29 mar 2014

Raja Yoga, Swami Vivekananda: cap 8, PRÁCTICA DE LA MEDITACIÓN

CAPÍTULO VIII - PRÁCTICA DE LA MEDITACIÓN 

Daremos unas cuantas reglas cuya observancia guiará el ejercitante en la práctica de la meditación. 

De pie, con el cuerpo erguido, fíjese la vista en la punta de la nariz. 

Dice el Bhagavad Gita: 

"Dedíquese el yogui a la Yoga y more en escondido paraje, con cuerpo y mente subyugados, libre de esperanza y deseo." 

"En lugar incontaminado establezca su firme asiento, ni muy alto ni muy bajo, aderezado con hierba kusha, tapizada con una tela y una piel negra de antílope. "

"Allí, firme en su asiento, con la, mente concentrada en un mismo punto de conversión, con el pensamiento subyugado y restrictas las funciones de los sentidos, practique la Yoga para purificar su ser . "

"Con pecho, cuello y cabeza erguidos, firmemente inmóvil, mirando de hito en hito el extremo de la nariz sin divertir la vista a lado alguno, sereno y libre de temor todo su ser, constante en el voto del brahmachari, disciplinada la mente y pensando en Mí, permanezca armonizado en la aspiración a Mí." 

De estos pasajes se infiere que la posición también puede ser sedente, pero siempre con pecho, cuello y cabeza erguidas y mirando fijamente la punta de la nariz. Esta fijeza de la vista tiene por finalidad el dominio de los dos nervios ópticos que favorecen el dominio de la voluntad. 

Imaginemos en el chacra coronario de la cabeza un loto de ocho pétalos cada uno de los cuales simbolice un poder del yogui y cuyo tallo denote el conocimiento, y los estambres y pistilos la renunciación. Si el yogui renuncia a los poderes psíquicos alcanzará la salvación; pero si por desgracia los empleara en provecho propio dejaría de ser yogui. En el interior del loto imaginemos al Ser radiante, omnipotente, inefable, intangible, cuyo nombre es AUM, rodeado de efulgente luz. Medítese. 

Otra especie de meditación consiste en fijar la mente en el chacra o centro vital del corazón, donde arde una llama, símbolo de nuestra alma. Imaginemos que en el interior de esta llama mora Dios, alma de nuestra alma. Medítese. Diferentes y armónicas vibraciones mentales levantan la castidad, la compasión, la misericordia, la veracidad, el perdón de las ofensas, aun de las recibidas de nuestros mayores enemigos, y la fe en Dios. Nadie debe desalentarse si todavía no es perfecto en estas virtudes, pues si en su ejercicio persevera las dominará. El Señor concederá todo cuanto le pida quien en Él se haya refugiado y que renuncie a todo afecto, que no sienta temor ni cólera y con el corazón limpio y puro se dirija al Señor. Adorad al Señor por medio del conocimiento, del amor o de la renunciación. 

Dice el Bhagavad Gita: 

"Quien no malquiere a ser alguno, el amable y compasivo, libre de afectos y egoísmo, ecuánime en la dicha y en la pena, indulgente, siempre gozoso, en armonía con su regulado Yo, de voluntad resuelta, con mente y discernimiento posados en Mí ¡oh, devoto mío! él es a quien yo amo. "

"Quien no conturba al mundo ni el mundo le conturba, que está libre de las inquietudes del goce, del temor :y de la cólera, él es a quien yo amo. "

"El que nada desea, el que sin pasión, sereno, experimentado y puro renuncia a toda empresa, él ¡oh, devoto mío! es a quien yo amo."

"El que ni ama ni aborrece ni se aflige ni desea y con plena devoción renuncia al bien y al mal, él es a quien yo amo. "

"Quien inalterable se mantiene ante el amigo y ante el enemigo, en la fama y en la ignominia, en el calor y en el frío, en la dicha y en la pena, libre de afectos, que por igual recibe la alabanza y el vituperio, silencioso, del todo satisfecho con lo que le sucede, sin hogar propio, de mente firme y plena devoción, él es a quien yo amo. "

"Mas, en verdad, aquellos devotos llenos de fe para quienes Yo soy el Supremo Objeto y participan de esta vivificadora Sabiduría que aquí te revelé, ellos son a quienes predilectamente amo." 

El divino sabio Narada pasaba un día por un bosque y vió un hombre sentado en actitud meditabunda, en cuyo rededor habían levantado un montículo las hormigas blancas. 

El hombre le preguntó a Narada : 
- ¿A dónde vas? 
- Al cielo. 
- Pues dile a Dios que cuándo tendrá misericordia de mí, y alcanzaré la liberación. 
Más adelante de su camino encontró Narada a otro hombre que brincaba, cantaba y bailaba como si estuviese muy alegre, quien también le preguntó: 
- ¿A dónde vas? 
- Al cielo. 
- Pues pregunta cuándo alcanzaré la liberación. 
Prosiguió Narada su camino, y al cabo de mucho tiempo volvió a pasar otra vez por el mismo bosque. 
El hombre de las hormigas blancas, le preguntó: 
- ¿Cumpliste mi encargo? 
- Sí. 
- ¿Y qué te dijo Dios? 
- Que alcanzarás la liberación después que hayas pasado por otras cuatro vidas terrenas. 
El hombre aquel prorrumpió en amargo llanto, diciendo: 
- He meditado hasta el punto de que las hormigas blancas han tenido tiempo de levantar un montículo en mi derredor y aun he de esperar cuatro vidas más. 
El otro hombre le preguntó asimismo a Narada: 
- ¿Cumpliste mi encargo? 
- Sí. 
- ¿Y qué te ha dicho Dios? 
- ¿Ves este tamarindo? Pues has de nacer tantas veces como hojas tiene su follaje, y entonces alcanzarás la liberación. 
El hombre alegróse en extremo, y bailando de contento exclamó: 
- ¡Qué dicha! ¡Alcanzar la liberación tan pronto! 
Pero en aquel punto resonó una voz que decía : 
- ¡Hijo mío! Liberado estás desde este momento. 

Tal fue el premio de su perseverancia final. Estaba dispuesto a seguir esforzándose todas aquellas futuras vidas sin desalentarse ni abatirse, mientras que el otro asceta se quejaba de que fuese demasiado largo el corto plazo de cuatro vidas. Únicamente la perseverancia en la práctica de la Yoga Raja puede dar provechosos resultados.

Traducido por Federico Climent Terrer 

Raja Yoga, Swami Vivekananda: cap 7, SÍNTESIS DE LA YOGA RAJA

CAPÍTULO VII - SÍNTESIS DE LA YOGA RAJA 

El fuego de la Yoga Raja consume la pecaminosa naturaleza inferior del ser humano. Cuando queda purificado el conocimiento, se alcanza directamente el nirvana. El conocimiento auxiliador del yogui proviene de la práctica de la Yoga. El Señor se complace en quien en sí combina la Yoga y el conocimiento. Manifiestan su esencial divinidad los que frecuente o constantemente practican la Yoga Superior. Porque la Yoga tiene dos aspectos: el inferior y el superior . El aspecto inferior, llamado en sánscrito abháva, consiste en que el ejercitante se considera desprovisto de toda cualidad, como inexistente en el mundo de las relaciones, llamado también mundo objetivo. El aspecto superior, llamado en sánscrito mahayaga, consiste en que el ejercitante se considera libre de toda impureza, feliz y en unión con Dios. Por medio de ambas yogas alcanza el yogui el conocimiento de sí mismo. 

Los grados o trechos del sendero de la Yoga Raja son: 

1) Yama. 
2) Niyama. 
3) Asana. 
4) Prânâyâma. 
5) Pratyâhâra. 
6) Dhâranâ. 
7) Dhyâna. 
8) Samâdhi. 

Estos ocho grados, trechos o etapas equivalen en lengua vulgar a las siguientes explicaciones : 

1) No injuriar ni dañar a nadie; veracidad; no codiciar; castidad; y rehusar toda dádiva. 
2) Rectitud, compasión, contento, fe, caridad, estudio y sumisión a la voluntad divina. 
3) Ejercicios físicos. 
4) Ejercicios respiratorios. 
5) Concentración mental en un punto externo. 
6) Concentración interna. 
7) Meditación. 
8) Éxtasis o estado de superconciencia. 

No hay virtud superior ni mayor felicidad que las resultantes de no dañar ni ofender a ningún ser viviente de pensamiento, palabra y obra. La veracidad es el fundamento de todas las cosas, y nos facilita llevar a cabo nuestra labor. No hemos de codiciar los bienes ajenos; y por tanto, el ejercitante de la Yoga Raja no ha de apoderarse de lo que no es suyo por la astucia en el hurto ni por la violencia en el robo. Ha de ser casto en pensamiento, palabra y obra, en todas las circunstancias y vicisitudes de su vida. 

Tampoco ha de recibir dádivas de nadie aunque se halle en la indigencia, pues al aceptar algo de otro se subordina en dependencia y esclavitud respecto del donador. 

El estudio consiste en la consciente recitación de los mantras o himnos védicos, que intensifican la materia sátvica del cuerpo. Los mantras pueden recitarse verbalmente, semiverbalmente y mentalmente. La recitación verbal consiste en pronunciar las palabras en voz alta con sonidos articulados. La semiverbal consiste en la articulación insonora de las palabras, de modo que se mueven los labios, pero no se oye lo que se recita, por muy cerca que se esté del recitante. La mental consiste en pensar en las palabras del mantra y pronunciarlas internamente sin que las articulen los órganos bucales ni se emita sonido vocal. La recitación mental es la de mayor eficacia. Dicen los sabios que hay dos clases de purificación : la del cuerpo o externa y la de la mente o interna. 

La purificación externa consiste en la limpieza y aseo del cuerpo por medio de las abluciones, baños, duchas e irrigaciones. La purificación interna consiste en desechar de la mente los malos y siniestros pensamientos y del ánimo las emociones concupiscentes y pasionales. La purificación interna es preferible; pero ambas son indispensables para el yogui. 

La sumisión a la voluntad divina se manifiesta, por medio de la alabanza, del 
pensamiento u oración mental y de la desinteresada devoción. 

En cuanto al ejercicio físico se contrae respecto a la Yoga Raja a la postura o actitud del cuerpo, que puede ser la que por lo cómoda mejor convenga al ejercitante, sin otras condiciones que mantener pecho, cuello y cabeza erguidos en línea recta. 

Los ejercicios respiratorios se resumen en la prânâyâma, que significa dominio, restricción y regulación del aliento respiratorio. 

La prânâyâma consta de tres actos o tiempos: 
1) Inspiración profunda y prolongada. 
2) Retención del aliento. 
3) Espiración prolongada de modo que se expela la mayor cantidad del desecho respiratorio (anhídrido carbónico y vapor de agua) pero no aire viciado como suele creerse. 

El primer tiempo o inspiración se llama en sánscrito puraka. 
El segundo tiempo o retención del aliento se llama kumbhaka. 
El tercer tiempo o espiración se llama rechaka. 

La inspiración se ha de hacer alternativamente por una sola fosa nasal, tapando la otra con el dedo pulgar. En el pranayama inferior varias veces repetido sobreviene la transpiración o sudor del cuerpo. 

La espiración se hace por la fosa nasal por la que no se haya hecho la inspiración. Cuando el aliento se retiene durante doce segundos, el prânâyâma es inferior. Cuando se retiene veinticuatro segundos es intermedio o mediano. Cuando se retiene durante treinta y seis segundos es el superior. 

En el prânâyâma intermedio se estremece temblorosamente el cuerpo. En el prânâyâma superior sobreviene la levitación del cuerpo y un sentimiento o influjo de intensa felicidad. 

Al practicar el prânâyâma se puede recitar mentalmente por tres veces el mantra llamado Gayatri, que dice así: "Meditemos en la gloria del Ser que produjo el universo. Que ilumine nuestra mente." Al principio y al fin del mantra se pronuncia con toda reverencia la sagrada palabra AUM.

La pratyahara o concentración mental en un punto u objeto externo requiere el dominio de los órganos de los sentidos, de suerte que sujetos a la voluntad se retraigan de los objetos exteriores, y permitan la concentración mental. 

La concentración interna o dharana consiste en fijar la mente en el chacra o centro vital cardíaco, llamado también el "loto del corazón", así como igualmente puede fijarse en el chacra coronario o centro vital, situado en lo alto de la cabeza. 

Una vez fija la mente en uno de estos chacras, sobreviene la meditación o dhyana, que consiste en que se levantan unas vibraciones u oleadas mentales cuya gradual intensidad prevalece contra toda otra especie de vibraciones. El éxtasis o estado de superconciencia, llamado en sánscrito samadhi, sobreviene cuando la mente vibra de por sí, prescindiendo de todo punto de apoyo, y sólo se fija en el objeto de pensamiento. 

La concentración interna o dharana requiere que la mente se fije por lo menos durante doce segundos en el centro o chacra escogido. Doce dháranas constituyen una dhyana o meditación; y doce dhyanas o meditaciones continuadas producirán el éxtasis o samadhi. 

La Yoga Raja no puede ni debe practicarse en los siguientes lugares: 

1) Donde haya fuego, agua o el suelo cubierto de hojarasca. 
2) En donde abunden los hormigueros. 
3) Donde haya animales salvajes. 
4) En las encrucijadas de los caminos. 
5) En parajes de mucho bullicio, frecuentados por gentes maleantes. 
6) En sitios donde haya suciedad. 

Tampoco debe practicarse la Yoga Raja cuando el cuerpo esté fatigado o el ánimo abatido. 

Conviene escoger un paraje apartado del tránsito de las gentes, donde nadie venga a perturbarnos o bien un aposento retirado de la propia casa. Antes de comenzar el ejercicio se dirige una salutación a los antiguos yoguis, otra al propio instructor y por último se levanta el corazón a Dios.

Raja Yoga, Swami Vivekananda: cap 6, MEDITACIÓN Y ÉXTASIS

CAPÍTULO VI - MEDITACIÓN Y ÉXTASIS

Todo conocimiento racional se refiere a la conciencia vigílica, es decir, que tenemos conciencia o conocimiento de la existencia de las cosas que sensoriamente percibimos.Pero al propio tiempo no somos conscientes de los órganos internos de nuestro cuerpo,es decir, no los percibimos por los sentidos ordinarios, aunque nadie sería capaz denegar su existencia, como nadie niega la de Londres, Nueva York o Tokio aunque jamás haya estado en estas capitales.

Comemos conscientemente los manjares, pero la asimilación de la substancia nutritiva es de todo punto inconsciente, pues aunque los experimentos fisiológicos la hayan comprobado indubitablemente, nadie nota ni puede notar el momento en que se efectúa la asimilación en su organismo; y sin embargo, sabemos que es obra nuestra, si bien inconsciente y en modo alguno obra ajena, pues todas las acciones reflejas pueden transmutarse en voluntarias. El corazón late sin que en su movimiento intervenga la voluntad; pero por medio de la perseverante práctica podrá el ejercitante dominar los latidos de su corazón, apremiando o retardando su ritmo y aun amortiguándolo en grado cercano a la suspensión.

Casi todos los órganos del cuerpo pueden someterse al imperio de la voluntad, lo cual demuestra que también es el individuo quien ejecuta las funciones reflejas, aunque las ejecuta sin darse cuenta.

Así vemos que la mente humana opera en dos distintos planos: en el de la conciencia vigílica, en el que toda acción va acompañada del sentimiento de egoencia, y en el de la inconsciencia, en el que el sentimiento de egoencia no acompaña a las acciones. Sin embargo, hay todavía un plano superior al de la inconsciencia y de la conciencia vigílica, en el que también puede operar la mente más allá de la conciencia vigílica, así como la inconsciencia está por debajo de la conciencia vigílica.

En el plano superconsciente tampoco acompaña a la percepción el sentimiento de egoencia que sólo interviene en el plano de la conciencia vigílica. Cuando la mente se eleva al plano de la superconciencia se halla en estado de éxtasis o samadhi. Pero ¿cómo conoceremos si un individuo está en samadhi, pues bien pudiera estar en un nivel inferior al de la conciencia vigílica y abatirse en vez de enaltecerse? En ambos casos la percepción no va acompañada de egoencia; pero por los resultados de la operación sabremos si ascendió o descendió respecto del plano de la conciencia vigílica.

Cuando el individuo duerme profundamente entra en el plano inferior al de la conciencia vigílica. Respira, se mueve el cuerpo sin que le acompañe el sentimiento de egoencia, y al despertar del sueño es el mismo hombre que antes de dormir, y nada ha ganado en conocimiento durante el sueño; pero cuando el individuo entra en samadhi, al salir de él posee conocimientos que no tenía al entrar.

Del estado subconsciente sale el individuo tal como se sumió en él, y del estado superconsciente o extático sale convertido en un sabio, un santo, un profeta, con todo su carácter cambiado. Si los efectos son diferentes, también han de serlo las causas; y como quiera que la  iluminación recibida en estado de samadhi es superior a todo cuanto puede proporcionar el razonamiento en la conciencia vigílica o el instinto en la subconsciencia, de aquí que al estado de samadhi se le llame también de éxtasis o superconciencia. 

Muy limitado es el campo de la razón y de las conscientes operaciones de la mente. No puede dilatarse. Todo intento para dilatarlo es vano; y no obstante, allende este campo están las cosas más queridas de la humanidad, las respuestas referentes a la existencia de Dios, a la inmortalidad del alma y a las condiciones y circunstancias de la vida futura. La razón no puede dar estas respuestas, pues dice que no acierta a afirmar ni a negar. Queda perpleja ante los argumentos favorables y los contrarios. Pero, sin respuestas categóricas a estas preguntas la vida no tendría natural finalidad. 

Todo cuanto hay de moral, noble, grande y elevado en esta vida, está sujeto a las respuestas provenientes de más allá de la conciencia vigílica. Por lo tanto, es importantísimo que recibamos respuesta a dichas preguntas. Si la vida fuese una breve comedia y el universo una fortuita combinación de átomos ¿por qué habríamos de beneficiar al prójimo? ¿De qué servirían la misericordia, la justicia y la caridad ? 

Lo mejor fuera entonces que cada cual se las agenciase como pudiese a expensas de los débiles. Si no hay esperanza en una vida mejor, ¿por qué he de amar al prójimo y no explotarle ? Si todo acaba con la muerte y no hay liberación de las penas del mundo, vale más evitarlas y pasar esta vida lo mejor que se pueda sin preocuparse de los demás. 

Afirman hoy algunos filósofos que el utilitarismo es el fundamento de la moral, y consiste según ellos este fundamento en procurar la mayor felicidad imaginable al mayor número de seres humanos que sea posible. Pero, ¿por qué lo hemos de procurar así? ¿Por qué no he de procurar la mayor infelicidad para el mayor número si de este modo obtengo el máximo provecho? ¿Cómo responderán los utilitaristas a esta pregunta? ¿Cómo distinguir la justicia de la iniquidad? 

Si el individuo se siente movido por el deseo de bienestar y lo satisface sin conocer nada más allá de esta vida, ¿por qué ha de compadecerse de los demás? ¿De dónde vienen todas esas verdades referentes a la moralidad, a la existencia de Dios, al amor y simpatía, a la bondad y al inegoísmo? Toda la moral, toda recta acción, todo noble pensamiento dimanan del inegoísmo y esta sola palabra resume el concepto de la vida humana. 

¿Por qué hemos de ser inegoístas? ¿Dónde está la necesidad o la fuerza que me obligue a ser inegoísta? Podrán decir los utilitaristas que su doctrina es racional, pero si no demuestran la razón de la utilidad les responderé que es muy irracional. Que me demuestren por qué no he de ser egoísta. Que me digan dónde está la utilidad que puede reportarme ser inegoísta. Mi utilidad es precisamente ser egoísta si la utilidad consiste en el máximo de bienestar. El utilitarista no puede responder satisfactoriamente a estas objeciones.La respuesta está en que este mundo es tan sólo una gota de un infinito océano, un eslabón de una cadena sin fin. ¿Dónde adquirieron la idea del inegoísmo los que la enseñaron y predicaron a la humanidad? Sabemos que no es intuitiva, porque los animales en quienes predomina el instinto no conocen el inegoísmo.Tampoco pudo provenir del raciocinio porque la razón nada tiene que ver con el inegoísmo. ¿De dónde provino?

La historia nos enseña que cuantos instructores religiosos ha habido en el mundo, declararon que adquirieron las verdades que enseñaban en los planos superiores al de la conciencia vigílica, y que las recibieron por conducto de un ángel, de un deva o que las oyeron en sueños; pero ninguno dice que las adquiriera a fuerza de argumentar. Sobre este punto enseña la ciencia de la Yoga que los instructores aprendieron las verdades espirituales sin valerse del raciocinio, pero que no las recibieron por mediación de ángeles o devas ni mensajero alguno sino que brotaron de su interior. 

Enseñan los yoguis que la mente puede actuar en un plano superior al de la conciencia vigílica, en el plano superconsciente, y que cuando la mente alcanza este nivel actualiza el hombre trascendentales conocimientos metafísicos. A veces puede un individuo transportarse sin darse cuenta al estado extático y entonces le parece que lo ha transportado una fuerza superior, y así se explica que una inspiración o conocimiento trascendental puede ser el mismo en diferentes países, pero en un país parecerá haberlo comunicado un ángel, en otro un deva y en otro el mismo Dios. Esto significa que la mente actualiza el conocimiento ya latente en su propia naturaleza y que esta actualización del conocimiento se ha interpretado según las creencias del individuo que lo manifestó. 

Afirman los yoguis que es muy peligroso transportarse por accidente al estado extático o de superconciencia, pues arriesga perturbar el cerebro, y se ha observado que todos cuantos sin darse cuenta se colocaron en estado de éxtasis, al recobrar la conciencia vigílica mezclaron no pocas supersticiones con el conocimiento adquirido y tomaron por realidad las alucinaciones. 

Mahoma aseguraba que el arcángel Gabriel se le había aparecido en la cueva donde se entregaba a la oración, y que a lomos del celeste caballo Harak le había llevado a visitar los cielos. En esta simbólica forma de expresión se oculta algo de verdad, y lo mismo se observa al leer el Corán, que contiene admirables verdades mezcladas con groseras supersticiones. Esto se explica porque Mahoma alcanzó fortuitamente el estado extático, sin previa disciplina y desconocía la razón de lo que estaba haciendo. Así por una parte hizo un gran bien a la humanidad aboliendo la idolatría y por otra le causó graves daños con su implacable fanatismo. No obstante, al leer las vidas de instructores como Mahoma, nos convencemos de que estaban inspirados, pues siempre que un profeta se coloca en éxtasis por elevación de su naturaleza emocional, no solamente vuelve a la conciencia vigílica con alguna verdad sino también con alguna superstición que perjudica a las gentes tanto como las pueden favorecer las enseñanzas. 

Para encontrar la causa de las incongruencias de la vida humana hemos de trascender la razón, pero científicamente, lentamente, por regular práctica, desechando toda superstición. Hemos de estudiar el estado de superconciencia como cualquier otro objeto de conocimiento. En la razón hemos de apoyarnos y a la razón hemos de seguir mientras con acierto nos guíe, y cuando ya no pueda guiarnos más allá, nos mostrará el camino del superior plano de conciencia. 

Cuando alguien diga que está inspirado y hable contrariamente a la razón, no hemos de darle crédito, porque los estados subconsciente, consciente y superconsciente pertenecen todos a una misma mente. No tiene el hombre tres mentes sino tres estados de una sola mente, y de inferior a superior se van transmutando estos estados uno en otro. El instinto se transmuta en razón y la razón en intuición o conocimiento superconsciente, por lo que no pueden contradecirse uno a otro. La verdadera inspiración nunca contradice a la razón. Por el contrario, la corrobora y completa.

Las diferentes etapas de la Yoga Raja propenden a conducirnos científicamente al estado de superconciencia, de éxtasis o samadhi. Por otra parte, se ha de tener en cuenta que la inspiración es tan peculiar de cada ser humano como lo fue de los antiguos profetas, que eran tan hombres como nosotros; pero eran perfectos yoguis que lograron elevarse al nivel de la superconciencia, y también podemos todos elevarnos al mismo nivel, pues desde el momento en que un hombre alcanza el estado superconsciente, prueba es ello de que todo ser humano tiene la posibilidad de alcanzarlo. 

La experiencia es nuestro mejor maestro, y aunque razonemos y argumentemos toda la vida, no nos será posible percibir la verdad hasta personalmente experimentarla. No es posible que la sola lectura y estudio de la patología y clínica quirúrgicas conviertan al estudiante en hábil cirujano ni tampoco se satisface el deseo de visitar un país mirándolo en el mapa. Horrible blasfemia es decir que todo el conocimiento que el hombre puede tener de Dios está comprendido en talo cual libro. 

¿Cómo se atreven los hombres a decir que Dios es infinito, y al propio tiempo 
comprimirlo bajo las tapas de un libro? Millares de gentes murieron en el tormento y en las hogueras por no creer en todo lo que dicen las Escrituras sagradas de las religiones, porque no veían encerrado todo el conocimiento de Dios en las páginas de un libro por sagrado que se le considerase. Por supuesto que ya no se quema ni se mata a nadie por cuestiones religiosas, pero todavía están muchísimas gentes esclavizadas a la letra de los libros sagrados sin escudriñar su espíritu. 

Para llegar al estado de superconciencia de una manera normal, es preciso pasar por las descritas etapas de la Yoga Raja. A la concentración ha de seguir la meditación. Cuando la mente está acostumbrada a mantenerse fija en un solo punto interno o externo, tiene la facultad de pensar sin interrupción en el objeto en que se fija; y cuando este continuo pensamiento se aplica al significado interno del objeto, prescindiendo de su percepción externa, se llama samadhi o superconciencia. El conjunto de los tres estados de dharana, dhyana y samadhi constituyen lo que se denomina en sánscrito samyama, o sea cuando la mente se concentra en un objeto y es 
capaz de mantenerse así concentrada durante largo rato y escudriñar el interno significado del objeto en que se mantiene concentrada, prescindiendo de su externa percepción. Este meditativo estado es el superior a que puede llegar el hombre en la vida. Mientras haya deseo no es posible la verdadera felicidad, pues sólo el examen contemplativo del objeto allega felicidad. 

El animal tiene su felicidad en los sentidos. El hombre ordinario en el intelecto. El hombre perfecto en la contemplación espiritual. Para quien nada desea, y contempla como testigo el mundo exterior, los múltiples cambios de la naturaleza son un hermoso y sublime panorama. Estas ideas se han de comprender en dhyana o me.ditación. Al oír un sonido tenemos ante todo la vibración acústica. Después el nervio del oído la conduce al centro cerebral, de donde pasa a la mente y de ella a la percepción del ego, quien reacciona y reconoce el objeto puesto en vibración. Estas fases del fenómeno auditivo se llaman : sonido (sabda), significado (artha) y conocimiento (jnana). En tecnicismo fisiológico se llaman: vibración, transmisión nerviosa y reacción mental. Pero las tres fases del fenómeno se identifican tan por completo que no es posible percibirlas por separado. 

Pero cuando ya del todo disciplinada tiene la mente la facultad de percepción sutil puede aplicarse a la meditación, empezando por objetos densos y siguiendo por los sutiles hasta meditar sin necesidad de objeto material. Dicho de otro modo, la mente debe ocuparse primero en percibir las externas causas de las sensaciones, después los movimientos internos y por último su propia reacción. Cuando la mente logre percibir las externas causas de las sensaciones, tendrá la facultad de percibir las formas sutiles que no puede percibir con los sentidos físicos. Cuando haya percibido los movimientos internos, podrá gobernar las ondas mentales, propias y ajenas, antes de que se transmuten en energía física; y cuando la mente sea capaz de percibir la reacción mental tendrá el yogui el conocimiento do todas las cosas, porque habrá descubierto la esencial naturaleza de su mente que estará entonces bajo su dominio. 

De muchos poderes psíquicos dispondrá a la sazón el yogui, pero si emplea cualquiera de ellos con fines egoístas o siniestros se cerrará el camino de ulterior adelanto. En cambio, si no hace mal uso de sus facultades taumatúrgicas, logrará suprimir toda agitación tumultuosa, en el océano de su mente, y en su tranquila superficie se reflejará su alma. Entonces se conocerá el yogui a sí mismo, se conocerá tal como es y como ha sido siempre. Cada una de las etapas que conducen al estado superconsciente se ha de practicar con rigurosa exactitud para obtener el anhelado fin, en que cese toda aflicción y el alma quede por siempre liberada de la esclavitud de la materia. 

Todo ser viviente ha de alcanzar el estado de samadhi al término del presente ciclo de evolución.

27 mar 2014

Raja Yoga, Swami Vivekananda: cap 5, CONCENTRACIÓN Y MEDITACIÓN

CAPÍTULO V - CONCENTRACIÓN Y MEDITACIÓN 

Ya sabemos cómo se efectúa la percepción por medio de los instrumentos externos, los órganos internos, el cerebro y la mente. Del contacto de un objeto del mundo exterior con estos elementos, resulta la percepción. Sin embargo, muy difícil es que la mente permanezca fija largo rato en determinado objeto. En todo el mundo se les dice a los niños que sean buenos, que no mientan ni hurten; pero nadie les enseña cómo pueden ellos mismos determinarse a ser buenos, a no hurtar ni mentir. Las palabras no les auxiliarán. No les enseñamos cómo no hurtar. Sólo les decimos que no han de hurtar. Les amonestamos para que no sean ladrones, sin decirles por qué no han de ser ladrones. 

Tan sólo auxiliamos al educando cuando le enseñamos a regir y dominar su mente. Todas las acciones, tanto internas como externas, se efectúan cuando. la mente se identifica con los órganos de acción. De una manera consciente o inconsciente la mente se identifica con los centros de sensación y he aquí por qué se cometen tantos errores de que se libraría el hombre si lograra dominar su mente, pues en este caso la mente sólo se identificaría con los centros de sensación cuando la voluntad, guiada por el raciocinio, la rigiera. 

Esto es de todo punto posible, pues vemos que los terapeutas de la llamada ciencia cristiana sugieren a los enfermos la idea de que nieguen rotundamente la existencia del dolor y del mal, y aunque sus creencias son vagas y empíricas tienen mucho en el fondo de las características de la Yoga, ya que al lograr que el enfermo cure de la enfermedad sin más que negarla y ponerse en actitud mental de no sufrirla, se valen para ello inconscientemente del pratyâhâra y abstraen la mente del enfermo de los centros de sensación. 

De análoga manera proceden los hipnotizadores, que por medio de la sugestión excitan en el sujeto una especie de temporáneo pratyâhâra; pero la sugestión hipnótica sólo puede influir en las mentes flacas, y esta sugestión no tiene efecto hasta que el operador, mediante la fijeza de la mirada o cualquier otro artificio, ha colocado la mente del sujeto en morbosa y pasiva condición. 

Tanto las sugestiones del científico cristiano como las del hipnotizador son reprensibles, porque si bien de momento logran aparente éxito, acaban por producir funestos efectos, a causa de que no por la propia voluntad del sujeto se gobiernan los centros sensorios, sino atontando la mente del sujeto y entregándola como juguete a una voluntad ajena. Es como si en vez de detener con vigoroso empuje de las riendas la impetuosa carrera de un tiro de caballos, descargara otra mano sobre la cabeza de los brutos tremendos golpes hasta dejarlos turulatos. 

En dichos procesos, el sujeto pierde cada vez que se le sugestiona parte de su ya escasa energía mental, de suerte que en vez de vigorizar la mente, la debilita todavía más hasta convertirla en una masa informe con riesgo de locura. Todo empeño de regir la mente por medio de una voluntad ajena a la del sujeto, produce al fin y al cabo desastrosos efectos. 

La finalidad de las vidas terrenas por que pasa cada alma es precisamente la liberación de estas vidas, el dominio absoluto del cuerpo y de la mente, la soberanía de la naturaleza externa e interna. Toda influencia de una voluntad externa retrasa y entorpece el logro de esta finalidad, en cualquier aspecto que se ejerza dicha influencia, ya por directo gobierno de los órganos sensorios, ya forzando este gobierno por medio de una morbosa condición. 

De esta manera, lo único que se consigue es remachar un nuevo eslabón en la cadena de pasados errores y supersticiones. Por lo tanto, quien se proponga practicar la Yoga Raja, ha de ir con mucho cuidado en este punto, y no someterse jamás a una voluntad ajena, pues sin advertirlo labraría con ello su propia ruina. 

Cierto es que algunos sugestionadores benefician temporáneamente al sujeto y logran dar nueva y mejor dirección a sus inclinaciones; pero al propio tiempo perjudican a la mayoría de los sujetos al colocarlos en la morbosa condición que les anula la voluntad. Por lo tanto, es un elemento nocivo para la humanidad, aunque de su morbosa influencia no se dé cuenta, todo aquel que exige de las gentes una fe ciega en cuanto les dice y pretende someterlos a su criterio y voluntad. 

Así, pues, cada cual ha de disciplinar su mente para dominarla y valerse de ella como de instrumento para regir y gobernar sus órganos sensorios. Recuerde que mientras no se debiliten su mente y cuerpo ninguna voluntad ajena podrá captar la suya. Apártese de quien pretenda hacerle creer ciegamente en una cosa, pues aunque a los dogmatizadores les parezca que han recibido de Dios el poder de transmutar el corazón humano, están sembrando las semillas de futura destrucción. 

La pratyâhâra o concentración interna consiste en la facultad de apartar la mente de los centros de sensación, de modo que el mundo exterior no exista para el ego, y también en la de aplicar la mente con propósito deliberado a un centro de sensación, para observar, examinar y analizar un objeto externo que de por sí no haya atraído a los sentidos, sino que los sentidos se apliquen al objeto por impulso de la libre voluntad del ego. 

Cuando de esto es capaz el hombre, puede decirse que es hombre de carácter firme, de mente disciplinada, de recia voluntad, y mientras de ello no sea capaz, se verá zarandeado por las circunstancias. Muy difícil es disciplinar la mente. Dice el Bhagavad Gita: "Sin duda, ¡oh armipotente!, que inquieta y rebelde al yugo es la mente; pero a subyugarla bastan el esfuerzo sostenido y la carencia de pasiones." 

Por su propia naturaleza es la mente inquieta, vacilante, errática y acrecienta su volubilidad el deseo. Así es que ante todo, para el ejercicio de la Yoga Raja, es necesario que se apacigüe y sosiegue la mente dejándola que vague a su antojo aunque sin estimular su inquietud, sino como si fuésemos testigos de su tumultuosa agitación, pues ya se calmará como se calma toda efervescencia. 

Desde luego que no se logrará en un día ni siquiera en un mes el sosiego de la mente; pero si el ejercitante persevera en dejar que la mente actúe por sí misma, observará que según transcurre el tiempo son menos agitados y tornátiles sus pensamientos hasta que llegue el día en que esté en calma chicha el un tiempo alborotado mar mental. 

Una vez se ha dominado la práctica de la concentración mental de modo que la mente guiada por la voluntad pueda abstraerse de los centros de sensación o aplicarse a uno de ellos según convenga al ego, se procede a la práctica de la dharana o meditación, que consiste en aplicar la mente a determinado objeto, el cual puede ser en la Yoga Raja una parte del cuerpo. 

Por ejemplo, se enfoca la mente en la mano, de modo que el ego no perciba otra cosa que la mano de su cuerpo físico, y asimismo puede fijarse en un punto del corazón. Sin embargo, es mucho más difícil concentrar la mente en un órgano interno como el corazón que- en uno externo como en la mano, y para facilitar la concentración de la mente en un órgano interno es preciso recabar el auxilio de la facultad imaginativa, o sea de la imaginación. Así podrá el ejercitante fijar la mente en el corazón, imaginando situado en esta víscera en loto de luminosos pétalos en los cuales enfoque la atención. 

De la propia suerte puede enfocarse en los demás chacras o centros vitales del cuerpo físico. El aspirante a yogui debe practicar aisladamente los ejercicios, pues la compañía de otras personas distrae la mente así como también la distrae la mucha conversación y el excesivo trabajo. Tal es la eficacia de la Yoga, que aun una mínima parte de su práctica beneficia al ejercitante, pues apacigua toda excitación nerviosa y capacita para ver con mayor claridad todas las cosas. 

Además, mejorará la salud corporal y dará más flexibilidad y vigor a la voz, cuyas modulaciones se corresponderán con la índole de los pensamientos expresados por las palabras. Quienes practiquen con mayor intensidad los ejercicios, notarán al cabo de algún tiempo como si oyeran un lejano repique de campanas o verán flotantes en la atmósfera puntos luminosos que se irán agrandando poco a poco. Son estas señales de adelanto en la Yoga. 

El ejercitante que se proponga perseverar en la práctica y no tomarla por malsana curiosidad o cosa de juego, habrá de someterse a un riguroso régimen dietético, que durante los primeros meses consistirá en leche y cereales. Según se vaya refinando el organismo, notará el ejercitante que lo desequilibra la más leve irregularidad o transgresión del régimen; pero en cuanto alcance el completo dominio de sí mismo podrá escoger a voluntad su sistema de alimentación. 

Cuando el ejercitante empieza a concentrarse, el contacto de un alfiler le parecerá como si un rayo le atravesara el cerebro, pues las percepciones son más agudas cuando se sutilizan los órganos de sensación. Por estas etapas hemos de pasar todos y quienes perseveren lograrán el éxito final. El ejercitante ha de rehuir toda discusión, todo cuanto arriesgue distraerle de su propósito, sin hablar a nadie de lo que hace ni de si adelanta o no en su camino. 

Refiere una fábula india que si llueve cuando la estrella Svâti está en su ascensión, y cae una gota de lluvia en el interior de una madreperla, la gota se convierte en perla. Añade la fábula que las madreperlas conocen esta circunstancia, de modo que cuando llueve en dichas condiciones, ascienden a la superficie del mar y abren la concha para recibir la gota de lluvia e inmediatamente de recibida cierran la concha y se hunden en el fondo del mar a esperar pacientemente que la gota se convierta en perla. 

Así ha de ser el aspirante a yogui. Primero escuchar, después comprender y por último cerrarse a toda influencia externa para que las enseñanzas recibidas se conviertan en su interior en la perla de la verdad. Muy peligroso es disipar nuestras energías en la veleidosa ocupación de aceptar tales o cuales ideas tan sólo por su novedad o porque están de moda entre los intelectuales, y desecharlas con la misma facilidad para aceptar otras que parezcan más nuevas. Es necesario ocuparse en una sola cosa y estudiarla y examinarla bajo todos sus aspectos sin desistir del examen antes de llegar a una definitiva conclusión. Sólo ve la luz quien persevera en buscarla y así dijo Cristo: "buscad, y hallaréis". 

Para lograr éxito es indispensable la perseverancia y la energía en la realización del deliberado propósito.

Raja Yoga, Swami Vivekananda: cap 4, REGULACION DEL PRANA PSÍQUICO

CAPÍTULO IV - REGULACION DEL PRANA PSÍQUICO 

Ya vimos que el primer acto del ejercicio de prânâyâma es, según los yoguis, la regulación y gobierno del movimiento de los pulmones. Ahora conviene llegar a percibir los más delicados movimientos del cuerpo físico, pues como la mente está tan acostumbrada a fijarse en las cosas externas, se la ha de disciplinar para que perciba las internas. 

Las corrientes nerviosas circulan por todo el cuerpo llevando energía vital a todos los órganos, y sin embargo no las percibimos; pero los yoguis afirman que es posible llegar a percibirlas empezando por el dominio del movimiento de los pulmones. 

Para practicar la prânâyâma en lo que tiene de ejercicio respiratorio, se han de observar las siguientes reglas: 

1) Sentarse de modo que el pecho, cuello y cabeza ,estén erguidos y en línea recta. 

2) Dominar los nervios de suerte que el ánimo esté tranquilo y la mente sosegada. 

3) Respirar rítmicamente, repitiendo mentalmente, después de cada respiración, la palabra sagrada AUM o cualquiera otra, que considere sagrada la religión a que pertenezca el ejercitante. 

4) Inspirar por la ventanilla izquierda de la nariz, teniendo tapada la derecha con el pulgar y la boca naturalmente cerrada, manteniendo al propio tiempo la mente fija en la corriente nerviosa que fluya por ida. 

5) Retener el aliento tanto como sea posible al principio, hasta llegar sucesivamente a retenerlo durante doce, veinticuatro y treinta y seis segundos. 

6) Espirar por la ventanilla derecha de la nariz, teniendo tapada la izquierda con el pulgar y la boca naturalmente cerrada, manteniendo la mente fija en la corriente nerviosa que fluye por pingala. 

Desde luego que la observancia de estas reglas no es simultánea ni siquiera sucesiva en un mismo ejercicio, pues cada una de ellas requiere el dominio de lo que pudiéramos llamar su mecanismo antes de practicar completamente el ejercicio. Por lo tanto, la práctica necesita ensayos, y el primero ha de ser el de la posición del cuerpo, que se ha de asumir sin violencia ni molestia como si fuera del todo habitual. Si se encorvara el pecho, se encorvaría también la medula espinal y no podría la corriente pránica fluir libremente, con lo que la meditación sería de todo punto perjudicial. Se ha de tener muy en cuenta esta circunstancia. 

En cuanto a la segunda regla no conviene practicar el ejercicio cuando el ánimo esté malhumorado, la mente cavilosa, o haya excitación nerviosa por temor, ansiedad, recelo, sospecha, duda y demás emociones atribuladoras. 

La tercera regla se refiere a una práctica puramente preparatoria y predisponente al ejercicio, sobre todo en los principiantes, pues la manera de respirar que tienen la inmensa mayoría de las gentes es incompleta, irregular y no merece fisiológicamente el nombre de respiración. Por lo tanto, es necesario aprender a respirar rítmicamente en alternada inspiración profunda y espiración rápida, a fin de armonizar el organismo. Si la pronunciación mental de una palabra sagrada acompaña a los actos respiratorios, notará el ejercitante un bienestar, un descanso y sosiego mucho más intensos que los resultantes del sueño ordinario. 

La perseverante práctica de este ejercicio de respiración rítmica y profunda cambiará ventajosamente la expresión del rostro, pues desaparecerán las arrugas, las patas de gallo, las ojeras, la dureza de líneas, con resultados muchísimo más eficaces en el orden estético que los que pudieran obtenerse del más habilidoso masaje.

Una vez acostumbrado el ejercitante a la respiración rítmica y profunda podrá emprender sin riesgo el ejercicio a que se refieren las reglas 4, 5 y 6, teniendo muy en cuenta que el pensamiento ha de acompañar indispensablemente a los movimientos y que el ejercicio sólo se ha de practicar cuatro veces por la mañana al levantarse y otras cuatro por la tarde al oscurecer, y siempre en un ambiente libre de malsanas emanaciones. Más adelante, cuando ya esté del todo adiestrado el ejercitante, podrá efectuar esta parte del ejercicio seis veces en vez de cuatro, pues no tropezará para ello con la menor dificultad. 

Lo importante es la práctica regular y metódica a horas fijas, porque si se practicara irregularmente produciría funestas consecuencias. En cambio, la práctica regular y moderada, con el propósito de dominar cuerpo y mente para que sean más eficaces instrumentos del ego, y no con el egoísta deseo de obtener poderes psíquicos para emplearlos en beneficio propio, estimulará notablemente el perfeccionamiento del individuo y sobre todo será un restaurador de los nervios incomparablemente más eficaz que cuantos específicos haya inventado la industria farmacopea. 

Cuando el ejercitante haya elevado su voluntad a un nivel suficiente para dominarse a sí mismo, cuando se haya liberado de todas sus limitaciones, entonces podrá despertar sin riesgo toda la energía kundalini y alcanzará la iluminación, el conocimiento intuitivo que no necesita libros, porque en su mente estará actualizado el infinito conocimiento, pues influida por la energía pránica actualizada en el chacra básico y ascendente por el sushumna hasta llegar al cerebro, órgano físico de la mente, se actualiza también la facultad de la intuición superior a la razón porque ve la verdad sin necesidad de argumentarla. 

Dicen los yoguis que de todas las modalidades de energía que actúan en el cuerpo humano, la más intensa y eficaz es la que tiene por centro el cerebro. A esta energía le llaman ojas y de su cantidad depende la mayor o menor inteligencia, talento, prestigio y espiritualidad del individuo. Es posible que haya quienes a pesar de su galana elocuencia y de sus brillantes imágenes retóricas no emocionen al auditorio, mientras que otros en lenguaje llano y sencillo sin afeites retóricos logran impresionar profundamente y convencer y persuadir a los oyentes. Sin embargo, todo individuo posee mayor o menor cantidad de ojas almacenada en el cerebro, y todas las modalidades de energía psíquica actuantes en el organismo humano se revuelven finalmente en la superior modalidad de ojas. 

Así afirman los yoguis que la modalidad sexual de energía, o sea la energía que preside las funciones de reproducción, puede transmutarse en energía mental, en ojas, y por esto se ha considerado siempre la castidad una virtud absolutamente indispensable para el adelanto espiritual y el logro del superior conocimiento. Sin embargo, no se ha de confundir la castidad con la continencia absoluta que fisiológicamente es imposible, pues la naturaleza derrama la sobrante energía sexual. La castidad puede ser también conyugal, y lo importante es no ceder a la concupiscencia por afán del deleite. No cabe duda de que la persona lujuriosa y sensual, en cuanto cede a los engañosos halagos de la concupiscencia, nota que se debilita mentalmente y pierde vigor moral. Así es indispensable ser casto en pensamiento, palabra y obra para que la Yoga Raja aproveche al ejercitante, pues fuera gravísimo peligro para el lujurioso.