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8 mar 2014

Luces sobre el Yoga - Sri Aurobindo: Planos y partes del Ser. 2/5

CAPÍTULO II
PLANOS Y PARTES DEL SER

El hombre no se conoce a sí mismo y no ha aprendido a distinguir las diferentes partes de su ser; generalmente las agrupa en un bloque único bajo el nombre de riente, porque es a través de una percepción y de una comprensión traducida a la mente que las conoce o las siente. Por esta razón no entiende sus propios estados y acciones, o, en todo caso, no los entiende más que de una manera superficial. Adquirir consciencia de la gran complejidad de nuestra naturaleza, ver las distintas fuerzas que la mueven y conseguir sobre ella el control de un conocimiento rector es, todo ello, una parte de los fundamentos del Yoga.

Estamos compuestos de muchas partes cada una de las cuales contribuye de algún modo al movimiento total de nuestra consciencia, de nuestro pensamiento, de nuestra voluntad, de nuestras sensaciones, sentimientos y acciones. Pero no vemos ni el origen, ni el curso de estos impulsos; sólo percibimos sus confusos e inciertos resultados superficiales sobre los que, en el mejor de los casos, no podemos imponer nada más que un orden precario e inestable.

El remedio puede venir únicamente de las partes del ser que ya están dirigidas hacia la luz. Pedir a la luz de la Divina Consciencia que descienda desde lo alto hasta nosotros, hacer que el ser psíquico se sitúe en primer plano, y encender una aspiración cuya llama despierte espiritualmente la mente exterior e inflama el ser vital, tal es la solución.

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Yoga significa unión con el Divino -una unión bien sea trascendental (por encina del universo) o bien cósmica (universal) o individual o bien, como en nuestro Yoga, las tres a la vez. Quiere decir también alcanzar un estado de consciencia en el que ya no se está limitado por el pequeño ego, por la mente, el ser vital y el cuerpo personales, sino que se está unido al Ser-en-Sí o Ser-Esencial supremo o a la consciencia universal (cósmica) o a una consciencia interior más profunda en la que se percibe el alma propia, el propio ser interior y la verdad real de la existencia. En la consciencia yóguica no sólo se perciben las cosas, sino también las fuerzas; y no sólo las fuerzas, sino también el ser consciente que está detrás de las fuerzas. Se es consciente de todo esto no solamente en uno mismo sino en el universo.

Hay una fuerza que acompaña el crecimiento de la nueva consciencia y que a la vez que crece con ella la ayuda a surgir y a perfeccionarse. Esta fuerza es la yoga-shakti. Está aquí replegada y dormida en todos los centros (chakras) de nuestro ser interior y es, en la base de la columna vertebral, la kundalini shakti de los Tantras. Pero está también encima de nosotros, encima de nuestra cabeza, como la Fuerza Divina -y allí no está replegada, ni enrollada, ni dormida, sino despierta, consciente y poderosa, extendida y vasta; está allí esperando para manifestarse y es a esta Fuerza -al poder de la Madre- a lo que tenemos que abrirnos. En la mente se manifiesta como una fuerza-mental divina o como una fuerza-mental universal y puede hacer todo lo que la mente personal es incapaz de hacer; es entonces la fuerza mental yóguica. Cuando se manifiesta y actúa de la misma manera en el ser vital o en el físico, aparece allí como una fuerza vital yóguica o como fuerza corporal yóguica. Puede despertar bajo todas esas formas, irrumpiendo hacia afuera y hacia arriba, extendiéndose en amplitud desde abajo. O bien puede descender y convertirse en un poder definido para la acción; puede afluir profusamente al cuerpo, actuando, estableciendo su reino, extendiéndose en amplitud desde lo alto.

Puede unir lo más bajo en nosotros con lo más alto situado por encima de nosotros; liberar el individuo en una universalidad cósmica o en lo absoluto y trascendente.

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En el proceso de nuestro Yoga cada uno de los centros tiene un empleo y una función general psicológica determinados que forman la base de todos sus poderes y de todas sus operaciones especiales. El muladhara gobierna el ser físico hasta el subconsciente; el centro abdominal -svadhisthana- gobierna el vital inferior; el centro umbilical - nabhipadma- o -manipura- gobierna el vital más vasto; el centro del corazón - hridpadma- o -anahata- gobierna el ser emotivo; el centro de la garganta -visuddhagobierna la mente de la expresión y de la exteriorización; el centro entre las dos cejas - ajñacakra- rige la mente dinámica, la voluntad, la visión y la formación mentales de carácter dinámico; encima, el loto de mil pétalos -sahasradala- gobierna la mente pensante superior, alberga la mente iluminada más elevada aún, y en lo más alto se abre a la intuición a través de la cual -o bien por una acción directa irresistible- la sobremente puede establecer comunicación o un contacto inmediato con los otros planos.

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En nuestro Yoga denominamos subconsciente a esa parte completamente sumergida de nuestro ser en la que no hay, conscientemente despiertos y coherentes, ni pensamientos, ni voluntad, ni sentimientos, ni reacción organizada, pero que sin embargo recibe oscuramente las impresiones de todas las cosas y las almacena dentro de sí; es de allí también de donde pueden surgir en el sueño o incluso en estado de vigilia toda clase de impulsos, de movimientos habituales inveterados, repetidos crudamente o disfrazados bajo formas extrañas. Porque si bien estas impresiones surgen principalmente en sueños de una manera incoherente y caótica, pueden surgir también - y surgen en efecto- en nuestra consciencia de vigilia bajo la forma de una repetición mecánica de viejos pensamientos, de viejos hábitos mentales, vitales y físicos, o bajo la forma de un oscuro avivamiento o estimulación de sensaciones, de acciones, de emociones que no tienen origen ni proceden de nuestro pensamiento o nuestra voluntad consciente y que a menudo son incluso contrarias a sus percepciones, su elección o sus dictados. En el subconsciente hay una mente oscura llena de obstinados samskáras: impresiones, asociaciones, nociones estereotipadas, reacciones habituales formadas por nuestro pasado; un oscuro vital lleno de las semillas de las sensaciones, las reacciones nerviosas y los deseos habituales; un físico-material extremadamente oscuro que gobierna mucho de lo relativo a la condición del cuerpo. Es en gran medida responsable de nuestras enfermedades; éstas, tanto si son crónicas como si son recurrentes, son realmente debidas sobre todo al subconsciente, a su obstinada memoria y a su costumbre de repetir todo lo que se ha grabado en la consciencia corporal. Pero hay que distinguir claramente entre este subconsciente físico y las partes subliminales de nuestro ser, tales como la consciencia física interior o sutil, el ser vital interior o la mente interior; porque estas partes no son en absoluto oscuras, incoherentes o mal organizadas, sino tan sólo veladas a nuestra consciencia superficial. Nuestra superficie recibe constantemente alguna cosa -toques interiores, comunicaciones o influencias- de estas fuentes, pero en la mayoría de los casos no sabe de donde proceden.

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Hay un plano vital (autoexistente) encima del universo material que nosotros vemos; hay un plano mental (autoexistente) encima del plano vital y del material. Estos tres planos juntos, -el mental, el vital y el físico- forman el llamado triple universo del hemisferio inferior. Se han ido estableciendo en la consciencia terrestre por medio de la evolución; pero todos ellos existen por sí mismos desde antes de la evolución, por encima de la consciencia-terrestre y del plano material al que la tierra pertenece.

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Detrás de toda la naturaleza vital del hombre está, escondido e inmóvil, su verdadero ser vital, que es completamente diferente que la naturaleza vital superficial. El vital superficial es estrecho, ignorante, limitado, está lleno de deseos oscuros, de pasiones, apetitos, rebeldías, placeres y dolores, de alegrías y penas efímeras, de entusiasmos y depresiones. El ser vital verdadero, por el contrario, es vasto, grande, tranquilo, fuerte, sin limitaciones, firme e inmutable, capaz de todo poder, de todo conocimiento, de todo ananda. Está, además, desprovisto de ego, pues sabe que es una proyección y un instrumento del Divino: es el guerrero divino, puro y perfecto; en él reside una Fuerza instrumental para la ejecución de todas las realizaciones divinas. Es éste, el verdadero ser vital, el que se ha despertado dentro de ti y se ha situado en primer plano. Del mismo modo existe también un ser mental verdadero, un ser físico verdadero. Cuando éstos son evidentemente manifiestos te tornas consciente de una doble existencia: la que está detrás es siempre sosegada y fuerte, únicamente la que discurre por la superficie es atormentada y oscura. Pero si el ser verdadero situado detrás permanece estable y vives en él, la agitación y la oscuridad permanecen tan sólo en la superficie; de este modo, las partes exteriores pueden ser tratadas de manera más eficaz y alcanzar también la libertad y la perfección.

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La palabra mente en su acepción corriente abarca indistintamente la totalidad de la consciencia, porque el hombre es un ser mental y ve todas las cosas bajo el aspecto mental; pero en la terminología de nuestro Yoga el sustantivo «mente» y el adjetivo «mental» se utilizan para denotar especialmente aquella parte de la naturaleza que está relacionada con el conocimiento y la inteligencia, con las ideas, las percepciones mentales o del pensamiento, las reacciones del pensamiento ante las cosas, las formaciones y los movimientos verdaderamente mentales, la visión y la voluntad mentales, etc., con todo lo que es parte de la inteligencia del hombre. El vital tiene que ser cuidadosamente diferenciado de la mente, aunque contenga un elemento mental transfundido en él; el vital es la naturaleza de la Vida, hecha de deseos, sensaciones, sentimientos, pasiones, energías de la acción, impulsos del deseo, reacciones del alma humana del deseo y de todo ese juego de instintos de posesión y otros instintos relacionados, como la ira, el miedo, la codicia, la lujuria, etc., que pertenecen a este campo de la naturaleza. En la superficie de la consciencia la mente y el vital se hallan mezclados, pero en realidad son fuerzas completamente distintas y tan pronto como se sitúa uno detrás de la consciencia superficial ordinaria las ve separadas, descubre su diferencia y puede con la ayuda de este conocimiento analizar sus mezclas superficiales.

Es perfectamente posible e incluso corriente que durante un tiempo más o menos largo, algunas veces muy largo, la mente acepte al Divino o el ideal yóguico en tanto que el vital, no convencido ni sometido aún a El, sigue obstinadamente la senda del deseo, de la pasión y de la atracción por la vida ordinaria. Esta división o conflicto entre la mente y el vital es la causa de la mayor parte de las dificultades más arduas de la sadhana.

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El ser mental, desde el interior, vigila, observa y juzga todo lo que acontece en nosotros. El ser psíquico no vigila ni observa de esta suerte como un testigo, pero losiente y lo sabe espontáneamente de una manera más directa y luminosa, por la pureza misma de su propia naturaleza y el divino instinto que existe dentro de él, y así, siempre que se sitúa en primer plano revela en el acto cuales son los movimientos justos y cuales son los movimientos falsos de nuestra naturaleza.

El ser humano está compuesto de los siguientes elementos: el psíquico detrás
sosteniéndolo todo, el ser mental, el vital y el físico interiores, y la naturaleza exterior, la naturaleza completamente externa de la mente, de la vida y del cuerpo que es su instrumento de expresión. Pero por encima de todo está el ser central (jivatman), una parte del Ser-Esencial o Espíritu del Divino que se sirve de todos ellos para su manifestación. Esta realidad de sí mismo permanece oculta sin embargo para el hombre exterior que sustituye esta alma y este yo recónditos por el ego mental y vital. Es solamente aquel que ha empezado a conocerse a sí mismo quien se torna consciente de su verdadero ser central; éste, sin embargo, está siempre allí presente detrás de la acción de la mente, de la vida y del cuerpo, y el psíquico, él mismo una chispa del Divino, es quien más directamente lo representa. El crecimiento del elemento psíquico en nuestra propia naturaleza es lo que nos permite iniciar un contacto consciente con nuestro ser central situado encima. Cuando eso sucede y el ser central utiliza una voluntad consciente para controlar y organizar los movimientos de la naturaleza, se posee un dominio real y espiritual de sí mismo y no sólo un dominio parcial y meramente mental o moral.

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En nuestro Yoga la expresión «ser central» se utiliza generalmente para designar la parte del Divino en nosotros que sostiene todo el resto y que sobrevive a través de la muerte y del nacimiento. Este ser central tiene dos formas: en lo alto, es el jivatman, el ser verdadero, del cual se adquiere consciencia cuando llega a uno el más alto conocimiento de sí mismo, -abajo, es el ser psíquico que está situado detrás de la mente, el cuerpo y la vida. El jivatman está encima de la manifestación de la vida y la preside; el ser psíquico está presente detrás de la manifestación de la vida y la sostiene.

La actitud natural del ser psíquico es la de sentirse el Niño, el Hijo de Dios, el
bhakta; es una parte del Divino, uno con Él en esencia, aunque en la dinámica de la manifestación haya siempre una diferencia, incluso en la identidad. El jivatman, por el contrario vive en la esencia y puede fundirse en una entidad con el Divino; pero éste también, desde el momento en que preside la dinámica de la manifestación, se reconoce como un centro del Divino múltiple, no como el parameshwara, el Señor Supremo. Es importante recordar esta distinción; porque, de otra manera, si existe el menor rastro de egoísmo vital, puedes empezar a creerte un Avatar o bien perder el equilibrio, como Hridaya con Ramakrishna.

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El Espíritu es el atman, brahmán, el Divino esencial. Cuando el Divino único manifiesta la multiplicidad siempre inherente a Él, este Ser- Esencial o atman se convierte para esa manifestación en el Ser central que desde lo alto preside la evolución de sus personalidades y de sus vidas terrenas; pero en sí mismo es una parte eterna del Divino, anterior a la manifestación terrestre, para prakritir  jivabhuta.

En esta manifestación inferior, apara prakriti, esta parte eterna del Divino aparece como el alma -chispa del Fuego Divino- que sirve de apoyo a la evolución individual y sostiene el ser mental, vital y físico. El ser psíquico es la chispa que crece y se convierte en Fuego, evolucionando con el desarrollo de la consciencia. El ser psíquico es por tanto evolutivo y no, como el jivatman, anterior a la evolución.

Pero el hombre no tiene consciencia del Ser-Esencial o jivatman, sólo tiene consciencia de su ego, o bien del ser mental que dirige la vida y el cuerpo. Sin embargo, si penetra profundamente en su interior puede adquirir consciencia de su alma o ser psíquico como de su centro verdadero, el purusha en el corazón. El psíquico es el ser central en la evolución, emana del jivatman, parte eterna del Divino, y lo representa. En el estado de plena consciencia, el jivatman y el ser psíquico se unen.

El ego es una formación de la Naturaleza; pero no es una formación de naturaleza física solamente; por esa razón no cesa con el cuerpo. Hay también un ego mental y  vital.

La base de la consciencia material aquí no es solamente la Ignorancia, sino también la Inconsciencia, porque la consciencia esta involucionada en la forma de la Materia y en la energía de la Materia. No es sólo la consciencia material, sino también la vital y la mental las que están separadas de la Verdad por la Ignorancia.

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La palabra jiva tiene dos significados en las lenguas sánscritas; significa un ser viviente, y significa también el espíritu individualizado que sostiene al ser viviente en el proceso de su evolución de nacimiento en nacimiento. En este último sentido el término completo es jivatman: el atman, Espíritu o Ser-en-Sí eterno del ser viviente. La Gita habla de él metafóricamente como «de una parte eterna del Divino». Pero la palabra fragmentación (empleada por ti) es demasiado fuerte; podría aplicarse a las formas, pero no al espíritu que contienen. Además, el Divino múltiple es una realidad eterna, anterior a la creación de cualquier universo. Una descripción válida del jivatman sería: «el Divino múltiple manifestado aquí como el ser-en-sí-esencial o espíritu individualizado del ser creado». El jivatman en su esencia no cambia ni evoluciona, su esencia permanece por encima de la evolución personal. En la evolución está representado por el ser psíquico en evolución que sostiene a todo el resto de la naturaleza.

El adwaita vedanta (monismo) declara que el jiva no tiene existencia real ya que el Divino es indivisible. Otra escuela atribuye al jiva una existencia real, pero no independiente; es, según esta escuela, uno en la esencia, diferente en la manifestación, y dado que la manifestación es real, eterna y no es una ilusión, el jiva no puede ser denominado irreal. Las escuelas dualistas afirman que el jiva constituye una categoría independiente o insisten en la triplicidad de Dios, Alma y Naturaleza.

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El alma pasa por el nacimiento cada vez, y cada vez se forma una mente, un vital y un cuerpo con los materiales de la naturaleza universal, de acuerdo con la evolución del alma en el pasado y sus necesidades para el futuro.

Cuando el cuerpo se disuelve, el vital va al plano vital y permanece allí durante algún tiempo, pero transcurrido éste la envoltura vital desaparece. Lo último que se disuelve es la envoltura mental. Finalmente, el alma o ser psíquico se retira al mundo psíquico para reposar allí hasta que llegue la hora de un nuevo nacimiento.

Tal es el proceso habitual para los seres humanos regularmente desarrollados. Hay variaciones según la naturaleza del individuo y su desarrollo. Por ejemplo, si la mente está muy desarrollada, el ser mental puede entonces permanecer -y lo mismo ocurre con el vital- con tal que estén organizados por el verdadero ser psíquico y centrados en torno a él; comparten entonces la inmortalidad del psíquico.

El alma recoge los elementos esenciales de sus experiencias en la vida y hace con ellos su base de crecimiento en la evolución; cuando retorna al nacimiento toma junto con su envoltura mental, vital y física, tanto de su karma como le sea útil en la nueva vida para aumentar su experiencia.

Es en realidad por la parte vital del ser que se hacen el shraddha y los ritos -para ayudar al ser a desembarazarse de las vibraciones vitales que le atan aún a la tierra o a los mundos vitales, a fin de que pueda alcanzar rápidamente el reposo en la paz psíquica.

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La consciencia del individuo se expande en la consciencia cósmica al exterior y
puede tener con ella relaciones de cualquier clase: puede penetrar en ella, conocer sus movimientos, actuar sobre ella o recibir de ella, tornarse incluso tan vasta como ella o contenerla; era eso lo que en el lenguaje de los antiguos Yogas significaba la expresión «tener el brahmanda dentro de sí».

La consciencia cósmica es la del universo, del espíritu cósmico y de la Naturaleza cósmica con todos los seres y todas las fuerzas contenidos en ella. Todo eso como conjunto es tan consciente como el individuo aisladamente, aunque de modo diferente. La consciencia del individuo es una parte de ésta, pero es una parte que se siente como un ser distinto. Sin embargo, durante todo el tiempo la mayor parte de lo que él es le viene de la consciencia cósmica. Pero hay un muro de ignorancia separativa que se interpone. Una vez abatido este muro, el individuo comienza a percibir el Ser-en-Sí o Espíritu cósmico, la consciencia de la Naturaleza cósmica, las fuerzas que actúan en ella, etc. Capta todo eso del mismo modo que ahora percibe las cosas y los impactos físicos. Él descubre que todo eso es uno con su Ser-Esencial más vasto o universal.

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Hay una Naturaleza mental, una Naturaleza vital, una Naturaleza física universales, y con una selección de sus fuerzas y movimientos se forma la mente, el vital y el físico individuales. El alma viene de más allá de esta naturaleza mental, vital y física. Pertenece al trascendente y por eso podemos abrirnos a la Naturaleza superior que está más allá.

El Divino es siempre el Uno y el Múltiple a la vez. El espíritu individual forma parte del aspecto «Múltiple» del Uno, y el ser psíquico es lo que él despliega para que evolucione aquí, en la naturaleza terrestre. Cuando obtiene la liberación el ser individual se reconoce a sí mismo como el Uno (que, sin embargo, es el Múltiple). Puede sumergirse en el Uno y fundirse o esconderse en su seno -es el laya del adwaita; puede sentir su unidad y, no obstante, en tanto que parte del Múltiple que es el Uno gozar del Divino- es la liberación dwaitadwaita; puede insistir en su aspecto Múltiple y ser poseído por el Divino, es la vishishtadwaita, o seguir jugando con Krishna en el eterno vrindavan, que es la liberación dwaita. O puede incluso, aunque haya alcanzado la liberación, permanecer en la lila o manifestación o descender a ella las veces que quiera.

El Divino no está atado por las filosofías humanas; es libre en su juego y libre en su esencia.

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Lo que se designa con la palabra prakriti, o Naturaleza, es el lado exterior o ejecutivo de la shakti o Fuerza Consciente que forma y mueve los mundos. Este lado exterior aparece aquí como algo mecánico, como una acción de fuerzas, de gunas, etc. Pero detrás de él está la Consciencia y la Fuerza vivientes del Divino, la shakti divina. La prakriti misma se divide en inferior y superior. La inferior es la prakriti de la Ignorancia, la prakriti de la mente, de la vida y de la Materia, separadas del Divino en su consciencia; la superior es la prakriti Divina del sachchidananda con su poder de manifestar la Supermente, siempre consciente del Divino y libre de la Ignorancia y de sus consecuencias. El hombre, en tanto que permanece en la ignorancia está sujeto a la prakriti inferior, pero mediante la evolución espiritual adquiere consciencia de la Naturaleza superior y trata de establecer contacto con ella. Puede ascender hasta ella y ella puede descender hasta él; este doble movimiento ascendente y descendente hace posible la transformación de la naturaleza inferior de la mente, la vida y la Materia.

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Hay que alcanzar y hacer descender la Sobremente para que la Supermente tenga alguna posibilidad de descender, porque la Sobremente es el paso a través del cual se pasa de la Mente a la Supermente. En la Sobremente es en donde tienen su origen todos estos arreglos diversos de la Verdad creativa de las cosas. De la Sobremente descienden a la Intuición desde donde son transmitidos a la Mente Iluminada y a la Mente Superior para ser allí adaptados a nuestra inteligencia. Pero en la transmisión y a medida que descienden a los niveles inferiores, pierden cada vez más su poder y su certidumbre. Al llegar a la mente humana han perdido ya la energía que tenían de la Verdad directamente percibida; porque al intelecto humano sólo se presentan como ideas especulativas, no como una Verdad realizada, no como una percepción directa, como una visión dinámica unida a una experiencia concreta e incontestable.

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La Supermente está entre sachchidananda y la creación inferior. Ella sola contiene la Verdad autodeterminante de la Consciencia Divina y es necesaria para una creación-dela-  Verdad. Es posible evidentemente realizar también sachchidananda en relación con la mente, la vida y el cuerpo; pero entonces es algo estable que sostiene con su presencia la prakriti inferior, pero no la transforma. Sólo la Supermente puede transformar la naturaleza inferior.

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Sachchidananda (sat-chit-ananda) es el Uno bajo un triple aspecto. En el Supremo, los tres no son tres, sino uno; la existencia (sat) es consciencia (chit), la consciencia es bienaventuranza (ananda), y los tres son así inseparables, no sólo inseparables sino tan idénticos que no cabe ninguna distinción entre ellos. En los planos superiores de la manifestación se convierten en tres en uno; aunque continúan siendo inseparables, uno de ellos puede predominar y servir de base o de guía para los demás. Por debajo, en los planos inferiores, se tornan separables en apariencia, aunque no lo sean en su realidad secreta, y en el mundo fenoménico cada uno de ellos puede existir sin los demás de tal modo que adquirimos consciencia de lo que nos parece ser una existencia inconsciente o dolorosa o una consciencia sin ananda. De hecho, sin esta separación entre ellos en nuestra experiencia, el dolor, la ignorancia, la mentira, la muerte y eso que denominamos inconsciencia no se podrían haber manifestado; esta evolución de una consciencia limitada y sufriente surgiendo de la nesciencia universal de la Materia no habría podido tener lugar.

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