Daremos unas cuantas reglas cuya observancia guiará el ejercitante en la práctica de la meditación.
De pie, con el cuerpo erguido, fíjese la vista en la punta de la nariz.
Dice el Bhagavad Gita:
"Dedíquese el yogui a la Yoga y more en escondido paraje, con cuerpo y mente subyugados, libre de esperanza y deseo."
"En lugar incontaminado establezca su firme asiento, ni muy alto ni muy bajo, aderezado con hierba kusha, tapizada con una tela y una piel negra de antílope. "
"Allí, firme en su asiento, con la, mente concentrada en un mismo punto de conversión, con el pensamiento subyugado y restrictas las funciones de los sentidos, practique la Yoga para purificar su ser . "
"Con pecho, cuello y cabeza erguidos, firmemente inmóvil, mirando de hito en hito el extremo de la nariz sin divertir la vista a lado alguno, sereno y libre de temor todo su ser, constante en el voto del brahmachari, disciplinada la mente y pensando en Mí, permanezca armonizado en la aspiración a Mí."
De estos pasajes se infiere que la posición también puede ser sedente, pero siempre con pecho, cuello y cabeza erguidas y mirando fijamente la punta de la nariz. Esta fijeza de la vista tiene por finalidad el dominio de los dos nervios ópticos que favorecen el dominio de la voluntad.
Imaginemos en el chacra coronario de la cabeza un loto de ocho pétalos cada uno de los cuales simbolice un poder del yogui y cuyo tallo denote el conocimiento, y los estambres y pistilos la renunciación. Si el yogui renuncia a los poderes psíquicos alcanzará la salvación; pero si por desgracia los empleara en provecho propio dejaría de ser yogui. En el interior del loto imaginemos al Ser radiante, omnipotente, inefable, intangible, cuyo nombre es AUM, rodeado de efulgente luz. Medítese.
Otra especie de meditación consiste en fijar la mente en el chacra o centro vital del corazón, donde arde una llama, símbolo de nuestra alma. Imaginemos que en el interior de esta llama mora Dios, alma de nuestra alma. Medítese. Diferentes y armónicas vibraciones mentales levantan la castidad, la compasión, la misericordia, la veracidad, el perdón de las ofensas, aun de las recibidas de nuestros mayores enemigos, y la fe en Dios. Nadie debe desalentarse si todavía no es perfecto en estas virtudes, pues si en su ejercicio persevera las dominará. El Señor concederá todo cuanto le pida quien en Él se haya refugiado y que renuncie a todo afecto, que no sienta temor ni cólera y con el corazón limpio y puro se dirija al Señor. Adorad al Señor por medio del conocimiento, del amor o de la renunciación.
Dice el Bhagavad Gita:
"Quien no malquiere a ser alguno, el amable y compasivo, libre de afectos y egoísmo, ecuánime en la dicha y en la pena, indulgente, siempre gozoso, en armonía con su regulado Yo, de voluntad resuelta, con mente y discernimiento posados en Mí ¡oh, devoto mío! él es a quien yo amo. "
"Quien no conturba al mundo ni el mundo le conturba, que está libre de las inquietudes del goce, del temor :y de la cólera, él es a quien yo amo. "
"El que nada desea, el que sin pasión, sereno, experimentado y puro renuncia a toda empresa, él ¡oh, devoto mío! es a quien yo amo."
"El que ni ama ni aborrece ni se aflige ni desea y con plena devoción renuncia al bien y al mal, él es a quien yo amo. "
"Quien inalterable se mantiene ante el amigo y ante el enemigo, en la fama y en la ignominia, en el calor y en el frío, en la dicha y en la pena, libre de afectos, que por igual recibe la alabanza y el vituperio, silencioso, del todo satisfecho con lo que le sucede, sin hogar propio, de mente firme y plena devoción, él es a quien yo amo. "
"Mas, en verdad, aquellos devotos llenos de fe para quienes Yo soy el Supremo Objeto y participan de esta vivificadora Sabiduría que aquí te revelé, ellos son a quienes predilectamente amo."
El divino sabio Narada pasaba un día por un bosque y vió un hombre sentado en actitud meditabunda, en cuyo rededor habían levantado un montículo las hormigas blancas.
El hombre le preguntó a Narada :
- ¿A dónde vas?
- Al cielo.
- Pues dile a Dios que cuándo tendrá misericordia de mí, y alcanzaré la liberación.
Más adelante de su camino encontró Narada a otro hombre que brincaba, cantaba y bailaba como si estuviese muy alegre, quien también le preguntó:
- ¿A dónde vas?
- Al cielo.
- Pues pregunta cuándo alcanzaré la liberación.
Prosiguió Narada su camino, y al cabo de mucho tiempo volvió a pasar otra vez por el mismo bosque.
El hombre de las hormigas blancas, le preguntó:
- ¿Cumpliste mi encargo?
- Sí.
- ¿Y qué te dijo Dios?
- Que alcanzarás la liberación después que hayas pasado por otras cuatro vidas terrenas.
El hombre aquel prorrumpió en amargo llanto, diciendo:
- He meditado hasta el punto de que las hormigas blancas han tenido tiempo de levantar un montículo en mi derredor y aun he de esperar cuatro vidas más.
El otro hombre le preguntó asimismo a Narada:
- ¿Cumpliste mi encargo?
- Sí.
- ¿Y qué te ha dicho Dios?
- ¿Ves este tamarindo? Pues has de nacer tantas veces como hojas tiene su follaje, y entonces alcanzarás la liberación.
El hombre alegróse en extremo, y bailando de contento exclamó:
- ¡Qué dicha! ¡Alcanzar la liberación tan pronto!
Pero en aquel punto resonó una voz que decía :
- ¡Hijo mío! Liberado estás desde este momento.
Tal fue el premio de su perseverancia final. Estaba dispuesto a seguir esforzándose todas aquellas futuras vidas sin desalentarse ni abatirse, mientras que el otro asceta se quejaba de que fuese demasiado largo el corto plazo de cuatro vidas. Únicamente la perseverancia en la práctica de la Yoga Raja puede dar provechosos resultados.
Traducido por Federico Climent Terrer
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