Del libro "Anatomía emocional: la estructura de la experiencia somática" de Stanley Keleman.
La respiración
Respiración significa volver al espíritu, infundir vida. La respiración es la experiencia visible de una acción continua que realizamos para permanecer conectados a la vida del planeta. La respiración es una forma especializada de pulsación. El continuo dentro-fuera determina los ritmos de las respiraciones. Cuando trabajamos más deprisa, estamos enfurecidos o huímos, respiramos más veces. Cuando estamos despiertos y en pie, nuestra respiración utiliza más el tórax- La respiración y el estar despiertos van, así, de la mano. Cuando yacemos, respiramos más lentamente, somos más como los animales: respiramos con el vientre.
La respiración
Respiración significa volver al espíritu, infundir vida. La respiración es la experiencia visible de una acción continua que realizamos para permanecer conectados a la vida del planeta. La respiración es una forma especializada de pulsación. El continuo dentro-fuera determina los ritmos de las respiraciones. Cuando trabajamos más deprisa, estamos enfurecidos o huímos, respiramos más veces. Cuando estamos despiertos y en pie, nuestra respiración utiliza más el tórax- La respiración y el estar despiertos van, así, de la mano. Cuando yacemos, respiramos más lentamente, somos más como los animales: respiramos con el vientre.
El continuo de inhalación y exhalación es como una onda. El aliento aumenta en amplitud, llega a una cima y luego, suavemente, decae. Inspiramos, la onda aparece y llega a un pico, luego suavemente espiramos, hacemos una pausa e inhalamos de nuevo. Si nos excitamos, la onda intensifica su tono. Cuando nos relajamos, respiramos profundamente en el vientre. Cuando las circunstancias nos lo exigen, respiramos vigorosamente, demandamos más de nosotros abriendo la respiración hasta el vientre, el cuello y la cabeza.
La respiración es una pulsación con diferentes ritmos: rápido, lento, profundo, superficial. El centro de la respiración es el diafragma con su cámara abdominal inferior y sus bóvedas craneal y torácica superior. El movimiento de los músculos respiratorios mantiene el flujo de gases y la presión constantes. De niños, respiramos con la parte superior del cuerpo, con el vientre pecho y cabeza. A medida que crecemos la pelvis aparece más involucrada; coordinamos la respiración con la reptación, el gateo y la postura erguida. La respiración, más destacablemente, es un tipo de pulsación básica que revela la actividad somática y emocional. Es como una bomba con una expansión orgánica total y una contracción de 18-22 ciclos por minuto, circulando de la cabeza a los pies, como un tipo de actividad omnipresente y constante. Puede compararse al modelo cardíaco, que es una contracción espiral total, vaciándose, llenándose; un relleno y vaciado independientes pero sincronizados de las cámaras superiores e inferiores. De la misma forma que los latidos cardíacos arrítmicos establecen una circulación pobre, una respiración incompleta da origen a sensaciones de asfixia, derrota, desamparo y miedo. Puesto que el latido cardíaco y la respiración están interconectados, se influencian mutuamente. Cuando el corazón se debilita por falta de energía, la respiración tiene que trabajar más para compensar la diferencia. Cuando la respiración es fatigosa, es el corazón el que ha de trabajar más.
La función de la respiración es captar, transportar y expulsar los gases. Para conseguirlo, se forma un tubo entre el interior del cuerpo y el entorno; al mismo tiempo, existe una conexión tubular dentro del organismo. Esta arquitectura tubular se desarrolla a partir de los microtúbulos del espacio vivo intercelular dentro del sistema umbilical y luego el sistema respiratorio ya maduro. El cuerpo entero es un conducto que late con las ondas respiratorias de las expansiones y contracciones. Si este tubo no es flexible y con un amplio espectro de la motilidad, nos veremos limitados tanto en las actividades a las que podemos dedicarnos como en las sensaciones que permitimos. La riqueza de nuestro pensamiento y de nuestra imaginación se verá afectada. Si los músculos no reciben suficiente sangre un oxígeno, no podemos funcionar. Si el cerebro sufre una falta de oxígeno, entramos en coma, enbotándonos y sin capacidad de atención. Si, por otra parte, llega demasiado oxígeno al cerebro, como sucede en los estados ansiosos, nos sentimos impulsados a actuar. De modo que la pulsación tubular y la respiración son algo más que hechos anatómicos, son estados mentales. En resumen, el movimiento de la respiración refleja los poderosos modelos arquetípicos que tienen sus raíces en la acción ondulante y en la pulsación de las células. Esta pulsación básica puede ser observada en todos los tejidos vivos y en todo momento.
La respiración consta de aspiración, entrada, creación de un espacio, retención para la asimilación e intercambio y posterior propulsión hacia afuera. Ello implica aumentar y disminuir la presión torácica. Tomar aliento es similar a aspirar, sin embargo, la exhalación no es tan pasiva como uno podría imaginar. Para expulsar es necesario emplear los músculos del abdomen y la caja torácica. El diafragma asciende, el tórax se estrecha, los pulmones se comprimen y el aire es expulsada. La figura muestra la escursión de los músculos torácicos de la respiración además de los polos craneal y pélvico. Implica a la pared corporal completa. La ventilación comprende la inhalación y la exhalación; se trata de un funcionamiento tipo fuelle.
Anatomía de la respiración
La respiración es el bombeo y la canalización de los fluídos en forma de gases y vapores. La respiración como acción de bombear se ve afectada por la estructura tubular. Embriológicamente, la respiración surge a partir del tubo endodérmico, donde la actividad energética es primordial y el alimento tiene que ser oxidado para proporcionar el combustible necesario para un intenso crecimiento. El tubo digestivo y el respiratorio derivan de un mismo territorio y están vinculados permanentemente a la anatomía craneal de la boca, tórax y abdomen. La boca y la nariz comparten la bóveda craneal. Conductos comunes se dividen para transformarse en la tráquea y el esófago, las grandes avenidas a los pulmones y el estómago.
La bomba respiratoria y digestiva, con sus tubos en pulmones e intestinos, se ve ayudada en la aspiración y en la expulsión por los músculos contráctiles de la boca, lengua, esófago, tráquea, alveólos y diafragma. Las vías aéreas comparten un espacio común con los órganos craneales, torácicos y abdominales. El aumento de la espasticidad o la flojedad muscular, las condiciones de rigidez, densificación, hinchazón, o colapso alteran inmediatamente tanto la respiración como la ingesta de alimentos. Ello sucede tanto si las constricciones se producen en la boca, cuello y tórax, como en el abdomen.
La respiración incluye tanto un intercambio exterior de gases con la superficie, como un intercambio interior de gases a través de los tejidos. Esto se refleja en el ritmo básico de la respiración, una actividad que comprende cuatro fases:
Inspirar
Alcanzar una cima - Pausa
Exhalar
Alcanzar un plano - Pausa
El pico o cima es redondeado más que agudo, excepto en las situaciones ventilatorias anormales en que las pausas son prolongadas y los picos aparecen en forma de sacudidas o en escalera. Así sucede con el sollozo y el jadeo. El ritmo básico de 18-22 respiraciones por minuto mantiene un patrón uniforme: captar, pausa para el intercambio de gases, expulsar, esperar un nuevo intercambio, hambre de oxígeno y captar de nuevo. Este mismo modelo continúa en nuestro interior, en las profundidades del nivel celular, para avivar los fuegos de nuestra existencia; el oxígeno es bombeado hacia adentro y el CO2 es expulsado a nivel de las membranas celulares. De modo que, respiramos localmente a nivel del saco pulmonar y globalmente a nivel tisular.
El corazón y los pulmones sirven para suministrar al mensajero sangre, oxígeno y propulsión. El nervio vago está en comunicación con el corazón, el diafragma, los pulmones y los intestinos, y crea una relación recíproca entre el diafragma y el pericardio del corazón. Laten conjuntamente. La amplitud del diafragma afecta a la amplitud del corazón y viceversa. Cuando gritamos, el diafragma golpea contra el corazón y contra el esófago. Así pues, la respiración, el flujo sanguíneo y el hambre de oxígeno están entretejidos. Los tubos digestivo y respiratorio dan origen a las sensaciones de hambre, de vacío, de alcanzar, de tomar, de llenarse, de expulsar.
Los diafragmas
La respiración es una forma de ampliación y contracción: un alargamiento e hinchazón del tronco y el tórax seguido de un acortamiento o engrosamiento de estos compartimentos. Varios diafragmas ayudan en este proceso mediante un aumento del flujo de su presión y concentración. En la bolsa de la cabeza, la estratificación craneal, la duramadre y el hueso sirven como primer diafragma. Este se extiende, vía el agujero occipital, por todo el recorrido hasta el sacro, a través de la cubierta espinal. La pulsación craneal tiene su propio ritmo de 14 latidos por minuto fijados por los ventrículos y los líquidos cefalorraquídeos. La gruesa cubierta de la duramadre cerebral, junto con la hinchazón del tallo cerebral, la vaina protectora de la médula espinal y los músculos occipitales del agujero occipital, conforman el segundo diafragma que regula la presión interna de la cabeza. La lengua y el paladar esfenoetmoidal forman la base o suelo del cerebro, además del techo de la boca, y actúan como tercer diafragma junto a los músculos de la nasofaringe, la glotis, el hioides, los huesos esternohioideos y omohioideos y los músculos de la clavícula. Este diafragma regula el flujo de presión dentro de la bolsa traqueal y, al controlar la presión desde los pulmones, ayuda a la postura erguida. A este nivel existen nervios craneales, hormonas y vasos importantes.
El diafragma torácico consta de la pared del pecho o caja torácica, los músculos intercostales externos e internos, los músculos intratorácicos y las dos cúpulas del diafragma. En este espacio están metidos los pulmones y el corazón como lo están los pasadizos o tubos del esófago, aorta, nervio vago y vena cava. Este cuarto diafragma separa al tórax del abdomen. El diafragma abdomino-pélvico está compuesto del techo del diafragma, la columna lumbar, los ligamentos, el psoas, el ilíaco y el suelo de la pelvis. Es una especie de hamaca formada por el hueso pélvico, el sacro y los músculos acompañantes. Dentro de este segmento aparecen los órganos de la digestión, la excreción y la sexualidad. Este quinto diafragma sirva para oponerse a la fuerza hacia abajo de la presión intraabdominal que se crea con la inhalación.
Los tres diafragmas principales y sus conexiones
Externamente, el tubo o conducto humano está compuesto de tres protuberancias: la cabeza, el tórax y el abdomen, y de dos anillos: el cuello y la cintura.
Internamente, el tubo se divide en hojas por la mitad que le proporcionan unos extremos flexibles. La hoja del medio es el diafragma con su poderosa acción de pistón que da origen a profundas sensaciones de vitalidad. El diafragma medio también masajea al corazón y al nervio vago y aumenta y disminuye la presión intratorácica y abdominal. En el extremo pélvico, las fascias musculares soportan un movimiento recípoco. En el extremo superior, la cubierta dural, la hoz del cerebro y del cerebelo y la envoltura de la médula espinal actúan como si fueran un tubo flexible. Este conducto bombea el líquido cefalorraquídeo.
Ademas, en la bolsa craneal, los huesos etmoides y esfenoides, junto con el agujero occipital, poseen la flexibilidad para desplazarse arriba y abajo e incrementar o disminuir la presión. La boca y la lengua también facilitan la pulsación. De esta manera, una complicada serie de válvulas internas y externas funcionan para aumentar o reducir nuestra ventilación con su sensación acompañante de vitalidad.
Los músculos de la respiración
Los músculos externos de la ventilación. Los músculos intercostales, el recto abdominal, los oblícuos y los transversos abdominales operan al unísono en la espiración y la inspiración. Los músculos de la respiración y del tórax están unidos al abdomen y al cuello. Los movimientos de estos músculos dan origen a sensaciones que sustentan los sentimientos de poder o debilidad en la oxigenación y en el ejercicio físico. La rigidez del cuello, del tórax o del abdomen pueden conducir a interferencias con el diafragma. El espasmo o la debilidad en el pecho crea problemas en la ventilación.
Figura 5: Tubos y capas: la continuación de la respiración
La estratificación como reguladora de presión. La cantidad de presión permite que se produzca el intercambio de gases y ello es esencial para una ventilación completa. Nosotros reconocemos esta presión cuando empujamos con el pecho, sentimos su descompresión y finalmente, la respuesta de retroceso. Las capas y tubos del cuerpo interactúan para crear y regular la presión. Los conductos que se debilitan no mantienen ya la presión sino que se colapsan y experimentan miedo y sensación de fracaso. Los conductos que están rígidos no se expanden y pueden estallar.
El funcionamiento generalizado y localizado de la respiración
La propiedad contráctil básica del tejido también hace que la ventilación sea posible. La peristalsis pulsante viene ayudada por la acción del diafragma torácico. La interacción entre la pared corporal externa y el diafragma respiratorio origina la presión que mantiene la motilidad y sostiene la forma humana. Para controlar cualquier acción es necesario regular tanto la ventilación como el diafragma. Para llegar a estar tranquilo o silencioso, los músculos esqueléticos externos deben inhibir tanto la pulsación como la ventilación. Internamente, el diafragma y la pared torácica pueden ser utilizados para inhibir la ventilación.
El tono de los tubos y los ritmos de la respiración están controlados por los centros cerebrales y los nervios del sistema nervioso autónomo. En el programa instintivo del sistema nervioso vegetativo, las fibras simpáticas y parasimpáticas son similares a las que inervan el músculo liso en los intestinos. Existe una cadena de regulación desde el tronco cerebral que integra los mensajes en relación con el contenido de gases. El organismo es consciente de su proporción de CO2: si aumenta demasiado la concentración, respiramos un mayor número de veces; si existe poca concentración de CO2, hacemos menos respiraciones. Los centros cerebrales superiores pueden anular este programa mecánico a voluntad, ordenando por ejemplo: respirar tranquilamente, retener la respiración, respirar más veces, hacerlo más profundamente, etc. Estas órdenes son enviadas a través de los nervios frénicos del sistema nervioso central que inervan el diafragma, afectando su ritmo de pulsación y de los nervios raquídeos que controlan los músculos de la capa torácica. De este modo, el sistema nervioso central queda involucrado en la respiración.
El diafragma torácico comprende dos tipos de músculos: los intercostales que se insertan en las costillas y en el esternón y los crurales que se unen a la masa común y a la pared posterior del abdomen, a los músculos cuadrados lumbares y a la columna vertebral. Estos dos tipos de músculos reciben órdenes neurales desde el sistema nervioso autónomo, el nervio vago y el sistema nervioso central a través de los nervios frénicos, por lo que se hallan regulados, tanto por todo el sistema nervioso vegetativo, involuntario, como por el sistema nervioso voluntario. Dicho de otra manera, los músculos del sistema nervioso voluntario conectan la corteza cerebral con los músculos respiratorios.
Muchas técnicas de meditación manipulan el control voluntario del proceso semivoluntario de la respiración. Al tratar de buscar cambios en la conciencia, estas técnicas influyen en la respiración mediante una disminución o un incremento en la proporción de CO2. Esto produce estados de alta concentración de O2 que conducen a la hiperventilación, a una acción convulsiva muscular y a un aumento de las sustancias que dominan los centros de la atención. O bien, la concentración de CO2 se incrementa por una respiración deprimida, lo que lleva a una hipooxigenación reposada, a una disminución de los impulsos y finalmente a un estado de trance. Estos estados activan o deprimen el corazón y los intestinos. Con el aumento en la concentración de O2, el cuerpo se ve inundado de sensaciones; por el contrario, con un incremento en la tasa de CO2 se inhiben. La onda peristáltica básica se deprime o se transforma en hiperactiva; las ondas cerebrales se enlentecen o aceleran, como en la respiración. De este modo, las técnicas de meditación o de respiración nos indican la conexión que existe entre el control respiratorio autónomo y el voluntario.
Tenemos además, otro proceso que anula la regulación involuntaria de la respiración. Se trata de la emoción. El miedo, la alarma, la rabia y el terror influyen sobre la respiración. Los centros corticales relajan el pecho para controlar el sollozo y a los músculos de la región bucal para ahogar el grito. El tórax se agarrota para sofocar el miedo y el diafragma se detiene de forma que no se muestre la emoción. Alternativamente, es posible estimular el diafragma para aparentar rabia o miedo. La emoción puede ser tan intensa que perdamos el autocontrol. Entonces la volición es sobrepasada y se produce el sollozo o el grito. Todas estas situaciones derivan en patrones respiratorios donde el tórax no puede moverse ampliamente por temor a sus propias sensaciones o por su propia falta de control.
Para controlarnos a nosotros mismos tenemos que controlar nuestra respiración. Los tres centros cerebrales: el cortical voluntario, el talámico-emocional, y el tronco cerebral cerebelo, determinan la regulación de la respiración. Si no hay respiración no existe oxigenación. Si no hay oxigenación no hay combustión y sin fuego no hay vida. Sin vida no hay fuerza vital y sin ella no hay espíritu. Todo ello explica por qué el corazón, el cerebro y la respiración están tan íntimamente conectados.
La respiración refleja la función global de la expansión y la contracción: captar, retener, expulsar, recibir, transformar, devolver. Para respirar, previamente ha de haber una serie de dilataciones y de acortamientos. Para elevar el tubo entero, el pecho se alarga, el vientre se infla y la inhalación se experimenta desde el cráneo al hueso del pubis. Para respirar suavemente, aunque se requiera tanto una presión torácica como una abdominal, "es necesario" un ritmo suave que pulse a través de toda la pared corporal.
Si, no obstante, los conductos, capas y bolsas carecen de flexibilidad, se reflejará en cambios en la expansión y contracción de la respiración. Muchos patrones ventilatorios exhiben un estrecho margen de experiencias. Quizás, en su vida temprana, una persona no fue acariciada lo suficiente o fue tratada con hostilidad. En ambos casos dominará un patrón de miedo más que uno de confort o de placer.
Respiración perturbada: rígida y colapsada
La figura muestra un diafragma rígido y un diafragma caído. La rigidez se desarrolla en la pared corporal como una disposición para la acción contra los ataques o desaprobaciones. La debilidad es un resultado de haber sido mimado en exceso o de tener autoafirmaciones que recibieron muy poca respuesta. En ambos casos la consecuencia es una respiración pobre que afecta a nuestro modo o forma de trabajar o funcionar, de reaccionar y de amar. La respiración se convierte en un esfuerzo que se nos impone o que nos debilita. El organismo entero, no sólo el diafragma, está involucrado en la respiración. Los músculos respiratorios necesitan ejercitarse para poder llevar a cabo su gama completa de movilidad, abarcando a todos los músculos de la ventilación: los del tórax, los del abdomen y los músculos esqueléticos de la pared corporal. El esfuerzo físico, el correr y otros ejercicios son útiles, pues incrementan la reactividad general y el poder llevar a cabo otras actividades. Sin embargo, estos ejercicios no hacen necesariamente más humanas o interactivas nuestras existencias. Una respiración plena se basa en el contacto con los demás, además de nosotros mismos.
La respiración es una pulsación con diferentes ritmos: rápido, lento, profundo, superficial. El centro de la respiración es el diafragma con su cámara abdominal inferior y sus bóvedas craneal y torácica superior. El movimiento de los músculos respiratorios mantiene el flujo de gases y la presión constantes. De niños, respiramos con la parte superior del cuerpo, con el vientre pecho y cabeza. A medida que crecemos la pelvis aparece más involucrada; coordinamos la respiración con la reptación, el gateo y la postura erguida. La respiración, más destacablemente, es un tipo de pulsación básica que revela la actividad somática y emocional. Es como una bomba con una expansión orgánica total y una contracción de 18-22 ciclos por minuto, circulando de la cabeza a los pies, como un tipo de actividad omnipresente y constante. Puede compararse al modelo cardíaco, que es una contracción espiral total, vaciándose, llenándose; un relleno y vaciado independientes pero sincronizados de las cámaras superiores e inferiores. De la misma forma que los latidos cardíacos arrítmicos establecen una circulación pobre, una respiración incompleta da origen a sensaciones de asfixia, derrota, desamparo y miedo. Puesto que el latido cardíaco y la respiración están interconectados, se influencian mutuamente. Cuando el corazón se debilita por falta de energía, la respiración tiene que trabajar más para compensar la diferencia. Cuando la respiración es fatigosa, es el corazón el que ha de trabajar más.
La función de la respiración es captar, transportar y expulsar los gases. Para conseguirlo, se forma un tubo entre el interior del cuerpo y el entorno; al mismo tiempo, existe una conexión tubular dentro del organismo. Esta arquitectura tubular se desarrolla a partir de los microtúbulos del espacio vivo intercelular dentro del sistema umbilical y luego el sistema respiratorio ya maduro. El cuerpo entero es un conducto que late con las ondas respiratorias de las expansiones y contracciones. Si este tubo no es flexible y con un amplio espectro de la motilidad, nos veremos limitados tanto en las actividades a las que podemos dedicarnos como en las sensaciones que permitimos. La riqueza de nuestro pensamiento y de nuestra imaginación se verá afectada. Si los músculos no reciben suficiente sangre un oxígeno, no podemos funcionar. Si el cerebro sufre una falta de oxígeno, entramos en coma, enbotándonos y sin capacidad de atención. Si, por otra parte, llega demasiado oxígeno al cerebro, como sucede en los estados ansiosos, nos sentimos impulsados a actuar. De modo que la pulsación tubular y la respiración son algo más que hechos anatómicos, son estados mentales. En resumen, el movimiento de la respiración refleja los poderosos modelos arquetípicos que tienen sus raíces en la acción ondulante y en la pulsación de las células. Esta pulsación básica puede ser observada en todos los tejidos vivos y en todo momento.
La respiración consta de aspiración, entrada, creación de un espacio, retención para la asimilación e intercambio y posterior propulsión hacia afuera. Ello implica aumentar y disminuir la presión torácica. Tomar aliento es similar a aspirar, sin embargo, la exhalación no es tan pasiva como uno podría imaginar. Para expulsar es necesario emplear los músculos del abdomen y la caja torácica. El diafragma asciende, el tórax se estrecha, los pulmones se comprimen y el aire es expulsada. La figura muestra la escursión de los músculos torácicos de la respiración además de los polos craneal y pélvico. Implica a la pared corporal completa. La ventilación comprende la inhalación y la exhalación; se trata de un funcionamiento tipo fuelle.
Anatomía de la respiración
La respiración es el bombeo y la canalización de los fluídos en forma de gases y vapores. La respiración como acción de bombear se ve afectada por la estructura tubular. Embriológicamente, la respiración surge a partir del tubo endodérmico, donde la actividad energética es primordial y el alimento tiene que ser oxidado para proporcionar el combustible necesario para un intenso crecimiento. El tubo digestivo y el respiratorio derivan de un mismo territorio y están vinculados permanentemente a la anatomía craneal de la boca, tórax y abdomen. La boca y la nariz comparten la bóveda craneal. Conductos comunes se dividen para transformarse en la tráquea y el esófago, las grandes avenidas a los pulmones y el estómago.
La bomba respiratoria y digestiva, con sus tubos en pulmones e intestinos, se ve ayudada en la aspiración y en la expulsión por los músculos contráctiles de la boca, lengua, esófago, tráquea, alveólos y diafragma. Las vías aéreas comparten un espacio común con los órganos craneales, torácicos y abdominales. El aumento de la espasticidad o la flojedad muscular, las condiciones de rigidez, densificación, hinchazón, o colapso alteran inmediatamente tanto la respiración como la ingesta de alimentos. Ello sucede tanto si las constricciones se producen en la boca, cuello y tórax, como en el abdomen.
La respiración incluye tanto un intercambio exterior de gases con la superficie, como un intercambio interior de gases a través de los tejidos. Esto se refleja en el ritmo básico de la respiración, una actividad que comprende cuatro fases:
Inspirar
Alcanzar una cima - Pausa
Exhalar
Alcanzar un plano - Pausa
El pico o cima es redondeado más que agudo, excepto en las situaciones ventilatorias anormales en que las pausas son prolongadas y los picos aparecen en forma de sacudidas o en escalera. Así sucede con el sollozo y el jadeo. El ritmo básico de 18-22 respiraciones por minuto mantiene un patrón uniforme: captar, pausa para el intercambio de gases, expulsar, esperar un nuevo intercambio, hambre de oxígeno y captar de nuevo. Este mismo modelo continúa en nuestro interior, en las profundidades del nivel celular, para avivar los fuegos de nuestra existencia; el oxígeno es bombeado hacia adentro y el CO2 es expulsado a nivel de las membranas celulares. De modo que, respiramos localmente a nivel del saco pulmonar y globalmente a nivel tisular.
El corazón y los pulmones sirven para suministrar al mensajero sangre, oxígeno y propulsión. El nervio vago está en comunicación con el corazón, el diafragma, los pulmones y los intestinos, y crea una relación recíproca entre el diafragma y el pericardio del corazón. Laten conjuntamente. La amplitud del diafragma afecta a la amplitud del corazón y viceversa. Cuando gritamos, el diafragma golpea contra el corazón y contra el esófago. Así pues, la respiración, el flujo sanguíneo y el hambre de oxígeno están entretejidos. Los tubos digestivo y respiratorio dan origen a las sensaciones de hambre, de vacío, de alcanzar, de tomar, de llenarse, de expulsar.
Los diafragmas
La respiración es una forma de ampliación y contracción: un alargamiento e hinchazón del tronco y el tórax seguido de un acortamiento o engrosamiento de estos compartimentos. Varios diafragmas ayudan en este proceso mediante un aumento del flujo de su presión y concentración. En la bolsa de la cabeza, la estratificación craneal, la duramadre y el hueso sirven como primer diafragma. Este se extiende, vía el agujero occipital, por todo el recorrido hasta el sacro, a través de la cubierta espinal. La pulsación craneal tiene su propio ritmo de 14 latidos por minuto fijados por los ventrículos y los líquidos cefalorraquídeos. La gruesa cubierta de la duramadre cerebral, junto con la hinchazón del tallo cerebral, la vaina protectora de la médula espinal y los músculos occipitales del agujero occipital, conforman el segundo diafragma que regula la presión interna de la cabeza. La lengua y el paladar esfenoetmoidal forman la base o suelo del cerebro, además del techo de la boca, y actúan como tercer diafragma junto a los músculos de la nasofaringe, la glotis, el hioides, los huesos esternohioideos y omohioideos y los músculos de la clavícula. Este diafragma regula el flujo de presión dentro de la bolsa traqueal y, al controlar la presión desde los pulmones, ayuda a la postura erguida. A este nivel existen nervios craneales, hormonas y vasos importantes.
El diafragma torácico consta de la pared del pecho o caja torácica, los músculos intercostales externos e internos, los músculos intratorácicos y las dos cúpulas del diafragma. En este espacio están metidos los pulmones y el corazón como lo están los pasadizos o tubos del esófago, aorta, nervio vago y vena cava. Este cuarto diafragma separa al tórax del abdomen. El diafragma abdomino-pélvico está compuesto del techo del diafragma, la columna lumbar, los ligamentos, el psoas, el ilíaco y el suelo de la pelvis. Es una especie de hamaca formada por el hueso pélvico, el sacro y los músculos acompañantes. Dentro de este segmento aparecen los órganos de la digestión, la excreción y la sexualidad. Este quinto diafragma sirva para oponerse a la fuerza hacia abajo de la presión intraabdominal que se crea con la inhalación.
Los tres diafragmas principales y sus conexiones
Externamente, el tubo o conducto humano está compuesto de tres protuberancias: la cabeza, el tórax y el abdomen, y de dos anillos: el cuello y la cintura.
Internamente, el tubo se divide en hojas por la mitad que le proporcionan unos extremos flexibles. La hoja del medio es el diafragma con su poderosa acción de pistón que da origen a profundas sensaciones de vitalidad. El diafragma medio también masajea al corazón y al nervio vago y aumenta y disminuye la presión intratorácica y abdominal. En el extremo pélvico, las fascias musculares soportan un movimiento recípoco. En el extremo superior, la cubierta dural, la hoz del cerebro y del cerebelo y la envoltura de la médula espinal actúan como si fueran un tubo flexible. Este conducto bombea el líquido cefalorraquídeo.
Ademas, en la bolsa craneal, los huesos etmoides y esfenoides, junto con el agujero occipital, poseen la flexibilidad para desplazarse arriba y abajo e incrementar o disminuir la presión. La boca y la lengua también facilitan la pulsación. De esta manera, una complicada serie de válvulas internas y externas funcionan para aumentar o reducir nuestra ventilación con su sensación acompañante de vitalidad.
Los músculos de la respiración
Los músculos externos de la ventilación. Los músculos intercostales, el recto abdominal, los oblícuos y los transversos abdominales operan al unísono en la espiración y la inspiración. Los músculos de la respiración y del tórax están unidos al abdomen y al cuello. Los movimientos de estos músculos dan origen a sensaciones que sustentan los sentimientos de poder o debilidad en la oxigenación y en el ejercicio físico. La rigidez del cuello, del tórax o del abdomen pueden conducir a interferencias con el diafragma. El espasmo o la debilidad en el pecho crea problemas en la ventilación.
Figura 5: Tubos y capas: la continuación de la respiración
La estratificación como reguladora de presión. La cantidad de presión permite que se produzca el intercambio de gases y ello es esencial para una ventilación completa. Nosotros reconocemos esta presión cuando empujamos con el pecho, sentimos su descompresión y finalmente, la respuesta de retroceso. Las capas y tubos del cuerpo interactúan para crear y regular la presión. Los conductos que se debilitan no mantienen ya la presión sino que se colapsan y experimentan miedo y sensación de fracaso. Los conductos que están rígidos no se expanden y pueden estallar.
El funcionamiento generalizado y localizado de la respiración
La propiedad contráctil básica del tejido también hace que la ventilación sea posible. La peristalsis pulsante viene ayudada por la acción del diafragma torácico. La interacción entre la pared corporal externa y el diafragma respiratorio origina la presión que mantiene la motilidad y sostiene la forma humana. Para controlar cualquier acción es necesario regular tanto la ventilación como el diafragma. Para llegar a estar tranquilo o silencioso, los músculos esqueléticos externos deben inhibir tanto la pulsación como la ventilación. Internamente, el diafragma y la pared torácica pueden ser utilizados para inhibir la ventilación.
El tono de los tubos y los ritmos de la respiración están controlados por los centros cerebrales y los nervios del sistema nervioso autónomo. En el programa instintivo del sistema nervioso vegetativo, las fibras simpáticas y parasimpáticas son similares a las que inervan el músculo liso en los intestinos. Existe una cadena de regulación desde el tronco cerebral que integra los mensajes en relación con el contenido de gases. El organismo es consciente de su proporción de CO2: si aumenta demasiado la concentración, respiramos un mayor número de veces; si existe poca concentración de CO2, hacemos menos respiraciones. Los centros cerebrales superiores pueden anular este programa mecánico a voluntad, ordenando por ejemplo: respirar tranquilamente, retener la respiración, respirar más veces, hacerlo más profundamente, etc. Estas órdenes son enviadas a través de los nervios frénicos del sistema nervioso central que inervan el diafragma, afectando su ritmo de pulsación y de los nervios raquídeos que controlan los músculos de la capa torácica. De este modo, el sistema nervioso central queda involucrado en la respiración.
El diafragma torácico comprende dos tipos de músculos: los intercostales que se insertan en las costillas y en el esternón y los crurales que se unen a la masa común y a la pared posterior del abdomen, a los músculos cuadrados lumbares y a la columna vertebral. Estos dos tipos de músculos reciben órdenes neurales desde el sistema nervioso autónomo, el nervio vago y el sistema nervioso central a través de los nervios frénicos, por lo que se hallan regulados, tanto por todo el sistema nervioso vegetativo, involuntario, como por el sistema nervioso voluntario. Dicho de otra manera, los músculos del sistema nervioso voluntario conectan la corteza cerebral con los músculos respiratorios.
Muchas técnicas de meditación manipulan el control voluntario del proceso semivoluntario de la respiración. Al tratar de buscar cambios en la conciencia, estas técnicas influyen en la respiración mediante una disminución o un incremento en la proporción de CO2. Esto produce estados de alta concentración de O2 que conducen a la hiperventilación, a una acción convulsiva muscular y a un aumento de las sustancias que dominan los centros de la atención. O bien, la concentración de CO2 se incrementa por una respiración deprimida, lo que lleva a una hipooxigenación reposada, a una disminución de los impulsos y finalmente a un estado de trance. Estos estados activan o deprimen el corazón y los intestinos. Con el aumento en la concentración de O2, el cuerpo se ve inundado de sensaciones; por el contrario, con un incremento en la tasa de CO2 se inhiben. La onda peristáltica básica se deprime o se transforma en hiperactiva; las ondas cerebrales se enlentecen o aceleran, como en la respiración. De este modo, las técnicas de meditación o de respiración nos indican la conexión que existe entre el control respiratorio autónomo y el voluntario.
Tenemos además, otro proceso que anula la regulación involuntaria de la respiración. Se trata de la emoción. El miedo, la alarma, la rabia y el terror influyen sobre la respiración. Los centros corticales relajan el pecho para controlar el sollozo y a los músculos de la región bucal para ahogar el grito. El tórax se agarrota para sofocar el miedo y el diafragma se detiene de forma que no se muestre la emoción. Alternativamente, es posible estimular el diafragma para aparentar rabia o miedo. La emoción puede ser tan intensa que perdamos el autocontrol. Entonces la volición es sobrepasada y se produce el sollozo o el grito. Todas estas situaciones derivan en patrones respiratorios donde el tórax no puede moverse ampliamente por temor a sus propias sensaciones o por su propia falta de control.
Para controlarnos a nosotros mismos tenemos que controlar nuestra respiración. Los tres centros cerebrales: el cortical voluntario, el talámico-emocional, y el tronco cerebral cerebelo, determinan la regulación de la respiración. Si no hay respiración no existe oxigenación. Si no hay oxigenación no hay combustión y sin fuego no hay vida. Sin vida no hay fuerza vital y sin ella no hay espíritu. Todo ello explica por qué el corazón, el cerebro y la respiración están tan íntimamente conectados.
La respiración refleja la función global de la expansión y la contracción: captar, retener, expulsar, recibir, transformar, devolver. Para respirar, previamente ha de haber una serie de dilataciones y de acortamientos. Para elevar el tubo entero, el pecho se alarga, el vientre se infla y la inhalación se experimenta desde el cráneo al hueso del pubis. Para respirar suavemente, aunque se requiera tanto una presión torácica como una abdominal, "es necesario" un ritmo suave que pulse a través de toda la pared corporal.
Si, no obstante, los conductos, capas y bolsas carecen de flexibilidad, se reflejará en cambios en la expansión y contracción de la respiración. Muchos patrones ventilatorios exhiben un estrecho margen de experiencias. Quizás, en su vida temprana, una persona no fue acariciada lo suficiente o fue tratada con hostilidad. En ambos casos dominará un patrón de miedo más que uno de confort o de placer.
Respiración perturbada: rígida y colapsada
La figura muestra un diafragma rígido y un diafragma caído. La rigidez se desarrolla en la pared corporal como una disposición para la acción contra los ataques o desaprobaciones. La debilidad es un resultado de haber sido mimado en exceso o de tener autoafirmaciones que recibieron muy poca respuesta. En ambos casos la consecuencia es una respiración pobre que afecta a nuestro modo o forma de trabajar o funcionar, de reaccionar y de amar. La respiración se convierte en un esfuerzo que se nos impone o que nos debilita. El organismo entero, no sólo el diafragma, está involucrado en la respiración. Los músculos respiratorios necesitan ejercitarse para poder llevar a cabo su gama completa de movilidad, abarcando a todos los músculos de la ventilación: los del tórax, los del abdomen y los músculos esqueléticos de la pared corporal. El esfuerzo físico, el correr y otros ejercicios son útiles, pues incrementan la reactividad general y el poder llevar a cabo otras actividades. Sin embargo, estos ejercicios no hacen necesariamente más humanas o interactivas nuestras existencias. Una respiración plena se basa en el contacto con los demás, además de nosotros mismos.
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