúpulos, ha pervertido nuestro sentido moral. Las enfermedades mentales hacen estragos cada día mayores, en tanto que se multiplican las enfermedades de degenerescencia (tendencia a la degeneración): cáncer, diabetes, infarto, provocando sombrías siegas en nuestras «élites». La degenerescencia biológica se acentúa a una cadencia aterradora que no parece «aterrar» a nadie y que ni siquiera advertimos. Tranquilizadoras estadísticas nos dicen que nuestras probabilidades de vida han aumentado en equis años; pero, inconscientes, no nos damos cuenta que dilapidamos en pocas generaciones un patrimonio hereditario acumulado desde centenares de miles de años. La civilización, al suprimir la selección natural, permite la multiplicación de individuos tarados; en tanto que, como consecuencia del confort, el hombre ya no utíliza sus mecanismos de adaptación y de defensa natural y se debilita. 


¿Cómo detener esta degenerescencia? 

Aun nuestra medicina, aunque constantemente en progreso, es impotente. Ha adquirido, sin embargo, un capital de conocimientos que suscitan nuestra legítima admiración y orgullo. Ha eliminado flagelos como la peste, la viruela, la difteria, para no citar sino éstos. Además de los antibióticos, nos ofrece una multitud de remedios eficaces y cada día descubre otros nuevos. Nuestros cirujanos realizan prodigios cotidianos; ¡pensemos en las operaciones a corazón abierto! 


Pero todo esto no basta. Por el contrario, los mismos progresos de la medicina dan a los civilizados una feliz impresión de seguridad. Creen que todo les está permitido; ningún exceso los asusta, nada les detiene. ¿Cae uno enfermo? «Basta» con ir al cúralotodo; a él le corresponde reparar los desgastes rápidamente; es su oficio, se le paga para eso. No quieren darse cuenta de que su erróneo modo de vivir es el causante de la mayoría de sus males, y que mientras no consientan en modificarlo, los médicos, a pesar de su ciencia y de su abnegación, no podrán asegurarles sino una salud precaria entre dos enfermedades. Una «civilización» que desemboca en la degenerescencia de la especie y de los individuos sin siquiera procurar una apariencia de dicha, debe ser considerada en quiebra. 


Prisioneros de la civilización, ¿qué podemos contra este rodillo compresor? ¿Renunciar a nuestra ciencia, a nuestra técnica, a nuestra vida civilizada? ¿Dinamitar las usinas, quemar los libros, encerrar a los sabios y a los técnicos, volver a las cavernas y bosques de la prehistoria? 

Imposible. Inútil. Por lo demás, tenemos derecho a estar orgullosos de nuestra ciencia y de nuestras realizaciones. No debemos renunciar a la civilización; por el contrario, debemos beneficiarnos al máximo de sus ventajas y buscar, al mismo tiempo, cómo eliminar sus inconvenientes.



UN REMEDIO: EL YOGA 

La solución pasa necesariamente por el individuo. Nos podemos preguntar: «¿Qué representa el individuo ais­lado, qué importancia tiene frente a la masa?» Poca cosa, en apariencia. Pero la situación no puede mejorar, el problema no puede resolverse sino en la medida en que cada uno se constriña a una disciplina personal, de la que el yoga constituye, sin lugar a dudas, la forma más práctica, la más eficiente, la mejor adaptada a las exigencias de la vida moderna. «Si quieres cambiar el mundo, comienza por cambiarte a ti mismo». Gracias al yoga, el civilizado puede volver a encontrar la alegría de vivir. El yoga le proporciona salud y longevidad mediante los asanas que devuelven la flexibilidad a la columna vertebral, verdadero eje vital, calman sus nervios sobreexcitados, relajan sus músculos, vivifican sus órganos y sus centros nerviosos. El pranayama (ejercicios respiratorios) proporciona oxígeno y energía a cada célula, purifica el organismo quemando los desechos, expulsa las toxinas, en tanto que la relajación le permite preservar la integridad de su sistema nervioso, lo previene contra la neurosis y lo libera del insomnio.


Para el adepto del yoga, el cuidado del cuerpo es un deber sagrado. 


El yoga afirma que es fácil mantenerse en buena salud, que basta con modificar algunas costumbres convencionales erróneas. responsables de un número incalculable de males, de miserias y de decesos prematuros. La salud es un derecho de nacimiento; es tan natural tener buena salud como nacer: la enfermedad tiene su origen en la negligencia, la ignorancia o la transgresión de las leyes naturales. 


En el sentido yóguico del término, la enfermedad es un pecado físico y se considera al enfermo tan responsable de su mala salud como de sus malas acciones. Pyle observaba ya que «los humanos que tratan su cuerpo como les place, infringen las reglas de la vida sana, que deberían conocer a fondo; son pecadores físicos. Las leyes de la salud no son ni restrictivas ni sofocantes. Por el contrario, son simples, poco numerosas, y nos procuran gran libertad al liberarnos de una multitud de trabas que impiden que nuestras propias fuerzas se manifiesten en su integridad, impidiéndonos así gozar plenamente de la vida.» aunque simples, los métodos y preceptos del yoga son racionales y científicos.


Se podría temer incluso que su simplicidad y su facilidad de aplicación condujeran deplorablemente a descuidar esos méto­dos, privándonos así de los maravillosos efectos benéficos que procura su práctica continua y cuidadosa. 


Este libro le proporciona estos métodos de probada eficacia a lo largo de miles de años. El autor le transmite la tradición yóguica tal como tuvo el privilegio de recogerla de sus Maestros, enriquecida por veinte años de práctica personal ininterrumpida. 

Este libro es ante todo didáctico: no se pierde en teorías, sino que permanece en el terreno de la práctica. Repetiremos con Swami Sivananda: «Una onza de práctica vale más que toneladas de teoría».






EL ESPÍRITU DEL HATHA YOGA


Cualquiera, ateo o creyente, puede practicar con éxito el Hatha-Yoqa, porque no es una religión y su práctica no exige ni presupone la adhesión a ninguna filosofía particular, a ninguna iglesia o creencia. Se lo puede considerar como una simple disciplina psicosomática única en su género, de una eficacia inigualada.

Por ser el Hatha-Yoqa un conjunto de técnicas es neutro por definición; pero seria un lamentable error no considerar si no este aspecto técnico e ignorar el espíritu en el que los grandes Sabios y Rishis de la India antigua lo han concebido, espíritu que le confiere una indiscutible nobleza. Nadie lo ha definido mejor que Swami Sivananda en las lineas siguientes:



"S¡ se admite que el hombre es, en realidad, un espíritu incorporado a la materia, una unión completa con la Realidad exige la unidad de estos dos aspectos. Hay mucho de verdad en la doctrina que enseña que el hombre debe extraer lo mejor de los dos mundos . No existe ninguna incompatibilidad entre los dos, a condición que la acción sea conforme a las leyes universales de la manifestación, la doctrina que pretende que la felicidad en el más allá no puede ser obtenida sino por la ausencia de goce aquí abajo, o por la búsqueda deliberada del sufrimiento y de la mortificación, debe ser tenida por falsa, la felicidad aquí abajo y la bendición de la Liberación, tanto sobre la tierra como en el más allá, pueden ser alcanzadas haciendo de cada acto humano y de cada función un acto de adoración.


Así el sadhak (el adepto) no obra con un sentimiento de separación. Considera que su vida y el juego de todas sus actividades no es una cosa aparte, que deba conservar y perseguir egoístamente para su propia causa, como si el goce pudiera extraerse de la vida por su propia fuerza, sin ayuda.


Por el contrario, la vida y todas sus actividades deben ser concebidas como una parte de la acción sublime de la Naturaleza. Percibe que en el ritmo de las pulsaciones de su corazón, se expresa el canto de la Vida Universal. Descuidar o ignorar las necesidades del cuerpo, tenerlo por una cosa no divina, es descuidar y negar la Vida más qrande, de la cual forma parte, es falsificar la doctrina de la
Unidad y de la identidad última de la materia y del Espiritu. Gobernados por tales conceptos, aun las más humildes necesidades físicas adquieren una significación cósmica.

El cuerpo es la Naturaleza: sus necesidades son las de la Naturaleza: cuando el hombre se regocija, es la shakti la que goza a través de él. 

En todo lo que ve y hace es la Naturaleza nuestra madre, la que obra y mira; el cuerpo entero y todas sus funciones son manifestación suya. Realizarla plenamente consiste en hacer perfecta esta manifestación que es él mismo.

El hombre que busca dominarse, debe hacerlo en todos los planos - físico, mental y espiritual- porque todos están en relación, no siendo sino aspectos diferentes de la misma Conciencia Universal que lo impregna.


¿Ouién tiene razón? ¿el que descuida y mortifica su cuerpo para obtener una pretendida superioridad espiritual, o el que cultiva los dos aspectos de su personalidad como formas diferentes del espíritu que la habita? Por las técnicas del Hatha-Yoqa, el adepto busca adquirir un cuerpo perfecto, que llega a ser el instrumento adecuado para el funcionamiento armonioso de la actividad mental.

El Hatha-Yogui desea adquirir un cuerpo sólido como el acero, sano, exento de sufrimientos y capaz de vivir largo tiempo. Dueño de su cuerpo. quiere vencer a la muerte. En su cuerpo perfecto goza de la vitalidad de la juventud. Más aún, quiere someter a la muerte a su voluntad, y habiendo cumplido su destino terrestre, con un gran gesto de disolución abandona este mundo a la hora escogida."


Practicar el Hatha-Yoga no significa de ningún modo aceptar esta doctrina: pero, además de que esta doctrina revela el estado de espíritu de los verdaderos Hatha-Yoquis, disipa también ciertos prejuicios extendidos por Occidente, especialmente el de considerar los asanas como una acrobacia insensata, inútil, incluso peligrosa, o creer que los yoguis adoptan ciertas posiciones que parecen dolorosas con intención de mortificación, lo serían tal vez para un no-iniciado, pero para el adepto entrenado jamás son causa de sufrimiento: ¡al contrario!

4 oct 2014

Respirar es vivir, André Van Lysebeth (Aprendo Yoga parte III)


Extraído del libro "Aprendo Yoga"




RESPIRAR ES VIVIR

Raras veces he encontrado un ser humano tan desamparado: estaba sentado frente a mi, pálido, los rasgos cansados, su cuello descarnado flotaba en el cuello de su camisa demasiado grande ahora. Venia a verme sin mucha convicción, por consejo de un amigo, para exponerme su problema. Cuando digo "exponer", no se imagine que me haya relatado simplemente sus molestias: su estado de agotamiento y de nerviosismo era tal, que era incapaz de hacer un relato coherente de su situación.



Me leía algunas notas que había preparado para nuestra entrevista. Os ahorraré los detalles. Casado, había tenido, hacía pocos años, un choque emotivo cuya naturaleza no me precisó, y desde entonces su salud se deterioraba progresivamente. Sufría de molestias digestivas, de palpitaciones, irritabilidad, falta de concentración. Adelgazaba a ojos vista, perdía el gusto de vivir, estaba en el limite de su resistencia. Había cambiado de empleo hacia poco: mejor remunerado, se sentía, por desgracia, sobrepasado por sus nuevas responsabilidades. Al día siguiente lo esperaba un trabajo importante que estimaba incapaz de realizar. Tenia la intención de confesarlo a su nuevo patrón y de presentar su renuncia.


¿Oué hacer? La gimnasia le estaba prohibida, porque el menor esfuerzo lo agotaba. Yo estaba muy embarazado: quería ayudarlo, pero parecía imposible hacerle practicar yoga, aún ultraelemental. 


Para precisar la situación le pedí que se quitara su americana, que se tendiese sobre la alfombra y que respirara calmadamente. Al no observar ningún movimiento respiratorio ni en el abdomen ni en el tórax, le dije: "¡No retenga el aliento!" -Pero si no lo retengo, respiro normalmente.... - fue la sorprendente respuesta. -Entonces respire tan profundamente como pueda.


Hizo un esfuerzo. y su tórax se levantó ... ¡un centímetro! Palpé el abdomen: estaba duro y contraído . Este hombre estaba contraído a tal punto que prácticamente no respiraba sino lo preciso para no morir asfixiado. ¡Esto explicaba muchas cosas! Me miró estupefacto cuando le dije que su respiración era casi inexistente: ¡jamás se había dado cuenta de ello, ni tampoco persona alguna! Después de una media hora de intentos, logré que se descontrajera un poco y que respirara con el abdomen. No era algo formidable, por cierto, pero comparado con su estado precedente inspiraba, por lo menos, cinco veces más aire que antes. 



Tres cuartos de hora más tarde apareció, tímidamente, un tinte rosado sobre sus mejillas, una pálida sonrisa iluminó su rostro y. . . ¡era capaz de hablar sin consultar sus notas!

No se crea que todo fue muy sencillo después: pero, por la magia de la respiración, ese cuerpo humano volvió a la vida, como cuando se riega una planta marchita.

Con la ayuda de su médico está a punto de volver a llevar una vida normal.


Este es un caso extremo, pero impresionante: desde ese día concedo una importancia primordial a la respiración: observa que, casi sin excepción, las personas que tienen una caja torácica bien desarrollada - ¡Y que se sirven de ella!- viven sin problemas, es decir, logran resolverlos a medida que se presentan. Los que respiran mal se debaten en innumerables dificultades, en todos los dominios: salud, profesión, afectividad. Son, por desgracia, la mayoría, porque de hecho, todos respiramos más o menos mal. ¡Cuántos pobres pulmones de civilizados no se ventilan nunca a fondo!


La respiración es el gran volante vital. Es posible abstenerse de alimento sólido durante semanas, de liquido durante algunos días; pero privados de aire falleceríamos en unos pocos minutos.

Todos los fenómenos vitales están ligados a procesos de oxidación y de reducción: sin oxigeno no hay vida. Nuestras células dependen de la sangre para su aprovisionamiento de oxigeno. Si por sus arterias circula sangre pobre en oxigeno, la vitalidad de cada una de sus células se encuentra disminuida: "realice" esta verdad primera, imprégnese de ella , dese cuenta de que millones de células, dispuestas a servirle fielmente hasta el límite de sus fuerzas, son tributarias del aporte de oxigeno que les llega por intermedio de ese líquido mágico: la sangre. Su deber, en sentido estricto, es el de asegurarles este aprovisionamiento de oxigeno al que tienen derecho.

No solamente respiramos muy mal, sino que a menudo la calidad del aire respirado es más que dudosa: de aquí nuestra falta de resistencia a las enfermedades, a la fatiga, nuestra repugnancia a todo esfuerzo físico, nuestro nerviosismo, nuestra irritabilidad.

El aporte de oxigeno es sólo un aspecto de la función respiratoria, la que abarca también la expulsión del CO2. Las células no disponen de ningún otro medio de desembarazarse de los restos que producen, fuera del de arrojarlos a la sangre: la purificación tiene lugar especialmente en los pulmones. Además, en los pulmones mal ventilados, innumerables gérmenes pueden desarrollarse en la oscuridad tibia y húmeda que les es favorable. El bacilo de Koch no resiste la acción del oxigeno: la respiración correcta, al asegurar la ventilación completa de los pulmones. inmuniza contra la tuberculosis.

¡Por supuesto que no hemos esperado a los Yoguis para respirar! Pero al practicar su arte de respirar, se dará cuenta hasta qué punto respiraba mal antes. Hay tanta diferencia entre la manera como respira un adepto del Yoga y un no iniciado, como entre un pillastre que chapucea en un estanque y un campeón. El primero se debate, gasta muchas energías y apenas logra flotar y desplazarse: el segundo avanza rápidamente y sin esfuerzo. Toda la diferencia proviene de la técnica y del ejercicio. Aprendamos a respirar correctamente; la recompensa será maravillosa.

He aquí los beneficios que Swami Sivananda atribuye a la respiración yóguica: "El cuerpo se vuelve fuerte y sano: el exceso de grasa desaparece, el rostro resplandece. los ojos centellean y un encanto particular se desprende de toda la
personalidad. La voz se vuelve dulce y melodiosa. El adepto ya no es presa de la enfermedad. La digestión se hace con facilidad. (Recuerde el apetito que tiene Ud. después de una larga caminata al aire libre.) Todo el cuerpo se purifica, el espíritu se concentra fácilmente, la práctica constante despierta las fuerzas espirituales latentes, trae la dicha y la paz."

Antes de su nacimiento, su mama respiraba por Ud. Pero desde su llegada al mundo, cuando el contenido de CO2 de su sangre aumentó, el centro respiratorio puso en marcha su primera y profunda inspiración, los pulmones se desplegaron en la caja torácica: acababa Ud. de realizar su primer acto autónomo. Desde entonces, el flujo y el reflujo de la respiración ritman su vida hasta el último suspiro. Para usar la expresión de C. L. Schleich, desde el momento en que la matrona corta el cordón umbilical, los pulmones se convierten en la placenta que une al hombre con la madre cósmica .

Vivir es respirar -respirar es vivir; los yoguis miden la duración de la vida humana por el número de respiraciones.

Antes de emprender ejercicios respiratorios complicados, aprendamos primero a respirar bien. O más bien, ¡volvamos a aprender! ... Todos hemos sabido respirar tan bien... ¡cuando éramos nenes! Después, han cambiado tantas cosas, sin mejorar muchas veces, sobre todo en materia de respiración, la que ha llegado a ser incompleta, superficial, a tirones, apresurada, porque estamos perpetuamente crispados y en tensión bajo el imperio de emociones negativas: ansiedad, cólera, entre otras .

Antes de cualquier reforma respiratoria hay que recordar que el hálito es anterior a nosotros y que no podemos enseñarle nada. Debemos abrirnos a sus poderes vivificantes, apartando todos los obstáculos que se opongan a su acción. El hálito espera de nosotros la eliminación de las tensiones, la corrección de los malos hábitos, de las actitudes físicas y mentales erradas. En cuanto hayamos apartado los obstáculos , se manítestará en su plenitud y nos concederá vitalidad y salud.
André Van Lysebeth

Ya no están de moda los corsés de 1900, pero más de un accesorio vestimentario nos impide aún respirar normalmente. ¡Sus cinturones de cuero, señores! iSus fajas y sostenes, señoras! Escogedlos muy extensibles para que no dificulten la respiración.

Pero hay obstáculos físicos mucho más temibles : esos abdómenes duros y contraídos que impiden la respiración y contraen toda la personalidad. esos tórax rígidos como corazas, esos diafragmas inmovilizados por acumulaciones de gas en el tracto qastro-lntestinal, también ellas causadas por espasmos. Es preciso primero descontracturar todos esos músculos en permanente tensión, los que, mejor que un corsé, impiden cualquier respiración normal; he aquí el motivo por el que la relajación es la puerta de entrada del yoga.

PRIMACIA A LA ESPIRACIÓN
En el acto respiratorio, el occidental atribuye la primacía a la inspiración. El yoga, por el contrario, afirma que toda buena respiración comienza no sólo por una espiración completa y lenta, sino también que esta ESPIRACIÓN perfecta es la condición sine qua non de una inspiración correcta y completa, por la razón tan simple de que no se puede llenar un recipiente ¡si no ha sido previamente... vaciado! Imposible respirar bien si no espiramos antes a fondo. La respiración normal comienza, pues, por una espiración lenta y tranquila, realizada mediante la relajación de los músculos respiratorios. El tórax se hunde por su propio peso, expulsando así el aire. Esta espiración debe ser silenciosa, como todo acto respiratorio (no debe escucharse respirar) y, por este motivo, será lenta. Al final de la espiración, los músculos abdominales pueden ayudar a vaciar los pulmones lo más completamente posible, por una contracción que expulse los últimos restos de aire viciado, la constitución esponjosa de los pulmones no permite vaciarlos en un 100 %: siempre quedará aire impuro en ellos, el aire resídual, que hay que esforzarse por reducir al mínimo, porque el aire fresco, traído por la inspiración, se mezcla a este aire residual para formar el verdadero
aire respiratorio de cada uno. Mientras más a fondo espire, mayor será la cantidad de aire fresco que podrá entrar y más puro será el aire en contacto con la superficie alveolar.

El volumen de aire que los pulmones pueden contener se llama "capacidad vital". Raras veces una designación ha sido más pertinente, y la meta de numerosas técnicas respiratorias es la de aumentar esta capacidad. Sin embargo, antes de preocuparse de aumentarla, utilicemos al máximo aquella de que disponemos, mediante una cuidadosa espiración, los yoguis distinguen tres tipos de respiración: la respiración abdominal, la respiración costal y la respiración clavicular. La respiración yóguica completa combina las tres y constituye la respiración ideal.

La respiración abdominal:
De este modo respira la mayor parte de los hombres. El diafragma desciende en el momento de la inspiración, el abdomen se hincha. Es el modo menos malo de respirar, la base de los pulmones se llena de aire, el descenso rítmico del diafragma provoca un masaje suave y constante de todo el contenido abdominal y favorece el buen funcionamiento de los órganos.

La respiración costal:
Se efectúa separando las costillas y dilatando la caja torácica como un fuelle. Esta respiración llena los pulmones en su región media. Hace penetrar menos aire que la respiración abdominal y requiere más de un esfuerzo. Es la respiración "atlética". Combinada con la respiración abdominal, permite una ventilación satisfactoria de los pulmones.

La respiración clavicular:
El aire se introduce levantando las clavículas. Sólo la parte superior de los pulmones recibe un aporte de aire fresco. Es el modo menos bueno de respirar; por lo común, es atributo de las mujeres.

La respiración completa:
la respiración yóguica completa engloba los tres modos de respiración y los integra en un único movimiento amplio y ritmado.

El aprendizaje se hace mejor acostado de espaldas: puede, por lo tanto , practicarse eventualmente en la cama.

Estas son, brevemente descritas, sus diversas fases:
1 ) Vacíe los pulmones a fondo.
2) Haga descender lentamente el diafragma y deje entrar aire en los pulmones. Cuando el abdomen esté hinchado y la parte baja de los pulmones esté llena de aire...
3) separe las costillas. pero sin forzarlas, después ...
4) termine de llenar los pulmones levantando las clavículas.

Durante toda la inspiración el aire debe entrar proqresivamente, sin sacudidas, en flujo continuo. No debe hacerse ningún ruido al respirar. Es esencial respirar silenciosamente.

MUY IMPORTANTE: su espíritu debe estar concentrado enteramente en el acto respiratorio. Cuando haya llenado los pulmones por completo, espire en el orden de la inspiración, siempre lentamente, sin sacudidas ni esfuerzo. Entrar bien el abdomen al final de la espiración.

Recomenzar enseguida a inspirar del mismo modo. Se puede prolongar este ejercicio tanto como uno quiera. No debe provocar ni molestias ni fatiga. Puede practicarlo en cualquier momento; cada vez que piense en ello, en el trabajo, caminando, en cualquier ocasión, respire consciente y lo más completamente que pueda. Poco a poco adquirirá el hábito de la respiración completa y su modo de respirar mejorara a medida de sus progresos. Pero es indispensable que reserve cada día un momento fijo a elección suya (por la mañana al despertar es muy favorable, como también por la noche antes de quedarse dormido) para practicar durante algunos minutos.

Cuando se sienta fatigado, deprimido, sin ánimo, haga algunas respiraciones completas: su fatiga desaparecerá como por encanto, su mente experimentará sus beneficios y volverá al trabajo con renovado entusiasmo.

Tal como la espiración, la inspiración debe ser silenciosa, lenta, continua y cómoda. No se hinche como un balón de fútbol o como un neumático. Respire cómodamente, sin forzar jamás.

Recuerde que la respiración ideal es PROFUNDA, LENTA, SILENCIOSA, COMODA. En los sedentarios se producen acumulaciones de sangre o congestiones en uno u otro órgano. El "torrente" circulatorio refrenado produce un desgaste y envejecimiento prematuros del organismo, la respiración completa impide que en nuestros órganos se frene la corriente sanguínea hasta el punto de formar estagnaciones y que de "torrente" se convierta en "pantano".

El efecto de succión, de espiración, provocado por la respiración profunda constituye una de las más importantes correlaciones entre la respiración profunda y la circulación. Un ejemplo citado por el doctor Fritsche, ilumina suficientemente este mecanismo: la gran vena que lleva al corazón en forma ininterrumpida la sangre proveniente del hígado, es vaciada regularmente por la succión que el pulmón ejerce sobre ella al respirar. Si la sangre venosa hepática no circula libremente, el hígado se hincha y se congestiona, lo que trae molestas repercusiones sobre la circulación de la sangre que proviene del tubo digestivo, y de aquí se sigue una digestión perturbada.

La respiración profunda y lenta disipa casi instantáneamente este estado congestivo del hígado, porque el pulmón aspira literalmente el exceso de sangre acumulado en el hígado, que llega al corazón derecho. Por lo demás, los movimientos del diafragma y de la caja torácica ejercen una influencia aceleradora sobre la circulación venosa en el organismo entero.

Al inspirar, no aspira Ud. solamente aire en los pulmones, también bombea SANGRE en los tejidos de todo el cuerpo. Cuando el pulmón contiene más aire es cuando contiene también más sangre, según las investigaciones de P. Héqer.
Cuando, en la primera fase de la respiración, el diafragma desciende y se aplana, la vena cava inferior impulsa su sangre hacia el corazón, porque sus paredes están tensas. El bazo también obtiene benéficos efectos de la respiración profunda. Así la respiración profunda y lenta es un poderoso motor circulatorio . El corazón es la bomba que impele la sangre en la red arterial, en tanto que los pulmones hacen el oficio de bomba aspirante sobre la circulación venosa. La circulación depende del funcionamiento correcto y complementario de esas dos bombas motrices. La respiración es el tónico por excelencia del corazón.

Los intercambios gaseosos en el pulmón, absorción de oxigeno y expulsión de CO2 se hacen mejor cuando la respiración es profunda, completa y LENTA. Según Walter Michel : "Si la respiración pulmonar no es completa, abundante y lenta, la superficie por oxidar pierde integridad y la fijación de oxigeno se hace mal, a pesar de la presencia de fermentos.

Para un intercambio gaseoso óptimo es preciso "que la sangre venosa adapte lentamente su tensión a la del aire alveolar ...". Las tensiones se aproximan cuando el aire alveolar permanece largo tiempo en contacto con la sangre. La máxima aproximación se alcanza cuando el aire permanece de 10 a 20 segundos en los alvéolos. La velocidad de la circulación de la sangre y el tiempo que permanece el aire en los alvéolos, en otros términos, el volumen minuto y la forma de respirar, determinan igualmente la importancia de los intercambios gaseosos al nivel de los pulmones. Se aumenta la superficie de dífusión inspirando profundamente y reteniendo el aire inspirado. Así es como se aumenta la superficie de eficacia, porque están en acción todos los alvéolos habitualmente inactivos en la respiración corriente . La lección que la medicina tiene derecho a sacar de estos hechos es que un buen llenado alveolar es necesario para una buena oxigenación. En efecto, es preciso que el mayor número posible de alvéolos participe en esta acción, a fin de aumentar así la superficie de difusión: también es preciso, según los fisiólogos, que el aire inspirado permanezca de 10 a 20 segundos en el alvéolo, a fin de obtener el intercambio más completo posible de los gases de la respiración.

Está demostrado cuán esencial es el ritmo de la respiración, y especialmente cuánto influye la respiración LENTA en la respiración de los tejidos, aumentando por este simple medio, mejor que cualquier terapéutico, el consumo de oxigeno de todo el organismo.

Todos los trastornos orgánicos o funcionales que provocan el estado de enfermedad son influenciables, cuando no siempre curables, por la respiración voluntaria. Los futuros bronquíticos, los futuros asmáticos, los futuros enfisematosos son invariablemente respiradores insuficientes, como dice el Dr. J. Peschier.

La respiración voluntaria es el medio más importante de que disponemos para aumentar la resistencia del organismo. "Disminuid la resistencia orgánica por cualquier medio y veréis a los microbios, hasta entonces inofensivos, convertirse en agentes de infección" (Pasteur). 

La seroterapia conoce fracasos al igual que la suifamidoterapia o la peniciloterapia. Algunos remedios, como tales, no tienen ninguna acción directa sobre el agente infeccioso. Por el contrario, está comprobado que algunos estados de la sangre o de los humores (temperatura, densidad, viscosidad o simplemente pH), bastan para destruir un agente infeccioso sin la ayuda de ninguna terapia traída conscientemente desde el exterior.

Existe una inmunidad natural, atribuida a un equilibrio iónico de la sangre. Depende, por tanto, de la respiración que, actuando sobre el pH de los humores, lo hace sobre el pH óptimo del microbio. Da al equilibrio ácido-base una regulación que se restablece en cada respiración y permite al organismo mantener o volver a encontrar el pH vital.

Si la respiración voluntaria no basta siempre para combatir las enfermedades infecciosas, ayuda a mantener el combate que nos libera de ellas y asegura al organismo los medios de evitarlas.

iUno queda confundido ante la clarividencia de los yoguis que han establecido desde hace milenios las reglas y las técnicas de la respiración ideal! Recomiendan respirar como si en nuestro nacimiento nos hubiesen dado en crédito un cierto número de respiraciones y nuestra vida fuera a durar hasta el agotamiento del capital -número de respiraciones. Si estuviésemos penetrados de esta creencia, ¡qué cuidado pondríamos en respirar lentamente!

Si, respirar es vivir. Pero respirar lentamente es vivir mucho tiempo. Y en buena salud. Mientras que para los asanas es preciso estar en ayunas, en ropa y lugar adecuados, la respiración voluntaria puede practicarse en cualquier lugar, en cualquier tiempo, sin que ni siquiera se den cuenta los que nos rodean.

Comience su jornada con algunas respiraciones profundas, lentas, silenciosas, en la cama, en los breves minutos que se concede desde que despierta hasta que se levanta ... En seguida, durante su sesión de asanas respire yóguicamente. Si tiene la ocasión de caminar un poco al ir a su trabajo, ¡respire otra vez! Al caminar, inspire durante 6 pasos, retenga el aliento 3 pasos, y haga durar la espiración 12 pasos. Por regla general, la espiración debe ocupar el doble del tiempo de la inspiración, haya o no retención. Puede ensayar con: 8 pasos de inspiración, 4 de retención y 16 de espiración. 

En el curso de la jornada, en el trabajo o en otro lugar, cada vez que se acuerde -deseamos que sea frecuentemente- concédase algunas respiraciones profundas, completas y lentas. Por la tarde, aproveche para intercalar una breve sesión de respiraciones: en la cama, que la respiración le sirva de canción de cuna. Siempre puede respirar sobre el mismo ritmo que al caminar, pero contando los segundos, por ejemplo.

Así, acumulando cortas pero frecuentes sesiones en el curso de la jornada, asegurará para Ud. las ventajas inapreciables de la respiración yóguica.


André Van Lyzebeth


INDICE DEL LIBRO "APRENDO YOGA" DE ANDRÉ VAN LYZEBETH


  1. INTRODUCCIÓN: ¿QUE ES YOGA? (parte I)
  2. El hombre moderno y el yoga. El espíritu del Hatha Yoga.(parte II)
  3. Respirar es vivir (parte III)

7 sept 2014

¿Qué es Yoga? por Andre Van Lyzebeth y Jean Herbert (Aprendo Yoga parte I)

André Van Lysebeth

Del libro "Aprendo Yoga" de Andre Van Lysebeth

Hatha Yoga por Jean Herbert

Demasiado a menudo se olvida que el Hatha-Yoga es ante todo, un yoga. El término yoga, etimológicamente emparentado con la palabra "yugo, que encontramos en -conyuqal-. tiene dos acepciones principales, por lo demás estrechamente ligadas. El estado de yoga es aquel en el cual el hombre está -bajo el mismo yuqo- que lo Divino, es decir, ligado a lo Divino, idea que expresa la palabra -re-ligión-; en una ligera variante, expresa el estado en el que "el hombre aparente" está igualmente ligado al "hombre real", es decir, ha recobrado su verdadera naturaleza y vive en conformidad con ella. La técnica del yoga es una disciplina, sea cual fuere, mediante la cual el hombre se esfuerza por llegar al estado de yoga.


Según las concepciones hindúes, toda técnica, proseguida con asiduidad y concentración, puede conducir al nivel superior de conciencia que corresponde al estado de yoga. Se puede hablar así del yoga del arte, del yoga de la ciencia, del yoga de la gramática, del yoga del amor, del yoga de la meditación, etcétera. Pero tomado como tal, cada yoga implica una disciplina rigurosa y precisa.


Tradicionalmente se consideran cuatro yogas principales: el yoga de la búsqueda intelectual llevada hasta más allá de los limites mentales habituales (Gnana-yoga), el yoga del amor dirigido hacia lo Divino, sea a través de una imagen de lo Divino, sea a través de un objeto o una persona cualquiera en quien se ve lo Divino (es el Bhakti-yoqa), el yoga de la concentración interiorizada (Raja-yoga) y el yoga de la acción desinteresada hecha más o menos directamente para lo Divino (Karma-yoga).


Por distintos que sean entre si estos cuatro yogas no son, sin embargo, enteramente separables. Los grandes sabios han subrayado siempre, por una parte, que cuando se sigue uno de ellos, muy a menudo es, por lo menos, peligroso derogar las reglas fundamentales de cualquiera de los otros y, por otra parte, que todos terminan por encontrarse . El puro bhakti-yoguin adquiere, sin buscarlo, el conocimiento supremo que es la meta del Gnana-yoga; el puro gnana-yoguin desemboca en el amor supremo (para-bhakti) que es lo buscado por el bhaktiyoguin: una práctica intensa del Raja-yoga es más o menos indispensable en todos los demás yogas, y el Karma yoga puede alcanzar una totalidad tal, que el más grande maestro de la India moderna, Shri Aurobindo, ha visto en él el yoga integral, es decir, el que abraza todos los yogas.


Cuando se habla de la práctica de un yoga particular, no se pretende con eso la exclusión de los demás, sino que se entiende que el yoga en cuestión proporciona al interesado una especie de directiva central en torno a la cual se articulan los demás.


Lo que hace los contornos aún menos precisos es, no sólo que cada yoga lleve consigo un número ilimitado de variantes, sino también que cada maestro enseña una técnica de su propia composición, generalmente la que ha seguido él mismo, y en la que están sabiamente dosificados elementos tomados de los diversos yogas.



Además de esos cuatro grandes yogas y de sus diversas variantes y combinaciones, existen otros yogas clásicos, entre los que debemos citar el Mantra-yoga, el Japa-yoga, el Laya-yoga y los otros yogas tántricos, el Agni-yoga y el Hathayoga, que es en el que se piensa más a menudo hoy día en Occidente cuando se habla de -yoqa-. Todos pueden o bien ser practicados más o menos aisladamente, o bien jugar un papel más o menos importante en yogas individuales compuestos.



Aunque un verdadero maestro (gurú) nunca acepta como discípulos sino candidatos para quienes considera con toda objetividad que su propio yoga es el que mejor les conviene, hay que hacer notar que los más grandes maestros, los que han llegado al punto culminante de la evolución espiritual, hacen seguir a cada discípulo y en cada momento de su entrenamiento la disciplina particular más apropiada.


Al comienzo, enfocado simplemente como complementario del Raja-yoga, el Hathayoga tuvo vida independiente desde tiempos probablemente muy antiguos. Si los grandes clásicos Hatha-dipika, Siva Samhita, Goraksha Samhita - los más antiguos se remontan al siglo XIII- lo miran aún más o menos como una ayuda para la práctica de los otros yogas , el yoga del cuerpo físico (Ghatastha-yoga) adquirió pronto gran importancia. Aunque evidentemente hunde sus raíces en el cuadro del hinduismo, desde hace mucho tiempo se practica en la India por adeptos de otras religiones (sikks, jaines, parsis, musulmanes), a veces bajo otro nombre. Su meta se designa generalmente por la expresión nadi suddhi, mediante la cual los yoguistas entienden esencialmente la vitalización del cuerpo y la purificación del sistema para-nervioso constituido por los nadi.


Por lo menos tanto como cualquiera de los otros yogas, el Hatha-yoga es susceptible de aplicaciones variables y presenta en si mismo un número considerable de variantes. Incluye una parte física y una parte mental.


La parte física del Hatha -yoga se compone esencialmente de dos elementos, las posturas (asanas) y las respiraciones dirigidas (pranayama). Pero la parte mental juega un papel determinante, de la que depende en gran medida el efecto obtenido por las prácticas físicas: muchos occidentales cometen el grave error de no concederle el puesto que le compete.


Practicado aisladamente o como elemento preponderante en un yoga individual compuesto, el Hatha-yoqa puede bastar, según los más grandes especialistas hindúes, para conducir al yoguin a los tramos más elevados de la evolución espiritual.


Siempre ha habido en la India, y los hay aun en nuestros días, grandes sabios que no han seguido ninguna otra disciplina. Viven por lo general muy retirados, a menudo en junglas o montañas casi inaccesibles al común de los mortales, y no aceptan sino muy escasos discípulos, aquellos en quienes han discernido la capacidad de someterse a prácticas inverosimilmente arduas, llenas de peligros de toda clase, y en las que seria pura locura lanzarse sin estar seguido y dirigido día a día, si no hora a hora, por un muy gran maestro. Por lo tanto, ese Hathayoga integral no es para los occidentales; y sus representantes calificados, por lo demás, no han cometido jamás la fatal imprudencia de consignar sus enseñanzas por escrito sino en textos rigurosamente herméticos e inutilizables. Además. ese Hatha-yoga integral se practica normalmente -o tal vez siempre- en el cuadro de la religión hindú, es decir, que se propone como meta la unión o la fusión con alguno de los Dioses del Panteón hindú, a menudo Shiva o una de sus Shakti.



Por el contrario, los primeros elementos del Hatha-yoga tomados como disciplina accesoria, son utilizados corrientemente en la India no sólo por aquellos que practican otro yoga a titulo principal para alcanzar planos superiores de conciencia, sino también por aquellos que desean simplemente aprovechar sus ventajas fisicas y mentales sin asociarle la preocupación por una evolución religiosa o espiritual, general o particularizada.


Son estos primeros elementos los que occidentales cada vez más numerosos practican hoy día, sea bajo la dirección de profesores más o menos experimentados, sea sobre la base de un libro ilustrado con croquis o fotografias. 


El provecho que puede procurar una práctica regular de las técnicas más elementales del Hatha-yoga es de tal modo desproporcionado al esfuerzo exigido, que este yoga se ha extendido por Occidente como un reguero de pólvora. Las publicaciones que se refieren a él son legión, las -escuelas- que tienen la pretensión de enseñarlo ya no se pueden contar. Muchas de éstas y de aquéllas justifican la mayor desconfianza, y el profano que confía en ellas tiene muchas probabilidades de tener una mala caída. Aun los ejercicios más fáciles y aparentemente más inofensivos no están exentos de peligro. Lo que aún es más grave es que los resultados estimulantes obtenidos en poco tiempo al precio de pocos esfuerzos empujan al principiante a burlarse de los consejos de prudencia y moderación que se le prodigan y a lanzarse rápidamente a técnicas peligrosas que pueden provocar graves desórdenes en los sistemas respiratorio, circulatorio y nervioso.


Durante más de treinta años he tratado de obtener que grandes maestros hindúes del Hatha-yoqa describan para los occidentales los ejercicios que éstos podrían hacer con provecho y sin peligro, precisando todas las precauciones necesarias. Ninguno de esos maestros ha tenido la suficiente confianza en los occidentales para acceder a mi petición.


El libro del Sr. Van Lysebeth me parece ser de lo mejor que un occidental ha hecho hasta ahora para colmar esta laguna. Ha tenido la sabiduría de proponerse una meta limitada, la descripción muy detallada de alguna de las posturas principales y el modo de realizarlas, más algo que es de la mayor importancia y que ningún occidental, en mi conocimiento, habia hecho antes que él: una exposición minuciosa de los efectos fisiológicos y de todo tipo que produce la práctica de esas posturas, el provecho que se puede obtener de ellas, los peligros que hay que evitar, las contraindicaciones, etc.

Creo que se puede tener confianza en este libro, y deseo que el Sr. Van Lysebeth lo complete con otras obras en las que describa, con el mismo detalle y las mismas precauciones, otros ejercicios del Hatha-yoga. 

Jean Herbert



Andre Van Lysebeth




















Palabras preliminares:

"Un asana yóguico es una mecánica de precisión y el -poco más o menos- es una moneda que nunca tiene curso en yoga. Un error de detalle, ínfimo en apariencia, puede amputar al ejercicio de una fracción importante de sus efectos y aún, en ciertos casos, ir contra el fin propuesto."

Este estudio interesa tanto a los que ya practican, que podrán así controlar su técnica, como a los neófitos o aspirantes que no tienen ocasión de seguir un curso. Nos proponemos, pues, estimado lector, estimada lectora, estudiar juntos una sola posición cada vez. 


Dentro de poco poseerá usted a fondo la técnica exacta de los grandes clásicos del yoga y podrá obtener de su práctica todos los beneficios y alegrías que proporciona el yoga bien hecho. Su sesión diaria llegará a ser no un peso ni una rutina, sino el mejor momento de la jornada, esperado con impaciencia — ¡en la medida en que un aspirante yogui esté autorizado a manifestar impaciencia! 



Cada asana incluye diversos niveles de dificultad creciente; basaremos nuestro estudio sobre el nivel medio, accesible en algunas semanas a la mayoría de los occidentales. 


Los neófitos, gracias a las indicaciones precisas, podrán eliminar sin dificultad los obstáculos del comienzo. Para los alumnos avanzados describiremos cada vez una variante más avanzada: así cada cual tendrá aquí lo suyo.


LAS FUENTES 

Cada estudio, recogido por el autor en el lugar mismo durante sus estadías en la India, aporta la síntesis de la enseñanza del ashram de Swami Sivananda en Rishikesh, del Vishwayatan Yogashram de Delhi, dirigido por Dhirendra Bramachari, del Hatha Yogui Srikantarao, del Ashtanga Yoga Nilayam de Mysore, del Kaivalyadhama Samhiti de Lonavla, por fin de Swami Satyananda en la Bihar School of Yoga. A todo esto el autor añade el fruto de su experiencia personal acumulada en veinte años de práctica ininterrumpida y de enseñanza del yoga en Occidente. A sí ha podido notar las dificultades que el adepto occidental encuentra por el camino y los errores que puede cometer fácilmente. Lea y relea las descripciones de los movimientos, examine y reexamine las fotos: a menudo le sucederá observar un detalle que se le había escapado en una primera lectura y, repitámoslo, en yoga no hay detalles «insignificantes».


André Van Lyzebeth



INDICE DEL LIBRO "APRENDO YOGA" DE ANDRÉ VAN LYZEBETH


  1. INTRODUCCIÓN: ¿QUE ES YOGA? (parte I)
  2. El hombre moderno y el yoga. El espíritu del Hatha Yoga.(parte II)
  3. Respirar es vivir (parte III)