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27 mar 2014

Raja Yoga, Swami Vivekananda: cap 5, CONCENTRACIÓN Y MEDITACIÓN

CAPÍTULO V - CONCENTRACIÓN Y MEDITACIÓN 

Ya sabemos cómo se efectúa la percepción por medio de los instrumentos externos, los órganos internos, el cerebro y la mente. Del contacto de un objeto del mundo exterior con estos elementos, resulta la percepción. Sin embargo, muy difícil es que la mente permanezca fija largo rato en determinado objeto. En todo el mundo se les dice a los niños que sean buenos, que no mientan ni hurten; pero nadie les enseña cómo pueden ellos mismos determinarse a ser buenos, a no hurtar ni mentir. Las palabras no les auxiliarán. No les enseñamos cómo no hurtar. Sólo les decimos que no han de hurtar. Les amonestamos para que no sean ladrones, sin decirles por qué no han de ser ladrones. 

Tan sólo auxiliamos al educando cuando le enseñamos a regir y dominar su mente. Todas las acciones, tanto internas como externas, se efectúan cuando. la mente se identifica con los órganos de acción. De una manera consciente o inconsciente la mente se identifica con los centros de sensación y he aquí por qué se cometen tantos errores de que se libraría el hombre si lograra dominar su mente, pues en este caso la mente sólo se identificaría con los centros de sensación cuando la voluntad, guiada por el raciocinio, la rigiera. 

Esto es de todo punto posible, pues vemos que los terapeutas de la llamada ciencia cristiana sugieren a los enfermos la idea de que nieguen rotundamente la existencia del dolor y del mal, y aunque sus creencias son vagas y empíricas tienen mucho en el fondo de las características de la Yoga, ya que al lograr que el enfermo cure de la enfermedad sin más que negarla y ponerse en actitud mental de no sufrirla, se valen para ello inconscientemente del pratyâhâra y abstraen la mente del enfermo de los centros de sensación. 

De análoga manera proceden los hipnotizadores, que por medio de la sugestión excitan en el sujeto una especie de temporáneo pratyâhâra; pero la sugestión hipnótica sólo puede influir en las mentes flacas, y esta sugestión no tiene efecto hasta que el operador, mediante la fijeza de la mirada o cualquier otro artificio, ha colocado la mente del sujeto en morbosa y pasiva condición. 

Tanto las sugestiones del científico cristiano como las del hipnotizador son reprensibles, porque si bien de momento logran aparente éxito, acaban por producir funestos efectos, a causa de que no por la propia voluntad del sujeto se gobiernan los centros sensorios, sino atontando la mente del sujeto y entregándola como juguete a una voluntad ajena. Es como si en vez de detener con vigoroso empuje de las riendas la impetuosa carrera de un tiro de caballos, descargara otra mano sobre la cabeza de los brutos tremendos golpes hasta dejarlos turulatos. 

En dichos procesos, el sujeto pierde cada vez que se le sugestiona parte de su ya escasa energía mental, de suerte que en vez de vigorizar la mente, la debilita todavía más hasta convertirla en una masa informe con riesgo de locura. Todo empeño de regir la mente por medio de una voluntad ajena a la del sujeto, produce al fin y al cabo desastrosos efectos. 

La finalidad de las vidas terrenas por que pasa cada alma es precisamente la liberación de estas vidas, el dominio absoluto del cuerpo y de la mente, la soberanía de la naturaleza externa e interna. Toda influencia de una voluntad externa retrasa y entorpece el logro de esta finalidad, en cualquier aspecto que se ejerza dicha influencia, ya por directo gobierno de los órganos sensorios, ya forzando este gobierno por medio de una morbosa condición. 

De esta manera, lo único que se consigue es remachar un nuevo eslabón en la cadena de pasados errores y supersticiones. Por lo tanto, quien se proponga practicar la Yoga Raja, ha de ir con mucho cuidado en este punto, y no someterse jamás a una voluntad ajena, pues sin advertirlo labraría con ello su propia ruina. 

Cierto es que algunos sugestionadores benefician temporáneamente al sujeto y logran dar nueva y mejor dirección a sus inclinaciones; pero al propio tiempo perjudican a la mayoría de los sujetos al colocarlos en la morbosa condición que les anula la voluntad. Por lo tanto, es un elemento nocivo para la humanidad, aunque de su morbosa influencia no se dé cuenta, todo aquel que exige de las gentes una fe ciega en cuanto les dice y pretende someterlos a su criterio y voluntad. 

Así, pues, cada cual ha de disciplinar su mente para dominarla y valerse de ella como de instrumento para regir y gobernar sus órganos sensorios. Recuerde que mientras no se debiliten su mente y cuerpo ninguna voluntad ajena podrá captar la suya. Apártese de quien pretenda hacerle creer ciegamente en una cosa, pues aunque a los dogmatizadores les parezca que han recibido de Dios el poder de transmutar el corazón humano, están sembrando las semillas de futura destrucción. 

La pratyâhâra o concentración interna consiste en la facultad de apartar la mente de los centros de sensación, de modo que el mundo exterior no exista para el ego, y también en la de aplicar la mente con propósito deliberado a un centro de sensación, para observar, examinar y analizar un objeto externo que de por sí no haya atraído a los sentidos, sino que los sentidos se apliquen al objeto por impulso de la libre voluntad del ego. 

Cuando de esto es capaz el hombre, puede decirse que es hombre de carácter firme, de mente disciplinada, de recia voluntad, y mientras de ello no sea capaz, se verá zarandeado por las circunstancias. Muy difícil es disciplinar la mente. Dice el Bhagavad Gita: "Sin duda, ¡oh armipotente!, que inquieta y rebelde al yugo es la mente; pero a subyugarla bastan el esfuerzo sostenido y la carencia de pasiones." 

Por su propia naturaleza es la mente inquieta, vacilante, errática y acrecienta su volubilidad el deseo. Así es que ante todo, para el ejercicio de la Yoga Raja, es necesario que se apacigüe y sosiegue la mente dejándola que vague a su antojo aunque sin estimular su inquietud, sino como si fuésemos testigos de su tumultuosa agitación, pues ya se calmará como se calma toda efervescencia. 

Desde luego que no se logrará en un día ni siquiera en un mes el sosiego de la mente; pero si el ejercitante persevera en dejar que la mente actúe por sí misma, observará que según transcurre el tiempo son menos agitados y tornátiles sus pensamientos hasta que llegue el día en que esté en calma chicha el un tiempo alborotado mar mental. 

Una vez se ha dominado la práctica de la concentración mental de modo que la mente guiada por la voluntad pueda abstraerse de los centros de sensación o aplicarse a uno de ellos según convenga al ego, se procede a la práctica de la dharana o meditación, que consiste en aplicar la mente a determinado objeto, el cual puede ser en la Yoga Raja una parte del cuerpo. 

Por ejemplo, se enfoca la mente en la mano, de modo que el ego no perciba otra cosa que la mano de su cuerpo físico, y asimismo puede fijarse en un punto del corazón. Sin embargo, es mucho más difícil concentrar la mente en un órgano interno como el corazón que- en uno externo como en la mano, y para facilitar la concentración de la mente en un órgano interno es preciso recabar el auxilio de la facultad imaginativa, o sea de la imaginación. Así podrá el ejercitante fijar la mente en el corazón, imaginando situado en esta víscera en loto de luminosos pétalos en los cuales enfoque la atención. 

De la propia suerte puede enfocarse en los demás chacras o centros vitales del cuerpo físico. El aspirante a yogui debe practicar aisladamente los ejercicios, pues la compañía de otras personas distrae la mente así como también la distrae la mucha conversación y el excesivo trabajo. Tal es la eficacia de la Yoga, que aun una mínima parte de su práctica beneficia al ejercitante, pues apacigua toda excitación nerviosa y capacita para ver con mayor claridad todas las cosas. 

Además, mejorará la salud corporal y dará más flexibilidad y vigor a la voz, cuyas modulaciones se corresponderán con la índole de los pensamientos expresados por las palabras. Quienes practiquen con mayor intensidad los ejercicios, notarán al cabo de algún tiempo como si oyeran un lejano repique de campanas o verán flotantes en la atmósfera puntos luminosos que se irán agrandando poco a poco. Son estas señales de adelanto en la Yoga. 

El ejercitante que se proponga perseverar en la práctica y no tomarla por malsana curiosidad o cosa de juego, habrá de someterse a un riguroso régimen dietético, que durante los primeros meses consistirá en leche y cereales. Según se vaya refinando el organismo, notará el ejercitante que lo desequilibra la más leve irregularidad o transgresión del régimen; pero en cuanto alcance el completo dominio de sí mismo podrá escoger a voluntad su sistema de alimentación. 

Cuando el ejercitante empieza a concentrarse, el contacto de un alfiler le parecerá como si un rayo le atravesara el cerebro, pues las percepciones son más agudas cuando se sutilizan los órganos de sensación. Por estas etapas hemos de pasar todos y quienes perseveren lograrán el éxito final. El ejercitante ha de rehuir toda discusión, todo cuanto arriesgue distraerle de su propósito, sin hablar a nadie de lo que hace ni de si adelanta o no en su camino. 

Refiere una fábula india que si llueve cuando la estrella Svâti está en su ascensión, y cae una gota de lluvia en el interior de una madreperla, la gota se convierte en perla. Añade la fábula que las madreperlas conocen esta circunstancia, de modo que cuando llueve en dichas condiciones, ascienden a la superficie del mar y abren la concha para recibir la gota de lluvia e inmediatamente de recibida cierran la concha y se hunden en el fondo del mar a esperar pacientemente que la gota se convierta en perla. 

Así ha de ser el aspirante a yogui. Primero escuchar, después comprender y por último cerrarse a toda influencia externa para que las enseñanzas recibidas se conviertan en su interior en la perla de la verdad. Muy peligroso es disipar nuestras energías en la veleidosa ocupación de aceptar tales o cuales ideas tan sólo por su novedad o porque están de moda entre los intelectuales, y desecharlas con la misma facilidad para aceptar otras que parezcan más nuevas. Es necesario ocuparse en una sola cosa y estudiarla y examinarla bajo todos sus aspectos sin desistir del examen antes de llegar a una definitiva conclusión. Sólo ve la luz quien persevera en buscarla y así dijo Cristo: "buscad, y hallaréis". 

Para lograr éxito es indispensable la perseverancia y la energía en la realización del deliberado propósito.

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