Nuestra labor consiste en erradicar el sufrimiento erradicando sus causas: ignorancia, deseo y aversión. Para alcanzar esta meta, el Buda descubrió,siguió y enseñó una vía práctica para este fin alcanzable. Llamó a dicha vía El Noble Sendero Óctuple.
En una ocasión, cuando le pidieron que explicara el sendero con palabras sencillas, el Buda dijo:
"Abstenete de todos los actos perjudiciales, realiza los provechosos, purifica tu mente: ésta es la enseñanza de los Iluminados"
Es una exposición muy clara que resulta aceptable para todos, pues todo el mundo sabe que se deben evitar las acciones nocivas y realizar las beneficiosas. Pero, ¿Cómo dar una definición de lo que es beneficioso o nocivo, de lo provechoso o de lo perjudicial? En cuanto intentamos hacerlo, empezamos a basarnos en nuestros criterios, en nuestras creencias tradicionales, en nuestras preferencias y prejuicios; y por tanto, lo que hacemos es dar definiciones estrechas y dogmáticas, aceptables para unos e inaceptables para otros.
La interpretación que nos ofreció el Buda carece de estas limitaciones. Su definición de lo que es provechoso y de lo que es perjudicial, de virtud y pecado es válida universalmente: cualquier acción que perjudique a otros, ue perturbe su paz y su armonía, es una acción pecaminosa, una acción perjudicial; cualquier acción que ayude a otros, que contribuya a su paz y su armonía, es una acción virtuosa, una acción provechosa. Además, la verdadera purificación de la mente se obtiene con la experiencia directa de la propia realidad, y con un trabajo sistemático que elimine los condicionamientos que dan lugar al sufrimiento; y no con la realización de ceremonias religiosas o ejercicios intelectuales.
El Noble Sendero Óctuple se puede dividir en tres secciones en las que hay que adiestrarse: sila, samadhi y pañña. Sila es la práctica ética, la abstención de todas las acciones perjudiciales de cuerpo y palabra. Samadhi es la práctica de la concentración, el desarrollo de la aptitud para dirigir y controlar conscientemente los procesos mentales. Pañña es sabiduría, desarrollo de la purificación mental a través de la comprensión de la naturaleza real de mente y materia.
El valor de la práctica moral
Todo aquel que desee practicar el Dhamma debe comenzar por practicar sila, pues si no se da este primer paso no se puede avanzar. Debemos abstenernos de toda conducta -de palabra y de obra- que dañe a otras personas. Se comprende con toda facilidad que la sociedad necesita ese comportamiento para evitar su desorganización, pero lo cierto es que debemos abstenernos de tales acciones no sólo porque dañan a otros; sino también porque nos dañan a nosotros mismos. Es imposible cometer una acción perjudicial -insultar, matar, robar o violar- sin generar grandes deseos y aversiones. Este momento de deseo y aversión nos proporciona infelicidad ahora, y nos proporcionará más en el futuro. El Buda dijo:
"Ardiendo ahora, ardiendo en el futuro, el mal hacedor sufre doblemente. Feliz ahora, feliz en el futuro, la persona virtuosa se regocija doblemente".
No es necesario esperar hasta después de la muerte para experimentar el cielo y el infierno, lo podemos hacer en esta vida, dentro de nosotros. Cuando cometemos acciones perjudiciales, experimentamos ese fuego del infierno que es el deseo y la aversión. Cuando realizamos acciones provechosas, experimentamos el cielo de la paz interior. Así pues, no sólo en beneficio de los demás, sino también en el propio -para no hacernos daño- tenemos que abstenernos de las palabras y de los actos perjudiciales.
Pero hay otra razón para emprender la práctica de sila: si queremos examinarnos y penetrar en lo más profundo de nuestra realidad, es imprescindible que la mente esté bien calmada y tranquila. Es imposible ver el fondo de un estanque cuando el agua está revuelta. La introspección requiere que la mente esté en calma, libre de agitación; cuando cometemos una acción perjudicial, la mente se inunda de desasosiego; cuando nos abstenemos de cualquier acción perjudicial -corporal o verbal-, es el momento en el que la mente tiene la oportunidad de sosegarse lo suficiente, para que pueda producirse la introspección.
Todavía hay una razón más por la que sila es esencial: aquel que practica el Dhamma trabaja para llegar a la meta final, la extinción de todo sufrimiento. Mientras realiza esta tarea no puede enredarse en acciones que refuercen el mismo hábito mental que está intentando erradicar. Cualquier acción que dañe a otro, forzosamente está causada y va acompañada por el deseo, la aversión y la ignorancia. La comisión de tales acciones es como dar un paso adelante y dos atrás en el camino, frustrando cualquier progreso en dirección a la meta.
Sila, pues, es necesaria para el bien de la sociedad y para el bien de cada uno de sus miembros, no sólo por el bienestar mundano de una persona, sino también por su progreso en el camino del Dhamma.
El campo del adiestramiento en sila está compuesto por tres de los factores del Noble Sendero Óctuple: Recta Palabra, Recta Acción y Recto Sustentamiento.
Recta Palabra
La palabra debe ser pura y provechosa. La pureza se obtiene eliminando la impureza. Comprendamos pues, lo que es la palabra impura y que incluye:
- Decir mentiras, esto es, decir algo más o algo menos que la verdad estricta.
- Criticar y calumniar, es decir, andar con cuentos que conviertan a los amigos en enemigos, hablar a las espaldas de alguien.
- Decir palabras ásperas, groserías que molesten a otros y que no tienen ningún efecto beneficioso.
- El chismorreo ocioso, el parloteo sin sentido que hace perder el tiempo propio y el ajeno. La abstención de toda esta palabra impura hace que sólo queda la Recta Palabra.
Pero no debemos tomarlo sólo como un concepto negativo. El Buda explicó que quien practica la Recta Palabra:
"Dice la verdad y es resuelto en la veracidad, fidedigno, formal, franco con los demás. Reconcilia a los enemistados y estimula a los unidos. Se deleita con la armonía, procura la armonía, se regocija en la armonía y crea armonía con sus palabras. Su verbo es gentil, grato al oído, amable, afectuoso, cortés, afable y agradable a muchos. Habla en el momento oportuno, se ajusta a los hechos, se ajusta a lo que es beneficioso, se ajusta al Dhamma y al Código de Conducta. Sus palabras son dignas de ser recordadas, oportunas, bien razonadas, bien elegidas y constructivas".
Recta acción
La acción también puede ser pura. Igual que hicimos con la palabra, debemos comprender qué es lo que constituye la acción impura para podernos abstener de ella. Dicha acción incluye:
- Matar a cualquier ser viviente.
- Robar.
- Llevar una conducta sexual errónea, por ejemplo, violación o adulterio.
- Tomar intoxicantes que causen la pérdida de los sentidos de manera que no se sepa lo que se dice o lo que se hace.
El abandono de estas cuatro acciones impuras deja tras de sí la Recta Acción, la acción provechosa.
Tampoco este concepto es únicamente negativo. El Buda dijo, al describir a quien practica la Conducta Correcta:
"Prescindiendo del palo y de la espada, tiene cuidado de no dañar a nadie, está lleno de gentileza, busca el bien de todas las criaturas vivas. Libre de temor, él mismo vive como un ser puro".
Los Preceptos
La gente ordinaria que vive la vida mundana puede poner en práctica la Recta Palabra y la Recta Acción practicando los Cinco Preceptos:
- Abstenerse de matar a cualquier criatura.
- Abstenerse de robar.
- Abstenerse de conducta sexual inadecuada.
- Abstenerse de falsa palabra.
- Abstenerse de intoxicantes.
Los Cinco Preceptos son el mínimo indispensable que se necesita para llevar una conducta mora, y deben ser seguidos por todos los que deseen practicar el Dhamma.
Sin embargo, puede suceder que un seglar tenga la oportunidad de dejar temporalmente los asuntos mundanos varias veces en su vida -quizá durante varios días, quizá uno sólo- para purificar la mente, para trabajar en busca de la liberación. Dichos períodos son el momento para practicar el Dhamma seriamente, y por ello, hay que cuidar la conducta con más minuciosidad que en la vida ordinaria. Es muy importante en ese tiempo evitar las acciones que puedan distraer o interferir con el trabajo de la autopurificación.
Es esos períodos se siguen ocho preceptos, además de incluir los cinco preceptos básicos, con una modificación -en vez de abstenerse de conducta sexual inadecuada, se abstiene de toda actividad sexual-, se añade la abstención de comer fuera de horas (es decir, comer después del mediodía), la abstención de todo entretenimiento sensorial y ornamento corporal; y la abstención de dormir en camas lujosas.
El requisito del celibato y los preceptos adicionales estimulan la tranquilidad y atención necesarias en el trabajo de introspección y ayudan a librar a la mente de toda perturbación externa. Sólo es necesario seguir los Ocho Preceptos durante el tiempo dedicado a la práctica intensiva del Dhamma, y, cuando ese período finaliza, el seglar puede volver a adoptar los Cinco Preceptos como norma de su conducta.
Finalmente, los preceptos que siguen los que han decidido adoptar la vida sin hogar de un recluso, de un monje o monja mendicante, son diez. Esos Diez Preceptos, además de incluir los ocho primeros, con el séptimo dividido en dos; añaden un precepto más: abstenerse de aceptar dinero. Los reclusos deben sustentar su vida exclusivamente de la caridad que reciban, para que estén libres a dedicarse de lleno al trabajo de purificar sus mentes, en beneficio propio y de los demás.
Los preceptos, cinco, ocho o diez, no son fórmulas huecas, dictadas por la tradición, literalmente son "pasos para implementar el entrenamiento"; son medios muy prácticos para asegurarse de que las propias palabras y actos no dañen a uno mismo o a alguien más.
Recto Sustentamiento
Toda persona debe tener un medio de subsistencia adecuado. Existen dos criterios en el Recto Sustentamiento; el primero es que no debe haber ninguna necesidad de romper los Cinco Preceptos en el trabajo, puesto que evidentemente, ello perjudicaría a otros. Además de esto, no se puede hacer nada que anime a otras personas a romperlos, ya que esto también causaría daño. Nuestro medio de vida no debe implicar daño a otros seres ni directa ni indirectamente.
Toda forma de sustentarse que exija matar, sean seres humanos o animales, con toda claridad non es un sustentamiento correcto. Pero tampoco es Recto Sustentamiento si la muerte es causada por otro y nosotros nos limitamos a comerciar con las partes del animal sacrificado, su piel, carne, huesos, etc. , porque estamos dependiendo de las acciones incorrectas de los demás. Vender licor o drogas puede ser muy rentable, pero aún en el caso de que uno mismo se abstenga de tomarlos, el acto de venderlos anima a otros a intoxicarse y por lo tanto; a dañarse a sí mismo. Administrar una casa de juegos y apuestas puede ser muy lucrativo, sin embargo, los que van a apostar se dañan a sí mismos. Vender venenos o armamento -armas, munición, bombas, misiles- es un buen negocio, pero daña la paz y la armonía de las multitudes.
Ninguno de estos oficios es Recto Sustentamiento.
Puede que un trabajo determinado no perjudique a nadie en principio, pero si se realiza con esta intención, no es Recto Sustentamiento. El médico que ansía una epidemia o el comerciante que espera una hambruna, no practican el Recto Sustentamiento.
Todo ser humano es un miembro de la sociedad, cumplimos nuestra obligación hacia ella con el trabajo que realizamos, sirviendo a nuestros semejantes de diversas maneras, y a cambio de ello recibimos nuestro salario. Incluso un monje, un recluso, hace u8n trabajo con el que se gana las limosnas que recibe: el trabajo de purificar su mente en su propio bien y en bien de los demás. Pero si comienza a explotarlos engañándolos, realizando proezas mágicas o pretendiendo logros espirituales falsos; en ese caso no está practicando el Recto Sustentamiento.
La práctica de sila es una parte integral del camino del Dhamma, y sin ella, no puede haber progreso porque la mente estará demasiado agitada para poder investigar la realidad interna. Hay quienes predican que el desarrollo espiritual es posible sin sila; esta gente, hagan lo que hagan, no siguen la enseñanza del Buda. Es posible experimentar diversos estados de éxtasis sin practicar sila, pero es un error contemplarlos como logros espirituales. Con toda certeza sin sila, uno no podrá jamas liberar la mente del sufrimiento y experimentar la verdad última.
Del libro "El arte de vivir" de William Hart
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