Samadhi Pada, del libro "Luz sobre los yoga sutras" de B K S Iyengar
El primer capítulo, Samadhi Pada, define el yoga y los movimientos de la conciencia, citta vrtti. Está dirigido a aquellos que ya están muy evolucionados a fin de permitirles mantener su avanzado estado de madura inteligencia y sabiduría. Son realmente excepcionales las almas humanas que han experimentado samadhi a temprana edad, pues samadhi es la última etapa del Óctuple Sendero del yoga. Samadhi es ver el alma cara a cara, un estado absoluto e indivisible de existencia, en el que se disuelven todas las diferencias entre cuerpo, mente y alma. Sabios como Hanuman, Suka, Dhruva, Prahlada, Sankaracarya, Jñanesvar, Kabir, Svami Ramdas de Maharastra, Ramakrsna Paramahansa y Ramana Maharsi, evolucionaron directamente hacia kaivalya sin experimentar los estadios intermedios de la vida o los del yoga. Todas las acciones de esos grandes videntes emanaron de sus almas, y a lo largo de sus vidas permanecieron en un estado de gozo y pureza completos.
La palabra samadhi consta de dos partes. Sama significa "parecido, similar, directo, derecho, imparcial, justo, bueno y virtuoso"; y adhi quiere decir "encima y arriba", es decir, el que ve, testigo indestructible. Samadhi es descubrir la fuente de la consciencia -el que ve- y luego difundir su esencia, de manera imparcial y pareja, a través de cada partícula de la inteligencia, la mente, los sentidos y el cuerpo.
Podemos presuponer que al empezar mediante una exégesis de samadhi, la intención de Patanjali era atraer a esas almas excepcionales que ya estaban al borde de la realización del Sí-mismo, y guiarlas a experimentar el estado de no dualidad. Para la mayoría no iniciada, la atrayente posibilidad de samadhi, revelada tan pronto en esta obra, sirve como una lámpara que nos atrae hacia la disciplina yóguica, que nos refinará hasta el momento en que nuestra alma se manifieste.
Patanjali describe las fluctuaciones, modificaciones y modulaciones del pensamiento que perturban la consciencia, y expone las diversas disciplinas mediante las que calmarlas. El resultado de ello es que al yoga se le ha considerado un sadhana (disciplina) mental. Tal sadhana sólo es posible si los frutos acumulados derivados de las buenas acciones de vidas pasadas (samskaras) son de un orden noble. Nuestros samskaras son los fondos de nuestras percepciones pasadas, instintos como un estímulo para mantener el elevado grado de sensibilidad necesario para seguir el camino espiritual.
La consciencia está imbuida de las tres cualidades (gunas) de luminosidad (sattva), vibracidad (rajas) e inercia (tamas). Los gunas también tiñen nuestras acciones: blancas (sattva), grises (rajas) y negras (tamas). Mediante la disciplina yóguica, tanto las acciones como la inteligencia van más allá de esas cualidades, y el que ve experimenta su propia alma con claridad cristalina, libre de los atributos relativos a la naturaleza y las acciones. Este estado de pureza es samadhi. El yoga es, pues, tanto el método como el objetivo. Yoga es samadhi, y samadhi es yoga.
Existen dos tipos principales de samadhi. Se alcanza sabija o samprajñata samadhi mediante el esfuerzo deliberado, utilizando para la concentración un objeto o idea como "semilla". Nirbija samadhi no requiere de semilla o apoyo.
Patanjali explica que antes de experimentar samadhi el funcionamiento de la consciencia depende de cinco factores: percepción correcta, percepción errónea (en la que los sentidos confunden), interpretación errónea o ambigüedad (en la que la mente nos falla), sueño y memoria. El alma es pura, pero con el mancillamiento y la falta de alineación de la consciencia se deja atrapar en las ruedas de las alegrías y las penas y se convierte en parte del sufrimiento, como una araña atrapada en su propia red. Esas alegrías y penas pueden ser dolorosas o indoloras, perceptibles o ignotas.
La libertad, es decir, la experiencia directa de samadhi, sólo puede alcanzarse mediante una conducta disciplinada y la renuncia a los placeres y apetitos sensuales. Algo que se consigue mediante la observancia de los "pilares gemelos" del yoga: abhyasa y vairagya.
Abhyasa (práctica) es el arte de aprender lo que hay que aprender a través del cultivo de la acción disciplinada. Eso implica un esfuerzo prolongado, celoso, tranquilo y perseverante. Vairagya (desapego o renuncia) es el arte de evitar lo que hay que evitar. Ambos requieren un enfoque positivo y virtuoso.
La práctica es una fuerza creciente de transformación o progreso en el yoga, pero si se lleva a cabo por sí sola produce una energía desenfrenada que se vuelca hacia fuera en el mundo material como impulsada por una fuerza centrífuga. La renuncia cercena esta explosión de energía, protegiendo al practicante del riesgo de enmarañarse con objetos sensoriales, redirigiendo las energías de forma centrípeta hacia el núcleo del ser.
Patanjali enseña al sadhaka a cultivar cordialidad y compasión, a deleitarse en la felicidad ajena y a permanecer indiferente frente al vicio y la virtud, para que pueda mantener su equilibrio y tranquilidad. Aconseja al sadhaka que siga las disciplinas éticas de yama y niyama, los diez preceptos, parecidos a los Diez Mandamientos, que gobiernan el comportamiento y la práctica, y que conforman el fundamento de la evolución espiritual. Existen varios métodos a través de los que la consciencia se desapega de la agitación intelectual y emocional, y asume la forma del alma: universal, carente de toda identidad personal y material. El sadhaka se ve así colmado de serenidad, visión interior y verdad. El alma, que hasta ese momento ha permanecido inmanifiesta, se le torna visible al buscador. Éste se convierte en el que ve: entra en un estado sin semilla ni apoyo, nirbija samadhi.
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