El control de la mente es posible si se tiene un sincero interés por hacerlo. Todos comprenden, sienten el mundo exterior, y también comprenden mucho de sus propios sentimientos internos. Sólo que es necesario profundizar la comprensión. La práctica de la oración, yapa, etc, ayuda a mejorar la concentración mental. Llevar una vida moral y observar continencia es importante. Dos medios principales para el control de la mente han sido aconsejados por Sri Krishna y el sabio Patányali: práctica y renunciación. La práctica consiste en tratar repetidamente de hacer la mente firme en su estado puro, sin modificaciones. Esto puede hacerse por el yapa, la meditación y otras prácticas. Renunciación es librarse de todos los deseos de goce. Para ello se requiere ver constantemente el efecto dañino de todos los goces sensorios.
La idea de controlar la mente debe tomarse seriamente. Pueden cometerse errores, pero una persona seria con seguridad continuará esforzándose y gradualmente logrará el control. Swami Vivekananda dijo: “El pensamiento es la fuerza propulsora en nosotros. Llena la mente con los más elevados pensamientos, óyelos día tras día, piénsalos mes tras mes. Nunca te importen los fracasos; son naturales. Estos fracasos son la belleza de la vida.” (Complet Works:II.152).
Para controlar la mente debe haber una firme determinación, la voluntad, las ganas de hacerlo. ¿Puede crearse este deseo? Sí. Con una actitud de discernimiento entre lo real y lo irreal, lo permanente y lo impermanente, lo verdadero y lo falso, el bien y el mal. La persona discriminadora comprende en forma gradual cómo ella misma crea sus propios problemas, especialmente permitiéndole a la mente morar libremente en los objetos de los sentidos. Para quien no es sincero, no es posible comprender mucho de todo esto. En el Bhagavad Guita (II.62-63) hay una hermosa descripción que muestra paso a paso cómo sucede eso:
“Pensar en los objetos sensorios
te apegará a los objetos sensorios;
Crece en apego y te vuelves adicto;
Contradice tu adicción, y se vuelve ira;
Enójate, y confundes tu mente;
Confunde tu mente, y olvidas la lección de la experiencia;
Olvida tu experiencia, y pierdes la discriminación;
Pierde la discriminación, y pierdes el único propósito de la vida.”
Por ejemplo: ante una persona aparece la imagen de alguna cosa atractiva. Puede ser dinero, un automóvil o cualquier otro objeto sensorio. En la mente existe la tendencia a repetir dicha imagen, pero cuando la persona permite su resurgimiento, se desarrolla un gusto. Cuando ese gusto es intensificado, brota el deseo de acercarse al objeto. Luego comienza a querer poseerlo. Ya no es más una mera imaginación. Ahora bien, la persona clama por poseerlo, pero tal vez no le sea posible conseguirlo fácil e inmediatamente. Puede haber obstrucciones. Cualquier obstáculo para poseer el objeto de goce produce ira, y una mente enojada se torna confusa. Una mente confundida no puede recordar las experiencias ganadas previamente, se vuelve nublada. De ese modo no puede discriminar, y actúa en forma irracional e impulsiva. Se vuelve moralmente degradada.
Vemos entonces que la degradación moral del pensamiento es la raíz de todos los males. Viene a la mente muy suave y casi inconscientemente. ¿Cómo reconocer e impedir esto? Estando alerta, prestando la atención adecuada.
De cualquier manera, nadie está desahuciado. Todos podemos desarrollar nuestras más elevadas facultades; para eso es necesario decidirse a luchar contra la naturaleza inferior. Podemos tener ciertas limitaciones, pero también todos tenemos muchas cualidades benditas. Si realmente deseamos controlar y purificar la mente, si queremos utilizar el tremendo poder que yace en ella, tenemos que amar la religión, amar a Dios. Y una vez que logremos levantar este espíritu en nuestro interior, nada en el mundo podrá detenernos. Nuestra vida será gloriosa.
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