Parte 4/5: Deseo - alimento - sexo.
Parte 5/5: La consciencia física y subconsciente - El sueño y los sueños - La enfermedad.
Parte 5/5: La consciencia física y subconsciente - El sueño y los sueños - La enfermedad.
Bases del Yoga - Sri Aurobindo part 5-5
LA CONSCIENCIA FÍSICA Y SUBCONSCIENTE
EL SUEÑO Y LOS SUEÑOS
LA ENFERMEDAD
Nuestro objetivo es la realización supramental, y debemos hacer lo que sea necesario para alcanzarla o para acercarnos a esta realización según las condiciones de cada fase de la sadhana. Actualmente, la necesidad que se impone es la de preparar la consciencia física; con este fin hay que establecer en las partes vitales inferiores y físicas una paz y una ecuanimidad completas y una consagración total, libres de toda exigencia y de todo deseo personal.
Las otras cosas vendrán a su debido tiempo. Ahora lo que se necesita es la apertura del ser psíquico en la consciencia física y su presencia y su dirección constantes.
Lo que tú me describes es la consciencia material. En su mayor parte es subconsciente, pero incluso en su parte consciente es mecánica, movida pasivamente por los hábitos o por las fuerzas de la naturaleza inferior. Repitiendo siempre los mismos movimientos, sin inteligencia ni lucidez, se apega a la rutina y a la regla establecida de lo que ya existe; es reacia a cambiar, a recibir la Luz o a obedecer a la Fuerza superior. O si quiere hacerlo, no es capaz. Y si tiene esta capacidad, cambia la acción que le es dada por la Luz y la fuerza en una nueva rutina mecánica y así excluye de ésta toda alma y toda vida. Es oscura, estúpida, indolente, llena de ignorancia y de inercia, de la oscuridad y de la lentitud del tamas.
Es en esta consciencia material donde tratamos de introducir primero la Luz, el Poder y el ananda superiores (espirituales o divinos) y después la Verdad supramental que es la meta de nuestro yoga.
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Has adquirido consciencia de la parte más física de tu consciencia; es así en casi todos. Cuando se penetra en esta parte de una manera total o exclusiva, se experimenta la sensación de que es como la de un animal, oscura y agitada o inerte y estúpida y, en ambos casos, cerrada al Divino. Sólo la acción de la Fuerza y de la Consciencia superiores pueden cambiarla fundamentalmente. Cuando estos movimientos aparezcan en ti, en vez de inquietarte por su aparición, tienes que comprender que se presentan para ser transformados.
Aquí, como en todo, la tranquilidad es el primer requisito. Es necesario hacer que la consciencia se mantenga en un estado apacible, sin agitación ni inquietud y después, desde esta tranquilidad invocar la Fuerza para que ilumine toda esta oscuridad y la transforme.
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«A merced de los ruidos y de las sensaciones corporales exteriores», «incapacidad de salirse de la consciencia exterior a voluntad», «toda la tendencia del ser alejada del yoga»: todo eso es aplicable indiscutiblemente a la mente física y a la consciencia física cuando se aíslan, por así decirlo, y ocupan toda la superficie del ser, empujando el resto hacia el fondo.
Cuando una parte del ser es promovida a la superficie para ser sometida al trabajo de transformación, esta especie de invasión que lo ocupa todo y la actividad predominante de esta parte -como si fuera la única que existiera- se produce con mucha frecuencia; y, desgraciadamente, es siempre lo que tiene que ser cambiado -las condiciones indeseables, las dificultades de esta parte- lo que se eleva en primer lugar, ocupa el campo de la consciencia y retorna obstinadamente. En el físico es la inercia, la oscuridad, la incapacidad, lo que sube a la superficie con su habitual obstinación. Lo que hay que hacer, en esta desagradable fase, es ser todavía más obstinado que la inercia física y perseverar -con una persistencia firme, exenta de agitación- en el decidido empeño de conseguir una vasta apertura permanente a través incluso de esta sólida roca de la obstrucción.
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En la sadhana, las variaciones de consciencia durante el día son una cosa común a casi todo el mundo. Las fluctuaciones, las disminuciones de intensidad, las recaídas a una condición anterior, normal o inferior, desde un estado superior experimentado ya pero todavía no perfectamente estabilizado, se toman muy intensas y acusadas cuando la acción de la sadhana está centrada en la consciencia física. Existe en la naturaleza física una inercia que no permite fácilmente que la natural intensidad de la consciencia superior permanezca invariable; el físico recae siempre en alguna cosa ordinaria. La consciencia superior y su fuerza tienen que trabajar durante mucho tiempo y repetidamente para poder llegar a establecerse de manera permanente y normal en la naturaleza física. No te inquietes ni te desanimes por estas variaciones y por estos retrasos por largos y tediosos que sean; haz lo posible solamente para estar siempre interiormente tranquilo y lo más abierto posible al Poder superior, sin permitir que ninguna condición verdaderamente adversa se apodere de ti. Si no hay ninguna ola adversa, el resto no es más que la persistencia de las imperfecciones que todos tienen en abundancia; la Fuerza debe actuar sobre estas imperfecciones y esta persistencia para eliminarlas; pero para esta eliminación se necesita tiempo.
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No tienes que dejarte desanimar por la persistencia de los impulsos de la naturaleza vital inferior. Algunos tienden a persistir y a repetirse hasta que toda la naturaleza física haya sido cambiada por la transformación de la consciencia más material. Hasta ese momento su presión se repite -algunas veces con fuerzas renovadas otras con menos vigor- como una costumbre mecánica. Retírales toda la fuerza de la vida denegándoles tu aprobación mental o vital, y el hábito mecánico perderá su poder de influir en los pensamientos y en las acciones, y, finalmente, cesará.
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El muladhara es el centro de la consciencia física propiamente dicha, y todo lo que está debajo es el verdadero físico, que, a medida que se va hacia abajo, se vuelve más y más subconsciente; pero el verdadero asiento del subconsciente está debajo del cuerpo del mismo modo que el verdadero asiento de la consciencia superior (el superconsciente) está encima del cuerpo. Cabe, también, percibir el subconsciente por todas partes, sentirlo como algo que está debajo de los movimientos de la consciencia y que, de alguna manera, la sostiene desde abajo, o la atrae hacia sí. El subconsciente es el soporte principal de todos los movimientos habituales, especialmente de los movimientos del físico y del vital inferior. Cuando se rechaza alguna cosa del vital o del físico, desciende generalmente al subconsciente y permanece allí como una semilla, esperando el momento propicio para salir de nuevo. Por eso es tan difícil liberarse de los movimientos vitales habituales o cambiar de carácter. Sostenidos o reavivados por esta fuente, preservados en esta matriz, los impulsos vitales, aunque hayan sido contenidos o reprimidos, surgen de nuevo a la superficie y se reproducen. La acción del subconsciente es irracional, mecánica y reiterativa. No atiende ni a la razón ni a la voluntad mental. Sólo la Luz y la Fuerza de lo alto pueden transformar el subconsciente.
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El subconsciente es tanto universal como individual, lo mismo que las demás partes principales de la naturaleza. Pero hay en el subconsciente elementos y planos diferentes. En la Tierra todo se basa en el llamado «Inconsciente», que en realidad no es en modo alguno inconsciente, sino más bien una completa «sub»-consciencia, una consciencia autoabsorbida o involucionada, que lo contiene todo, pero en la que nada está formulado o expresado. El subconsciente está situado entre este Inconsciente y la consciencia de la mente, de la vida y del cuerpo. Contiene en potencia todas las reacciones rudimentarias de la vida que lucha para emerger a la superficie desde las opacas e inertes riberas de la Materia, y que, mediante un desarrollo constante, forma una consciencia que evoluciona lentamente en el proceso de su autoexpresión; las contiene, no como ideas, percepciones o reacciones conscientes, sino como la sustancia fluida de esas cosas. Pero además, todo lo que se experimenta conscientemente se hunde en el subconsciente, no como recuerdos precisos aunque sumergidos, sino como oscuras y obstinadas impresiones de la experiencia, y estas impresiones pueden emerger en cualquier momento bajo la forma de sueños, de repeticiones mecánicas de pensamientos de sentimientos o de acciones del pasado, de «complejos» que estallan en forma de acciones o de acontecimientos, etc. El subconsciente es la causa principal de que todo se repita y nada cambie nunca más que en apariencia. Por esto se dice que es imposible cambiar el carácter. Es también la causa del constante retorno de las dificultades que se suponían vencidas para siempre. Contiene el germen de todo y de todos los samskaras de la mente del vital y del cuerpo; es el sostén principal de la muerte y de la enfermedad y la última fortaleza (aparentemente inexpugnable) de la Ignorancia. Todas las cosas reprimidas pero no radicalmente rechazadas, se hunden en su seno y permanecen allí como granos de semilla prestos a salir a la superficie y a germinar a la primera ocasión.
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El subconsciente es la base evolutiva en nosotros, no es ni la totalidad de nuestra naturaleza escondida, ni el origen completo de lo que somos. Pero las cosas pueden surgir del subconsciente y adquirir forma en las partes conscientes; la mayor parte de nuestros más pequeños instintos, movimientos, hábitos, rasgos de carácter, tanto del vital como del físico, tiene este origen.
Nuestra acción tiene tres fuentes ocultas: la superconsciente, la subliminal, la
subconsciente; pero ninguna está bajo nuestro control y ni siquiera tenemos consciencia de su existencia. Únicamente somos conscientes del ser de superficie que no es más que un dispositivo instrumental. La fuente de todo es la naturaleza general: la naturaleza universal individualizándose en cada persona. Esta deposita ciertos hábitos de movimiento, de personalidad, de carácter, de facultades, de disposiciones, de tendencias y todo eso, tanto si ha sido formado ahora como si lo fue antes de nuestro nacimiento, es lo que generalmente llamamos nosotros mismos. Una buena parte de esto se expresa en movimientos y prácticas habituales en las partes conscientes y conocidas de la superficie; una parte mucho más grande está escondida en las otras tres fuentes desconocidas, que están debajo o detrás de la superficie.
Pero lo que somos en la superficie es constantemente puesto en movimiento, cambiado, desarrollado o repetido por las olas de la naturaleza general que, directa o indirectamente, nos embisten a través de los demás, a través de las circunstancias, a través de agentes y de canales varios. Algunas de estas olas desembocan directamente en las partes conscientes y actúan allí, pero nuestra mente, ignorando su fuente, se las apropia y las considera como algo que se origina en su seno; algunas entran secretamente en el subconsciente en donde se sumergen, esperando la ocasión para elevarse hasta la superficie consciente; otras penetran en el subliminal de donde pueden salir en cualquier momento o permanecer, como material inutilizado. Algunas, en cambio, cuando aparecen son rechazadas, reexpedidas o expulsadas, o se pierden en el mar universal. Nuestra naturaleza es una continua actividad de fuerzas que nos son ofrecidas y con las cuales (o más bien con una pequeña cantidad de las cuales) hacemos lo que queremos o podemos. Lo que hacemos, parece asentado y formado definitivamente, pero, en realidad, no es más que un juego de fuerzas, un flujo, nada fijo ni estable; la apariencia de estabilidad es debida a la constante repetición, al constante retorno de las mismas vibraciones y formaciones. Por esto, la naturaleza puede ser cambiada a pesar del decir de Vivekananda (1) y del adagio de Horacio, y a pesar de la resistencia conservadora del subconsciente; pero es una tarea difícil porque esta repetición y esta reiteración obstinadas constituyen el modo dominante de la naturaleza.
Respecto a las cosas de nuestra naturaleza que expulsamos de nosotros, rechazándolas, pero que vuelven otra vez, todo depende del lugar al que son arrojadas. Muchas veces hay en esto una especie de método. La mente rechaza su mentalidad, el vital su vitalidad, el físico su manera de ser, y todas estas cosas vuelven, generalmente al dominio correspondiente de la naturaleza general. Cuando sucede así, permanecen primero en la consciencia circundante que transportamos con nosotros y a través de la cual nos comunicamos con la naturaleza exterior, y desde allí, muchas veces, retornan obstinadamente, hasta que son rechazadas de una manera tan absoluta o expulsadas tan lejos, por así decirlo, que no pueden volver más. Pero, si la cosa rechazada por la mente pensante y volitiva está firmemente sostenida por el vital, abandona en efecto la mente, pero se hunde en el vital donde se exaspera y trata de reaparecer y penetrar de nuevo en la mente para forzar o conseguir nuestra aceptación. De la misma manera cuando el vital superior (el corazón o la fuerza vital más vasta) rechaza alguna cosa, ésta se hunde y se refugia en el vital inferior con toda su masa de pequeños movimientos corrientes que constituyen nuestra pequeñez cotidiana. Si el vital inferior la rechaza también, se hunde en la consciencia física y trata de fijarse allí por inercia o repetición mecánica. Y cuando es rechazada hasta de la misma consciencia física, penetra en el subconsciente y reaparece en forma de sueño, pasividad o tamas absoluto. El Inconsciente es el último refugio de la Ignorancia.
En cuanto a las olas que vuelven de nuevo procedentes de la naturaleza general, la tendencia natural de las fuerzas inferiores consiste en tratar de perpetuar su acción en el individuo y de reconstruir la parte de su obra destruida por él; por esto retornan sobre él, a veces con fuerza acrecentada, incluso con una violencia extraordinaria, cuando notan que su influencia es rechazada. Pero no pueden durar mucho tiempo cuando la consciencia circundante esté clarificada, a no ser que se entrometan los «Hostiles» (2). Y aunque suceda esto, pueden atacar en efecto, pero si el sadhaka se ha establecido firmemente en su yo interior, los hostiles no pueden hacer más que atacar y retirarse.
Es verdad que la mayor parle ele nosotros mismos, o más bien de nuestras predisposiciones, de nuestra forma de reaccionar ante la naturaleza universal, procede de nuestras vidas pasadas. Pero la herencia no afecta en gran manera más que al ser exterior; e incluso en este caso, no todos los efectos de la herencia son aceptados, sino solamente los que están de acuerdo con lo que debemos ser, o, por lo menos, no son contrarios a ello.
El subconsciente está hecho de hábitos y de recuerdos y repite pertinazmente, o siempre que puede, todas las cosas reprimidas: viejas reacciones, antiguos reflejos, respuestas mentales, vitales o físicas. Es menester educarlo por medio de una presión todavía más pertinaz de las partes superiores del ser, para que abandone sus viejas respuestas y adopte las nuevas y verdaderas.
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No sabes tú hasta qué punto el ser natural ordinario vive en el físico subconsciente. Es allí donde son almacenados los movimientos habituales, mentales o vitales y de allí vuelven a subir a la mente de vigilia. Expulsados de la consciencia superior, es en esta caverna de los Panis donde hallan refugio. Al no darles más permiso para emerger libremente en estado de vigilia, aparecen durante el sueño en forma de sueños. No cesan verdaderamente hasta que son expulsados del subconsciente y que sus mismas semillas son exterminadas por la iluminación de estas zonas escondidas. Cuando tu consciencia penetre más en tu interior y la luz superior descienda a estas partes inferiores encubiertas, las cosas que ahora se repiten de esta manera, desaparecerán.
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Es ciertamente posible atraer las fuerzas de abajo. Pueden ser las fuerzas divinas que están escondidas aquí abajo las que respondan a tu llamada, y en este caso este movimiento ascendente completa el movimiento y el esfuerzo que la fuerza divina ejerce desde arriba, ayudándola especialmente a penetrar en el cuerpo. Pero puede ocurrir también que sean las fuerzas oscuras apostadas aquí abajo las que respondan a la invitación y entonces, este procedimiento, al propiciarlas, provoca el tamas o el desorden: a veces grandes masas de inercia o una agitación y una confusión formidables.
El vital inferior es un plano muy oscuro y no es bueno abrirlo del todo en tanto que los otros planos situados por encima de éste no están ampliamente abiertos a la luz y al conocimiento. Quien se concentre en el vital inferior sin esta preparación superior y sin conocimiento, caerá probablemente en muchas confusiones. Esto no quiere decir que las experiencias de este plano no puedan venir antes o incluso al principio; a veces se presenta espontáneamente, pero no hay que darles demasiada importancia.
Hay una yoga-shakti que yace enrollada o dormida, inactiva en el cuerpo interno. Cuando se hace yoga, esta fuerza se desenrolla y se eleva para ir al encuentro de la Consciencia y de la Fuerza divinas que están esperando encima de nosotros. Cuando se produce esto, cuando la yoga-shakti despertada se levanta, se la percibe a menudo como una serpiente que se desenrolla y se yergue y que asciende más y más hacia arriba. Cuando se encuentra arriba con la Consciencia divina, la fuerza de la Consciencia divina puede descender al cuerpo con mayor facilidad y se la puede sentir trabajando
para cambiarla naturaleza.
La sensación de que tu cuerpo y tus ojos son arrastrados hacia arriba, forma parte de este movimiento. Es la consciencia interior del físico y la visión interior sutil en el cuerpo que miran y se mueven hacia arriba, en su esfuerzo para encontrar en lo alto la consciencia y la visión divinas.
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Si desciendes a las partes o a las zonas inferiores de la naturaleza, debes tener siempre cuidado de mantener una conexión vigilante con los planos superiores de la consciencia ya regenerados y hacer descender a través de ellos la Luz y la Pureza a estas regiones más bajas aún no regeneradas. Sin esta vigilancia, los movimientos no regenerados de los planos inferiores absorben a uno y ocasionan dificultades y oscurecimientos.
Permanecer en la parte superior de la consciencia y ejercer una presión desde allí sobre la parte inferior para transformarla es el medio más seguro. Para actuar de este modo es necesario conseguir la habilidad y adquirir el hábito de hacerlo. Si obtienes esta facultad, tu progreso será mucho más fácil, más equilibrado y menos penoso.
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Tu práctica del psicoanálisis fue un error. Por lo menos durante un tiempo, ha hecho que el trabajo de purificación fuera menos fácil, más complicado. El psicoanálisis de Freud es la última cosa que se debería asociar al yoga. Su método consiste en coger una cierta parte, la más oscura, la más peligrosa, la más insana de la naturaleza, la región subconsciente del vital inferior, aislar algunos de sus fenómenos más morbosos y atribuirles una acción completamente desproporcionada con su verdadera función en la naturaleza. La psicología moderna es una ciencia que está en su infancia, a la vez temeraria, titubeante y tosca. Como en toda ciencia en el periodo de su infancia, la mente humana manifiesta aquí desenfrenadamente su hábito universal de apoderarse de una verdad parcial o local, generalizarla indebidamente y tratar de explicar la totalidad de un campo de la naturaleza por medio de sus estrechos términos. Además, la importancia exagerada atribuida a los complejos sexuales reprimidos es una falsedad peligrosa; puede tener una influencia nefasta y tiende a hacer que la mente y el vital sean, no precisamente menos, sino más fundamentalmente impuros que antes.
Es cierto que la parte subliminal es la más importante de la naturaleza humana y que contiene el secreto de los dinamismos invisibles que explican sus actividades de la superficie. Pero el subconsciente vital inferior que es todo lo que el psicoanálisis de Freud parece conocer (y del que no conoce más que algunos rincones mal iluminados), no es más que una parte restringida y muy inferior de la totalidad de lo subliminal. El yo subliminal está situado detrás y sostiene todo el hombre de superficie, contiene una mente más vasta y más eficaz detrás de la mente de superficie, un vital más grande y más poderoso detrás del vital de superficie, una consciencia física más sutil y más libre detrás de la existencia corporal de superficie. Y por encima de éstos se abre a las regiones superconscientes superiores, así como por debajo se abre a los ámbitos subconscientes inferiores. Si se quiere purificar y transformar la naturaleza, es menester abrirse y elevarse al poder de esas regiones superiores y, con su ayuda cambiar a la vez el ser subliminal y el ser de superficie. Incluso esto debe hacerse con cuidado, no prematura ni temerariamente, siguiendo una dirección superior, manteniendo siempre la actitud correcta; de otra manera, la fuerza atraída podría ser demasiado fuerte para la oscura y débil estructura de nuestra naturaleza. Pero empezar por la apertura del subconsciente inferior, incurriendo así en el riesgo de hacer surgir todo lo inmundo y oscuro que contiene, es desviarse del objetivo y atraerse dificultades. Primero hay que conseguir que la mente superior y el vital superior sean fuertes y firmes, y llenos de la luz y de la paz de lo alto; después se puede abrir el subconsciente o es posible incluso sumergirse en su seno, con más seguridad y con alguna posibilidad de un cambio rápido y positivo.
El sistema que consiste en liberarse de las cosas por medio de anubhava es también peligroso; porque siguiendo este camino es más fácil esclavizarse más que alcanzar la libertad. Este método se basa en dos motivos psicológicos bien conocidos. El primero, el motivo del agotamiento voluntario, es válido solamente en algunos casos, especialmente cuando ciertas tendencias naturales tienen un influjo o un impulso demasiado fuertes, para que puedan ser eliminadas por medio de vichara o mediante el proceso de rechazamiento, sustituyéndolas por el verdadero movimiento. Cuando el impulso es excesivo, el sadhaka tiene incluso que volver, a veces, a la acción ordinaria de la vida corriente para poder obtener, con la ayuda de una mente y una voluntad nuevas, la verdadera experiencia de la vida; después, vuelve otra vez a la vida espiritual con el obstáculo eliminado o en todo caso a punto de ser eliminado. Pero este método de condescendencia intencionada es siempre peligroso, aunque sea alguna vez inevitable. Tiene éxito únicamente cuando en el ser existe una voluntad muy fuerte de realización; porque entonces la satisfacción de los deseos provoca un gran descontento, una fuerte reacción, vairagya, y la voluntad de perfeccionamiento puede ser introducida en las partes recalcitrantes de la Naturaleza.
El otro motivo de anubhava es de aplicación más general; en efecto, para rechazar algo del ser, es necesario primero adquirir consciencia de ello, tener una clara experiencia interior de su acción, y descubrir su posición real en los procesos de la naturaleza. Cabe entonces actuar sobre ello para eliminarlo, si es un movimiento enteramente negativo, o para transformarlo si es solamente la degradación de un movimiento superior y verdadero. Esto, o algo parecido, es lo que se ha intentado, tosca e impropiamente, con un conocimiento rudimentario e insuficiente, en el sistema del psicoanálisis.
El procedimiento de promover el ascenso de los movimientos inferiores hasta la plena luz de la consciencia a fin de conocerlos y de tratarlos, es inevitable, pues es imposible de otro modo conseguir un cambio completo. Pero sólo puede conseguir verdaderamente su propósito si una luz y una fuerza superiores intervienen con suficiente energía para poder dominar, más o menos rápidamente, la fuerza de la tendencia que se ofrece a la transformación. Muchas personas bajo el pretexto de anubhava, no solamente hacen surgir el movimiento adverso, sino que, en vez de rechazarlo, lo sostienen con su consentimiento, hallan justificaciones para continuarlo o repetirlo y, así, le siguen el juego, se complacen en su reiteración y lo eternizan; después, cuando quieren eliminarlo, ejerce sobre ellos un influjo tan poderoso que se encuentran impotentes en sus garras y sólo mediante una lucha terrible o en virtud de una intervención de la gracia divina pueden ser liberados.
Algunos obran así por una deformación o una perversión vital, otros por simple
ignorancia; pero tanto en el yoga, como en la vida, la naturaleza no acepta la ignorancia como justificación. Este peligro está presente cada vez que se manipulan arbitrariamente las partes ignorantes de la naturaleza; pero ninguna parte es más ignorante, más peligrosa, más irracional y más obstinada en su reiteración que la parte subconsciente del vital inferior y sus movimientos. Hacer que surja prematura o impropiamente, para hacer el anubhava, es arriesgarse a inundar con este flujo sucio y oscuro las partes conscientes de nuestro verdadero ser, envenenando así toda la naturaleza vital e incluso la naturaleza mental. Por consiguiente, se debería empezar siempre con una experiencia positiva y no con una experiencia negativa, haciendo descender en primer lugar algún reflejo de la naturaleza divina, de la calma, de la luz, de la ecuanimidad, de la pureza, de la fuerza divina a las partes del ser consciente que hay que transformar; sólo cuando esto haya sido realizado de manera suficiente y una firme base positiva haya sido establecida, se pueden hacer surgir sin riesgo los elementos adversos escondidos en el subconsciente para destruirlos y eliminarlos por el poder de la calma, de la luz, de la fuerza y del conocimiento divinos. Incluso así, habrá siempre bastantes elementos inferiores que emergerán espontáneamente para procurarte tanto anubhava como puedas necesitar para liberarte de los obstáculos pero en este caso podrán ser tratados con mucho menos peligro y bajo una dirección interna superior.
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Me resulta difícil tomar en serio estos psicoanalistas cuando tratan de sondear la experiencia espiritual a la luz vacilante de sus linternas de mano; y no obstante, acaso habría que hacerlo, puesto que el conocimiento limitado tiene un poder capaz de obstaculizar considerablemente la manifestación de la auténtica Verdad. Esta nueva psicología me hace pensar en niños que, habiendo aprendido de manera sumaria y poco adecuada el alfabeto, son felices cuando suman el a, b, c del subconsciente con el misterioso súper-ego subterráneo, y se imaginan que su primer libro de modestos principiantes, su p-a=pa; p-e=pe, es el verdadero corazón del conocimiento real. Estos psicólogos miran desde abajo hacia arriba y explican las luces superiores con las oscuridades inferiores; pero el fundamento de estas cosas está arriba, no abajo, upari budhna esham. El superconsciente, y no el subconsciente, es el verdadero fundamento de las cosas. No se halla el significado del loto analizando los secretos del barro donde crece; el secreto del loto está en el arquetipo celeste del loto, que florece eternamente en la Luz de lo alto. Además, el campo que estos psicólogos han elegido es pobre, oscuro y limitado; hay que conocer el todo para poder conocer la parte, y lo superior para poder verdaderamente comprender lo inferior. Tal es la promesa de la futura psicología, y cuando haya llegado su hora, estos pobres tanteos desaparecerán, reducidos a nada.
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El sueño, debido a su base subconsciente produce generalmente una caída a un nivel inferior, a menos que sea un sueño consciente. Hacer que sea más y más consciente es el único remedio permanente, pero en tanto no se consiga este objetivo, al despertar se debe reaccionar siempre contra la tendencia al abatimiento y no permitir que el efecto deprimente de las noches se acumule. Esto exige siempre una disciplina y un esfuerzo constante y requiere tiempo, algunas veces mucho tiempo. No es bueno abandonar el esfuerzo con el pretexto de que no se obtiene un resultado inmediato.
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Durante la noche, la consciencia desciende casi siempre por debajo del nivel alcanzado en la sadhana en la consciencia de vigilia, a no ser que se tengan durante el sueño experiencias especiales que eleven, o que la consciencia yóguica adquirida sea lo bastante fuerte en el físico mismo, para contrarrestar la acción de la inercia subconsciente. En el sueño normal, la consciencia que permanece en el cuerpo es la del físico subconsciente, que es una consciencia disminuida, no despierta y viva como el resto del ser. Éste se retrae, y una parte de su consciencia se va a otros planos, a otras regiones, en donde tiene experiencias que se traducen en sueños, como ese que me has referido. Dices que vas por sitios horribles y que tienes experiencias como la que narras, pero eso no significa necesariamente que exista en ti algo morboso. Quiere decir, simplemente, que vas por el mundo vital, como todo el mundo, y el mundo vital está lleno de lugares y de experiencias de este género. Lo que debes hacer no es tanto evitar que te ocurra esto, puesto que es imposible impedirlo del todo, cuanto ir plenamente protegido, hasta que hayas obtenido la habilidad de moverte en estas regiones de la naturaleza suprafísica. Ésa es una de las razones por las que deberías acordarte de. la Madre y abrirte a la Fuerza antes de echarte a dormir; porque cuanto más se afirme en ti esta costumbre y mejor lo hagas, tanto más su protección estará contigo.
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Estos sueños no son todos simples sueños; no todos son una construcción fortuita, incoherente o subconsciente. Muchos son recuerdos o transcripciones de experiencias vividas en el plano vital, en el que se penetra durante el sueño; algunos son escenas o acontecimientos del plano físico sutil. Allí, con frecuencia, se pasa por circunstancias o se desarrollan actividades parecidas a las de la vida física, con el mismo contorno y las mismas personas, aunque en general, exista una cierta, y a veces considerable, diferencia en el orden y en las formas. Pero se puede también entrar en contacto con otros contornos y con otras gentes, que no se conocen en la vida física o que no pertenecen en modo alguno al mundo físico.
En el estado de vigilia, solamente tienes consciencia de un cierto campo, de una cierta acción limitada de tu naturaleza. Durante el sueño puedes llegar a tener una clara consciencia de cosas que están más allá de este campo, de una naturaleza mental o vital más vasta detrás del estado de vigilia, o bien de un físico sutil o de una naturaleza subconsciente que contienen gran parte de lo que está en ti pero que no es perceptible en estado de vigilia. Todas estas zonas oscuras deben ser iluminadas, pues de otra manera la prakriti no puede ser cambiada. No te inquietes por esa multitud de sueños del vital o del subconsciente (la mayor parte de la experiencia onírica procede de esos dos campos), pero aspira a liberarte de estas cosas y de las actividades que revelan, a ser consciente y a rechazar todo lo que no sea la Verdad divina; cuanto más te acerques y te adhieras a la Verdad en el estado de vigilia, rechazando todo lo demás, tanto más este tejido de sueños inferiores se clarificará.
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Los sueños que describes son muy claramente sueños simbólicos del plano vital. Estos sueños pueden simbolizar diversas cosas; el juego de las fuerzas, la estructura y la trama subterránea de cosas hechas o experimentadas, acontecimientos reales o potenciales, movimientos o cambios reales o sugeridos en la naturaleza interna o externa.
La timidez, expresada en el sueño por medio del temor, no correspondía probablemente a ninguna cosa de la mente consciente o del vital superior, sino a algo subconsciente de la naturaleza vital inferior. Esta parte se percibe siempre pequeña e insignificante y con suma facilidad tiene miedo de desaparecer absorbida por una consciencia más vasta; un miedo que en algunas personas, al primer contacto, llega hasta al espanto o al pánico.
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Todos los sueños de esta clase son evidentemente formaciones como las que se encuentran a menudo en el plano vital y, más raramente, en el plano mental. Algunas veces son formaciones de tu propia mente o de tu vital; a veces formaciones de la mente de otra persona exactamente transcritas o modificadas en la tuya, otras por último, proceden de formaciones hechas por fuerzas o por seres no humanos, pertenecientes a estos planos. Estas formaciones no son verdaderas y no se convierten necesariamente en cosas reales en el mundo físico; pero pueden sin embargo influir en el plano físico si
han sido formadas con este propósito o con esta tendencia y, si se les permite, pueden manifestar sus circunstancias o su significado -puesto que son casi siempre simbólicas o esquemáticas- en la vida interior o exterior. La mejor conducta a seguir consiste simplemente en observarlas y entenderlas, y si proceden de una fuente hostil, rechazarlas o destruirlas.
Existe otra clase de sueños que no tienen el mismo carácter, que son la representación o la transcripción de cosas que ocurren realmente en otros planos, en otros mundos, bajo condiciones distintas a las nuestras. Hay también algunos sueños que son puramente simbólicos, y otros que señalan movimientos y propensiones que existen en nosotros, tanto familiares como desconocidos para la mente de vigilia, o que utilizan viejos recuerdos y hacen surgir cosas, almacenadas pasivamente o que están activas todavía en el subconsciente: toda una masa de materiales varios que tiene que ser transformada o expulsada a medida que se eleva uno hacia una consciencia superior. Si se aprende a interpretarlos, se puede obtener a través de los sueños un gran conocimiento de los secretos de nuestra naturaleza y de la de los demás.
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Tratar de mantenerse despierto durante la noche no es un buen método, porque la supresión del sueño requerido produce en el cuerpo un estado tamásico en el que es imposible la concentración necesaria durante las horas de vigilia. El sistema correcto consiste en transformar el sueño, no en suprimirlo, y especialmente en adquirir la capacidad de ser cada vez más consciente durante el sueño mismo. Si se consigue esto, el sueño se transforma en un modo interno de consciencia, en el cual la sadhana puede continuar como en el estado de vigilia, y en el que se adquiere al mismo tiempo la capacidad de entrar en otros planos de consciencia distintos de los físicos y de disponer de un inmenso campo de experiencias informativas y utilizables.
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El sueño no puede ser sustituido, pero puede ser transformado en un sueño consciente. Si se está consciente, durante el sueño, la noche puede ser utilizada para una acción superior, siempre que el cuerpo tenga el reposo necesario; porque la finalidad del sueño es el descanso del cuerpo y la recuperación de la fuerza vital física. Negarle al cuerpo el alimento y el sueño que necesita -cosa que algunos tratan de hacer, empujados por una idea o por un impulso ascéticos- es un error. De esta manera lo único que se consigue es deteriorar la base física y, aunque la energía yóguica o la vital puedan mantener en acción durante mucho tiempo a un organismo físico sobrecargado o declinante, llega un momento en que mantener esta tensión deja de ser tan fácil o resulta tal vez imposible. Al cuerpo hay que darle lo que necesita para que funcione de manera eficiente. La norma debería ser: una alimentación moderada pero suficiente (sin gula ni deseo) y suficientes horas de sueño, pero no del tipo pesado y tamásico.
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El sueño que describes, en el que reina un silencio luminoso o el sueño en el que se percibe el ananda en las células, son evidentemente los mejores estados. Las otras horas, aquellas que estás inconsciente, pueden ser periodos de sueño profundo, durante los cuales hayas salido del plano físico para entrar en el mental, en el vital o en otros planos. Dices que estabas inconsciente, pero puede ser simplemente que no te acuerdes de lo que pasó; porque al volver se produce una especie de transferencia de la consciencia, una transición o cambio, en virtud del cual todo lo que es ha experimentado en el sueño (excepto, tal vez lo acontecido al final o algún suceso muy impresionante) se retira de la consciencia física y todo se disipa. Existe otro estado parecido, un estado de inercia que no es solamente vacío, sino también pesado y sin recuerdos, que se produce únicamente si te hundes profunda y torpemente en el subconsciente. Esta zambullida subterránea es muy inconveniente; produce ofuscación, abatimiento y, muchas veces, más que descansar, fatiga; es exactamente lo contrario del silencio luminoso.
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Lo que pasó no fue que te quedaste medio dormido o una cuarta o dieciseisava parte dormido; fue una interiorización de la consciencia que, en ese estado, permanece consciente, pero cerrada a las cosas exteriores y abierta solamente a la experiencia interior. Tienes que distinguir claramente estas dos condiciones que son absolutamente diferentes; la una es nidra, la otra por lo menos el comienzo del samadhi (no el nirvikalpa, desde luego). Este retirarse hacia el interior es necesario porque la activa mente del ser humano está al principio demasiado orientada hacia las cosas exteriores; debe recogerse completamente adentro para poder vivir en el ser interior (mente interior, vital interior, físico interior, psíquico). Pero con el entrenamiento adecuado se puede llegar a permanecer consciente exteriormente mientras se está viviendo en el ser interior y a entrar a voluntad en el estado de introversión o en el de expansión. Podrás entonces tener la misma densa inmovilidad y el mismo influjo de una consciencia más grande y más pura tanto en estado de vigilia como en el que impropiamente llamas «sueño».
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Una fatiga física de este género, durante el curso de la sadhana, puede ser debida a diversas causas:
1. Que el cuerpo reciba más de lo que puede asimilar. El remedio, entonces, es un reposo tranquilo en una inmovilidad consciente, cogiendo fuerzas con el único propósito de recuperar la resistencia y la energía.
2. Puede ser debido a que la pasividad se haya trocado en inercia; la inercia hace descender la consciencia al nivel físico ordinario, el cual se cansa pronto Y es propenso al tamas. En este caso el remedio es volver a la verdadera consciencia y descansar en ésta, en vez de descansar en la inercia.
3. Puede ser consecuencia de un simple sobreesfuerzo del cuerpo, si éste no ha tenido suficientes horas de sueño y reposo. El cuerpo es el sostén del yoga, pero su energía no es inagotable y debe ser administrada con prudencia; puede ser mantenida utilizando la fuerza vital universal, pero este refuerzo tiene también sus límites. Es necesario tener una cierta moderación hasta en el mismo anhelo de progreso; moderación, no indiferencia o indolencia.
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La enfermedad es un signo de imperfección o de debilidad, o bien de una apertura a contactos adversos en la naturaleza física, y a menudo está relacionada también con alguna oscuridad o con alguna falta de armonía en el vital inferior, en la mente física o en cualquier otra parte.
Es una cosa excelente poderse librar de la enfermedad sólo con la fe y el poder del yoga o por el influjo de la Fuerza divina. Pero, muchas veces, no es posible lograrlo del todo porque la naturaleza entera no está abierta o en condiciones de responder a la Fuerza. Puede ser que la mente tenga fe y responda, pero que el vital inferior y el cuerpo no puedan seguirla. O, si la mente y el vital están dispuestos, puede no responder el cuerpo, o responder sólo en parte, porque esté acostumbrado a obedecer a las fuerzas que producen un cierto tipo de enfermedad, y la costumbre es una fuerza muy obstinada en la parte material de la naturaleza. En tales casos, se puede recurrir a medios físicos, no como medio principal, sino como ayuda o soporte material para la acción de la Fuerza. No remedios fuertes y violentos, sino remedios que sean beneficiosos sin causar desórdenes.
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Los ataques de las enfermedades son ataques de la naturaleza inferior o de fuerzas adversas que se aprovechan de una debilidad, de una apertura, o de un consentimiento en la naturaleza; como todo lo demás, vienen de fuera y deben ser rechazadas. Si se consigue detectarlas cuando se acercan y se tiene la fuerza y la costumbre de rechazarlas antes de que puedan entrar en el cuerpo, se puede permanecer inmune a cualquier enfermedad. Incluso cuando parece que el ataque surja del interior, lo que pasa en realidad es que no se ha podido descubrir antes de que entrase en el subconsciente; una vez en el subconsciente, la fuerza que ha introducido la enfermedad tarde o temprano la
impulsa a invadir el organismo. Si la notas inmediatamente después de que ha entrado es porque, a pesar de que haya venido directamente y no a través del subconsciente, no has podido detectarla mientras estaba todavía en el exterior. Muy a menudo viene frontalmente (o más a menudo por el flanco, tangencialmente) y se abre paso a través de la envoltura del vital sutil que es nuestra principal coraza defensiva; pero es posible detenerla en la envoltura misma, antes de que penetre en el cuerpo material. Entonces, se puede sufrir algún efecto, como por ejemplo un estado febril o una tendencia al resfriado, pero se evita la invasión completa de la enfermedad. Si se logra detenerla antes o la envoltura vital resiste y permanece fuerte, vigorosa e intacta, entonces no hay enfermedad; el ataque no produce ningún efecto físico, ni deja ningún rastro.
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Es posible, indudablemente, actuar interiormente sobre una enfermedad y curarla. Pero no siempre es fácil, porque la Materia opone una gran resistencia: la resistencia de la inercia. Es necesario tener una perseverancia incansable; puede ser que al principio se fracase por completo en el intento, o que puedan incluso agravarse los síntomas, pero, poco a poco, va aumentando más y más el dominio sobre el cuerpo o sobre una determinada enfermedad.
Por otra parte, es relativamente fácil curar el ataque fortuito de una enfermedad con medios interiores; pero inmunizar el cuerpo contra cualquier ataque futuro es más difícil. Una enfermedad crónica es más difícil de tratar, más reacia a desaparecer que un trastorno ocasional. En tanto que el dominio del cuerpo es imperfecto, todas estas imperfecciones y dificultades, y muchas otras, obstaculizan el uso de la fuerza interior.
Si por medio de la acción interior logras impedir una agravación, ya es algo; entonces, por medio de abhyasa, debes reforzar este poder hasta que sea capaz de curar. Recuerda que, hasta que este poder no alcance su plenitud, no es conveniente rechazar totalmente la ayuda de los medios físicos.
Las medicinas son un mal menor del que hay que servirse cuando algo en la consciencia no responde o responde superficialmente a la Fuerza. Muchas veces es alguna parte de la consciencia material lo que no es receptivo; otras veces es el subconsciente el que obstaculiza el paso, aunque toda la mente, el vital y el físico despiertos acepten la influencia liberadora. Si también el subconsciente se vuelve receptivo, basta un simple contacto de la Fuerza, no sólo para curar una determinada enfermedad, sino también para hacer que prácticamente no pueda reproducirse más en el futuro.
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Su teoría de la enfermedad es una creencia más bien peligrosa, porque la enfermedad es una cosa que se debe eliminar, no aceptar o disfrutar. Hay algo en el ser que goza con la enfermedad; es incluso posible transformar los dolores de la enfermedad, como cualquier otro dolor, en una forma de placer; porque placer y dolor son ambos, degradaciones de un ananda original y pueden ser reducidos el uno a los términos del otro, o sublimados en su principio original de ananda. Es cierto, también, que es necesario ser capaz de soportar la enfermedad con calma, ecuanimidad, paciencia e, incluso, ya que ha venido, admitirla como algo que hay que atravesar en el transcurso de la experiencia. Pero aceptarla y disfrutar con la enfermedad es ayudarla a que perdure, y esto no debe suceder, porque la enfermedad es una deformación de la naturaleza física, lo mismo que la lujuria, la ira, los celos, etc., son deformaciones de la naturaleza vital, y el error, el prejuicio y la costumbre de mentir son deformaciones de la naturaleza mental. Todas estas cosas tienen que ser eliminadas y la repulsa es la primera condición para su desaparición, mientras que la aceptación tiene un efecto totalmente contrario.
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Todas las enfermedades pasan a través de la envoltura nerviosa (o vital-físico) del cuerpo sutil, antes de penetrar en el físico. Si se es consciente del cuerpo sutil o se tiene la consciencia propia del mundo sutil, se puede detener el curso de una enfermedad en su avance hacia nosotros e impedir que penetre en el cuerpo físico. Pero puede venir sin ser notada durante el sueño o a través del subconsciente, o irrumpir de improviso cuando no se está en guardia; en tal caso no queda otro remedio que luchar, expulsarla de la base que ya tiene ganada en el cuerpo. La autodefensa por estos medios interiores
puede llegar a ser tan poderosa que deje al cuerpo prácticamente inmunizado contra cualquier enfermedad, como lo tienen muchos yoguis. Sin embargo la expresión «prácticamente» no significa «absolutamente». La inmunidad absoluta vendrá solamente con la transformación supramental. Porque, por debajo de la Supermente, la inmunidad es el resultado de la acción de una Fuerza en medio de otras muchas fuerzas, y puede ser alterada por una ruptura del equilibrio establecido. En la Supermente, la inmunidad es una ley de la naturaleza; en un cuerpo supramentalizado, la inmunidad contra la enfermedad sería automática, inherente a su nueva naturaleza.
Existe una diferencia entre la Fuerza yóguica en el plano mental y demás planos inferiores, y la naturaleza supramental. Lo que, en la consciencia mental o física, ha de ser adquirido y sostenido mediante la Fuerza del yoga, es inherente a la Supermente y allí existe, no como algo adquirido, sino por su misma naturaleza, de una manera independiente y absoluta.
Existe una diferencia entre la Fuerza yóguica en el plano mental y demás planos inferiores, y la naturaleza supramental. Lo que, en la consciencia mental o física, ha de ser adquirido y sostenido mediante la Fuerza del yoga, es inherente a la Supermente y allí existe, no como algo adquirido, sino por su misma naturaleza, de una manera independiente y absoluta.
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