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6 abr 2013

Bases Del Yoga: Fe, aspiración, sumisión. Parte 2/5. Sri Aurobindo.


Índice "Bases del Yoga" de Sri Aurobindo
FE – ASPIRACIÓN – SUMISIÓN

Nuestro yoga exige una consagración total de la vida a la aspiración, al descubrimiento y a la incorporación de la Verdad divina, y a ninguna otra cosa más. Dividir tu vida entre el Divino y algún propósito y actividad exterior que no tenga ninguna relación con la búsqueda de la Verdad, es algo inadmisible. La menor desviación de este género haría imposible el éxito en el yoga. 

Tienes que retirarte en ti mismo y comprometerte a una consagración completa a la vida espiritual. Si quieres triunfar en el yoga debes renunciar a adherirte a preferencias mentales, dejar de obstinarte en los propósitos, los intereses y los vínculos del vital y hacer desaparecer de ti todo apego egoísta a la familia, a los amigos, al país. Todo lo que tenga que manifestarse como energía o acción, debe proceder de la Verdad que ha sido descubierta y no de motivos inferiores mentales o vitales, de la Voluntad divina y no de la elección personal o de las preferencias del ego. 

Las teorías mentales no tienen una importancia fundamental, porque la mente elabora o acepta las teorías que apoyan la tendencia del ser. Lo que importa es esa tendencia y la llamada en tu interior. 

El conocimiento de que hay una Existencia, una Consciencia y una Felicidad suprema, que no son meramente un Nirvana negativo, ni un Absoluto estático y amorfo, sino que son también dinámicas la percepción de que esta Consciencia divina puede ser realizada no sólo en el más allá, sino aquí mismo, y la consiguiente aceptación de la vida divina como el objetivo de nuestro yoga, son cosas que no pertenecen a la mente. Aunque este punto de vista puede ser sostenido intelectualmente tan bien como cualquier otro, o posiblemente mejor, no es una cuestión de teorías sino de experiencia y, antes de que la experiencia haya llegado, de fe: de la fe del alma determinando la adhesión de la mente y de la vida. Quien esté en contacto con la Luz superior y tenga esta experiencia, podrá seguir este sendero, por arduo que sea para las partes inferiores de su ser. Quien haya sido tocado por la Luz, y no tenga aún esta experiencia, podrá seguirlo si percibe la llamada, si tiene la convicción y el impulso que proceden de la adhesión del alma.


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Las sendas del Divino no son como las de la mente humana, ni están concebidas con arreglo a nuestras pautas y, por consiguiente, es imposible juzgarlas o decidir por Él lo que debe o no debe hacer, puesto que el Divino lo sabe mejor que nosotros. Por poco que admitamos la existencia del Divino, me parece a mí que la verdadera razón se une a la bhakti para exigir una fe y una sumisión completas.


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La verdadera actitud de sadhana no consiste en imponer la mente y la voluntad vital propias al Divino, sino en aceptar la voluntad Divina y seguirla. No consiste en decir: “Tengo derecho a esto, me hace falta, lo reclamo, lo exijo; ¿por qué no lo consigo?”, sino en darse, en rendirse sin condiciones y recibir con alegría, sin afligirse ni rebelarse, todo lo que el Divino otorgue. Entonces, lo que recibirás será justamente aquello que te hace falta.


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La fe, la confianza en Dios, la sumisión y auto-entrega al Poder Divino, son necesarias e indispensables. Pero la confianza en Dios no tiene que ser una excusa para abandonarse a la indolencia, a la debilidad y a los impulsos de la naturaleza inferior; debe ir acompañada de una aspiración incansable y de una repulsa constante de todo lo que sea un obstáculo para la Verdad divina. La sumisión al Divino no debe constituir una excusa, un pretexto o una ocasión, para someterse a los deseos propios y a los movimientos inferiores, al ego o a alguna fuerza de la ignorancia o de la oscuridad que adopte falazmente la apariencia del Divino.


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No tienes más que aspirar, mantenerte abierto a la Madre, rechazar todo lo que sea contrario a su voluntad y dejar que Ella trabaje en ti: haciendo por ella todo tu trabajo y teniendo una fe absoluta de que sólo por medio de su fuerza puedes ejecutarlo. Si permaneces abierto de esta manera, el conocimiento y la realización vendrán a ti en su momento apropiado.


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En nuestro yoga todo depende de la capacidad de abrirse a la Influencia. Si la aspiración es sincera y hay una paciente voluntad de llegar a la consciencia superior, a pesar de todos los obstáculos, la apertura, de una manera o de otra, no dejará de producirse. Pero puede tardar más o menos según el estado de la mente, del corazón y del cuerpo, y de su grado de preparación, y si no se tiene la paciencia necesaria, las dificultades del comienzo pueden hacer abandonar el intento. 

En este yoga no hay otro método que el de concentrarse –preferentemente en el corazón- invocando la presencia y el poder de la Madre para que tome posesión del ser y transforme la consciencia con la acción de su fuerza. Cabe también concentrarse en la cabeza o en el entrecejo; pero para muchos esta apertura es demasiado difícil. Si la mente se aquieta y la concentración se torna fuerte y la aspiración es intensa, es que tiene lugar el comienzo de la experiencia. Cuanto más grande sea la fe, más probabilidades hay de obtener un resultado rápido. El resto no depende sólo del propio esfuerzo: hay que lograr establecer contacto con el Divino y ser receptivo al Poder y a la Presencia de la Madre.


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Poco importa los defectos que pueda haber en tu naturaleza; lo único que importa es que te mantengas abierto a la fuerza. Nadie se puede transformar por su propio esfuerzo, sin ninguna ayuda. Es solamente la Fuerza divina lo que te puede transformar. Si te mantienes abierto, todo lo demás te será hecho.


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Casi nadie tiene suficiente fortaleza para dominar sin ayuda, por medio de su aspiración y de su voluntad, las fuerzas de la naturaleza inferior; incluso aquellos que logran hacerlo no consiguen más que una cierta clase de control y no una soberanía completa. La voluntad y la aspiración son necesarias para hacer descender la ayuda de la Fuerza divina y para mantener el ser de su parte mientras ésta actúa sobre los poderes inferiores. Sólo la Fuerza divina, ejecutando la voluntad espiritual y la aspiración psíquica del corazón, puede hacer efectiva esta conquista.


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Cualquier cosa que se haga bajo la dirección de la mente resulta siempre difícil, cuando lo que se intenta va en contra de la tendencia de la naturaleza humana o de la naturaleza personal. Una fuerte voluntad, dirigida hacia su objeto con paciencia y perseverancia, puede efectuar un cambio, pero generalmente requiere mucho tiempo y el éxito al principio puede ser sólo parcial y obstaculizado por muchos fracasos. 

Para transformar automáticamente toda acción en acto de adoración, el poder del pensamiento no es suficiente; tiene que haber en el corazón una fuerte aspiración que produzca una percepción o un sentimiento de la presencia de Aquel a quien se le ofrece la adoración. El bhakta no confía en su propio y exclusivo esfuerzo, sino en la gracia y en el poder del divino que adora.


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Has tenido siempre demasiada confianza en la acción de tu propia mente y voluntad: ésta es la razón por la cual no puedes progresar. Si pudieras adquirir la costumbre de confiar silenciosamente en el poder de la Madre –no solamente de pedirle que sostenga tu propio esfuerzo-, el obstáculo disminuiría y finalmente desaparecería.


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Toda aspiración sincera produce su efecto; si eres sincero crecerás en la vida divina. 

Ser completamente sincero significa querer solamente la Verdad divina, entregarse más y más a la Madre divina, rechazar toda exigencia personal y todo deseo que no sea esta única aspiración, ofrecer al Divino todas las acciones de la vida y hacerlas como el trabajo que te ha sido asignado, pero sin permitir al ego que intervenga. Tal es la base de la vida divina. 

No es posible llegar a ser enteramente así en el acto; pero si se aspira sin cesar y se pide en todo momento la ayuda de la divina shakti con un corazón sincero y una recta voluntad, se crece cada vez más hacia esta consciencia.


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Una sumisión completa no es posible en tan poco tiempo, pues una sumisión completa significa que el nudo del ego está cortado en todas las partes del ser y que éste se ofrece, libre y entero, al divino. La mente, el vital, la consciencia física –e incluso cada una de sus partes en todos sus movimientos- tienen que someterse sucesivamente, abandonando su manera de ser y aceptando la del Divino. Pero lo que se puede hacer desde el comienzo es tomar una resolución central de consagración y cumplir esta resolución en todas las ocasiones que se presenten, aprovechando a cada paso todas las oportunidades para completar la autoentrega. 

La sumisión en una dirección facilita las otras, las hace más inevitables; pero por si misma no corta ni afloja los otros nudos. Sobre todo aquéllos que están muy íntimamente vinculados a la presente personalidad y a sus formaciones más queridas presentan con frecuencia grandes dificultades, incluso después de haber sido fijada la voluntad central y puestos los primeros sellos de la practica sobre su resolución.


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Preguntas cómo puedes reparar el daño que crees haber hecho. Admitiendo que sea como dices, me parece que la reparación consiste precisamente en hacer de ti mismo un receptáculo para la Verdad y el Amor divinos. Y los primeros pasos en esta dirección son una consagración y una purificación completas, una completa apertura de ti al Divino y un rechazamiento de todo lo que pueda obstaculizar el camino de esta realización. En la vida espiritual no hay otra reparación para una falta, ninguna otra que sea plenamente eficaz. Al principio no hay que pedir ningún otro fruto o resultado que este crecimiento y este cambio interiores; de no hacerlo así, uno se expone a severas desilusiones. Sólo cuando se es libre se puede liberar a los demás, y en el yoga, la conquista interior es la determinante de la victoria exterior.


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No es posible prescindir inmediatamente de la insistencia en el esfuerzo personal; y no siempre es deseable, puesto que el esfuerzo personal es preferible a la inercia tamásica. 

El esfuerzo personal tiene que ser progresivamente transformado en un movimiento de la Fuerza divina. Si eres consciente de la Fuerza divina, llámala más y más para que dirija tu esfuerzo, para que asuma su cargo y lo transforme en una cosa que no pertenezca más a ti, sino a la Madre. Se producirá de alguna manera una transferencia, una toma de posesión de las fuerzas que actúan en el adhar personal; una transferencia que no será inmediata, sino progresiva. 

Pero es necesario el equilibro psíquico: hay que cultivar el discernimiento que ve con claridad lo que viene de la Fuerza divina, lo que procede del esfuerzo personal y lo que se insinúa como una mezcolanza de las fuerzas cósmicas interiores. Y hasta que la transferencia sea completa –lo que requiere necesariamente su tiempo-, tiene que haber siempre, como contribución personal, una aquiescencia constante a la Fuerza verdadera y una constante repulsa a toda mezcla inferior. 

Por el momento no conviene que abandones el esfuerzo personal; lo que tienes que hacer en cambio es pedir cada vez más intensamente al Poder divino que gobierne y guíe este esfuerzo personal.


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No es aconsejable en las primeras etapas de la sadhana dejarlo todo al Divino y esperarlo todo de Él prescindiendo del esfuerzo personal. Eso es posible solamente cuando el ser psíquico está situado en primer plano y ejerce su influjo sobre toda la acción (e incluso entonces son necesarias una vigilancia y una aprobación constantes), o más tarde, en las últimas etapas del yoga, cuando una fuerza supramental directa, o casi directa, va tomando posesión de la consciencia; pero esta última etapa está muy lejos aún. Bajo otras condiciones lo más probable es que esta actitud conduzca al estancamiento y a la inercia. 

Son únicamente las partes más mecánicas del ser las que pueden decir verdaderamente que son impotentes. La consciencia física material, especialmente, es inerte por naturaleza y es movida o por la mente y el vital o por las fuerzas superiores; pero uno tiene siempre la potestad de poner al servicio del divino la voluntad mental o el impulso vital. No es posible estar seguro del resultado inmediato porque la obstrucción de la naturaleza inferior o la presión de las fuerzas adversas pueden a menudo obstaculizar con éxito durante algún tiempo, e incluso durante mucho tiempo, el cambio necesario. Lo que se debe hacer entonces es persistir, poner siempre la voluntad de parte del Divino, rechazando lo que tiene que ser rechazado, abriéndose a la verdadera Luz y a la verdadera Fuerza, invocando al Divino con tranquilidad y constancia, incansablemente, sin depresión ni impaciencia, hasta que se sienta la Fuerza divina en acción y los obstáculos empiecen a ceder. 

Dices que eres consciente de tu ignorancia y de tu oscuridad. Si es solamente una consciencia general, no es suficiente. Pero si eres consciente de ello en los detalles, en su acción efectiva, es suficiente para empezar; tienes que rechazar firmemente los movimientos falsos que percibes y hacer de tu mente y de tu vital un campo claro y tranquilo para la acción de la Fuerza divina.


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Los movimientos mecánicos son siempre los más difíciles de detener por la voluntad mental, porque no dependen lo más mínimo de la razón ni de ninguna justificación mental, sino que se basan en asociaciones, o simplemente en la memoria o el hábito mecánicos. 

La práctica del rechazamiento prevalece al fin; pero con el esfuerzo personal solo, el proceso puede durar mucho tiempo. Si puedes llegar a sentir el Poder divino actuando en tu ser, todo resultará más fácil. 

No tiene que haber nada de inerte o tamásico en la ofrenda de sí a esta guía, y ninguna parte del vital debe utilizarla como pretexto para no rechazar las incitaciones de los impulsos y de los deseos inferiores. 

Ha habido siempre dos maneras de hacer el yoga. Una por la acción de una mente y de un vital vigilantes que ven, observan, piensan y deciden lo que se debe o no se debe hacer. Por supuesto, esta acción se apoya en la fuerza divina, a la que se atrae o se invoca, pues de otra manera poco se puede hacer, pero el esfuerzo personal es todavía lo que predomina y asume la mayor parte de la carga. 

La otra manera es la del ser psíquico: la apertura de la consciencia al Divino, no sólo abriendo el ser psíquico y promoviéndolo al primer plano, sino abriendo también la mente, el vital y el físico; el ser psíquico recibe la Luz, sabe lo que se debe hacer, siente y ve que todo es obra de la misma Fuerza divina y ayuda constantemente su acción con su propio asentimiento y su llamada, vigilantes y conscientes. 

En general, hay forzosamente una mezcla de estas dos maneras hasta que la consciencia está madura para abrirse y aceptar plenamente al Divino como origen de todas sus acciones. Es entonces cuando cesa toda responsabilidad y desaparece toda carga personal de los hombre del sadhaka.


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Poco importa que sea por tapasya o por sumisión, lo único verdaderamente importante es dirigirse firmemente hacia el objetivo. Cuando se han dado ya los primeros pasos por el sendero, ¿quién podrá desviarse de éste para caer de nuevo en una consciencia inferior? Si te mantienes firme, las caídas no tienen importancia; se levanta uno y se sigue hacia delante. Si se tiene una firme resolución de alcanzar el objetivo, no puede haber ningún fracaso definitivo en el camino que conduce al Divino. Y si hay algo en ti que te empuja hacia delante –y seguramente lo hay-, los desfallecimientos, las caídas y las vacilaciones de la fe, no cuentan. Hay que perseverar hasta que el conflicto haya pasado y el camino, libre, recto y sin espinas, se abra ante ti. 

El fuego es el fuego divino de la aspiración y del tapasya interior. Cuando el fuego desciende repetidamente con fuerza y amplitud crecientes hasta la oscuridad de la humana ignorancia, parece al principio tragado y absorbido por esta oscuridad, pero el descenso, repetido una y otra vez, convierte la oscuridad en luz, y la ignorancia y la inconsciencia de la mente humana en consciencia espiritual.


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Practicar el yoga implica la voluntad de sobreponerse a todos los apegos y de dirigirse únicamente hacia el Divino. Lo esencia en el yoga es confiarse en todo momento a las Gracia divina, dirigir el pensamiento constantemente al Divino y ofrecerse, hasta que el ser se abra y se pueda sentir la fuerza de la Madre actuando en el Adhar.


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En este yoga el principio fundamentalmente es abrirse a la Influencia divina. Esta influencia está ahí, encima de ti, y, si puedes llegar a ser consciente de ella, aunque sea una sola vez, tienes que llamarla para que descienda hacia ti. Entonces ella desciende a tu mente y a tu cuerpo como un flujo de Paz, de Luz, de Fuerza operativa, como Presencia divina con o sin forma, como ananda. Antes de haber obtenido esta consciencia, hay que tener fe y aspirar a abrirse. La aspiración, la invocación, la oración son diferentes formas de una misma cosa y todas son eficaces. Puedes adoptar la forma que se tiene presente o aquella que te resulte más fácil. 

La otra manera es la concentración; concentras tu consciencia en el corazón (algunos lo hacen en la cabeza o encima de ella) y allí meditas en la Madre y pides su presencia. 

Puedes utilizar uno de los dos métodos, o ambos en momentos diferentes: como venga a ti naturalmente o te sientas impulsado a hacer en un momento dado. 

Es sumamente necesario, en los comienzos sobre todo, tranquilizar la mente, rechazar durante la meditación todos los pensamientos y todos los movimientos internos ajenos a la sadhana. En la mente sosegada se producirá una preparación progresiva para la experiencia. Pero no tienes que impacientarte si no se hace todo de inmediato; se necesita tiempo para establecer en la mente un sosiego perfecto; debes perseverar hasta que la consciencia esté a punto.


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El objetivo que te propones al seguir el camino del yoga no puede alcanzarse más que por medio de la apertura del ser a la fuerza de la Madre y la repulsa de todo egoísmo, de toda exigencia, de todo deseo, de toda motivación que no sea la aspiración a la Verdad divina. Si esto se hace correctamente, la Luz y el Poder divinos se pondrán en acción e instaurarán la paz y la ecuanimidad, la fuerza interior, la devoción purificada, y la creciente consciencia y conocimiento de sí, que son los fundamentos necesarios de la siddhi del yoga.


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La verdad para ti es sentir al Divino en ti mismo, trabajar para Él y abrirte a la Madre hasta que la percibas en todas tus actividades. Tienes que ser consciente de la presencia divina en tu corazón y de la guía divina en tus actos. El ser psíquico, si está plenamente despierto, puede sentir ambas cosas fácil, rápida y profundamente, y una vez que el ser psíquico las ha percibido, puede transmitirlas también a la mente y al ser vital.


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La única verdad de tu otra experiencia –que parece, según dices, tan verdadera cuando tiene lugar- es que es imposible para ti o para cualquier otra persona salirse de la consciencia inferior con el esfuerzo personal solamente, sin ayuda. Esta es la razón por la cual cuando te hundes en esta consciencia inferior todo te parece desesperado, porque pierdes contacto temporalmente con la verdadera consciencia. Pero esta idea es falsa, porque estás abierto al Divino y nada te obliga a permanecer en la consciencia inferior. 

Cuando estás en la verdadera consciencia, ves que todo es posible, aunque de momento no hay más que un pequeño comienzo; pero un comienzo es suficiente, cuando la fuerza y el Poder están ahí. Porque la verdad es que todo lo pueden, y sólo el tiempo y la aspiración del alma son necesario para el cambio total y la realización del alma.


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Las condiciones requeridas para seguir la voluntad de la Madre son: dirigirse hacia Ella en busca de la Luz, la Verdad y la Fuerza; aspirar a que ninguna otra fuerza te influya o te guíe; no permitir al vital ni exigencias ni condiciones; tener la mente sosegada, presta para recibir la Verdad sin insistir en sus propias ideas y formaciones; y, finalmente, mantener el ser psíquico despierto y en primer plano para poder estar en contacto constante con Ella y saber verdaderamente cuál es su voluntad: porque la mente y el vital pueden confundir a otros impulsos e incitaciones con la Voluntad divina, mientras que el psíquico, una vez despierto, no se equivoca nunca. 

Una perfección total en el trabajo sólo será posible después de la “supramentalización”; pero se puede ejecutar un trabajo relativamente bueno en los planos inferiores, si se está en contacto con el Divino y se es cuidadoso, vigilante y consciente, en la mente, en el vital y en el cuerpo. Ese estado, además, es preparatorio y casi indispensable para la suprema liberación.


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Quien teme la monotonía y quiere siempre cosas nuevas no será capaz de practicar el yoga, o al menos este yoga que requiere una perseverancia y una paciencia inagotables. El miedo a la muerte denota una debilidad vital que es también contraria a la aptitud para el yoga. Asimismo quien está bajo el dominio de sus pasiones encontrará difícil, y, a menos que esté sostenido por una verdadera vocación interior y una robusta y sincera aspiración a la consciencia espiritual y a la unión con el Divino, tendrá muchas probabilidades de ser víctima de una caída fatal que haga su esfuerzo estéril.


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En cuanto al procedimiento, depende de lo que entiendas por esta palabra. El deseo conduce a menudo a un esfuerzo excesivo que implica mucho trabajo para un resultado parco, lo cual provoca tensión y agotamiento y –en caso de dificultad o de fracaso desaliento, duda o rebelión; o puede inducir a “tirar de la fuerza”. Eso es factible, pero, aunque frecuentemente resulta muy eficaz, no siempre está exento de riesgo, excepto para quienes tienen fuerza y experiencia yóguicas. Es arriesgado, primero, porque puede provocar reacciones violentas o promover el descenso de fuerzas contrarias, falsas o mezcladas, que por falta de experiencia el sadhaka no puede distinguir de las verdaderas. Y también porque puede sustituir el libre don y la verdadera dirección del divino por el limitado poder de experiencia del propio sadhaka o por sus construcciones mentales y vitales. Casi todos los casos son diferentes; cada uno tiene su propio camino de la sadhana. Pero a ti lo que te recomendaría es una apertura constante, una tranquila y firme aspiración, sin afán desmesurado, una paciente y gozosa confianza.


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Es muy imprudente para cualquiera pretender prematuramente estar en posesión de la Supermente o incluso tener un preavance de la misma. Esta pretensión va generalmente acompañada de un desbordamiento de súper-egoísmo, de un error radical de percepción o de una caída burda, de una condición falsa o de un movimiento erróneo. Una cierta humildad espiritual, una visión de sí mismo seria y sin arrogancia, una sosegada percepción de las imperfecciones de nuestra naturaleza presente, y, en vez de amor propio y autoafirmación, el sentido de la necesidad de sobrepasar nuestro yo actual, no por una ambición egoísta, sino en virtud de una aspiración hacia el Divino, serían, me parece a mí, para esta frágil, terrestre y humana criatura, unas condiciones mucho mejores para avanzar hacia la transformación supramental.


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Lo que has empezado a experimentar es la sumisión psíquica en el ser físico. 

Todas las partes están esencialmente sometidas, pero la sumisión debe completarse a través del crecimiento de la ofrenda psíquica de sí en cada una de éstas y en todos sus movimientos, juntas y separadamente. 

Pertenecer al Divino significa estar enteramente sometido, hasta el punto de sentir que la Presencia, el Poder, la Luz, el ananda del Divino poseen todo el ser, en vez de sentir que uno posee estas cosas para su propia satisfacción. Es un éxtasis mucho más grande estar así sometido al Divino y poseído por Él, que ser uno mismo el poseedor. Y al propio tiempo, con esta sumisión, surge un tranquilo y feliz dominio de sí y de la Naturaleza.


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Haz que el ser psíquico se ponga en primer plano y mantenlo allí, situando la mente, el vital y el físico bajo su autoridad para que les infunda la fuerza de su aspiración exclusiva, de su confianza, de su fe, de su sumisión, de su poder inmediato y directo para descubrir todo lo que es falso en la naturaleza, todo lo que está orientado hacia el ego y el error, lejos de la Luz y de la Verdad. 

Elimina el egoísmo bajo todas sus formas; elimínalo de todos los movimientos de tu consciencia. 

Desarrolla la consciencia cósmica: haz que el punto de vista egocéntrico desaparezca en la amplitud, en la impersonalidad en el sentido del Divino Cósmico, en la percepción de las fuerzas universales, en la realización y la comprensión del juego de la manifestación cósmica. 

En lugar del ego, descubre al verdadero ser, parte del Divino, nacido de la Madre del mundo e instrumento de la manifestación. Esta sensación de ser un instrumento y una parte del Divino debe estar libre de toda vanidad, de todo sentido del ego o pretensión egoísta y de cualquier afirmación de superioridad, de toda exigencia o deseo. Porque si estos elementos están presentes, es señal de que no se ha obtenido el verdadero resultado. 

La mayoría de los que practican el yoga viven en la mente, en el vital o en el físico, iluminados ocasionalmente y sólo en parte por la mente superior y por la mente iluminada. Pero para prepararse para la transformación supramental, es necesario (tan pronto como llegue el momento) abrirse a la Intuición y a la Sobremente a fin de que puedan preparar todo el ser y toda su naturaleza para el cambio supramental. Deja que la consciencia se desarrolle y se expanda tranquilamente y el conocimiento de esas cosas vendrá progresivamente.

La calma, el discernimiento y el desapego –sin indiferencia- son todos muy importantes, porque sus opuestos dificultan mucho la acción transformadora. La intensidad de la aspiración es necesaria pero debe ir acompañada de esa calma, de ese discernimiento y de ese desapego. No hay que tener prisa, ni inercia ni impaciencia rajásica, ni descorazonamiento tamásico: tan sólo una invocación y una acción regulares, persistentes y, sin embargo, apacibles. No hay que arrancar ni arrebatar la realización, sino permitirle que surja en el interior y en lo alto y observar cuidadosamente su campo, su naturaleza y sus límites. 

Deja que el poder de la Madre trabaje en ti, pero vigila para evitar que se mezcle con éste o lo sustituya la acción de un ego potenciado o de una fuerza de la ignorancia que se haga pasar por la Verdad. Aspira especialmente a la eliminación de toda oscuridad y de toda inconsciencia en la naturaleza. 

Estas son las condiciones principales requeridas para prepararse para el cambio supramental. Pero ninguna de éstas es fácil, y deben estar completas para poder decir que la naturaleza está a punto. Si se logra establecer la verdadera actitud (psíquica, no egoísta, abierta solamente a la fuerza divina), el proceso se desarrolla de manera mucho más rápida. Adoptar y mantener la verdadera actitud, favorecer el cambio propio tal es la ayuda que se puede dar –y la única que se pide- para secundar el cambio general.

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