6 jun 2012

Yoga Vasishtha de Valmiki: Cuarta conversación



EL MUNDO ESTA EN LA MENTE
Yoga Vasishtha
EXTRACTOS DE LAS INSTRUCCIONES DEL SABIO VASISHTHA A SU DISCÍPULO EL PRÍNCIPE RAMA

La obra titulada Yoga-Vasishtha, conocida también como Maharamayana, comprende treinta y dos mil versos atribuidos al sabio Valmiki, el primer poeta que se expresó en la lengua sánscrita tal como aún hoy la conocemos. En verdad, Valmiki podrá siempre reclamar para sí el hecho de ser el más grande de los poetas sánscritos, y el Yoga-Vasishtha está penetrado de una poesía de la más alta inspiración.
El Yoga-Vasishtha ha sido el libro preferido de yoguis y ermitaños en sus retiros del Himalaya, así como el de reyes y hombres de estado de la India. Comparten la opinión de que quien lo estudia con atención y vive sus enseñanzas se alza por encima de las limitaciones de la materia y, experimentando una inmutable beatitud en su propio ser, hace partícipe a su prójimo de su propia exaltación espiritual por medio de la bondad y de la verdadera filantropía.

CUARTA CONVERSACIÓN


Dijo Rama:

«Señor, ¿cómo podemos detener la rueda de la ilusión1 que, con su rápida rotación, constantemente muele cada parte de nuestro cuerpo?»

Dijo Vasishtha:

«Sabe, Rama, que el mundo, con su curso circular, es la gran rueda; y el corazón humano su cubo o su eje, el cual, debido a su continua rotación, produce toda esta ilusión dentro de su circunferencia. Si con tu valiente esfuerzo eres capaz de parar ese movimiento de tu corazón, detendrás al mismo tiempo la rotación de la órbita de la ilusión.

La mente que descuida este consejo se expone a una miseria sin fin, mientras que si siempre lo mantiene presente en su espíritu, evitará todas las dificultades de este mundo.

El mundo está en la mente como el aire está contenido en un recipiente, y eres el continuo prisionero de ese mundo mental imaginario que es el tuyo como una mosca encerrada en la cavidad del recipiente; no lograrás la liberación si no es escapando de ese encarcelamiento, como la mosca sale volando al aire libre.

El medio de desembarazarte de esa ilusión de la mente es fijar tu atención en el momento presente y evitar que tus pensamientos se dirijan hacia hechos pasados o futuros.

La mente está oscurecida mientras la niebla de sus deseos y caprichos la envuelva, como el cielo está cubierto mientras ante él se acumulan las nubes.

Cuando en la mente se produce una actividad, se ve inevitablemente acompañada de un cortejo de deseos, así como del sentido del placer y del sufrimiento; sentimientos y pasiones forman su escolta, como merodean los cuervos cerca de un volcán extinguido.

Las almas de los sabios no carecen de actividad, pero, como conocen la vanidad de las cosas terrenas, de lo que sí carecen es de esos sentimientos que atrapan.

Han adquirido el conocimiento de la irrealidad y de la inexistencia de los objetos y hechos terrenos, y ello gracias al conocimiento de la naturaleza de las cosas y al estudio de las enseñanzas del Yoga Adhyatma que se imparten en los Sat-Sangs y en otros lugares, y gracias también a su asiduidad con el Maestro, a su práctica de la meditación y a su vida libre de egoísmo.

Deja de lado todo lo que sea tangible o que puedas lograr con tu acción personal; permanece impasible e indiferente ante todo lo que sea del mundo, remitiéndote únicamente a tu consciencia de lo Infinito. Piensa de ti mismo que duermes cuando estás despierto; piensa de ti mismo que eres todo y uno con el Espíritu supremo.

Reverenciamos a aquellos yoguis que han conocido la naturaleza del Sí mismo y han alcanzado el estado espiritual.

A la vista de Atman, las luces de los cuerpos celestes se extinguen como velas y el resplandor del sol no es más que un débil reflejo de la Luz de las luces.

Quien conoce la verdad de Dios, ocupa un rango superior dentro de la humanidad por su autosacrificio y por la grandeza de su mente; y lo ha conseguido gracias a la práctica del Yoga.

Quienes ignoran la verdad, son más viles que los asnos y demás criaturas bestiales que viven sobre la faz de la tierra; son inferiores a los más bajos insectos escondidos en agujeros subterráneos. Con ellos no se puede contar; es preferible mantenerse alejado.

El hombre no espiritual da tumbos por esta tierra y se deja consumir por sus preocupaciones como es devorado un cadáver por las llamas de su pira funeraria; pero el yogui es consciente de su inmortalidad.

No esperes a podar con el hacha afilada de la razón el grueso tronco del árbol envenenado de la avaricia que se yergue como una montaña en la cavidad de tu corazón; corta la rama de las esperanzas y apresúrate a desbrozar las hojas del deseo.

Rama, ¡escucha lo que tu señor dice a los futuros yoguis! Ahuyenta a la mente voraz
que, como un cuervo, anida en tu corazón; le gusta frecuentar los lugares hediondos,
como planean los cuervos sobre los campos reservados a ritos funerarios y las cornejas eligen su vivienda allí donde reina la suciedad y se ceban comiendo la carne que se pudre en los huesos. La mente voraz utiliza sus labios, como la corneja su pico, sólo para atacar a los demás.

Sabe que la avaricia es una serpiente venenosa que, con su mortal aliento, mata a quienes le obedecen. Esa serpiente es la causa de la ruina de la humanidad.

Puesto que el Todo único está en la mente, no hay lugar para el lamento de haber perdido lo que sea.

Aquel de intención pura, que se ha consagrado a Dios y que tiene como única compañía a quienes difunden a su alrededor el conocimiento del Yoga, es tan bello como el cisne blanco entre los graciosos pájaros de un lago de ondas plateadas.

Las almas que, en esta vida, ponen su confianza en objetos mundanos, no pueden saborear verdadera felicidad. Los deseos y pensamientos de la mente determinan su nacimiento en una próxima encarnación. De ahí que el recién nacido se vea obsequiado con gran cantidad de sueño porque cree que está muerto y reposa en la noche de su muerte.

La búsqueda de la bondad y de la grandeza hace de un hombre que sea grande o bueno, de la misma manera que quien quisiera ser un Indra2, cuando duerme sueña con su propio señorío.

Una búsqueda sin reservas de la Verdad, extinguirá inmediatamente tus deseos, y la extinción de tus deseos reestablecerá la paz en tu mente.

El objetivo de la sabiduría es el conocimiento de que en el mundo no hay nada real.

Los verdaderos yoguis, que colocan su progreso espiritual por encima de toda otra ganancia, que respetan tanto a la Verdad como al Instructor, que viven para la Verdad divina, tienen el poder de someter a sus órdenes su propio destino; pueden cambiar en bien todos los males y volver perpetua su prosperidad.

Quien en sí mismo percibe la omnipotencia del Espíritu infinito y hace de él su residencia, tiene la justa percepción. Quien ve a su mente como un hilo en el cual todas las cosas están ensartadas como las cuentas de un collar, tiene la justa comprensión.

Quien considera que lo que se llaman «los tres mundos»3 no son más que los fragmentos de su propio Sí mismo envolviéndole como las olas del mar, tiene razón.

Quien observa el frágil mundo con conmiseración y experimenta hacia la tierra la misma compasión que experimentaría si se tratara de su hermana pequeña, es sabio.»

Al llegar la hora de las oraciones de la noche, el bienaventurado Sabio terminó su discurso; toda la asamblea se levantó y derramó flores sobre el trono de Vyasa4 exclamando:

«¡Jai! ¡Jai! ¡Jai!»


Notas:
1 Rueda de la ilusión: El ciclo recurrente del nacimiento y de la muerte.
2 Indra: El gobernador de las deidades inferiores.
3 Los tres mundos: Los mundos de los estados de vigilia, sueño y sueño profundo.
4 Vyasa: Ilustre Sabio que compiló la epopeya clásica Mahabharata y dio a la literatura védica su forma actual. El «trono de Vyasa» es el asiento de honor tradicionalmente reservado al Instructor.

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