Conferencia de B. K. S. Iyengar en Oxford, el 20 de junio de 1976. Trata acerca de como la meditación y la sabiduría (dhyana y jñana) nos conducen a una existencia simple y pura, llena de inteligencia.
Bhoga, roga y yoga
Bhoga, roga y yoga
La filosofía índica cuenta con seis corrientes principales de pensamiento:
Nyaya, Vaisésika, Samkhya, Yoga, Purva Mimansa y Uttara Mimansa (ahora conocida como Vedanta).
El yoga es tan antiguo como la civilización. Empieza con la disciplina y el cultivo del carácter y culmina con la emancipación y la libertad. Entre el -500 y el -200, el sabio Patañjali codificó su periplo yóguico, exponiéndolo como un gran arte, ciencia y filosofía, y al mismo tiempo mostró formas para evolucionar, paso a paso, desde la periferia del cuerpo hacia el núcleo del ser, para alcanzar el cenit de la evolución.
El yoga coordina de manera armoniosa las actividades del cuerpo, la consciencia y el sí-mismo individual. Estas tres entidades actúan de manera heterogénea. El cuerpo va contra la consciencia, y ésta va contra el sí-mismo. De igual modo, el sí-mismo va contra la corriente de consciencia, o el cuerpo contra los pensamientos de la consciencia y el sí-mismo. A veces, cuerpo y consciencia pueden actuar en coordinación, pero el sí-mismo no les acompaña. El cuerpo y la mente pueden decir: "¡Fuma!", pero el sí-mismo puede no estar de acuerdo El sí-mismo guía, pero el fumador no escucha la llamada. El yoga hace que esas acciones heterogéneas se armonicen de forma homogénea mientras se escucha la llamada de la voz interior.
La heterogeneidad es bhoga y la homogeneidad es yoga. La coordinación completa es yoga y la descoodinación es bhoga. Bhoga significa el disfrute del placer mundano y sensual. El placer sensual no le lleva a uno hacia la tranquilidad pura sino hacia roga, o enfermedad. El yoga ayuda a que la inteligencia se familiarice con el Sí-mismo. Bhoga, o placeres mundanos, nos asocia con los sentidos y la mente. El yoga asocia y une al cuerpo con la consciencia (mente, inteligencia y ego), y luego a ambos con el Sí-mismo.
El objeto del yoga es la realización del Sí-mismo. El de bhoga es el placer sensual, que conduce de manera gradual al sufrimiento. El yoga nos guía hacia la emancipación, pero bhoga llega a roga o las enfermedades. Como los placeres incitan a excederse, nos hacen sufrir con dolor y aflicción, mientras que el yoga nos hace disfrutar de los placeres del mundo sin invitar a la enfermedad. Bhoga nos ata creando incomodidad y enfermedades, que pueden resultar en una muerte prematura.
Ahora resulta que beber, fumar, el disfrute sensual y la meditación van juntos. ¿Cómo pueden ir juntos roga, bhoga y yoga? La moderación en bhoga y la atención intensa en el yoga es el camino de la salud física, mental, intelectual y espiritual. No vivamos una vida inánime, adoptemos en lugar de ello una forma de vida dinámica, positiva y natural mediante el proceso yóguico. El yoga nos enseña a llevar una vida natural y a experimentar la divinidad dentro de uno mismo.
De la complejidad a la simplicidad
Patañjali, en el primer aforismo utiliza la palabra anusasanan (códigos de disciplina) y más adelante llega a pratiprasava (Y.S. II. 10), es decir, involucionar hacia el núcleo del Ser, la culminación de la búsqueda.
Según el yoga, la mente es un sentido basto, mientras que inteligencia, ego y consciencia se consideran sentidos sutiles. La mente como es más periférica que la inteligencia, es la envoltura más externa de la consciencia.
Patañjali enseña como pelar la capa de la mente y cómo educa citta, de manera que experimente simplicidad a través del yoga. Con esta experiencia llegan a su fin los choques de los pensamientos en el ser humano. Citta, como consciencia, actúa como el primer gran principio en el ser humano. Incluye la mente (manas), la inteligencia (buddhi) y el ego (ahamkara). Es una entidad compleja.
No obstante, este periplo de la complejidad a la simplicidad no será nada fácil. Es un viaje que va desde un difícil y complejo estado de ser, hacia un estado simple e inocente, sin ignorancia ni arrogancia. Hoy se conoce al estado complejo de citta como estrés o tensión. Si se puede hacer frente a la vida sin estrés ni tensión, entonces se torna fácil. Este citta complejo actúa como un trampolín para pensar y actuar de cara a alcanzar el estado sereno de simplicidad y ritmo en la vida. El efecto del yoga es como el de la fragancia de las rosas cubiertas de espinas. Hay que sostener la rosa con mucho cuidado para poder disfrutar de su fragancia. De forma análoga, el cuerpo, la mente, la inteligencia, el ego y la consciencia están aguijoneados por millones de espinas que les producen un dolor insoportable. Sin embargo debe soportarse con paciencia. El Yoga enseña el arte de superar el dolor y la aflicción, así como los métodos para evitarlos. Cuando el ser humano hace frente a los altibajos de la vida, aprende probando. Al principio se está abocado a cometer errores y a sufrir. A partir de esos errores uno comprende qué está bien y que está mal, y aprende a desarrollar fuerza de carácter, evitando las espinas del deseo, que no son compatibles con la vida. Para mí, eso es educación, cuando las puertas del estudio y la comprensión abren a la emancipación.
Todos hemos experimentado en la infancia que es la simplicidad de consciencia. Al crecer, se va haciendo difícil seguir siendo sencillos e inocentes como lo éramos en la infancia. Perdemos aquella inocencia porque nuestro comportamiento se va complicando. Cuanto más se complica más difícil parece el yoga. Para un médico el cuerpo es un objeto complejo, par aun psicólogo, la mente es un objeto complejo. Conociendo la complejidad de la consciencia y del cuerpo, un yogui intenta simplificar sus maneras y su comportamiento. Limpia el cuerpo y elimina las manchas de la consciencia, de manera que ésta experimente el Sí-mismo con una claridad cristalina, siempre pura e incolora (no teñida).
Para comprender esta simplicidad de la consciencia y la pureza del Sí-mismo, se necesita un conocimiento maduro (paripakva jñana). Acudimos a las instituciones educativas para adquirir conocimiento. Pero para aprender yoga no hemos de ir a ninguna institución externa a nosotros mismos. Sólo hay que entrar en la propia universidad, en el interior del cuerpo, la mente y la inteligencia. El cuerpo es un centro educativo. La inteligencia es el recto, y la volición su vicerrector. Aquí la inteligencia no puede operar a menos que la ponga en marcha la volición. La volición es la fuerza de voluntad. En la terminología yóguica se llama iccha sakti o prerana sakti. La voluntad es impotente. La inteligencia y la fuerza de voluntad, al ser ambas dinámicas a su manera, se acercan y se encienden y electrifican. Cuando la mente y la inteligencia se acercan entre sí, la inteligencia se torna sumisa, porque la mente -al ser tramposa- la hace vacilar. El yoga crea un estado de equilibrio formando a la mente y la voluntad, de manera que la voluntad se agudiza y la mente se amansa. Entonces la inteligencia resplandece con claridad y pureza, saliendo de la sombra tanto de la voluntad como de la mente.
La voluntad, la consciencia (mente, inteligencia y ego), los sentidos de percepción, los órganos de acción y el cuerpo son los vehículos del Sí-mismo. Patañjali ofrece métodos para disciplinar esos vehículos y formarlos de cara a la pureza, la pulcritud y la claridad. Esta cualidad es simplicidad y humildad, donde la arrogancia pierde su presencia. El camino del yoga es tal que en él puede encontrarse tnato disciplina como libertad. Si disciplina es la raíz, entonces la libertad es el fruto. En el yoga, disciplina y libertad, libertad y disciplina, van de la mano.
Conocimiento objetivo y experiencia subjetiva
El conocimiento tiene dos facetas. Una es objetiva y la otra subjetiva. El conocimiento objetivo está basado en la especulación, el pensamiento y el análisis, mientras que el conocimiento subjetivo trata de verificar el conocimiento objetivo mediante la experiencia. El conocimiento subjetivo llega a través de la experiencia práctica, y el conocimiento objetivo se obtiene a través del estudio teórico. El yoga es un tema tanto práctico como teórico, pero no es una práctica ciega ni discursiva. Cualquier práctica necesita algo de conocimiento objetivo. Dicho conocimiento, o el conocimiento adquirido, se pone en práctica para experimentar la realidad del conocimiento objetivo. Este conocimiento experimentado lleva hacia el acto de repensar, reanalizar y reprocesar para prepararse de cara a una nueva vía de conocimiento. Debido a esta renovación del conocimiento, la práctica toma nuevas formas, conduciendo cada conocimiento subjetivo a una experiencia subjetiva, y al mismo tiempo esa experiencia subjetiva nos lleva a expresar fielmente el conocimiento objetivo. Este ciclo del conocimiento, desde el objetivo al subjetivo y desde el subjetivo al objetivo, produce una cierta reacción en uno y desarrolla una memoria que recuerda a una fruta madura.
Esta memoria no es simplemente una remembranza de impresiones, sino que es como la mantequilla que es batida a partir del conocimiento y la experiencia. Esta memoria acumulada es limpiada y aclarada por nuestro proceso de repensamiento y reexperimentación. Se descartan los recuerdo erróneos e indeseados, manteniéndose los maduros. En realidad, es la memoria madura la que detiene las fluctuaciones de la mente indagadora y adquisidora. Cuando finaliza este ciclo, entonces mente, inteligencia y consciencia permanecen como un océano sin olas.
Así pues, el método yóguico combina y armoniza los enfoques teórico y práctico, ofreciendo estabilidad para que sadhaka experimente lo real.
De adhyatmavidya a atmavidya
Vidya significa conocimiento. Adhyatmavidya quiere decir conocimiento concerniente al Sí-mismo, con sus diversas envolturas y funciones. Conocer y entrar en contacto directo con el Sí-mismo es atmavidya. La disciplina empieza con adhyatmavidya, y la libertad llega con atmavidya.
Así como una flor cuenta con varios pétalos, la flor del yoga cuenta con ocho pétalos u ocho disciplinas. Son yama, niyama, asana, pranayama, pratyahara, dharana, dhyana y samadhi. Estos pétalos o disciplinas nos llevan hacia la claridad de consciencia y conciencia, y florecen en adhyatmavidya (el conocimiento que libera, B.G., X.32), y en atmavidya (el conocimiento del Sí-mismo).
Yama y niyama
Estamos muy familiarizados con los principios de yama. Si observamos con cuidado, nos damos cuenta de cuán a menudo infringimos los principios de yama a causa de la indisciplina de pensamiento y acciones. Nos convertimos en esclavos de los sentidos de percepción y órganos de acción. Los sentidos de percepción seducen y provocan la actuación de los órganos de acción. La práctica de los principios de yama amansa a los órganos de acción, y niyama educa y disciplina los sentidos de percepción para que no seduzcan a los órganos de acción.
Asana y pranayama
Los deseos no tienen fin. La sed de deseos no puede apagarse con facilidad. Uno no se transforma en carente de deseos de la noche a la mañana. Los deseos no se dejan descartar con facilidad y no desaparecen por sí solos El método yóguico los mete en cintura y los controla de forma gradual. El periplo de la educación correcta empieza con yama. Los deseos conocidos, que son reconocibles, son controlados por las disciplinas de yama y niyama, mientras que los deseos de fuerte arraigo, que pueden no emerger con facilidad, se trabajan mediante los otros anga del yoga. La doma del cuerpo fisiológico y psicológico comienza con asana y pranayama, un punto de partida para eliminar la oscuridad de la ignorancia. La mente, que está muy cerca del cuerpo externo, es atraída con facilidad, incluso cuando existe una ligera indisposición. Las enfermedades del cuerpo, como flatulencia, resfriado, fiebre, desasosiego y otras, pueden reconocerse de inmediato, pero las enfermedades mentales no son tan fáciles de señalar. Hay que saber que la práctica de asana no sólo está destinada a la salud física, sino también para lograr una mente saludable, equilibrada y tranquila. A través del cuerpo orgánico asana hace que la consciencia penetre profundamente. Asana trata tanto la psique (mente) como el soma (cuerpo). Ayuda a conocer la mente conocida, mientras que pranayama hace emerger la mente interior desconocida.
La práctica de asana produce mucha energía, mientras que pranayama transporta esta energía vital producida a las zonas más remotas del cuerpo, a fin de nutrirlas fisiológica y energéticamente, y para el desarrollo de la sensibilidad y la percepción consciente dinámica en la inteligencia. El fluido de energía torna a la inteligencia consciente y atenta para que sienta todas las partes del cuerpo, desde la periferia hasta el núcleo, o desde la piel al Sí-mismo. Si esta penetración está ausente, se desarrolla insensibilidad, que se transforma en terreno abonado para la enfermedad. Por lo tanto, asana y pranayama son un sistema tanto preventivo como curativo. Aunque la ciencia médica nos ha enriquecido con su comprensión del funcionamiento de los cuerpos anatómico y fisológico, no ha mostrado los cambios que tienen lugar en el cuerpo con la fusión de energía y consciencia. Asana y pranayama lo consiguen magníficamente, enriqueciendo las funciones de los vehículos del ser humano como un todo. No obstante, hay que reconocer los méritos de la ciencia moderna que nos ha regalado los miembros artificiales, los transplantes de órganos y demás.
Pratyahara
Asana produce energía y pranayama la distribuye cuando la inteligencia alcanza cada fibra y célula del cuerpo, la energía vieja y rancia sale y se hace circular una nueva. El pranayama reduce esa energía vieja, y pratyahara la reabsorbe de todos los rincones del cuerpo. En pranayama el cerebro permanece tranquilo, mientras que en pratyahara se cultiva la sede de la mente para que permanezca silente. De este modo permanecen estables, tranquilos y silentes el cuerpo físico, el cerebro y la mente
La nata está presente en la leche. Se bate la leche para separar la nata de la leche. Podría decirse que los diversos aspectos del yoga ayudan a la energía a saturarse, como la nata, en forma de inteligencia clara, y permiten que la energía fluya de manera ininterrumpida como dharana y dhyana desde el núcleo del ser hasta la piel, y desde la piel hasta el núcleo. Ésa es la esencia del yoga.
No hay dhyana sin jñana
Ahora es muy normal que cualquiera hable de dhyana o meditación. Pero sin jñana (conocimiento) no hay dhyana, y sin dhyana no hay jñana. Un conocimiento maduro (paripakva jñana) conduce hacia dhyana. Desde yama a pratyahara, lo "basto cognoscible" se conoce, pero lo sutil aún no. Estos sentidos sutiles son la inteligencia, el ego y la consciencia. En dharana emerge la inteligencia con claridad y se vuelve conocida.
En dhyana se humilla al "yo" y la "yoidad", y el practicante se transforma desde el sí-mismo individual hacia el Sí-mismo universal. De este modo, estos siete pétalos del yoga llevan al practicante a respirar la fragancia espiritual integrando el cuerpo en la mente, la mente en la inteligencia, la inteligencia en el sí-mismo y el sí-mismo en el Sí-mismo. En este estado, la inteligencia alcanza su madurez, se sosiega, se tranquiliza y serena. Ahora no hay nada que la inteligencia deba "conocer". Ése es el estado de consciencia absoluta, uno si un segundo.
Hasta el estado de dharana existe un método, una técnica, pero para dhyana y samadhi no existe técnica alguna. Se necesita un profesor para guiar al estudiante hasta dharana, mientras que en dhyana el estudiante se convierte en el maestro y el mismo maestro que reside en el interior le guía como alumno.
Dhyana conduce hacia Isvara pranidhana. Japa y bhajan hacen que la consciencia mire hacia el que ve. Se consideran pasos preparatorios para dhyana.
a) Japa
A menudo suele recomendarse repetir el japa aum. La repetición de aum se considera meditación. Pero japa y dhyana no son lo mismo. Japa sadhana puede conducir a dhyana, pero japa no puede ser dhyana. En dhyana no hay palabras, no hay expresión verbal.
Aum es una palabra. Es simbólica, pero tiene shabda o sonido. Está compuesta de tres letras: a, u y m. Estas letras no se han elegido al azar. Cuando se abre la boca, la primera sílaba que se produce tiene forma del sonido a. El mismo abrir la boca es pronunciar a. La sílaba media es u, que no es ni abrir ni cerrar la boca, sino un movimiento. Cuando se cierra la boca por completo es m. La sílaba aum es la base de todas las palabras. La creación de palabras se llama sabda brahma. Las palabras cuentan con sonidos resonantes. El sonido tiene un ritmo. Este sonido rítmico se llama nada brahma. Ningún sabda puede pronunciarse sin esas tres sílabas. Por eso se consideran divinas.
El Alma Suprema carece de nombre o forma. Nombres y formas pertenecen a los objetos, pero el sujeto carece de nombre o forma. Dios no puede ser expresado. A pesar de ello se lo llama al Supremo con diversos nombres.
Aum es la raíz de la expresión verbal. Aum empieza desde el ombligo y acaba en la boca, y el sonido regresa al ombligo. Incluso alguien mudo tiene una expresión propia de sonido. En el momento en que intenta expresar sus esfuerzos, esa resonancia es aum. Puede que no veamos claro que el sonido que sale tiene a, u, m. De igual modo que no podemos vivir sin alimentos, aire o agua, tampoco podemos hacerlo sin palabras. El habla es una expresión basta a base de palabras. Las palabras están presentes incluso en nuestro proceso de pensamiento, y el sonido existe en todos nuestros movimientos.
Japa se enseña para equilibrar la mente errante. Luego se recomienda saber el significado de la palabra y, a continuación, sentir la palabra con su significado. La palabra y su significado puede ser objetivos, pero la experiencia de la palabra y su significado son subjetivos. No hay que permitir que las experiencias propias se hagan mecánicas o estáticas. Hay que desarrollar frescura de palabra, pensamiento y obra, para que la experiencia también lo sea.
AUM es pranava. Esa palabra revela un nuevo significado cada vez que se pronuncia. Se crea un nuevo desafío que dispone a la mente en busca de las profundidades de la propia consciencia.
Patañjali ofrece en Samadhi Pada varios métodos para la unidireccionalidad de la consciencia (citta). Japa aum es uno de ellos. El mantra aum se da a todo el mundo como dhyana, pero es japa, oración. No es dhyana. Japa no es dhyana. Japa es un medio hacia dhyana. En dhyana desaparece japa.
b) Bhajan y bhakti
Los bhajans son composiciones musicales sobre el Señor, con el propósito de hacer que la mente errante vuelva a contemplar la naturaleza del Señor y sus alabanzas. El canto de bhajans, el acudir a templos e iglesias, el fijar la mirada en la imagen del Señor, son formas externas de expresión de devoción, mientras que la entrega total del Sí-mismo al Supremo Señor es la más sutil de las devociones, llamada bhakti, es decir, devoción y dedicación. Bhajan y japa son un tipo de preparación para hacer gravitar la mente hacia el Supremo. Bhajan y nama japa (repetición del nombre del Señor) tienen por objeto apartar la mente de los objetos sensuales y llevarla a un estado de disciplina controlada. El apego y amor por el Señor es muy superior al apego a los pensamientos mundanos. Bhajans (nama smarana) y japa preparan física y mentalmente para la devoción. Pero la auténtica devoción ha de llegar desde dentro.
Dhyana: un camino hacia una inteligencia e inocencia maduras
La meditación es el proceso de mantener la consciencia en un estado atentamente impensante.
La consciencia es como un imán. Los pensamientos son como un metal. Igual que imán atrae el metal hacia sí mismo, la consciencia también atrae a los pensamientos. Por ello, la meditación es mantener la consciencia atentamente impensante, o impensantemente atenta.
Es necesario distinguir entre tranquilidad sensual y ecuanimidad espiritual. La tranquilidad sensual es impura, mientras que la tranquilidad espiritual es beatitud incondicionada.
Una persona que duerma diez horas sólo se da cuenta del tiempo cronológico cuando se despierta. En el sueño profundo no es consciente del tiempo. No sabe si ha dormido durante una o diez horas. Su cuerpo y su consciencia (citta) se hallan en un estado carente de propósito o impensante. En el momento en que se despierta, citta se llena de pensamientos. La meditación es un estado en que se simula conscientemente esa cualidad de ausencia de pensamientos, que requiere de una tremenda acción ensimismada sin ninguna tensión ni agitación emocional.
La meditación no es un estado negativo, sino un estado de vida positivo y puro. De igual manera que no puede expresarse la experiencia de dormir, tampoco puede expresarse la meditación, pero se vive en ella. En el momento en que se expresa, no es meditación, sino una expresión, que puede no ajustarse a las experiencias. En el sueño se está impensante, y en el momento en que uno se despierta se llena de pensamientos. En la meditación se permanece atentamente impensante o impensantemente atento. Si el sueño es un estado negativo, la meditación lo es positivo. Es vivir el momento sin dejarse atrapar en los movimientos de los momentos. En este estado de meditación desaparecen causa y efecto, se experimenta un tiempo atemporal y uno presencia el espacio intemporal.
El tiempo psicológico tiene un principio y un final, mientras que el tiempo cronológico (kala) carece de principio y de fin. Eso es el espacio intemporal. En la meditación, tanto el estado pensante como el impensante están equilibrados.
Una persona madura intelectualmente nunca puede permanecer en un estado de inocencia, porque su ego no le permite ser inocente, mientras que en el estado más elevado de la meditación, el ego queda silenciado y la inteligencia se vuelve inocente. Este estado de inocencia en una inteligencia madura es meditación. Aunque hemos nacido siendo seres sencillos , hemos ido creando complicaciones al ir creciendo. El yoga nos ayuda a regresar al estado de simplicidad original.
Una existencia pura, simple y sagrada
La evolución real es la de la percepción consciente interior, que se expande y penetra en las profundidades internas y externas. Aunque es fácil sentir la pureza y la divinidad interiores, resulta difícil mantener esta percepción de manera constante. Hay que cuestionarse uno mismo y analizar por qué esta pureza divina se desvanece con tanta asiduidad y queda interrumpida sin darnos cuenta. En nuestra sadhana no hemos de perder ni pureza ni simplicidad. Hay que recargar la memoria filtrada para que vuelva a madurar, y así nos guíe por el camino correcto de la práctica yóguica y nos salve de caer de la vida purificada. El yogagni (fuego del yoga) debe arder a través de las prácticas yóguicas propias, con esa memoria madurada, hasta que se alcance el objetivo. La memoria sólo se abandona cuando se alcanza el objetivo. El objetivo es el alma. En ese estado no queda nada excepto el puro ser que es sat. Sat es existencia pura y sagrada, libre de toda esclavitud, libre de todo. Esta libertad definitiva llega a través de una dedicadas y devotas prácticas de disciplina yóguica en la vida cotidiana.
Esta memoria no es simplemente una remembranza de impresiones, sino que es como la mantequilla que es batida a partir del conocimiento y la experiencia. Esta memoria acumulada es limpiada y aclarada por nuestro proceso de repensamiento y reexperimentación. Se descartan los recuerdo erróneos e indeseados, manteniéndose los maduros. En realidad, es la memoria madura la que detiene las fluctuaciones de la mente indagadora y adquisidora. Cuando finaliza este ciclo, entonces mente, inteligencia y consciencia permanecen como un océano sin olas.
Así pues, el método yóguico combina y armoniza los enfoques teórico y práctico, ofreciendo estabilidad para que sadhaka experimente lo real.
De adhyatmavidya a atmavidya
Vidya significa conocimiento. Adhyatmavidya quiere decir conocimiento concerniente al Sí-mismo, con sus diversas envolturas y funciones. Conocer y entrar en contacto directo con el Sí-mismo es atmavidya. La disciplina empieza con adhyatmavidya, y la libertad llega con atmavidya.
Así como una flor cuenta con varios pétalos, la flor del yoga cuenta con ocho pétalos u ocho disciplinas. Son yama, niyama, asana, pranayama, pratyahara, dharana, dhyana y samadhi. Estos pétalos o disciplinas nos llevan hacia la claridad de consciencia y conciencia, y florecen en adhyatmavidya (el conocimiento que libera, B.G., X.32), y en atmavidya (el conocimiento del Sí-mismo).
Yama y niyama
Estamos muy familiarizados con los principios de yama. Si observamos con cuidado, nos damos cuenta de cuán a menudo infringimos los principios de yama a causa de la indisciplina de pensamiento y acciones. Nos convertimos en esclavos de los sentidos de percepción y órganos de acción. Los sentidos de percepción seducen y provocan la actuación de los órganos de acción. La práctica de los principios de yama amansa a los órganos de acción, y niyama educa y disciplina los sentidos de percepción para que no seduzcan a los órganos de acción.
Asana y pranayama
Los deseos no tienen fin. La sed de deseos no puede apagarse con facilidad. Uno no se transforma en carente de deseos de la noche a la mañana. Los deseos no se dejan descartar con facilidad y no desaparecen por sí solos El método yóguico los mete en cintura y los controla de forma gradual. El periplo de la educación correcta empieza con yama. Los deseos conocidos, que son reconocibles, son controlados por las disciplinas de yama y niyama, mientras que los deseos de fuerte arraigo, que pueden no emerger con facilidad, se trabajan mediante los otros anga del yoga. La doma del cuerpo fisiológico y psicológico comienza con asana y pranayama, un punto de partida para eliminar la oscuridad de la ignorancia. La mente, que está muy cerca del cuerpo externo, es atraída con facilidad, incluso cuando existe una ligera indisposición. Las enfermedades del cuerpo, como flatulencia, resfriado, fiebre, desasosiego y otras, pueden reconocerse de inmediato, pero las enfermedades mentales no son tan fáciles de señalar. Hay que saber que la práctica de asana no sólo está destinada a la salud física, sino también para lograr una mente saludable, equilibrada y tranquila. A través del cuerpo orgánico asana hace que la consciencia penetre profundamente. Asana trata tanto la psique (mente) como el soma (cuerpo). Ayuda a conocer la mente conocida, mientras que pranayama hace emerger la mente interior desconocida.
La práctica de asana produce mucha energía, mientras que pranayama transporta esta energía vital producida a las zonas más remotas del cuerpo, a fin de nutrirlas fisiológica y energéticamente, y para el desarrollo de la sensibilidad y la percepción consciente dinámica en la inteligencia. El fluido de energía torna a la inteligencia consciente y atenta para que sienta todas las partes del cuerpo, desde la periferia hasta el núcleo, o desde la piel al Sí-mismo. Si esta penetración está ausente, se desarrolla insensibilidad, que se transforma en terreno abonado para la enfermedad. Por lo tanto, asana y pranayama son un sistema tanto preventivo como curativo. Aunque la ciencia médica nos ha enriquecido con su comprensión del funcionamiento de los cuerpos anatómico y fisológico, no ha mostrado los cambios que tienen lugar en el cuerpo con la fusión de energía y consciencia. Asana y pranayama lo consiguen magníficamente, enriqueciendo las funciones de los vehículos del ser humano como un todo. No obstante, hay que reconocer los méritos de la ciencia moderna que nos ha regalado los miembros artificiales, los transplantes de órganos y demás.
Pratyahara
Asana produce energía y pranayama la distribuye cuando la inteligencia alcanza cada fibra y célula del cuerpo, la energía vieja y rancia sale y se hace circular una nueva. El pranayama reduce esa energía vieja, y pratyahara la reabsorbe de todos los rincones del cuerpo. En pranayama el cerebro permanece tranquilo, mientras que en pratyahara se cultiva la sede de la mente para que permanezca silente. De este modo permanecen estables, tranquilos y silentes el cuerpo físico, el cerebro y la mente
La nata está presente en la leche. Se bate la leche para separar la nata de la leche. Podría decirse que los diversos aspectos del yoga ayudan a la energía a saturarse, como la nata, en forma de inteligencia clara, y permiten que la energía fluya de manera ininterrumpida como dharana y dhyana desde el núcleo del ser hasta la piel, y desde la piel hasta el núcleo. Ésa es la esencia del yoga.
No hay dhyana sin jñana
Ahora es muy normal que cualquiera hable de dhyana o meditación. Pero sin jñana (conocimiento) no hay dhyana, y sin dhyana no hay jñana. Un conocimiento maduro (paripakva jñana) conduce hacia dhyana. Desde yama a pratyahara, lo "basto cognoscible" se conoce, pero lo sutil aún no. Estos sentidos sutiles son la inteligencia, el ego y la consciencia. En dharana emerge la inteligencia con claridad y se vuelve conocida.
En dhyana se humilla al "yo" y la "yoidad", y el practicante se transforma desde el sí-mismo individual hacia el Sí-mismo universal. De este modo, estos siete pétalos del yoga llevan al practicante a respirar la fragancia espiritual integrando el cuerpo en la mente, la mente en la inteligencia, la inteligencia en el sí-mismo y el sí-mismo en el Sí-mismo. En este estado, la inteligencia alcanza su madurez, se sosiega, se tranquiliza y serena. Ahora no hay nada que la inteligencia deba "conocer". Ése es el estado de consciencia absoluta, uno si un segundo.
Hasta el estado de dharana existe un método, una técnica, pero para dhyana y samadhi no existe técnica alguna. Se necesita un profesor para guiar al estudiante hasta dharana, mientras que en dhyana el estudiante se convierte en el maestro y el mismo maestro que reside en el interior le guía como alumno.
Dhyana conduce hacia Isvara pranidhana. Japa y bhajan hacen que la consciencia mire hacia el que ve. Se consideran pasos preparatorios para dhyana.
a) Japa
A menudo suele recomendarse repetir el japa aum. La repetición de aum se considera meditación. Pero japa y dhyana no son lo mismo. Japa sadhana puede conducir a dhyana, pero japa no puede ser dhyana. En dhyana no hay palabras, no hay expresión verbal.
Aum es una palabra. Es simbólica, pero tiene shabda o sonido. Está compuesta de tres letras: a, u y m. Estas letras no se han elegido al azar. Cuando se abre la boca, la primera sílaba que se produce tiene forma del sonido a. El mismo abrir la boca es pronunciar a. La sílaba media es u, que no es ni abrir ni cerrar la boca, sino un movimiento. Cuando se cierra la boca por completo es m. La sílaba aum es la base de todas las palabras. La creación de palabras se llama sabda brahma. Las palabras cuentan con sonidos resonantes. El sonido tiene un ritmo. Este sonido rítmico se llama nada brahma. Ningún sabda puede pronunciarse sin esas tres sílabas. Por eso se consideran divinas.
El Alma Suprema carece de nombre o forma. Nombres y formas pertenecen a los objetos, pero el sujeto carece de nombre o forma. Dios no puede ser expresado. A pesar de ello se lo llama al Supremo con diversos nombres.
Aum es la raíz de la expresión verbal. Aum empieza desde el ombligo y acaba en la boca, y el sonido regresa al ombligo. Incluso alguien mudo tiene una expresión propia de sonido. En el momento en que intenta expresar sus esfuerzos, esa resonancia es aum. Puede que no veamos claro que el sonido que sale tiene a, u, m. De igual modo que no podemos vivir sin alimentos, aire o agua, tampoco podemos hacerlo sin palabras. El habla es una expresión basta a base de palabras. Las palabras están presentes incluso en nuestro proceso de pensamiento, y el sonido existe en todos nuestros movimientos.
Japa se enseña para equilibrar la mente errante. Luego se recomienda saber el significado de la palabra y, a continuación, sentir la palabra con su significado. La palabra y su significado puede ser objetivos, pero la experiencia de la palabra y su significado son subjetivos. No hay que permitir que las experiencias propias se hagan mecánicas o estáticas. Hay que desarrollar frescura de palabra, pensamiento y obra, para que la experiencia también lo sea.
AUM es pranava. Esa palabra revela un nuevo significado cada vez que se pronuncia. Se crea un nuevo desafío que dispone a la mente en busca de las profundidades de la propia consciencia.
Patañjali ofrece en Samadhi Pada varios métodos para la unidireccionalidad de la consciencia (citta). Japa aum es uno de ellos. El mantra aum se da a todo el mundo como dhyana, pero es japa, oración. No es dhyana. Japa no es dhyana. Japa es un medio hacia dhyana. En dhyana desaparece japa.
b) Bhajan y bhakti
Los bhajans son composiciones musicales sobre el Señor, con el propósito de hacer que la mente errante vuelva a contemplar la naturaleza del Señor y sus alabanzas. El canto de bhajans, el acudir a templos e iglesias, el fijar la mirada en la imagen del Señor, son formas externas de expresión de devoción, mientras que la entrega total del Sí-mismo al Supremo Señor es la más sutil de las devociones, llamada bhakti, es decir, devoción y dedicación. Bhajan y japa son un tipo de preparación para hacer gravitar la mente hacia el Supremo. Bhajan y nama japa (repetición del nombre del Señor) tienen por objeto apartar la mente de los objetos sensuales y llevarla a un estado de disciplina controlada. El apego y amor por el Señor es muy superior al apego a los pensamientos mundanos. Bhajans (nama smarana) y japa preparan física y mentalmente para la devoción. Pero la auténtica devoción ha de llegar desde dentro.
Dhyana: un camino hacia una inteligencia e inocencia maduras
La meditación es el proceso de mantener la consciencia en un estado atentamente impensante.
La consciencia es como un imán. Los pensamientos son como un metal. Igual que imán atrae el metal hacia sí mismo, la consciencia también atrae a los pensamientos. Por ello, la meditación es mantener la consciencia atentamente impensante, o impensantemente atenta.
Es necesario distinguir entre tranquilidad sensual y ecuanimidad espiritual. La tranquilidad sensual es impura, mientras que la tranquilidad espiritual es beatitud incondicionada.
Una persona que duerma diez horas sólo se da cuenta del tiempo cronológico cuando se despierta. En el sueño profundo no es consciente del tiempo. No sabe si ha dormido durante una o diez horas. Su cuerpo y su consciencia (citta) se hallan en un estado carente de propósito o impensante. En el momento en que se despierta, citta se llena de pensamientos. La meditación es un estado en que se simula conscientemente esa cualidad de ausencia de pensamientos, que requiere de una tremenda acción ensimismada sin ninguna tensión ni agitación emocional.
La meditación no es un estado negativo, sino un estado de vida positivo y puro. De igual manera que no puede expresarse la experiencia de dormir, tampoco puede expresarse la meditación, pero se vive en ella. En el momento en que se expresa, no es meditación, sino una expresión, que puede no ajustarse a las experiencias. En el sueño se está impensante, y en el momento en que uno se despierta se llena de pensamientos. En la meditación se permanece atentamente impensante o impensantemente atento. Si el sueño es un estado negativo, la meditación lo es positivo. Es vivir el momento sin dejarse atrapar en los movimientos de los momentos. En este estado de meditación desaparecen causa y efecto, se experimenta un tiempo atemporal y uno presencia el espacio intemporal.
El tiempo psicológico tiene un principio y un final, mientras que el tiempo cronológico (kala) carece de principio y de fin. Eso es el espacio intemporal. En la meditación, tanto el estado pensante como el impensante están equilibrados.
Una persona madura intelectualmente nunca puede permanecer en un estado de inocencia, porque su ego no le permite ser inocente, mientras que en el estado más elevado de la meditación, el ego queda silenciado y la inteligencia se vuelve inocente. Este estado de inocencia en una inteligencia madura es meditación. Aunque hemos nacido siendo seres sencillos , hemos ido creando complicaciones al ir creciendo. El yoga nos ayuda a regresar al estado de simplicidad original.
Una existencia pura, simple y sagrada
La evolución real es la de la percepción consciente interior, que se expande y penetra en las profundidades internas y externas. Aunque es fácil sentir la pureza y la divinidad interiores, resulta difícil mantener esta percepción de manera constante. Hay que cuestionarse uno mismo y analizar por qué esta pureza divina se desvanece con tanta asiduidad y queda interrumpida sin darnos cuenta. En nuestra sadhana no hemos de perder ni pureza ni simplicidad. Hay que recargar la memoria filtrada para que vuelva a madurar, y así nos guíe por el camino correcto de la práctica yóguica y nos salve de caer de la vida purificada. El yogagni (fuego del yoga) debe arder a través de las prácticas yóguicas propias, con esa memoria madurada, hasta que se alcance el objetivo. La memoria sólo se abandona cuando se alcanza el objetivo. El objetivo es el alma. En ese estado no queda nada excepto el puro ser que es sat. Sat es existencia pura y sagrada, libre de toda esclavitud, libre de todo. Esta libertad definitiva llega a través de una dedicadas y devotas prácticas de disciplina yóguica en la vida cotidiana.
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