4 ago 2017

Kaivalya Upanishad





AUM

Que los  diferentes miembros de mi cuerpo
—mi voz, mi nariz, mis ojos, mis oídos, mi fortaleza
y también los demás órganos de los sentidos—
sean nutridos y adquieran inteligencia.


Todos los Upanishads son manifestaciones del mismo Brahman.
¡Que nunca niegue al Brahman
y que el Brahman nunca reniegue de mí!


¡Que el dharma descrito en los Upanishads me pertenezca a mí, devoto de Brahman!

AUM
Paz, paz, paz.

***


El sabio Asvalayan se acercó al Señor Parameshwar, el creador Brahma, y le dijo:

"¡Oh bendito! Enséñame el brahmavidya, la más excelsa ciencia de la realidad,
el sendero hollado siempre por las gentes de bien, siempre oculto para el hombre.
Debido a él, los sabios, desembarazándose de todos sus pecados pasados,
alcanzaron el Purusha supremo, el Yo-búdico".
El gran señor Pitama, Brahma, le dijo:
"Conócelo mediante la fe, la devoción, la meditación y el yoga".
Ni mediante el trabajo, ni por estirpe, ni mediante riquezas,
sino solamente mediante la renunciación, se alcanza la inmortalidad.
Excediendo el mismísimo cielo, la Verdad última mora, radiante, en la cueva del corazón, y el sincero buscador la alcanza.
Aquellos que han purificado su mente mediante la práctica del sanyas y del yoga, aquellos que han comprendido el significado exacto de la ciencia espiritual contenida en el Vedanta de los Upanishads,
esos, por fin, son capaces de alcanzar el bramaloka, el mundo de Brahma.
Y, liberándose de todo, se esfuerzan por alcanzar la inmortalidad.

En un espacio lejos de cualquier molestia, descansando en una cómoda postura, limpia y pura, con el cuello, cabeza y cuerpo alineados y en posición erecta; con una actitud mental de sanyas, habiendo controlado los sentidos, saludando al propio maestro, al gurú, con devoción,
meditan en el loto del corazón —el principio de devoción, inmaculado, puro, sin pesar, limpio y transparente.
De esta manera, mediante la meditación, alcanzan la realidad última,
la inimaginable e inmanifestada,
la primera de las infinitas formas, la siempre auspiciosa, la pacífica, 
la inmortal, origen del creador, sin principio, evolución ni final; 
la única, no-dual, que todo lo permea, la consciencia, la dicha, 
la sin-forma, la maravillosa.



Meditando en el Señor Parameshwar, el señor Supremo, el Todopoderoso, el de los tres ojos, el Siempre-silencioso consorte de la Madre Uma,
el meditador alcanza a Aquél que es el origen de toda manifestación,
 el presenciador de todo, el que trasciende toda ignorancia.
Él es Brahma, Shiva, e Indra.
Es indestructible, supremo y auto-luminoso.
Es Vishnu, es Prana. Es el sol, el fuego. Es la luna.
Es todo lo que ha sido y todo lo que será, lo eterno.
Concoiéndole, uno trasciende el aguijón de la muerte —no hay otra manera de alcanzar la libertad suprema.
Al vivirse uno mismo en todos los seres y experienciar a todos los seres en uno mismo,
se alcanza el Brahma más elevado —no hay otro medio.

Los sabios hacen de su consciencia el arony inferior, la varilla de agitar,
y del AUM, la varilla de agitar superior.
Y con la ayuda de ambos practican la agitación del conocimiento.
En el fuego del conocimiento, nacido de dicha fricción,
incineran todas sus máculas y alcanzan la liberación.

El Yo, engañado por maya, se identifica con el cuerpo y sus ejecuta todos sus actos.
En el estado de vigilia es él, el Yo,
el que encuentra gratificación a través de los diversos objetos de disfrute: mujeres, vino, comida, etc.
En el estado de sueño con sueños, es el mismo ego individualizado el que experimenta placer y dolor en un campo de experiencias creado por su propia maya, la menos aprensiva a la realidad.
Durante el estado de sueño profundo, cuando todo se halla fusionado,
es subyugado por tamas —la inercia— y la experimenta como felicidad.



Bajo el acicate de las acciones realizadas en previas encarnaciones,
el jiva regresa del sueño profundo al sueño con sueños o al estado de vigilia.
El jiva, el alma encarnada, nace de esta manera en las tres ciudades: los cuerpos burdo, sutil y causal, de donde todas las diversidades han brotado.
Cuando esos tres cuerpos se han disuelto por completo,
solamente entonces este alma se libera de maya y alcanza la dicha eterna.
De ésta nace el prana, los órganos, el espacio, el aire, el fuego, el agua y la tierra que todo lo soportan.


Eso que es el brahma supremo, el yo en todo, el anciano sostenedor del universo, más sutil que lo sutil, eterno,
Eso y únicamente Eso eres Tú.
Tú eres únicamente Eso.
Eso que ilumina el mundo de las experiencias
vive en los estados de vigilia, sueño con sueños y sueño profundo.
Aquél que realiza "Brahma y Yo somos uno", se libera de toda esclavitud.


Distinto de todo aquello que constituye
el experimentador —bhokta—, lo experimentado —bhogya— y la propia experiencia —bhoga—,
en los estados de vigilia, sueño con sueños y sueño profundo,
Yo soy el que todo lo presencia, el siempre auspicioso, la pura consciencia.
Soy el Brahma no-dual.
En mí y sólo en mí nace todo.
En mí y sólo en mí, existe todo.
En mí y sólo en mí, se disuelve todo.


Soy más pequeño que lo menor; también soy lo más inmenso.
Soy el cosmos maravilloso.
Soy el antiguo, el purusha, la base de todo.
Soy hiranyamaya, el efulgente, el siempre eterno.


Soy la incomprensible shakti, la energía.
No tengo manos ni pies.
Puedo ver sin ojos, oír sin oídos, saber sin intelecto alguno.
vacío de toda forma, lo sé todo, pero no hay nadie que me conozca a mí.
Soy la siempre pura consciencia.


Yo y sólo yo, soy el tema de los diferentes Vedas.
Soy el revelador de los Upanishads, del Vedanta y los Vedas.
Sólo Yo soy el verdadero conocedor.
para mí no hay ni virtud —punya—, ni pecado —papa.
No sufro destrucción alguna, ni he tenido nacimiento, ni tengo cuerpo, ni sentidos, ni mente.
Yo solo, soy el tema de los distintos Vedas.
Soy el revelador de los Upanishads, del Vedanta y los Vedas.
Sólo Yo soy el verdadero conocedor.


Para mí ni hay tierra, ni agua, ni fuego, ni aire, ni éter —akasha.
De esta manera, realizando la naturaleza de Paramatma, el Yo supremo, el que mora en la cavidad del corazón,
el que no tiene forma, el que excede toda comparación, advidya —el testigo de todo—, más allá de toda existencia o no existencia, uno alcanza el Yo supremo.


Así termina el Kailvalya Upanishad.
AUM
Paz, paz, paz.

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