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17 ago 2012

Ashtavakra Gita: El canto del Ser. Parte II, cap.XIII-XX

El Ashtavakra Gita es una antigua escritura de la tradición Advaita Vedanta, la escuela no-dualista difundida por Shnkara en el siglo VII,  de gran importancia filosófica y espiritual. Se explican las enseñanzas sobre la naturaleza del alma, la realidad y la esclavitud, en un diálogo entre el Maestro Ashtavakra y su discípulo Janaka.
Parte I, cap. I-XII
CAPÍTULO XIII

VERSOS SOBRE LA FELICIDAD

1. La tranquilidad de la mente, resultante de la ausencia de todo apego, difícil es de alcanzar: nada debe subsistir, ni el más ligero apego al objeto más pequeño, tal como un trozo de tela usado para atarse la cintura. Abandonadas así la búsqueda y la renuncia, moro en la felicidad.

2. Existen los acicates del cuerpo, existen los acicates de la mente, existen los acicates de la palabra; habiendo renunciado a ello, moro en la felicidad de mi propio Yo.

3. Nada de lo que hace el cuerpo o los órganos de los sentidos es hecho por el Yo. En el  conocimiento de esta verdad, hago lo que se me presenta y moro en la felicidad.

4. La inclinación al obrar y el cese del obrar, reservados le están al asceta apegado al cuerpo. En la renuncia al apego y en el no-apego, moro en la felicidad.

5. Sentado, en marcha o durmiendo, nada pierdo ni gano nada. Por ello, sentado, en marcha o durmiendo, moro en la felicidad.

6. En el dormir nada pierdo; en el luchar no pierdo nada. Ya habiendo renunciado a pérdidas y ganancias, moro en la felicidad.

7. Una y otra vez, habiendo sentido la inestabilidad del placer y el dolor en cada nacimiento sucesivo, he renunciado al bien y al mal, y moro en la felicidad.

CAPÍTULO XIV

VERSOS SOBRE LA CONDICIÓN DICHOSA DEL DISCÍPULO

1. En verdad el mundo agotó aquel cuya mente se ha vaciado naturalmente de todo pensamiento, aquel cuya mente toma conciencia de la existencia externa sólo por descuido y que, dormido, en verdad está despierto.

2. ¿Dónde van los ricos, los amigos y esos ladrones conocidos como objetos de los sentidos, dónde el sastra y su conocimiento, cuando todo deseo ha cesado de existir en mí?

3. Una vez comprendido el Testigo, el Yo supremo, el Señor, desaparecidos el anhelo de renuncia y la esclavitud, ya no existe ansiedad por la emancipación.

4. La condición de aquel cuya mente ha cesado de actuar, pero que vaga por el mundo como en una ilusión, sólo puede comprenderla otro ser como él.

 CAPÍTULO XV

VERSOS SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL YO

1. El hombre de intelecto puro logra su objetivo aun con enseñanzas recibidas de manera accidental; mas el de intelecto impuro, aun cuando reciba enseñanzas repetidamente, no cesa de caer en el error.

2. El desdén por los objetos de los sentidos es liberación; el amor por los objetos es esclavitud. Esto es el conocimiento; actúa como prefieras.

3. Este conocimiento torna mudo al elocuente, ignorante al sabio y ocioso al activo. Por ello, quienes aman los objetos lo rehuyen.

4. Tú no eres el cuerpo ni el cuerpo es tuyo; no eres un actor ni alguien que goza. Tú eres la conciencia misma, el testigo eterno, el siempre Libre. Tú andas con felicidad.

5. El apego y la aversión son condiciones de la mente, y la mente nunca es tuya. Libre de toda distracción, eres el conocimiento mismo, inmutable; tú andas con felicidad.

6. En posesión del conocimiento de que tu yo está en todos los seres y que todos los seres están en tu propio yo, libre de toda idea de ego o pertenencia, tú andas con felicidad.

7. Aquello donde el mundo surge cual olas en el océano, Eso en verdad eres tú. ¡Oh Inteligencia Suprema!, libérate de toda fiebre.

8. Ten fe, hijo mío, ten fe: no te engañes con esto. Tú eres la Conciencia, tú eres el Señor, tú eres el Yo que trasciende la materia.

9. El cuerpo recubierto por los órganos de los sentidos va y viene. El Yo ni va ni viene; ¿por qué, entonces, lamentarte por él?

10. Que el cuerpo acabe al terminar un ciclo cósmico, o que se vaya hoy mismo; ¿qué incremento o disminución puede producir en ti el Yo de inteligencia mismo?

11. Que las olas del mundo se eleven o caigan en Ti, el océano ilimitado, no producirán incremento o disminución en Ti.

12. Tú, hijo mío, eres la Conciencia misma. El mundo de ti no difiere. Por ello, ¿de quién es, de dónde viene el deseo o la aversión?

13. En Ti, Único libre de vejez, Dicha eterna, Inteligencia Absoluta, siempre Puro, ¿dónde encontrar el nacimiento, la acción o la idea de ego?

14. En lo que tú ves, sólo tú eres visto. ¿Acaso las ajorcas, los brazaletes o los dijes difieren del oro de que están compuestos?

15. "Soy como él"; "No soy como él"; abandona toda idea de separatividad. En posesión del conocimiento de que todo es Yo, te liberarás de las condiciones mentales,  y morarás en la felicidad.

16. Este mundo surge, en verdad, de tu propia ilusión. En realidad, sólo tú eres uno. No hay otro Yo
encarnado que tú, nadie que haya trascendido la rueda del existir.

17. Este mundo no es sino ilusión. El que lo sabe, encuentra la paz. Todo anhelo concluido, el que lo sabe se instala en la Conciencia suprema, y halla el descanso, cual si fuera la nada.

18. En el gran océano de lo visible, sólo el Uno es, fue y será. No hay para ti liberación ni esclavitud; satisfechos todos los deseos, morarás en la felicidad.

19. La inteligencia misma eres; no perturbes la mente con pensamientos contradictorios. Encuentra el descanso y mora con felicidad en tu propio Yo, encarnación de la dicha.

20. Abandona toda meditación, no guardes nada en tu corazón. Tú eres en verdad el Yo, libre de esclavitud; ¿qué podrá hacer por ti la meditación?

CAPÍTULO XVI

1. Tú, hijo mío, puedes discurrir repetidamente u oír diversos sastras pero no habrá paz para ti sino merced al olvido universal.

2. Tú puedes gozar de los objetos (del mundo), emprender acciones o recurrir a la meditación; mas ¡oh sabio! recién cuando tu mente se purifique de los deseos, se sentirá atraída por lo que trasciende todo objeto.

3. El obrar causa dolor, pero nadie lo sabe. Bendito sea quien logre paz por esta lección.

4. El que siente que aún el movimiento de sus párpados es una carga, el que es hábil en la inacción, hallará la felicidad; ése, y no otro.

5. "Esto fue hecho", "esto no fue hecho"; cuando la mente se libera de estos pensamientos opuestos, se torna indiferente a la virtud, la riqueza, al placer y la liberación.

6. El asceta evita los objetos de los sentidos, el hombre mundanal tras ellos se precipita; mas quien se ha liberado ni se precipita tras ellos, ni los evita.

7. En tanto el deseo, vástago de la ignorancia, esté vivo, vivos estarán el apego y la aversión, semilla y retoño de la rueda del existir.

8. La acción fomenta el apego. El cese del obrar conduce a la aversión. El hombre de sabiduría, libre de ambos opuestos, flota sobre ellos como un niño.

9. Tan sólo quien goza de una mente en verdad libre, no siente apego o aversión hacia la virtud, la riqueza, el placer o la liberación.

10. El que está apegado al mundo anhela que el renunciamiento lo libere de sus conflictos. Mas el que carece de apego, libre está de congoja, y no sufre desdicha por vivir en el mundo.

11. El que hallándose en el estadio de liberación, de ésta es consciente tanto como de su cuerpo, no es un sabio ni un asceta, sino que en realidad está destinado a ser desdichado.

12. Mahadeva, Vishnú y Brahma pueden ser tus preceptores; mas si no ejerces el olvido universal, no habrá paz para ti.

 CAPÍTULO XVII

VERSOS SOBRE LA CONDICIÓN DEL CONOCEDOR DEL YO

1. En verdad, ha logrado el fruto del conocimiento y el fruto de la práctica del Yoga quien, autogobernado, con los sentidos purificados, permanece siempre en soledad.

2. El conocedor de la verdad nunca se siente desdichado en el mundo, puesto que con su propio Yo impregna la totalidad del universo.

3. Los objetos de los sentidos no le proporcionan deleite a quien encuentra satisfacción en su propio Yo. Las hojas del árbol nim no le proporcionan satisfacción al elefante que gusta alimentarse con las hojas del árbol salaki.

4. Una rareza es, quien no alimenta afecto por las cosas conocidas ni corre tras las desconocidas.

5. El hombre de placer, y el aspirante a la liberación, se encuentran ambos en el mundo.

6. Feliz es quien no siente ansiedad por el cese del deseo mundano ni aversión porque continúe, sino que acepta lo que viene en el transcurso de las cosas.

7. Una vez logrado su objetivo del conocimiento del Yo, con la mente en él absorta, vive aquél en felicidad, tanto si ve como si oye, toca, huele o come.
8. La persona para quien el océano del mundo se ha secado, la acción de la mente se le torna carente de objetivo, la acción del cuerpo carente de frutos, y la acción de los sentidos automática.

9. ¡Ah! maravillosa es la condición del alma realmente liberada, que no está dormida ni despierta, que no parpadea ni deja de parpadear.

10. En paz dondequiera, con puro corazón, libre de todo deseo, el alma liberada brilla por doquier.

11. Al ver, oír, tocar, asir, hablar y moverse, el sabio sigue libre del apego y la aversión. El hombre de grande alma está en verdad liberado.

12. El hombre de alma liberada no censura ni ruega, no está feliz ni apesadumbrado, no toma ni da. Por siempre, libre se halla de apegos.

13. A la vista de una mujer enamorada, o ante la proximidad de la muerte, el hombre de grande alma se mantiene imperturbable. En verdad, libre es.

14. Placer y dolor, hombre y mujer, opulencia y pobreza, no tienen diferencia para el sabio, que ve la unidad dondequiera.

15. El ser para quien el mundo ha cesado de existir, no encuentra causas de injuria ni perdón; para él no existen el orgullo y el desaliento, la maravilla o la perturbación del espíritu.

16. El  alma  liberada  no  rehuye   los   objetos de  los  sentidos  ni  los  apetece;  con  la  mente  siempre desapegada, acepta lo que viene.

17. Aquel cuya mente ha cesado de actuar, no conoce la supresión de la mente ni las acciones de ella derivadas; no conoce el afanarse por lo placentero ni el evitar lo doloroso: tal ser en la unidad mora.

18. Libre de la idea de ego o pertenencia, y comprendiendo que todo es nada, con los deseos en reposo, nada hace, aunque obre.

19. Aquel cuya mente ha logrado sumirse en el Yo, libre está de los conocimientos específicos, del sueño y la estupidez. Tal ser logra una condición indescriptible.

CAPÍTULO XVIII
VERSOS SOBRE LA PAZ

1. Reverencia a Aquello que se devela con el conocimiento de que este mundo ilusorio es un sueño. Reverencia a Aquello cuya naturaleza es en verdad la dicha misma, que siempre está sereno, que resplandece siempre.

2. El hombre logra el regocijo mediante la diversidad de objetos. Mas sin la renuncia universal, no logra el hombre la felicidad.

3. El hombre cuya mente abrasa el calor del sol de las cosas por hacer, ¿dónde encontrará la paz, si no es refrescado por las aguas de ambrosía del contento?

4. Lo fenoménico nada es, sino un estado de conciencia. En realidad carece de existencia. Las entidades que experimentan la existencia y la no existencia, nunca cesan de ser.

5. No distante ni limitado, siempre presente, se halla el Yo, libre de distracciones, de penas, de cambios y dueños.

6. Aquellos cuya ilusión se ha desvanecido mediante la autocomprensión, logran liberarse del dolor, por el mero suprimir la ilusión que oculta la claridad del percibir.

7. Todo esto es meramente una acción mental. El Yo, eterno, siempre es libre; sabiendo esto, ¿el sabio se comprometerá en las acciones como un niño?

8. El que sabe que su propio Yo es Brahman y que la existencia y la no-existencia se deben a un fenómeno de superposición, ¿qué debe conocer, decir o hacer, él, que libre está del deseo?

9. "Esto soy", "No soy esto"; ideas tales no perturban al asceta que, sabiendo que todo ego es el Yo, se sume en el silencio.

10. El asceta que ha encontrado la paz, no padece distracciones ni concentración, exceso de conocimiento ni ignorancia, placer ni dolor.

11. El asceta cuya mente ha cesado de actuar, sea que gobierne un reino o que vague como un mendigo, que gane o pierda, que viva en sociedad o retirado, ninguna diferencia encuentra.

12. ¿Dónde está la virtud, dónde el placer y la riqueza, dónde el conocimiento y la idea de lo realizado, para el asceta que libre se halla de todo sentimiento de dualidad?

13. El asceta liberado ya en vida, que toma las cosas tal como vienen, nada tiene que hacer, ningún anhelo alimenta.

14. ¿Dónde está la ilusión, dónde los pensamientos que de él derivan, dónde la liberación para el hombre de grande alma, que ha encontrado el reposo en la meta de todo deseo?

15. El que comprende el mundo puede negar su existencia; mas, ¿qué hace quien no alienta deseos? Comprende y a la vez no comprende.

16. El que cree que el Supremo está separado de sí, puede meditar sobre Brahma. Mas el sabio, que ha trascendido los pensamientos, ¿sobre qué puede meditar, al no ver la dualidad?

17. El que ve distracción en el Yo, puede embarcarse en gobernarlo; mas el hombre de grande alma no se distrae. No teniendo nada que realizar, ¿qué puede hacer?

18. El sabio, aun cuando actúe como el hombre común, se encuentra libre de sus ansiedades. Él no ve para sí concentración de la mente, distracciones, ni siente apego por nada.

19. El hombre de sabiduría, libre de toda idea de existencia y no-existencia, autosatisfecho y libre de
deseos, nada hace, aun cuando actúe a la vista del mundo.

20. El hombre de firme intelecto no siente ansiedad por la acción ni por la no-acción; hace lo que se le presenta en el momento, y mora en la felicidad.

21. Por sobre todo apego e idea de acción, libre, rotas sus cadenas, se mueve impulsado por la actividad de sus pasadas acciones, cual una hoja seca impulsada por el viento.

22. El que ha conseguido escapar de la rueda del existir no siente alegría ni pena; siempre frío y calmo, vive como si no tuviera cuerpo.

23. El que encuentra la felicidad en su propio Yo, cuya mente está en calma y pura, no siente deseos de renunciar, ni expectativa alguna.

24. El que está autogobernado, cuya mente no obra, cuyas acciones reciben únicamente el impulso  de su pasado obrar, aun cuando actúe como una persona común, no sufre honra ni deshonor.

25. El que sabe que el cuerpo es el que actúa y no el puro Yo, ese ser, aunque obre, en realidad no actúa.

26. El hombre de mente liberada, aun cuando no lo dice, cumple su parte en la vida, sin ser como los niños. Por el mundo se mueve con felicidad, y luce atractivo y bendito por la buena fortuna.

27. Hastiado de  los pensamientos contradictorios, el sabio encuentra  la paz. No desea, no percibe, no ve ni oye nada.

28. El hombre de grande alma no aspira a la libertad; no ansía el samadhi, puesto que para él no hay distracciones; sabiendo que todo es ilusión, mora en su propio Yo, cual si fuera Brahman.

29. El que abriga la idea de ego, obra aunque no actúe. Mas el sabio que libre se halla de la idea de ego no transita la acción, aunque obre.

30. La mente del emancipado serena se halla, sin experimentar placer y sin actuar; libre del deseo y la duda, la mente del sabio resplandece.

31. La mente de quien no ansía el descanso ni el movimiento, medita y actúa cual si careciera de motivo.
32. El ser de mente débil se siente perturbado al oír exponer estas verdades, o se sume en meditación para conocer el significado de los sastras. Este ser, aunque no es un niño, actúa como tal.

33. La concentración y el sometimiento de la mente constituyen el refugio constante del tonto. El sabio no ve que deba hacerse nada: en su propio yo descansa tal; los demás, en el sueño.

34. El necio no alcanza la paz por el obrar ni por la ausencia de acción; el sabio encuentra el descanso por la mera indagación de la verdad.

35. Dado que no conocen el Yo, que es pura Inteligencia, el objeto del amor supremo, el perfecto que sin mácula se halla por sobre la nada del existir, las gentes se embarcan en prácticas diversas.

36. El necio no logra la emancipación, ni aún mediante la práctica constante. El bienaventurado logra la libertad del obrar por el mero conocimiento.

37. El necio no alcanza a Brahma porque a él aspire. Mas el sabio es el mismo Yo de Brahma, sin desearlo.

38. Los necios, puesto que no tienen un fundamento sólido y están impacientes por alcanzar el Brahman o la liberación, acaban por uncirse con más firmeza al mundo. El sabio, por el contrario, corta la raíz del mundo, fuente de toda miseria.

39. El necio no alcanza la paz porque luche por alcanzarla. Mas el sabio, habiendo indagado la verdad, tiene su mente siempre en paz.

40. ¿Cómo puede lograr la visión del Yo aquel que se adhiere a lo visible? Los sabios no ven los fenómenos; tan sólo contemplan su propio Yo inmortal.

41. ¿Cómo puede estarle reservado el samadhi al necio que lucha para romper las cadenas? El sabio que encuentra la felicidad en su propio Yo, goza sin esfuerzo la superación de la mente.

42. Algunos creen que lo visible existe realmente; otros dicen que en realidad no existe, en tanto un tercero afirma que es real e irreal a la vez. Mas sólo puede saberlo quien conoce su verdadera naturaleza, estando, así, libre de distracciones.

43. Los hombres de entendimiento torcido meditan en el Yo siempre puro, sin segundo, mas lo perciben a través de la ilusión, por lo cual no encuentran paz en toda su vida.

44. El intelecto del que aspira a la liberación no puede prescindir de soporte. Mas el intelecto del que se ha liberado no necesita soporte, estando por siempre libre del deseo.

45. Los necios, al ver a esos tigres, conocidos como objetos de los sentidos, se precipitan tras ellos; se asustan y buscan de inmediato refugio en la cueva de la supresión mental, sumiéndose en el meditar o la concentración; mas esto no ocurre con el sabio que no les presta ningún cuidado.

46. Los elefantes de los deleites sensuales, viendo al tigre del renunciamiento, huyen con pavor; o, cual parásitos en torno al rico, se dedican a servirlo.

47. El hombre cuya mente está dirigida hacia el Yo y cuyas dudas se han disipado, no lucha por encontrar la forma de liberarse. En tanto ve, oye, toca, huele o degusta, mora en la felicidad.

48. Por el mero oír sobre la cosa en sí misma, el de intelecto puro se libera de la distracción. Nada ve que deba ser hecho ni que deba evitarse, mas tampoco se aplica a la acción.

49. Sea lo que fuere se le presente, agradable o disgustante, sin rodeos lo acepta.

50. La libertad conduce a la dicha, conduce al Supremo, conduce a la paz, conduce a la morada suprema.

51. Tan pronto sabemos que el Yo siempre está libre de la acción y del gozo del fruto resultante, todas las acciones de la mente logran atenuarse.

52. La condición del sabio brilla aun en su libertad natural; no así la paz artificial de la mente del necio, en cuyo corazón acecha el deseo.

53. Los sabios de mente libre gozan en ocasiones de los objetos sensoriales, y otras veces se retiran a una cueva en la montaña. Su intelecto, siempre liberado, a nada se encadena.

54. Ninguna clase de deseos acecha jamás en el corazón del sabio, cuando ve y honra al hombre instruido, a un dios, una mujer, un rey o un objeto de afección.

55. El asceta no pierde nunca ni una pizca de la ecuanimidad de su temple, aun cuando lo ridiculicen
sus propios sirvientes, sus hijos o esposas, los vástagos de sus hijos, o sus parientes.

56. Aun cuando agradado, no siente agrado; aunque disgustado, no siente disgusto. Su magnífica condición tan sólo la puede conocer otro sabio semejante.

57. El mundo es meramente la idea de las cosas a realizar. Mas los sabios así no lo ven. Desapegados de la forma, carecen de forma, por siempre libres de perturbaciones y conflictos.

58. El necio, aun cuando no haga nada, está distraído e inquieto. El sabio, aun cuando haga lo que debe hacerse, nunca sufre inquietud.

59. Satisfecho se sienta, satisfecho duerme; feliz va y viene; feliz habla, feliz come, aun cuando en el mundo se halle, el hombre de mente serena.

60. El que no se siente perturbado por actuar como los demás, por la fuerza de su conocimiento del Yo, el que permanece en calma cual un lago profundo, el que no siente dolor, ése es un ser feliz.

61. El  necio  convierte  en  acción el cese del obrar; al  sabio, la acción le da el mismo fruto que el  cese  del obrar.

62. El necio es quien muestra aversión por los objetos del mundo -tal la casa, la esposa, los hijos, el cuerpo y demás-, sin tratar de conocer la raíz del mal; mas, para quien ha perdido todo sentido del yo en el cuerpo, ¿dónde están el apego y el no-apego?

63. La mente del necio se dirige siempre a acariciar un pensamiento o a suprimir otro. Mas la visión del sabio, aunque aparentemente esté enfocada hacia el mundo, en verdad no está así dirigida, puesto que ha destruido toda idea de egoísmo.

64. Ese sabio puro, que se mueve como un niño, no sujeto por condicionamientos, y que libre está de todo deseo, no sufre contaminación, aun cuando puede estar ocupado en los asuntos mundanales.

65. En verdad es el bendito del Yo, que conserva la ecuanimidad de la mente bajo cualquier condición, tanto si mora, oye, toca, huele o degusta. Su mente, por siempre libre está del deseo.

66. ¿Dónde está el mundo, dónde el objeto a alcanzar, dónde los medios para lograrlo, para el sabio que, cual espacio ilimitado, libre está de toda acción mental?

67. El que inmerso está en lo ilimitado, perfecto es, aun cuando se suma en los objetos del deseo.

68. Nada cabe decir, sino que el hombre de grande alma, que ha conocido la verdad, desapegado se halla de la liberación tanto como del gozo, conservando una total falta de inclinaciones por todo.

69. El mundo de la relatividad, compuesto se halla de inteligencia y lo demás; nada es, sino modificaciones del nombre. ¿Qué debe hacer el sabio que a todo ha renunciado, y cuyo conocimiento es siempre puro?

70. Todo esto es una mera ilusión, una mera nada. El que de seguro sabe esto, que más allá se encuentra de toda percepción, que es siempre puro, halla la paz como algo connatural.

71. El que tiene la naturaleza de la pura conciencia y ya no es consciente de lo visible, ¿dónde encontrará la obligación de realizar acciones, dónde su abandono, dónde el no-apego, dónde la serenidad misma?

72. El que se ve como el Infinito y ya no ve la naturaleza, ¿dónde encontrará la esclavitud, dónde la
bondad, dónde el placer, dónde el dolor?

73. En el mundo que coexiste con la conciencia y se superpone al Yo por la acción de maya, el sabio que libre está de toda idea del ego o de pertenencia, que por sobre el deseo se halla, resplandece en soledad.

74. El sabio que entiende que su Yo está libre de la destrucción y el dolor, ¿dónde encontrará el conocimiento, dónde el mundo, dónde el cuerpo, el ego y la pertenencia?

75. Cuando el hombre de intelecto débil abandona su práctica de concentración mental, comienzan a alentar  pensamientos y deseos diversos en él. 

76. El necio no cede en su necedad, aún después de oír la verdad misma. Aun cuando suprima la acción mental por la fuerza, internamente se halla apegado a los objetos de los sentidos.

77. Aquel cuyas acciones pasadas han sido destruidas por el conocimiento, aun cuando actúe a la vista de los hombres, no pierde tiempo ni en hablar.

78. El hombre de sabiduría, que libre se halla de faltas, que carece de miedo, ¿dónde encontrará la oscuridad, dónde la luz, dónde la renuncia y la ganancia?

79. ¿Dónde está la fortaleza, dónde la falta misma de miedo, para el asceta de naturaleza indescriptible, que trasciende hasta la naturaleza?

80. No existen el cielo ni el infierno para él, ni siquiera la liberación en vida. ¿Qué necesita agregarse ante un asceta, excepto que no hay nada más?

81. El sabio no se afana tras las ganancias ni se apena por no lograr lo que se pretendía; su mente en calma, colmada está de ambrosía.

82. El hombre libre de deseos no elogia al que está sereno ni censura al que gusta de obrar mal; idéntico en el placer y el dolor, siempre satisfecho, no ve nada que pueda hacer.

83. El  sabio no siente aversión por el mundo, ni está impaciente por ver  su propio yo; libre de penas  y alegrías, no vive ni está muerto.

84. El sabio resplandece, libre de apegos a hijos y a esposas, del deseo por los objetos del mundo, y del cuidado de su propio cuerpo.

85. La felicidad aguarda siempre al sabio que acepta lo que viene; libre se mueve en el mundo, acostándose a dormir tan pronto el sol se pone sobre su cabeza.

86. Que su cuerpo vaya o venga, nada le importa al sabio. Olvidado se halla de cuanto al mundo pertenece, ya que ha encontrado el descanso en su propio yo.

87. El sabio que nada espera, que vaga errante y feliz, que libre se halla de los pares de opuestos, cuyas dudas quedaron disipadas, que apegado no está a condición alguna, sólo se mueve en felicidad.

88. El sabio, cuya idea de pertenencia se ha desvanecido, que permanece inconmovible a la vista de un pedazo de barro, una piedra o el oro, de cuyo corazón las cadenas han sido despedazadas, cuyas pasiones e ilusión fueron purificadas, ese sabio resplandece.

89. ¿Qué comparación cabe con aquel que no tiene apego por nada, que no alimenta ideas en su corazón, con aquel cuya mente, totalmente libre, es por entero pacífica?

90. El sabio que entendiendo nada conoce, que viendo nada ve, que hablando nada dice, ¿qué puede ser sino alguien libre de todo deseo?

91. Sea rey o mendigo, aquel que está libre de deseo reina supremo; aquel cuya inclinación hacia el bien y el mal fue completamente subyugada.

92. ¿Dónde está la libertad, dónde el encierro, dónde la indagación de la verdad, para el asceta que se ha vuelto la encarnación de la sinceridad, inatacable, al haber logrado su meta?

93. ¿Qué lenguaje puede describir, quién puede describir al que ha encontrado satisfacción en su propio Yo, que libre está de todo deseo, cuya inquietud ha desaparecido y que se siente asentado en sí mismo?

94. El sabio, aunque se halle en un sueño firme, no sueña; aunque duerma, no duerme; aunque despierte, no está en realidad despierto. Feliz se halla en cualquier situación.

95. El hombre de conocimiento, aunque piense, en realidad no está pensando; aunque conozca a través de los órganos sensoriales, carece de órganos de los sentidos; aunque tenga un intelecto, no lo goza, y aunque detente egoísmo, en realidad no lo posee.

96. El sabio no es feliz ni desdichado; no siente apego ni libre está de apegos; no aspira a la liberación, ni de hecho está liberado, no es esto ni aquello.

97. Las distracciones no lo distraen; en la meditación no medita; nunca lerdo, aunque lerdo parezca; nada instruido, aunque culto parezca.

98. El que liberado está, mora en su propia naturaleza, y toma lo que viene; libre se halla de lo que debe hacerse o lo que ha sido hecho; imperturbable en toda situación, liberado del deseo, no recuerda lo que hizo ni lo que dejó de hacer.

99. Reverenciado, no siente deleite; menospreciado, nosiente ira; la idea de la muerte no lo agita, ni lo contenta la perspectiva de una vida larga.

100. El hombre cuya mente ha encontrado la paz, no se precipita a la sociedad humana ni a las espesuras del bosque. En felicidad vive en cualquier parte y toda condición.

CAPÍTULO XIX

VERSOS SOBRE EL DESCANSO DEL DISCÍPULO EN EL YO

El discípulo dice:

1. Acabo de extraer, de los lugares más recónditos de mi corazón, la espina de los pensamientos contradictorios, con las tenacillas del conocimiento de la Verdad.

2. Yo, que habito en mi propia gloria, ¿dónde encontraré la virtud, dónde el placer, dónde la grandeza, dónde el discernimiento, dónde el uno o la multiplicidad?

3. ¿Dónde está el pasado, dónde el futuro, dónde el presente, dónde el espacio, dónde la eternidad misma, para mí, que habito en mi propia gloria?

4. ¿Dónde están el yo y el no-yo, dónde el bien y el mal, dónde el cuidado y su ausencia, para mí, que habito en mi propia gloria?

5. ¿Dónde está el sueño, dónde el firme dormir, dónde la condición de despierto, dónde el cuarto estadio que trasciende los demás, y dónde el miedo, para mí, que habito en mi propia gloria?

6. ¿Dónde está lo lejano y lo próximo, el adentro y el afuera, lo grueso y lo sutil, para mí, que habito en mi propia gloria?

7. ¿Dónde están la muerte y la vida, el mundo y su brillo, dónde el surgimiento de lo visible y la concentración de pensamiento, para mí, que habito en mi propia gloria?

8. Ya han cesado los cuentos sobre las tres metas de la vida, la virtud, el placer y el dolor; ya han cesado los cuentos del yoga y la sabiduría, para mí, que he encontrado el reposo en mi propio Yo.

CAPÍTULO XX

VERSOS SOBRE LA CONDICIÓN DE UN EMANCIPADO EN VIDA

1. ¿Dónde están los elementos del cuerpo, dónde los órganos de los sentidos o la mente, dónde el vacío y la plenitud, dónde la ausencia de deseo, en mí, que libre estoy de toda mácula?

2. ¿Dónde están el sastra y el conocimiento del yo, dónde aún la mente, libre de pensamientos de los objetos, de contento o ausencia de deseo, para mí, que he perdido todo sentido de la dualidad?

3. ¿Dónde están el conocimiento y la ignorancia, dónde están el yo y lo mío, dónde esto o eso, dónde la liberación, la esclavitud y las limitaciones, para mí, la Conciencia Suprema?

4. ¿Dónde están las acciones pasadas que me forman, dónde la condición de liberado o el estado de disolución, tras el emanciparse, para mí, que soy lo no-condicionado?

5. ¿Dónde están el actor y el que goza, dónde la ausencia de acción y el surgimiento del pensar en la acción, dónde está el resultado visible del conocimiento, en mí, que libre por siempre estoy de todo condicionamiento?

6. ¿Dónde están el mundo y el que anhela la liberación, dónde el asceta, el hombre de sabiduría, el sujeto o liberado, para mí, que habito en mi propia naturaleza y carezco de segundo?

7. ¿Dónde están lo creado y la disolución, dónde el objeto a alcanzar y los medios para lograrlo, dónde el que puja por el éxito de aquél, o el propio, para mí, que habito en mi propia naturaleza, libre de toda dualidad?

8. ¿Dónde están el conocedor, el instrumento de cognición, el objeto de conocimiento y el concepto de tal objeto, dónde hay algo o el deseo de algo, en mí, que soy siempre puro?

9. ¿Dónde están las distracciones y la concentración, el conocimiento y la estupidez, el placer y el dolor, en mí, que siempre permanezco inmóvil?

10. ¿Dónde está el tráfago mundanal, dónde la condición del conocimiento espiritual, dónde la felicidad o la miseria, en mí, que permanezco siempre libre de pensamientos?

11. ¿Dónde está la ilusión, dónde el afecto o su ausencia, dónde el yo encarnado o lo que se conoce como Brahman, en mí, el siempre puro?

12. ¿Dónde están la actividad y la inacción, la libertad y la esclavitud, para mí, que soy siempre inmutable, siempre indiviso, habitante siempre de mi propio ser?

13. ¿Dónde están las enseñanzas o el sastra, el discípulo, el maestro y cualquier objeto de indagación, para mí, el siempre dichoso, el por siempre libre de limitaciones?

14. ¿Dónde están lo que es, lo que no es, dónde están el uno o el dos? ¿Qué precisa agregarse?
Nada hay que en mí surja.

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