El cuerpo energético (prana)
Todo el mundo desea más energía vital. Si la energía pudiera empaquetarse y venderse en una tienda, sería el negocio más redondo de la historia. Sólo pensar en energía excita y energiza a las personas. Todos quieren saber dónde conseguirla. Pues desde luego ni en paquetes ni en tiendas porque, primero, "está en todas partes y, segundo, es gratis.
A Diós le damos muchos nombres, aunque es Uno. Lo mísmo sucede con la energía. Hay energía nuclear, energía eléctrica, energía muscular y energía mental. Todas ellas son energía vital o energía de vida, que en sánscrito se llama energía pránica, o simplemente prana. Al prana se le llama chi en China y ki en Japón. Hay quien sugiere que el concepto occidental más cercano a prana es el Espíritu Santo del Cristianismo, un poder sacro tanto inmanente como trascendente. Prana también suele llamarse viento y aire vital. La Biblia empieza con su descripción de la Creación con la frase: «El aliento de Dios se movía sobre las aguas»: Prana es el aliento de Dios. Prana es la energía que permea el universo a todos los niveles. Es energía física, mental, intelectual, sexual, espiritual y cósmica.
Todas las energías vibrantes son prana. Todas las energías físicas como calor, luz, gravedad, magnetismo y electricidad también son prana. Es la energía oculta y potencial que hay en todos los seres, que se libera por completo como respuesta a cualquier amenaza contra la propia supervivencia. Es el motor primero de toda actividad. Es energía que crea, protege y destruye. Los hinduistas suelen decir que Dios es generador, organizador y destructor. La inspiración es el poder generador, la retención es el poder organizador y la espiración, si la energía está viciada, es el poder destructor. Eso es prana en acción. Vigor, potencia, vitalidad, vida y espíritu son todas formas de prana.
Prana suele traducirse como respiración o hálito, pero sólo es una de sus manifestaciones. Según las Upanishads, es el principio de vida y consciencia. Se equipara con el Alma (Atman). Es el aliento vital de todos los seres del universo. Nacen de él y viven de él, y cuando mueren su hálito individual se disuelve en el hálito cósmico. Es la característica más esencial, real y presente en todos los momentos de nuestras vidas y no obstante sigue siendo la más misteriosa. La tarea del yoga, y especialmente del pranayama, es penetrar en el corazón de este misterio.
Prana, en la forma de respiración, es el punto de partida. El sufijo ayama significa estiramiento, extensión, expansión, longitud, anchura, regulación, prolongación, restricción y control. Por lo tanto, en su forma más simple, pranayama significa la prolongación y restricción de la respiración. Como prana es energía y fuerza vital, pranayama significa la extensión y expansión de toda nuestra energía vital. Debe quedarte claro que no puedes aumentar así como así el volumen de algo tan volátil y explosivo como la energía pura sin tornar medidas para contenerla, aprovecharla y dirigirla. Si de repente te diese por triplicar la potencia de la corriente eléctrica que llega a tu casa, no pensarías que la tetera herviría en una tercera parte del tiempo normal o que tus bombillas darían el triple de luz; sabes que lo que sucedería inmediatamente es que se quemarían todos los circuitos y te quedarías sin nada. ¿Por qué iba a ser diferente nuestro cuerpo? Por eso Patañjali dijo claramente que entre la práctica de asana y pranayama hay un peldaño. Ha de crearse, gracias a la habilidad en asana, la potencia y estabilidad en el circuito corporal para que éste pueda soportar el aumento de la corriente que supone la práctica de pranayama.
Son muchos los que han venido a verme a lo largo de los años acongojados por las desgracias que les han sobrevenido al no respetar esta precaución elemental. A menudo lo que les ocurría es que ignoraban la necesidad de levantar una base sólida y se apuntaron a diversos cursos con la esperanza de dar un salto a una espiritualidad cómoda. Su debilidad corporal y mental les traicionó y agravó sus problemas. El propio Patañjali advirtió de que si la base no es firmé se padecerá pesar, desesperación, inestabilidad corporal y respiración irregular. La depresión mental y los temblores que la acompañan son un asunto muy grave. Son extremos, y en su tercer sutra sobre asana, Patañjali dice concretamente que la práctica de asana nos protegerá de los peligros y vicisitudes de los extremos. Llamó extremos a las dualidades. En este contexto significa que hemos de contar con la suficiente fortaleza corporal y mental como para controlarnos a nosotros mismos con sensatez. Comer desaforadamente un día y ayunar al siguiente no es sensato. Si una palabra descortés oída en la oficina te inunda de amargura, de cólera o de resentimiento, entonces tampoco es sensatez. Si todavía oscilamos entre extremos, tanto de conducta como emocionales y mentales, es que no estamos listos para pranayama. Si contamos con una fuerza razonable en cuerpo y nervios, y estabilidad emocional y mental, entonces lo estamos.
Para el Viaje Interior necesitaremos muchísima energía, y una energía muy sutil, de gran calidad. Esta exploración, ocupación e iluminación sin fin requiere la energía especial de prana. Prana es especial porque conlleva percepción consciente. Es vehículo de consciencia. Si quieres enviar tu consciencia a la célula más lejana del dedo gordo de tu pie, prana la llevará hasta allí. Cuando se cuenta con un flujo suficiente de prana se puede difundir interiormente la consciencia por todas partes. Para conseguirlo es necesario generar mucho prana. Para generar prana hay que cultivar la extensión, la expansión, el control y la restricción de la respiración normal. Igual que en el anterior capítulo utilizamos estos términos para nuestra práctica sobre la envoltura anatómica y más externa del ser, annamaya kosa, ahora los utilizamos para la segunda envoltura, el cuerpo fisiológico u orgánico, pranamaya kosa. Tras fortalecer nuestra naturaleza conocida mediante asana, ahora añadimos una segunda cuerda a nuestro arco con el cultivo de la respiración. Al hacerlo generamos más
energía. Con más energía podremos explorar y penetrar más en el interior.
Tanto si hablamos de la envoltura más externa como si lo hacemos de ésta, más interior, siempre utilizamos la luz de la percepción consciente. Prana siempre está presente a la hora de llevar esa luz de la percepción consciente, sólo que ahora la generamos y dirigimos conscientemente. En la filosofía yóguica se considera que tanto la energía (prana)- como la consciencia (chitta) evolucionan directamente de la inteligencia cósmica (mahat). Mahat es la inteligencia universal de la naturaleza. Las piedras cuentan con inteligencia universal. Todas las hojas la tienen. Todas las células de todas las criaturas la tienen. Es omnipresente e infinita. El genio de la inteligencia de la naturaleza es la autoexpresión. Por eso la naturaleza es infinitamente variada, infinitamente inventiva. Prana es nuestro vínculo con esta inteligencia infinita. Es una pena que tengamos ese acceso disponible y que ignoremos su uso y su desarrollo. Somos como alguien con una vasta fortuna guardada en una cuenta bancaria y que olvidase el número, y tuviera que arrastrarse en la miseria. Vivimos en el interior de nuestra consciencia individual con su limitada inteligencia, sintiéndonos a menudo solos e insignificantes, cuando existe un conducto que da acceso directo a la consciencia e inteligencia cósmicas. Prana fluye a través de ese conducto, uniendo a todos los individuos entre si y con el principio original de la naturaleza. El pranayama tiene por objeto restaurar ese conducto para que la inteligencia que transporta la energía del macrocosmos pueda iluminar nuestro microcosmos.
No inicié la práctica de pranayama hasta 1944, cuando ya llevaba varios años enseñando yogasana. Podéis consolaros con el hecho de que, por muy pobre que sea vuestro pranayama, no puede ser peor que el mío durante los primeros años. Me levantaba sobre las cuatro de la madrugada y tornaba café con mi esposa. A menudo solía volverme a la cama de inmediato. Si no lo hacía, al cabo de tres o cuatro minutos empezaba a jadear y debía detener la práctica. Mi capacidad pulmonar seguía atrofiada a causa de la tuberculosis de mi infancia, y además me había esforzado demasiado con los estiramientos hacia atrás. Aunque conseguí flexibilidad, carecía de resistencia. De algún modo me las arregle para perseverar, pero mi pecho estaba tenso, y los músculos doloridos. Ni siquiera apoyando la espalda contra la pared dejaba mi respiración de ser pesada y trabajosa. Poco a poco me fui dando cuenta de que aunque los estiramientos hacia atrás refuerzan los músculos internos de la columna vertebral, los estiramientos hacia delante desarrollan sus músculos externos. Así que empecé a hacer estiramientos hacia delante, dándome la oportunidad de aumentar la resistencia. El dolor era intenso, como si me diesen martillazos en la espalda, y las molestias persistían durante horas. También me concentré en las torsiones, para fortalecer los músculos laterales. Todo resultaba muy frustrante, y aunque evité la depresión que puede resultar de la práctica, me encontraba muy agitado. No se puede practicar pranayama con la mente agitada. A veces solía sentirme fresco, mientras que en otras ocasiones estaba malhumorado y tenso, ya que no sabía cómo relajar el cerebro al inspirar ni entendía el arte de la sujeción necesaria durante el proceso de la espiración. Dicha sujeción es la habilidad de mantener la postura en pranayama de manera que permita la flexibilidad interior y evite perturbar la postura a causa del movimiento del aire. Por fortuna, contaba con el coraje y la determinación suficientes para no darme por vencido ante los fracasos repetidos.
En principio mi guru me había dicho categóricamente que yo estaba incapacitado para hacer pranayama. Antaño, el conocimiento espiritual se consideraba un tema esotérico y sus maestros lo protegían celosamente. Se mostraban rudos en sus maneras y no creían que sus alumnos fuesen realmente
dignos de ello. Antes no se hablaba con los discípulos de manera tan franca y abierta como hacemos en la actualidad. Incluso Ramana Maharishi guardó su filosofía para un pequeño circulo de eruditos altamente cualificados. Podriamos decir que la India de aquellos tiempos estaba inmersa en una lucha en pos de la democracia política, pero os aseguro que la democracia espiritual no existía. Como se me considera un maestro autoritario y severo, la gente no se da cuenta de que en realidad me he apartado y reaccionado en contra del duro y reservado régimen en el que me educaron. Estoy abierto respecto a todo lo que he aprendido, y mi severidad tiene que ver con una pasión por la precisión, para que mis estudiantes no padezcan los mismos errores y dificultades que yo tuve que soportar.
Finalmente mi guru se ablando hasta el punto en que me permitió practicar inspiración profunda, retención y espiración profunda. Pero no me dio instrucción técnica alguna. Por ello tendía a la inestabilidad corporal y a la respiracion irregular y trabajosa sobre la que advierte Patanjali. Como ya he dicho, por fortuna escapé a la desesperacion y zozobra en que puede resultar, pero me sentia inquieto y agitado. Todo el mundo necesita un maestro para practicar pranayama. Yo no tuve ninguno y caí en la brecha entre “saber” y “hacer”. Sabía que tenía que tomar una respiración lenta y profunda, pero no ocurría. No podía hacerlo.
Lo que me mantuvo en el buen camino fue mi practica de asana. Continué adaptando y transformando mi cuerpo para que fuese capaz de practicar pranayama, y al cabo do muchos y largos años acabé dominando su practica. Desde el punto de vista de mi capacidad para enseñar, este proceso de tanteo ha demostrado ser de un valor incalculable, pero no es un método que le recomiende a nadie. Mis primeros fracasos fueron debidos a una falta de guía así como a mi propia debilidad. Por otra parte, vosotros os hallais en situación de poder ir consolidando una buena practica en tan solo dos o tres años, siempre y cuando la continuéis al menos durante diez minutos al día y contéis con un buen profesor. Al igual que me sucedió a mi, a través de la acción y de la observación aprendereis a comprender las energías ascendentes y descendentes de la inteligencia y a obtener el arte de entregar la inteligencia la fuerza de voluntad desde la sede de la cabeza hacia la sede del corazón. Aprendiendo a través de asana cómo estirarse y cómo mantener elástico y vivaz el sistema nervioso, podréis soportar cualquier carga, y por lo tanto el estrés no hará acto de presencia.
El pranayama no es respiración normal ni tampoco es sólo respirar profundamente. Se trata de la técnica para generar energía vital cósmica a través de la fusión de los elementos antagónicos de fuego y agua. El fuego es la cualidad de la mente, y el agua es el elemento que corresponde al cuerpo fisiológico. El agua apaga el fuego, y el fuego evapora el agua, y por ello no pueden juntarse fácilmente. El aire es la interfaz cuyo fluir en los pulmones proporciona la corriente dinámica que fusiona agua y fuego y que produce una corriente energética de prana. Ésta se extiende por el sistema nervioso y la corriente sanguínea y se distribuye por el cuerpo, rejuveneciendo todas las células. El elemento tierra en la forma del cuerpo proporciona el emplazamiento físico para la producción de energía, y el quinto y el más sutil de los elementos, el espacio o éter, ofrece el espacio requerido para la distribución de la energía. La necesidad de un espacio armonioso y simétrico explica la importancia de la columna vertebral y su musculatura de apoyo, pues la columna vertebral es el pilar central del sistema nervioso. Elevando y separando las treinta y tres articulaciones de la columna vertebral, y abriendo las costillas desde la columna como las zarpas de un tigre, profundizamos y prolongamos la respiración.
La analogía de la producción de energía a través de la potencia hidroeléctrica puede ser de ayuda. El agua estancada no puede crear energía, lo cual significa que si no respirais, estáis muertos. Si respiráis normalmente, hay cierto flujo, y producís la energía justa para hacer frente a las necesidades del momento. Pero no hay energía de sobra para invertir en otros proyectos. Sólo mediante las técnicas de pranayama, que regulan, canalizan y (en la retención de la respiración) retienen el flujo a fin de aprovechar y extraer su potencia inherente, podemos producir la energía suficiente para revitalizar todo el sistema. Debemos vivir plenamente antes de morir. Debemos generar suficiente energía para realizar todo nuestro potencial. El viaje hacia nuestro núcleo infinito es arduo. Sólo la energía pránica nos puede llevar hasta allí.
Observar el flujo de la respiración también enseña la estabilidad de la consciencia, que conduce a la concentración. No hay método mejor. El poder de concentración te permite invertir tu nueva energía de manera juiciosa. En el contexto yóguico, la aplicación más elevada de esta concentración y poder de visión radica en la meditación. Aprendiendo a apreciar la respiración, aprendemos a apreciar la propia vida. El don de la respiración es el regalo de la vida. Cuando recibimos un regalo sentimos gratitud. A través del pranayama aprendemos a sentir gratitud por la vida y gratitud hacia la desconocida y divina fuente de vida. Observemos mas de cerca los movimientos de la respiración, sus implicaciones y efectos.
Las técnicas respiratorias yóguicas son de origen y efectos meditativos. Básicamente consisten en cuatro partes: inspiración (puraka), retención de la respiración tras la inspiración (antara kumbhaka), espiración (rechaka) y retención tras la espiración (bahya kumbhaka). La inspiración debe ser larga, sutil, profunda, rítmica y regular. Los ingredientes energizantes de la atmósfera se difunden por las células de los pulmones y rejuvenecen la vida. Al retener la inspiración , la energía es totalmente absorbida y distribuida por todo el sistema a través de la circulación de la sangre. La descarga lenta de aire en la espiración expulsa las toxinas acumuladas. Realizando una pausa tras la espiración -según la propia capacidad- se purgan y evacúan todas las tensiones. La mente permanece silente y tranquila. Si se prolonga en demasía la pausa sentirás una súbita sacudida de pánico y aspirarás aire con avaricia. Se trata de nuestro apego instintivo por la vida manifestándose por sí mismo. La inspiración es la extensión y expansión del Sí-mismo (Purusa). Con la ayuda de la inspiración, el Sí-mismo abraza sus envolturas hasta la piel del cuerpo, como un amante abrazaría a su amada. La retención tras la inspiración es la unión del amante con la amada. En la espiración, el Sí-mismo —a través del aire espirado- se lleva
a la amada a su hogar, donde, a su vez, esta abraza al amante, el Sí-mismo. La retención tras la espiración es la amada uniéndose con el amante en una entrega total al supremo. Por eso el pranayama es algo más que un ejercicio fisiológico respiratorio. Como la respiración es vida, el arte respiratorio juicioso, atento y desprendido es una oración de gratitud que ofrecernos a la vida.
Cuando dedicamos nuestra atención al movimiento interior de la respiración es imposible utilizar al mismo tiempo los sentidos externamente. Tampoco puedes pensar que tienes que pasar por el supermercado de camino a casa cuando salgas de trabajar. El pranayama es el principio del repliegue o retraimiento de la mente y los sentidos respecto a los fenómenos externos. Por eso proporciona sosiego. Es la bisagra entre extraversión e introversión. Cuando se empieza con la práctica de asana se va obteniendo cada vez más confianza, equilibrio, seguridad en uno mismo y la luminosidad de la salud. Después de todo, la energía es una cualidad atractiva por sí misma. No dejes de disfrutar de esos beneficios en tu contacto con el mundo. Pero el yoga también nos pide que invirtamos interiormente algo de lo obtenido. Se trata de introversión en su sentido positivo, no de un evitar o apartarse del mundo sintiéndose incapacitado, sino por un deseo de explorar el mundo interior. La respiración, que opera en la envoltura del cuerpo fisiológico, sirve como puente entre el cuerpo y la mente.
No puedes mirarte la mente con los ojos. En asana los ojos deben estar activos para ajustar el asana, pero en la respiración los oídos son importantes para escuchar el sonido de la vibración mental y ajustar su armonía. También la mente es una vibración en el espacio. El sonido de la vibración de la mente sólo puede ser percibido por los oídos. Se trata de la penetración de la introspección. No nos acerca a la ruidosa capacidad pensante del cerebro, sino que, por el contrario, se pacifica el órgano cerebral. Nos acerca a la facultad intuitiva de la mente. No puede forzarse nada relativo a pranayama. Por eso enseña humildad. Para ello hay que invitar, engatusar a prana, y a su compañera natural, la percepción consciente intuitiva más elevada (prajña). Llegarán cuando las circunstancias sean favorables. Aquí es útil la metáfora sobre atrapar un caballo. No se puede atrapar a un caballo en un prado corriendo tras el. Hay que mantenerse quieto, de pie, y ofrecerle una manzana, y entonces el caballo se acercará.
En cierto sentido, en pranayama se hace necesario el poder de la voluntad. Es la voluntad de la práctica, la voluntad de conquistar su monotonía. Intrínsecamente resulta fascinante, pero ofrece menos variedad que asana y, como acabo de decir, es una práctica introvertida. Por muy ardoroso que seas, como fui y soy yo mismo, no intentes retener la respiración mediante la fuerza de voluntad. En el momento en que el cerebro se tensa, en que se endurecen los oídos internos y los ojos se sienten pesados o irritados, es que se está forzando más allá de la propia capacidad. Sé consciente de la piel del tronco que se mueve hacia el cuerpo interior. Si conoces la extensión y expansión del cuerpo, conocerás la extensión y expansión de la mente. Si los nervios del cuerpo están sobrecargados, el cerebro se contrae. La sensibilidad, la sujeción y el estiramiento de la piel deben ser como un niño disciplinado, que es atrevido y cauteloso a la vez. Permite que la respiración y la inteligencia se muevan simultáneamente. Si la inteligencia lo hace antes es que estás forzando.
Físicamente, los movimientos de pranayama implican una ascensión vertical, una expansión horizontal y una extensión circunferencial de la caja torácica, la pared torácica y los pulmones. Si durante la inspiración la piel por encima del centro del estemón puede moverse verticalmente arriba y abajo, y puede expandirse de lado a lado circunferencialmente, estará demostrando que los pulmones se están llenando al máximo de su capacidad.
Nuestro movimiento respiratorio normal no es rítmico. Cada inspiración voluntaria es una acción estresante, y cada expiración es desestresante. La inspiración normal involunria no se realiza con los pulmones, sino con el cerebro, así como con todo el cuerpo. Es fácil darse cuenta de que una inspiración normal provoca movimiento en todo el cuerpo. Los músculos se hinchan, y mientras se espira puede sentirse claramente la compresión de dichos músculos. En otras palabras, durante la respiración normal, todo el cuerpo inspira y todo el cuerpo espira. En la respiración yóguica el cerebro y las extremidades corporales permanecen pasivos, y sólo están activados los pulmones. El papel del tórax, diafragma, costillas, músculos intercostales, abdomen y pulmones es por lo tanto distinto ya que la respiración se recibe pero no se aspira. Como es la envoltura fisiológica y orgánica la que vincula e integra cuerpo y mente, necesita cultivarse con el suministro sanguíneo y energético adecuado. Para conseguirlo, se utiliza totalmente el sistema respiratorio , pero sin forzar el sistema nervioso.
En la inspiración normal el cerebro no sólo atrae la energía, sino también la sangre. En la espiración la libera. Este tipo de respiración no es más que el bombeo de sangre del cerebro. La propia palabra, inspiración, significa tanto inspirar aire como tener una sensación en forma de idea, y expresa la manera como se carga el cerebro durante la inspiración. Pero este tipo de inspiración crea estrés en el cerebro, ya que sus células se inflan y desinflan continuamente. Así que en lugar de energizarse, cuerpo y cerebro disipan la energía disponible. El pranayama empieza observando los movimientos de la respiración normal, sosegándolos y suavizándolos de manera que no exista carga sobre las células cerebrales. Para conseguirlo es necesario aprender a soltar el diafragma. El diafragma es el vínculo entre las envolturas fisiológica y mental, y en consecuencia se tensa cuando registra estrés y tensiones de la vida cotidiana.
Debes sumergirte en las inspiraciones y espiraciones y en la naturalidad de la retención sin causar ningún estrés en las células cerebrales, ni perturbaciones ni tirones innecesarios en los órganos vitales y los nervios. Después de todo, nuestros nervios son semiconductores líquidos y no reaccionan bien frente a las fluctuaciones incontroladas de corriente, de modo parecido a corno sucedería con un ordenador. Has de domesticar tu respiración a fin de domesticar el cerebro. Vivir momento a momento absorto en el fluir ininterrumpido del movimiento circular de la inspiración y de la espiración. Su flujo debería ser como el de un río grande y majestuoso; cuyos movimientos no son visibles.
Si la mente predomina durante la inspiración, se estará practicando pranayama egotista. Si la mente desciende, y es el corazón el que predomina, entonces estás haciendo un pranayama auténtico y humilde. Sabiendo cómo distribuir el prana se puede conseguir la unión de las energías del individuo y el universo. La inspiración abarca todo el cuerpo, expandiéndose desde el centro a la periferia. Durante la espiración la marea baja, retirándose hacia el centro. La inspiración es un movimiento hacia la consciencia periférica; la espiración se acerca al núcleo dela consciencia.
Hemos visto que de igual modo que las hojas se mueven con el viento, tu mente se mueve con tu respiración. Cuando se regula y pacifica la respiración, tiene lugar un efecto neutralizador en la mente. Y cuando se retiene la respiración, estás reteniendo el alma. Reteniendo toda la inspiración mantienes el infinito divino en tu interior. En ese momento alcanzas todo el potencial de tu individualidad, pero se trata de una individualidad divina y no de la criatura pequeña y e goísta con la que normalmente te identificas. Espirando ofreces con generosidad tu sí-mismo individual al mundo universal. Espirar y expirar son palabras gemelas. Lo que expira o muere es la conocida sensación de “yo”, que se aferra apasionadamente a su propia identidad y existencia. En la retención tras la espiración, experimentas la vida tras la muerte. Se hace frente y conquista el peor de los miedos del ego. Se corre el velo de ilusión que envuelve el “mi”.
La inspiración llena de vida todo el cuerpo. La espiración entrega esa vida a la fuente de vida, al Dador de la Vida. El cuerpo se mueve hacia el núcleo del ser, como un cachorro acurrucándose contra su madre, seguro y confiado. Si la retención causa tensión o dolor en la cabeza es que estás sujetando desde el cerebro, no desde los pulmones. Eso es una sujeción egotista. La clave de la retención es la naturalidad. La naturaleza es energía, y nos suministra todo lo necesario. El ego es finito; la energía de la naturaleza es infinita. Al negar la naturaleza estamós negando nuestra propia energía. Permite que ese océano de energía estimule los pulmones y deja que purifique el cuerpo y refine la consciencia.
A causa de las posibilidades que existen en la relación entre prana y chitta (consciencia), el gran yogui Svatmarama concluye -en el Hatha yoga Pradipika- que la respiración es la clave de la emancipación final. Además, la respiración desarrolla el inmenso poder necesario para que el practicante pueda hacer frente a la luz infinita cuando descienda la gracia. Replegando la mente de los sentidos de percepción y órganos de acción, la retención de la respiración lleva a la consciencia a descansar en el regazo del alma. La retención tras la inspiración es la consumación del potencial individual hacia la divinidad. Esta “copa llena” se eleva para fundirse con la energía universa. La espiración y retención vacían la copa de potencial personal hacia la divinidad en un acto de entrega ala fuerza
cósmica. Este noble acto de autorrenuncia funde totalmente la identidad del yogui con su origen divino. En este sentido, para mí, pranayama actúa como bhakti marga, el gran sendero yóguico de la devoción, el amor y la entrega de sí mismo. La historia nos muestra que han existido algunos individuos que han podido dar este salto a un estado de no-ego mediante un acto de autoentrega incomparable. No obstante, estoy convencido de que en un contexto moderno, cuando la sociedad anima desde la infancia el desarrollo de una personalidad egoica, una transición así resulta imposible sin un largo y- arduo aprendizaje mediante la oración viva del pranayama.
En el Hatha yoga Pradipika se dice que a los sentidos los gobierna la mente, que la mente es gobernada por la respiración y que la respiración lo está por los nervios. Nuestros sentidos informan a la mente y nos proporcionan información acerca del mundo que nos rodea, pero los sentidos también pueden controlar la mente y a nosotros si no tenemos cuidado. El yogui aprende a utilizar la mente para gobernar sus sentidos , y utiliza la respiración para gobernar la mente. No obstante, la mente y la respiración no siempre permanecen en calma y bajo control. En realidad, se agitan a menudo cuando experimentamos las tensiones y el estrés de la vida. Es precisamente ese estrés el que nos acorta la respiración, ya que se nos constriñe el abdomen a causa de la ansiedad. Este estrés detiene la respiración y nos vacía de energía vital.
Son muchos los que han venido a verme a lo largo de los años acongojados por las desgracias que les han sobrevenido al no respetar esta precaución elemental. A menudo lo que les ocurría es que ignoraban la necesidad de levantar una base sólida y se apuntaron a diversos cursos con la esperanza de dar un salto a una espiritualidad cómoda. Su debilidad corporal y mental les traicionó y agravó sus problemas. El propio Patañjali advirtió de que si la base no es firmé se padecerá pesar, desesperación, inestabilidad corporal y respiración irregular. La depresión mental y los temblores que la acompañan son un asunto muy grave. Son extremos, y en su tercer sutra sobre asana, Patañjali dice concretamente que la práctica de asana nos protegerá de los peligros y vicisitudes de los extremos. Llamó extremos a las dualidades. En este contexto significa que hemos de contar con la suficiente fortaleza corporal y mental como para controlarnos a nosotros mismos con sensatez. Comer desaforadamente un día y ayunar al siguiente no es sensato. Si una palabra descortés oída en la oficina te inunda de amargura, de cólera o de resentimiento, entonces tampoco es sensatez. Si todavía oscilamos entre extremos, tanto de conducta como emocionales y mentales, es que no estamos listos para pranayama. Si contamos con una fuerza razonable en cuerpo y nervios, y estabilidad emocional y mental, entonces lo estamos.
Para el Viaje Interior necesitaremos muchísima energía, y una energía muy sutil, de gran calidad. Esta exploración, ocupación e iluminación sin fin requiere la energía especial de prana. Prana es especial porque conlleva percepción consciente. Es vehículo de consciencia. Si quieres enviar tu consciencia a la célula más lejana del dedo gordo de tu pie, prana la llevará hasta allí. Cuando se cuenta con un flujo suficiente de prana se puede difundir interiormente la consciencia por todas partes. Para conseguirlo es necesario generar mucho prana. Para generar prana hay que cultivar la extensión, la expansión, el control y la restricción de la respiración normal. Igual que en el anterior capítulo utilizamos estos términos para nuestra práctica sobre la envoltura anatómica y más externa del ser, annamaya kosa, ahora los utilizamos para la segunda envoltura, el cuerpo fisiológico u orgánico, pranamaya kosa. Tras fortalecer nuestra naturaleza conocida mediante asana, ahora añadimos una segunda cuerda a nuestro arco con el cultivo de la respiración. Al hacerlo generamos más
energía. Con más energía podremos explorar y penetrar más en el interior.
Tanto si hablamos de la envoltura más externa como si lo hacemos de ésta, más interior, siempre utilizamos la luz de la percepción consciente. Prana siempre está presente a la hora de llevar esa luz de la percepción consciente, sólo que ahora la generamos y dirigimos conscientemente. En la filosofía yóguica se considera que tanto la energía (prana)- como la consciencia (chitta) evolucionan directamente de la inteligencia cósmica (mahat). Mahat es la inteligencia universal de la naturaleza. Las piedras cuentan con inteligencia universal. Todas las hojas la tienen. Todas las células de todas las criaturas la tienen. Es omnipresente e infinita. El genio de la inteligencia de la naturaleza es la autoexpresión. Por eso la naturaleza es infinitamente variada, infinitamente inventiva. Prana es nuestro vínculo con esta inteligencia infinita. Es una pena que tengamos ese acceso disponible y que ignoremos su uso y su desarrollo. Somos como alguien con una vasta fortuna guardada en una cuenta bancaria y que olvidase el número, y tuviera que arrastrarse en la miseria. Vivimos en el interior de nuestra consciencia individual con su limitada inteligencia, sintiéndonos a menudo solos e insignificantes, cuando existe un conducto que da acceso directo a la consciencia e inteligencia cósmicas. Prana fluye a través de ese conducto, uniendo a todos los individuos entre si y con el principio original de la naturaleza. El pranayama tiene por objeto restaurar ese conducto para que la inteligencia que transporta la energía del macrocosmos pueda iluminar nuestro microcosmos.
Respiración y pranayama
No inicié la práctica de pranayama hasta 1944, cuando ya llevaba varios años enseñando yogasana. Podéis consolaros con el hecho de que, por muy pobre que sea vuestro pranayama, no puede ser peor que el mío durante los primeros años. Me levantaba sobre las cuatro de la madrugada y tornaba café con mi esposa. A menudo solía volverme a la cama de inmediato. Si no lo hacía, al cabo de tres o cuatro minutos empezaba a jadear y debía detener la práctica. Mi capacidad pulmonar seguía atrofiada a causa de la tuberculosis de mi infancia, y además me había esforzado demasiado con los estiramientos hacia atrás. Aunque conseguí flexibilidad, carecía de resistencia. De algún modo me las arregle para perseverar, pero mi pecho estaba tenso, y los músculos doloridos. Ni siquiera apoyando la espalda contra la pared dejaba mi respiración de ser pesada y trabajosa. Poco a poco me fui dando cuenta de que aunque los estiramientos hacia atrás refuerzan los músculos internos de la columna vertebral, los estiramientos hacia delante desarrollan sus músculos externos. Así que empecé a hacer estiramientos hacia delante, dándome la oportunidad de aumentar la resistencia. El dolor era intenso, como si me diesen martillazos en la espalda, y las molestias persistían durante horas. También me concentré en las torsiones, para fortalecer los músculos laterales. Todo resultaba muy frustrante, y aunque evité la depresión que puede resultar de la práctica, me encontraba muy agitado. No se puede practicar pranayama con la mente agitada. A veces solía sentirme fresco, mientras que en otras ocasiones estaba malhumorado y tenso, ya que no sabía cómo relajar el cerebro al inspirar ni entendía el arte de la sujeción necesaria durante el proceso de la espiración. Dicha sujeción es la habilidad de mantener la postura en pranayama de manera que permita la flexibilidad interior y evite perturbar la postura a causa del movimiento del aire. Por fortuna, contaba con el coraje y la determinación suficientes para no darme por vencido ante los fracasos repetidos.
En principio mi guru me había dicho categóricamente que yo estaba incapacitado para hacer pranayama. Antaño, el conocimiento espiritual se consideraba un tema esotérico y sus maestros lo protegían celosamente. Se mostraban rudos en sus maneras y no creían que sus alumnos fuesen realmente
dignos de ello. Antes no se hablaba con los discípulos de manera tan franca y abierta como hacemos en la actualidad. Incluso Ramana Maharishi guardó su filosofía para un pequeño circulo de eruditos altamente cualificados. Podriamos decir que la India de aquellos tiempos estaba inmersa en una lucha en pos de la democracia política, pero os aseguro que la democracia espiritual no existía. Como se me considera un maestro autoritario y severo, la gente no se da cuenta de que en realidad me he apartado y reaccionado en contra del duro y reservado régimen en el que me educaron. Estoy abierto respecto a todo lo que he aprendido, y mi severidad tiene que ver con una pasión por la precisión, para que mis estudiantes no padezcan los mismos errores y dificultades que yo tuve que soportar.
Finalmente mi guru se ablando hasta el punto en que me permitió practicar inspiración profunda, retención y espiración profunda. Pero no me dio instrucción técnica alguna. Por ello tendía a la inestabilidad corporal y a la respiracion irregular y trabajosa sobre la que advierte Patanjali. Como ya he dicho, por fortuna escapé a la desesperacion y zozobra en que puede resultar, pero me sentia inquieto y agitado. Todo el mundo necesita un maestro para practicar pranayama. Yo no tuve ninguno y caí en la brecha entre “saber” y “hacer”. Sabía que tenía que tomar una respiración lenta y profunda, pero no ocurría. No podía hacerlo.
Lo que me mantuvo en el buen camino fue mi practica de asana. Continué adaptando y transformando mi cuerpo para que fuese capaz de practicar pranayama, y al cabo do muchos y largos años acabé dominando su practica. Desde el punto de vista de mi capacidad para enseñar, este proceso de tanteo ha demostrado ser de un valor incalculable, pero no es un método que le recomiende a nadie. Mis primeros fracasos fueron debidos a una falta de guía así como a mi propia debilidad. Por otra parte, vosotros os hallais en situación de poder ir consolidando una buena practica en tan solo dos o tres años, siempre y cuando la continuéis al menos durante diez minutos al día y contéis con un buen profesor. Al igual que me sucedió a mi, a través de la acción y de la observación aprendereis a comprender las energías ascendentes y descendentes de la inteligencia y a obtener el arte de entregar la inteligencia la fuerza de voluntad desde la sede de la cabeza hacia la sede del corazón. Aprendiendo a través de asana cómo estirarse y cómo mantener elástico y vivaz el sistema nervioso, podréis soportar cualquier carga, y por lo tanto el estrés no hará acto de presencia.
El pranayama no es respiración normal ni tampoco es sólo respirar profundamente. Se trata de la técnica para generar energía vital cósmica a través de la fusión de los elementos antagónicos de fuego y agua. El fuego es la cualidad de la mente, y el agua es el elemento que corresponde al cuerpo fisiológico. El agua apaga el fuego, y el fuego evapora el agua, y por ello no pueden juntarse fácilmente. El aire es la interfaz cuyo fluir en los pulmones proporciona la corriente dinámica que fusiona agua y fuego y que produce una corriente energética de prana. Ésta se extiende por el sistema nervioso y la corriente sanguínea y se distribuye por el cuerpo, rejuveneciendo todas las células. El elemento tierra en la forma del cuerpo proporciona el emplazamiento físico para la producción de energía, y el quinto y el más sutil de los elementos, el espacio o éter, ofrece el espacio requerido para la distribución de la energía. La necesidad de un espacio armonioso y simétrico explica la importancia de la columna vertebral y su musculatura de apoyo, pues la columna vertebral es el pilar central del sistema nervioso. Elevando y separando las treinta y tres articulaciones de la columna vertebral, y abriendo las costillas desde la columna como las zarpas de un tigre, profundizamos y prolongamos la respiración.
La analogía de la producción de energía a través de la potencia hidroeléctrica puede ser de ayuda. El agua estancada no puede crear energía, lo cual significa que si no respirais, estáis muertos. Si respiráis normalmente, hay cierto flujo, y producís la energía justa para hacer frente a las necesidades del momento. Pero no hay energía de sobra para invertir en otros proyectos. Sólo mediante las técnicas de pranayama, que regulan, canalizan y (en la retención de la respiración) retienen el flujo a fin de aprovechar y extraer su potencia inherente, podemos producir la energía suficiente para revitalizar todo el sistema. Debemos vivir plenamente antes de morir. Debemos generar suficiente energía para realizar todo nuestro potencial. El viaje hacia nuestro núcleo infinito es arduo. Sólo la energía pránica nos puede llevar hasta allí.
Observar el flujo de la respiración también enseña la estabilidad de la consciencia, que conduce a la concentración. No hay método mejor. El poder de concentración te permite invertir tu nueva energía de manera juiciosa. En el contexto yóguico, la aplicación más elevada de esta concentración y poder de visión radica en la meditación. Aprendiendo a apreciar la respiración, aprendemos a apreciar la propia vida. El don de la respiración es el regalo de la vida. Cuando recibimos un regalo sentimos gratitud. A través del pranayama aprendemos a sentir gratitud por la vida y gratitud hacia la desconocida y divina fuente de vida. Observemos mas de cerca los movimientos de la respiración, sus implicaciones y efectos.
Las técnicas respiratorias yóguicas son de origen y efectos meditativos. Básicamente consisten en cuatro partes: inspiración (puraka), retención de la respiración tras la inspiración (antara kumbhaka), espiración (rechaka) y retención tras la espiración (bahya kumbhaka). La inspiración debe ser larga, sutil, profunda, rítmica y regular. Los ingredientes energizantes de la atmósfera se difunden por las células de los pulmones y rejuvenecen la vida. Al retener la inspiración , la energía es totalmente absorbida y distribuida por todo el sistema a través de la circulación de la sangre. La descarga lenta de aire en la espiración expulsa las toxinas acumuladas. Realizando una pausa tras la espiración -según la propia capacidad- se purgan y evacúan todas las tensiones. La mente permanece silente y tranquila. Si se prolonga en demasía la pausa sentirás una súbita sacudida de pánico y aspirarás aire con avaricia. Se trata de nuestro apego instintivo por la vida manifestándose por sí mismo. La inspiración es la extensión y expansión del Sí-mismo (Purusa). Con la ayuda de la inspiración, el Sí-mismo abraza sus envolturas hasta la piel del cuerpo, como un amante abrazaría a su amada. La retención tras la inspiración es la unión del amante con la amada. En la espiración, el Sí-mismo —a través del aire espirado- se lleva
a la amada a su hogar, donde, a su vez, esta abraza al amante, el Sí-mismo. La retención tras la espiración es la amada uniéndose con el amante en una entrega total al supremo. Por eso el pranayama es algo más que un ejercicio fisiológico respiratorio. Como la respiración es vida, el arte respiratorio juicioso, atento y desprendido es una oración de gratitud que ofrecernos a la vida.
Cuando dedicamos nuestra atención al movimiento interior de la respiración es imposible utilizar al mismo tiempo los sentidos externamente. Tampoco puedes pensar que tienes que pasar por el supermercado de camino a casa cuando salgas de trabajar. El pranayama es el principio del repliegue o retraimiento de la mente y los sentidos respecto a los fenómenos externos. Por eso proporciona sosiego. Es la bisagra entre extraversión e introversión. Cuando se empieza con la práctica de asana se va obteniendo cada vez más confianza, equilibrio, seguridad en uno mismo y la luminosidad de la salud. Después de todo, la energía es una cualidad atractiva por sí misma. No dejes de disfrutar de esos beneficios en tu contacto con el mundo. Pero el yoga también nos pide que invirtamos interiormente algo de lo obtenido. Se trata de introversión en su sentido positivo, no de un evitar o apartarse del mundo sintiéndose incapacitado, sino por un deseo de explorar el mundo interior. La respiración, que opera en la envoltura del cuerpo fisiológico, sirve como puente entre el cuerpo y la mente.
No puedes mirarte la mente con los ojos. En asana los ojos deben estar activos para ajustar el asana, pero en la respiración los oídos son importantes para escuchar el sonido de la vibración mental y ajustar su armonía. También la mente es una vibración en el espacio. El sonido de la vibración de la mente sólo puede ser percibido por los oídos. Se trata de la penetración de la introspección. No nos acerca a la ruidosa capacidad pensante del cerebro, sino que, por el contrario, se pacifica el órgano cerebral. Nos acerca a la facultad intuitiva de la mente. No puede forzarse nada relativo a pranayama. Por eso enseña humildad. Para ello hay que invitar, engatusar a prana, y a su compañera natural, la percepción consciente intuitiva más elevada (prajña). Llegarán cuando las circunstancias sean favorables. Aquí es útil la metáfora sobre atrapar un caballo. No se puede atrapar a un caballo en un prado corriendo tras el. Hay que mantenerse quieto, de pie, y ofrecerle una manzana, y entonces el caballo se acercará.
En cierto sentido, en pranayama se hace necesario el poder de la voluntad. Es la voluntad de la práctica, la voluntad de conquistar su monotonía. Intrínsecamente resulta fascinante, pero ofrece menos variedad que asana y, como acabo de decir, es una práctica introvertida. Por muy ardoroso que seas, como fui y soy yo mismo, no intentes retener la respiración mediante la fuerza de voluntad. En el momento en que el cerebro se tensa, en que se endurecen los oídos internos y los ojos se sienten pesados o irritados, es que se está forzando más allá de la propia capacidad. Sé consciente de la piel del tronco que se mueve hacia el cuerpo interior. Si conoces la extensión y expansión del cuerpo, conocerás la extensión y expansión de la mente. Si los nervios del cuerpo están sobrecargados, el cerebro se contrae. La sensibilidad, la sujeción y el estiramiento de la piel deben ser como un niño disciplinado, que es atrevido y cauteloso a la vez. Permite que la respiración y la inteligencia se muevan simultáneamente. Si la inteligencia lo hace antes es que estás forzando.
Físicamente, los movimientos de pranayama implican una ascensión vertical, una expansión horizontal y una extensión circunferencial de la caja torácica, la pared torácica y los pulmones. Si durante la inspiración la piel por encima del centro del estemón puede moverse verticalmente arriba y abajo, y puede expandirse de lado a lado circunferencialmente, estará demostrando que los pulmones se están llenando al máximo de su capacidad.
Nuestro movimiento respiratorio normal no es rítmico. Cada inspiración voluntaria es una acción estresante, y cada expiración es desestresante. La inspiración normal involunria no se realiza con los pulmones, sino con el cerebro, así como con todo el cuerpo. Es fácil darse cuenta de que una inspiración normal provoca movimiento en todo el cuerpo. Los músculos se hinchan, y mientras se espira puede sentirse claramente la compresión de dichos músculos. En otras palabras, durante la respiración normal, todo el cuerpo inspira y todo el cuerpo espira. En la respiración yóguica el cerebro y las extremidades corporales permanecen pasivos, y sólo están activados los pulmones. El papel del tórax, diafragma, costillas, músculos intercostales, abdomen y pulmones es por lo tanto distinto ya que la respiración se recibe pero no se aspira. Como es la envoltura fisiológica y orgánica la que vincula e integra cuerpo y mente, necesita cultivarse con el suministro sanguíneo y energético adecuado. Para conseguirlo, se utiliza totalmente el sistema respiratorio , pero sin forzar el sistema nervioso.
En la inspiración normal el cerebro no sólo atrae la energía, sino también la sangre. En la espiración la libera. Este tipo de respiración no es más que el bombeo de sangre del cerebro. La propia palabra, inspiración, significa tanto inspirar aire como tener una sensación en forma de idea, y expresa la manera como se carga el cerebro durante la inspiración. Pero este tipo de inspiración crea estrés en el cerebro, ya que sus células se inflan y desinflan continuamente. Así que en lugar de energizarse, cuerpo y cerebro disipan la energía disponible. El pranayama empieza observando los movimientos de la respiración normal, sosegándolos y suavizándolos de manera que no exista carga sobre las células cerebrales. Para conseguirlo es necesario aprender a soltar el diafragma. El diafragma es el vínculo entre las envolturas fisiológica y mental, y en consecuencia se tensa cuando registra estrés y tensiones de la vida cotidiana.
Debes sumergirte en las inspiraciones y espiraciones y en la naturalidad de la retención sin causar ningún estrés en las células cerebrales, ni perturbaciones ni tirones innecesarios en los órganos vitales y los nervios. Después de todo, nuestros nervios son semiconductores líquidos y no reaccionan bien frente a las fluctuaciones incontroladas de corriente, de modo parecido a corno sucedería con un ordenador. Has de domesticar tu respiración a fin de domesticar el cerebro. Vivir momento a momento absorto en el fluir ininterrumpido del movimiento circular de la inspiración y de la espiración. Su flujo debería ser como el de un río grande y majestuoso; cuyos movimientos no son visibles.
Si la mente predomina durante la inspiración, se estará practicando pranayama egotista. Si la mente desciende, y es el corazón el que predomina, entonces estás haciendo un pranayama auténtico y humilde. Sabiendo cómo distribuir el prana se puede conseguir la unión de las energías del individuo y el universo. La inspiración abarca todo el cuerpo, expandiéndose desde el centro a la periferia. Durante la espiración la marea baja, retirándose hacia el centro. La inspiración es un movimiento hacia la consciencia periférica; la espiración se acerca al núcleo dela consciencia.
Hemos visto que de igual modo que las hojas se mueven con el viento, tu mente se mueve con tu respiración. Cuando se regula y pacifica la respiración, tiene lugar un efecto neutralizador en la mente. Y cuando se retiene la respiración, estás reteniendo el alma. Reteniendo toda la inspiración mantienes el infinito divino en tu interior. En ese momento alcanzas todo el potencial de tu individualidad, pero se trata de una individualidad divina y no de la criatura pequeña y e goísta con la que normalmente te identificas. Espirando ofreces con generosidad tu sí-mismo individual al mundo universal. Espirar y expirar son palabras gemelas. Lo que expira o muere es la conocida sensación de “yo”, que se aferra apasionadamente a su propia identidad y existencia. En la retención tras la espiración, experimentas la vida tras la muerte. Se hace frente y conquista el peor de los miedos del ego. Se corre el velo de ilusión que envuelve el “mi”.
La inspiración llena de vida todo el cuerpo. La espiración entrega esa vida a la fuente de vida, al Dador de la Vida. El cuerpo se mueve hacia el núcleo del ser, como un cachorro acurrucándose contra su madre, seguro y confiado. Si la retención causa tensión o dolor en la cabeza es que estás sujetando desde el cerebro, no desde los pulmones. Eso es una sujeción egotista. La clave de la retención es la naturalidad. La naturaleza es energía, y nos suministra todo lo necesario. El ego es finito; la energía de la naturaleza es infinita. Al negar la naturaleza estamós negando nuestra propia energía. Permite que ese océano de energía estimule los pulmones y deja que purifique el cuerpo y refine la consciencia.
A causa de las posibilidades que existen en la relación entre prana y chitta (consciencia), el gran yogui Svatmarama concluye -en el Hatha yoga Pradipika- que la respiración es la clave de la emancipación final. Además, la respiración desarrolla el inmenso poder necesario para que el practicante pueda hacer frente a la luz infinita cuando descienda la gracia. Replegando la mente de los sentidos de percepción y órganos de acción, la retención de la respiración lleva a la consciencia a descansar en el regazo del alma. La retención tras la inspiración es la consumación del potencial individual hacia la divinidad. Esta “copa llena” se eleva para fundirse con la energía universa. La espiración y retención vacían la copa de potencial personal hacia la divinidad en un acto de entrega ala fuerza
cósmica. Este noble acto de autorrenuncia funde totalmente la identidad del yogui con su origen divino. En este sentido, para mí, pranayama actúa como bhakti marga, el gran sendero yóguico de la devoción, el amor y la entrega de sí mismo. La historia nos muestra que han existido algunos individuos que han podido dar este salto a un estado de no-ego mediante un acto de autoentrega incomparable. No obstante, estoy convencido de que en un contexto moderno, cuando la sociedad anima desde la infancia el desarrollo de una personalidad egoica, una transición así resulta imposible sin un largo y- arduo aprendizaje mediante la oración viva del pranayama.
En el Hatha yoga Pradipika se dice que a los sentidos los gobierna la mente, que la mente es gobernada por la respiración y que la respiración lo está por los nervios. Nuestros sentidos informan a la mente y nos proporcionan información acerca del mundo que nos rodea, pero los sentidos también pueden controlar la mente y a nosotros si no tenemos cuidado. El yogui aprende a utilizar la mente para gobernar sus sentidos , y utiliza la respiración para gobernar la mente. No obstante, la mente y la respiración no siempre permanecen en calma y bajo control. En realidad, se agitan a menudo cuando experimentamos las tensiones y el estrés de la vida. Es precisamente ese estrés el que nos acorta la respiración, ya que se nos constriñe el abdomen a causa de la ansiedad. Este estrés detiene la respiración y nos vacía de energía vital.
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