El sendero se divide en tres secciones: sîla, samâdhi y paññâ.
Sîla es moralidad, abstención de todo acto malsano, ya sea físico o verbal.
Samâdhi es la acción sana de desarrollar maestría sobre la propia mente.
La práctica de ambas es útil, pero ni sîla ni samâdhi pueden erradicar las impurezas acumuladas en la mente. Para ello es preciso practicar la tercera parte del sendero: paññâ, el desarrollo de la sabiduría, la visión cabal, que purifica totalmente la mente.
Dentro de la división de sila hay tres partes del Noble Sendero:
1. Sammâ-vâcâ: Palabra recta, pureza de la acción verbal. Para comprender qué es pureza del habla, uno debe saber qué es impureza del habla. Decir mentiras para engañar a otros, emplear palabras duras que dañan a otros, difamar y calumniar, cotorrear y hablar por hablar son todas impurezas de la acción verbal. Lo que queda al abstenernos de todas ellas es la palabra recta.
2. Sammâ-kammanta: Acción recta, pureza de la acción física. En el sendero del Dhamma sólo hay un criterio para medir la pureza o impureza de una acción, ya sea física, verbal o mental, y es saber si esa acción ayuda o daña a otros. Matar, robar, violar, cometer adulterio e intoxicarse para así no saber lo que uno está haciendo, todas ellas son acciones que dañan a otros y también a uno mismo. Cuando uno se abstiene de cometerlas, lo que queda es la acción recta.
3. Sammâ-âjîva: Sustento recto. Todos deben tener un medio para mantenerse y mantener a aquellos que dependen de él, pero si este medio de vida daña a otros no es sustento recto. Puede que uno no cometa malas acciones para subsistir, pero sí está animando a otros a hacerlo; si es así, entonces uno no está practicando el sustento recto. Por ejemplo, vender alcohol, operar una casa de juegos, vender armas de fuego, vender animales vivos o carne, no son formas buenas para subsistir. Incluso en profesiones del más alto nivel, si la motivación es la explotación de terceros, entonces uno no está practicando el sustento recto. Si la motivación es cumplir como miembro de la sociedad, contribuir con la capacidad y esfuerzos personales para el bien general y a cambio obtener una justa remuneración con que mantenerse y mantener a quienes dependen de uno, entonces se está practicando un sustento recto.
Un cabeza de familia, un laico, necesita dinero para subsistir. Sin embargo, el peligro está en que ganar dinero puede convertirse en un medio para inflar el ego: se busca recaudar tanto dinero como sea posible para uno mismo, despreciando a quienes ganan menos. Tal actitud causa daño a los demás y causa daño a uno mismo, porque cuanto más fuerte sea el ego, más alejado se está de la liberación. Por tanto, un aspecto esencial del sustento recto es la caridad, compartir con los demás parte de lo que uno gana. De esta forma, uno no sólo gana para beneficio propio, sino también para beneficio de los demás.
Si el Dhamma consistiera sólo en exhortaciones para abstenerse de acciones que hacen daño a otros, entonces no tendría ningún efecto. Uno puede comprender intelectualmente los peligros que acarrea realizar malas acciones y los beneficios que se obtienen al realizar buenas acciones, o se puede aceptar la importancia de sîla debido a la devoción que uno sienta hacia quienes lo predican. Sin embargo, uno continua ejecutando malas acciones, porque no tiene control sobre la mente. De ahí la
importancia de la segunda división del Dhamma, samâdhi—desarrollo del control sobre la propia mente. Dentro de esta división hay otras tres partes más del Noble Sendero Óctuple:
4. Sammâ-vâyâma: Esfuerzo recto, ejercicio recto. Por medio de vuestra práctica habéis visto lo débil e inestable que es la mente, siempre oscilando de un objeto a otro. Una mente así necesita ejercicio para fortalecerse. Existen cuatro ejercicios para fortalecer la mente: eliminar las malas cualidades que pueda tener, protegerla de las malas cualidades que no tenga, conservar y multiplicar las buenas cualidades que estén presentes en la mente, y abrirla a las buenas cualidades que le falten. Indirectamente, con la práctica de la atención en la respiración (Ânâpâna), habéis empezado a practicar estos ejercicios.
5. Sammâ-sati: Atención recta, atención en la realidad del momento presente. Del pasado sólo puede haber recuerdos; del futuro sólo puede haber aspiraciones, miedos, imaginaciones. Habéis empezado a practicar Sammâ-sati entrenándoos a manteneros atentos a cualquier cosa que se manifieste en el momento presente, dentro del área delimitada de las fosas nasales. Debéis desarrollar la habilidad de estar plenamente
atentos a la realidad total, desde el nivel más burdo hasta el más sutil. Al comenzar, prestasteis atención a la respiración consciente, intencionada, luego a la respiración natural, suave, y finalmente, al roce de la respiración. Ahora tomaréis un objeto de atención aún más sutil: las sensaciones físicas, naturales, que se produzcan en esa zona delimitada. Podréis sentir la temperatura de la respiración, ligeramente más fría cuando entra, y algo más caliente cuando sale del cuerpo. Más allá, existen innumerables sensaciones no relacionadas con la respiración: calor, frío, picor, pulsaciones, vibraciones, presión, tensión, dolor, etc. No podéis elegir qué sensación sentir, porque no podéis crear sensaciones. Simplemente observad; simplemente manteneros atentos.
El nombre de la sensación no tiene importancia; lo importante es estar atento a la realidad de la sensación sin reaccionar a ella.
El patrón de comportamiento de la mente, tal como lo habéis visto, es dar vueltas en el futuro o en el pasado, generando avidez o rechazo. Habéis empezado a romper este hábito practicando la atención correcta. Esto no significa que después de este curso olvidéis el pasado totalmente o que no tengáis pensamientos sobre el futuro. Lo que ocurría antes es que acostumbrabais a malgastar vuestra energía, dando vueltas innecesarias en el pasado o en el futuro, de tal forma que cuando necesitabais recordar o
planear algo, no podíais. Al desarrollar Sammâ-sati, aprenderéis a fijar con mayor firmeza vuestra mente en la realidad presente, comprobaréis que podréis recordar fácilmente el pasado cuando lo necesitéis, y hacer previsiones correctas para el futuro. Podréis llevar una vida sana y feliz.
6. Sammâ-samâdhi: Concentración recta. La simple concentración no es el objetivo de esta técnica; la concentración que desarrolláis debe tener una base de pureza. Sobre una base de avidez, aversión o ilusión se puede concentrar la mente, pero esto no es Sammâ-samâdhi. Uno debe estar atento a la realidad presente dentro de uno mismo, sin avidez o aversión. Mantener esta atención continuamente, momento a momento—esto es Sammâ-samâdhi.
Habéis comenzado a practicar sîla al cumplir escrupulosamente los cinco preceptos.
Habéis empezado a desarrollar samâdhi al entrenar vuestra mente a mantenerse enfocada en un punto, un objeto real del momento presente, sin avidez ni aversión.
Uno empieza el camino practicando sîla, es decir, absteniéndose de hacer daño a los demás; pero aunque no hagamos daño a los demás, uno se hace daño a sí mismo al generar impurezas en la mente. Por eso, uno comienza a adiestrarse en el samâdhi, aprendiendo a controlar la mente y a reprimir las impurezas que hayan surgido. Sin embargo, reprimir las impurezas no las elimina. Permanecen en el inconsciente, allí se multiplican, y continúan causando daño a uno mismo. De ahí el tercer paso del Dhamma, paññâ: ni dar rienda suelta a las impurezas ni reprimirlas, sino más bien permitir que surjan y que así sean erradicadas. Cuando las impurezas son erradicadas, la mente se libera de ellas. Y cuando la mente se ha purificado, sin ningún esfuerzo, uno se abstiene de acciones que hacen daño a los demás, puesto que, por naturaleza, una mente
pura está llena de buena voluntad y compasión hacia los demás. Igualmente, sin ningún esfuerzo, uno se abstiene de aquellas acciones que le son dañinas. Uno vive una vida sana y feliz. Por lo tanto cada paso del camino debe conducir al siguiente.
Sîla conduce al desarrollo de samâdhi, concentración recta; samâdhi conduce al desarrollo de paññâ, sabiduría que purifica la mente; paññâ lleva a nibbâna, liberación de todas las impurezas, la plena iluminación.
En la división de paññâ hay dos partes adicionales del Noble Sendero Óctuple:
7. Sammâ-sankappa: Pensamiento recto. No es necesario que se detenga todo el proceso del pensamiento para empezar a desarrollar la sabiduría. Los pensamientos quedan, pero cambia el patrón del pensamiento. Las impurezas al nivel superficial de la mente empiezan a desaparecer con la práctica de la atención en la respiración. En vez de pensamientos de avidez, aversión y decepción, uno empieza a tener pensamientos sanos, pensamientos sobre el Dhamma, el camino para liberarse uno mismo.
8. Sammâ-ditthi: Comprensión recta. Esto es paññâ real, comprender la realidad tal y como es, y no como parece ser.
Hay tres etapas en el desarrollo de paññâ, de la sabiduría. La primera es suta-mayâ paññâ: la sabiduría adquirida al escuchar o leer las palabras de otro. Esta sabiduría recibida es muy útil para colocarlo a uno en la dirección adecuada. Sin embargo, por sí misma no puede liberar porque, de hecho, es sólo una sabiduría prestada. Uno la acepta como verdad quizá por fe ciega o quizá por aversión, por miedo a que si no se cree en ella se va al infierno, o quizá deseándola con la esperanza de que creyendo se va al cielo. En cualquier caso, no se trata de sabiduría propia.
La función de la sabiduría adquirida debe ser el conducirnos hacia la siguiente etapa: cintâ-mayâ paññâ, comprensión intelectual. Racionalmente uno examina lo que se ha escuchado o leído para ver si es lógico, práctico, beneficioso; y si lo es, uno lo acepta. Esta comprensión racional también es importante, pero puede ser muy peligrosa si es considerada como un fin en sí misma. Alguien desarrolla su conocimiento intelectual y
decide que, en consecuencia, ya es una persona muy sabia. Todo cuanto aprende sólo le sirve para inflar su ego; está muy alejado de la liberación.
La función precisa de la comprensión intelectual es conducir al siguiente estado: bhâvanâ-mayâ paññâ, la sabiduría que se desarrolla dentro de uno mismo a través de la experiencia. Ésta es la auténtica sabiduría. La sabiduría recibida y la comprensión intelectual son muy útiles si inspiran y guían para dar el siguiente paso. Sin embargo, sólo la sabiduría experimentada es la que puede liberar, porque ésta es la propia sabiduría, basada en la propia experiencia.
Un ejemplo de los tres tipos de sabiduría: un médico receta una medicina a un enfermo. El hombre va a su casa y, dada la gran fe que tiene en su médico, recita la receta todos los días; esto es suta-mayâ paññâ. No satisfecho, el hombre vuelve a ver al médico y recibe una explicación de la receta, por qué es necesaria y cómo funciona; esto es cintâ-mayâ paññâ. Finalmente, el hombre toma la medicina; sólo entonces la
enfermedad desaparece. El beneficio se logra sólo con el tercer paso, el bhâvanâ-mayâ paññâ.
Esta información es puramente teórica y no es conveniente practicar la Meditación Vipassana por cuenta propia. El aprendizaje de la técnica debe hacerse exclusivamente en un curso con un profesor autorizado. La meditación es un asunto serio y profundo, si la teoría te inspira aprende la técnica en un centro de Meditación Vipassana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.