INVOCACIÓN
AUM
¡Qué Brahma nos proteja! ¡Qué nos nutra!
¡Qué nos proporcione energía!
¡Qué mediante este estudio nos iluminemos!
¡Qué nunca nos odiemos!
AUM
Paz, paz, paz.
AUM
¡Qué mis extremidades sean fortalecidas!
¡Qué también mi prana, mi habla, mi vista y todos mis órganos
de los sentidos sean fortalecidos!
La Existencia entera es el Brahman de los Upanishads.
¡Qué nunca reniegue del Brahman! ¡Qué el Brahman nunca me rechace!
¡Qué nunca haya rechazo alguno!
¡Qué, al menos de mi parte, nunca reniegue!
Sean cuales sean las virtudes contenidas en los Upanishads,
¡Qué se apliquen en mí, devoto del atman!
¡Qué arraiguen en mí!
AUM
Paz, paz, paz.
***
¿Por los deseos de quién, impelida por quién, arde la mente por sus objetos?
¿Impelido por quién, realiza el prana —la fuerza vital— su función?
¿impelidos por quién hablan los hombres?
¿Qué deva, qué dios, dirige los ojos y los oídos?
El atman es el oído del oído, la mente de la mente, el habla del habla, el prana del prana, el ojo del ojo.
Los sabios, al separar el atman de las funciones sensoriales, se elevan por encima de la vida de los sentidos y alcanzan la inmortalidad.
Los ojos no pueden aproximársele, ni tampoco el habla ni la mente.
Por lo tanto, no le conocemos ni sabemos cómo enseñarlo.
Es diferente de lo conocido y diferente de lo desconocido.
Así lo oímos de nuestros predecesores que nos enseñaron.
Eso que el habla no puede revelar, pero que es revelado por el habla,
eso y sólo eso, conócelo como el Brahman,
no esto —los objetos— que la gente reverencia aquí.
Lo que la mente no abarca, pero que es revelado por la mente,
eso y sólo eso, conócelo como el Brahman,
y no esto que la gente reverencia aquí.
Lo que la vista no puede ver, pero aquello que la vista ve,
eso y sólo eso, conócelo como el Brahman,
y no esto que la gente reverencia aquí.
Lo que el oído no puede oír, pero que el oído escucha,
eso y sólo eso, conócelo como el Brahman,
y no esto que la gente reverencia aquí.
Lo que el prana no revela, pero que es revelado por el prana,
eso y sólo eso, conócelo como el Brahman,
y no esto que la gente reverencia aquí.
Si crees conocer bien al Brahman, entonces sabes muy poco de él,
porque la forma de Brahman que ves como condicional en todos los seres y dioses, no es más que una nimiedad.
Así pues, deberías indagar más sobre el Brahman.
Yo no creo conocerle, ni creo no conocerle, y no obstante le conozco.
El que sabe que Él es distinto de lo conocido y de los desconocido,
ése Le conoce.
Le conoce quién no Le conoce, y no le conoce quién Le conoce.
Para el hombre de verdadero conocimiento, Él es lo desconocido,
mientras que para el ignorante es lo conocido.
De hecho, aquél que Le realiza en y en cada bodh —latido—
de conocimiento y consciencia, ése alcanza la inmortalidad.
A través del atman, alcanza fortaleza y vigor
y mediante Su conocimiento, inmortalidad.
Aquél que Le realiza aquí, en este mundo, obtiene la verdadera vida.
¡Grande es la pérdida del que no Le realiza!
Al descubrir al atman en cada ser viviente, los sabios, muriendo a este mundo de experiencias, se vuelven inmortales.
La historia dice que Brahman obtuvo una victoria para los devas y aunque la victoria era debida a Brahman, los devas, sintiéndose eufóricos, pensaron: "Esta victoria es nuestra; esta gloria nos pertenece".
Brahman llegó a enterarse de su vanidad y apareciendo ante ellos, pero los devas no comprendieron quién era aquél Yaksha —semi-dios.
Se dirigieron a Agni —el fuego—, diciéndole: "¡Oh Jatadeva! Averigua quién es ese Yaksha".
"Sí", dijo Agni.
Agni se dirigió al Yaksha y éste le preguntó quién era. Agni le replicó: "Soy Agni, también conocido como Jatadeva —casi omnisciente".
"¿Qué energía posees, tú con tanta fama?", le preguntó el Yaksha.
"En esta Tierra, puedo quemarlo todo, sea lo que sea", replicó Agni.
El Yaksha colocó ante él una paja y le dijo: "¡Consúmela!"
Agni, rápidamente, lo intentó, pero no puedo quemarla. Entonces se retiró y les dijo a los devas: "No puedo saber quién es este Yaksha".
Entonces se dirigieron a Vayu.
"¡Oh Vayu! Por favor, averigua quién es este Yaksha".
"Sí", contestó Vayu.
Vayu se dirigió al Yaksha y éste le preguntó quién era. Vayu le replicó: "Soy Vayu, también conocido como Matarisva —el que transporta la atmósfera".
"¿Qué energía posees, tú con tanta fama?", le preguntó el Yaksha.
"En esta Tierra, puedo derribarlo todo, sea lo que sea", replicó Vayu.
El Yaksha colocó ante él una paja y le dijo: "¡Muévela!"
Vayu, rápidamente, lo intentó, pero no puedo moverla. Entonces se retiró y les dijo a los devas: "No puedo saber quién es este Yaksha".
Entonces se dirigieron a Indra.
"¡Oh Maghavan! Por favor, averigua quién es este Yaksha".
"Sí", contestó Indra y se dirigió al Yaksha. Pero éste desapareció de su vista.
Y en aquél mismo lugar apareció una mujer, la maravillosamente efulgente Uma, la hija de Himavat, la montaña vestida de nieve. Y a ella le preguntó: "¿Quién puede ser esta Yaksha?"
"Este Yaksha era el Brahman" , dijo Uma. "Mediante la victoria del Brahman obtuvisteis esta gloria".
Y fue por esas palabras de Uma que Indra comprendió que el Yaksha era el Brahman.
Por tanto, esos dioses —Agni, Vayu e Indra— son superiores a los demás dioses, porque fueron los que más se aproximaron al Brahman, porque fueron los primeros en conocerle como Brahman.
Y por lo tanto, Indra es superior a los demás dioses porque fue el que más se acercó a Yaksha; él fue el primero en conocerle como Brahman.
Esta es la enseñanza respecto a Brahman. Es como un destello de luz, es como un parpadeo. —
Esto es en referencia al adhidaivatam —su aspecto como manifestación cósmica.
Ahora se le describe como adhyatma, su aspecto manifestado en el hombre:
La mente se dirige hacia el Brahman a toda velocidad. también gracias a su mente, el Brahman es imaginado y recordado como siempre cercano.
Brahman es conocido por el nombre de Tatvanam —Eso—, de modo que ha de meditarse en Él como
Tatvanam —Eso.
Todos los seres aman al que conoce así al Brahman.
"Señor, enséñame el Upanishad".
"El Upanishad te ha sido enseñado. Te hemos enseñado el Upanishad en relación a Brahma"
El sostén de los Upanishads son: austeridades —tapas—, auto-control —daman— y dedicación plena —karma.
Los Vedas son sus extremidades y la verdad es su morada.
Aquél que lo realiza —aquél que conoce al Brahman— destruye los pecados y se establece firmemente en Brahman, el infinito, dichoso y supremo.
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