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12 jun 2012

Yoga Vasishtha de Valmiki: Octava conversación

EL MUNDO ESTA EN LA MENTE
Yoga Vasishtha
EXTRACTOS DE LAS INSTRUCCIONES DEL SABIO VASISHTHA A SU DISCÍPULO EL PRÍNCIPE RAMA

La obra titulada Yoga-Vasishtha, conocida también como Maharamayana, comprende treinta y dos mil versos atribuidos al sabio Valmiki, el primer poeta que se expresó en la lengua sánscrita tal como aún hoy la conocemos. En verdad, Valmiki podrá siempre reclamar para sí el hecho de ser el más grande de los poetas sánscritos, y el Yoga-Vasishtha está penetrado de una poesía de la más alta inspiración.
El Yoga-Vasishtha ha sido el libro preferido de yoguis y ermitaños en sus retiros del Himalaya, así como el de reyes y hombres de estado de la India. Comparten la opinión de que quien lo estudia con atención y vive sus enseñanzas se alza por encima de las limitaciones de la materia y, experimentando una inmutable beatitud en su propio ser, hace partícipe a su prójimo de su propia exaltación espiritual por medio de la bondad y de la verdadera filantropía.


OCTAVA CONVERSACIÓN

Dijo el príncipe Rama:

«Señor, tus palabras suscitan en mi mente una duda semejante a una nube otoñal, y te ruego que la disipes.

Dime, Señor, tú que posees perfectamente el conocimiento espiritual, ¿por qué a los cuerpos de los liberados en vida no se les ve subir a los cielos?»

Respondió el bienaventurado Vasishtha:

«Debes saber, oh Rama, que el poder de subir a los cielos y volar por los aires pertenece de forma natural a todas las criaturas voladoras, como los insectos y los pájaros.

Los diversos movimientos que uno ve producirse en las diferentes direcciones se acuerdan con las tendencias naturales de los cuerpos y no son deseados por el yogui liberado.

Volar por los aires no representa nada deseable para el yogui liberado en vida. Personas no espirituales, no liberadas e ignorantes pueden adquirir fácilmente el poder de volar mediante procedimientos físicos artificiales, como mantras y otras prácticas del Yoga inferior1.

Volar no es la ocupación del yogui espiritual, que no se interesa más que por el conocimiento del Espíritu; se contenta con su conocimiento espiritual y con la unión con lo Supremo sin mezclarse con las prácticas de los ignorantes y falsos Hatha-Yoguis2.

Sabe que toda tendencia terrenal está engendrada por la ceguera espiritual. ¿Sería, pues, un verdadero yogui aquel que se sumergiera en esa ignorancia grosera?

¡Quien siga semejante carrera, con el bienestar temporal como meta, debe de estar ciego respecto a su futuro bienestar!

Mediante mantras y otros métodos es posible, tanto para el sabio como para el ignorante, adquirir el poder de volar por los aires; pero el verdadero yogui se mantiene a distancia de esas cosas y no las desea; encuentra el contento en sí mismo y el descanso en Brahman.

Permanece impasible en todo tiempo de la misma manera que el océano no se ve en ningún modo afectado por los muchos ríos que desembocan en él, y prosigue su adoración y su meditación sobre el Espíritu divino que reside en su propia mente.»

El príncipe Rama se prosternó a los pies de su Maestro, y el bienaventurado Vasishtha le bendijo besándole la cabeza, y continuó:

«Sabe, oh noble Príncipe, que el ser poseído por la mente es la causa de las desdichas, y que extinguirla en Dios es la fuente de la felicidad.

La mente asaltada por vanos deseos, a causa de los objetos perecederos, está sujeta a repetidos nacimientos, que son fuente de aflicciones sin fin; mientras que aquella que es penetrada por cualidades caritativas desea el mayor bien para todos los seres y se ha liberado de las angustias de los renovados nacimientos en este mundo de dolor.

El cuerpo es semejante a un árbol revestido por las plantas trepadoras de sus acciones; en cuanto a la avaricia, es como una enorme serpiente que se enrolla alrededor de su tronco, mientras que nuestras pasiones y deseos son los pájaros que en él anidan.

El mundo no es sino una creación de nuestra imaginación, como los niños imaginan que un duende se oculta en la oscuridad. Nuestro conocimiento de los objetos es tan engañoso como la apariencia del movimiento de una montaña para el pasajero de un barco. Todas las apariencias son manifestación del error o de la ignorancia, y se disipan al adquirir el justo conocimiento.

Oh Rama, discípulo bien amado, deja las cosas materiales y busca el Uno universal, fundamento de toda existencia. Aprende a conocer esa Unidad como totalidad de todos los seres y como Uno único digno de adoración.

Piensa que todos los cuerpos pertenecen a la Unica Esencia común y goza de la completa beatitud dándote cuenta de que tú eres ella, que abarca todo el espacio.

Aquel en quien se disuelve toda existencia finita permanece en Sí mismo sin cambio; quien Lo conozca en su propio Sí mismo no puede sufrir dolor, sino gozar de la completa beatitud en Él.

Todas las cosas creadas se perciben en el espejo de Su inteligencia como las sombras de los árboles de la ribera de un río se reflejan en las limpias aguas que transcurren a sus pies.

Es más brillante que la cosa más brillante, más oscuro que la más oscura; Él es la base de toda sustancia y sobrepasa por todas partes la extensión del espacio.

Príncipe bien amado, con ardor esfuérzate en residir en ese supremo estado de felicidad, el más alto que el hombre puede desear. Por tanto, oh Rama-ji, sé profundamente sabio, aunque sincero y dulce en tu conversación. Observa todas las cosas en la única e inmutable luz de Atman; que en tu mente no entre ni el temor a la esclavitud ni la impaciencia por la liberación. Vive en la verdad, en la meditación, y escucha con reverencia las enseñanzas sagradas que salen de mis labios o de cualquier otra fuente.

Es necesario escuchar los Shastras y comentarlos, oh Rama, porque inculcan los textos sagrados con dulzura e infunden en la mente el delicioso bálsamo del verdadero conocimiento.

De la misma manera que podemos percibir los rayos del sol que bañan los muros de una casa gracias a nuestros órganos visuales, así la luz del conocimiento espiritual penetra en la mente de los hombres, cuando escuchan los Shastras, gracias a sus oídos.

Es la enseñanza que mejor nos ofrece el conocimiento de la Verdad y es el verdadero conocimiento el que nos proporciona la serenidad que nos permite dormir en el olvido del despierto y tumultuoso mundo.»

El príncipe Rama se inclinó ante el Sabio iluminado y dijo:

«Oh Señor bienaventurado, me eres más querido que mi propia vida; tu presencia y tu palabra han hecho brotar de este lugar dulces gotas de alegría y santidad; ¡en verdad, la compañía de los virtuosos es la felicidad suprema del hombre!»

El rey, la reina y los ministros se levantaron en señal de veneración, tocaron los pies del bienaventurado Sabio, le ofrecieron flores, agua y presentes y él, bendiciéndoles, les dijo:

«¡Om Tat Sat!3 ¡Shanti!4 ¡Shanti! ¡Shanti!»


Notas:
1 Yoga inferior: Ciertas prácticas pueden suscitar poderes psíquicos, como saben quienes practican el Yoga inferior, pero el verdadero yogui se abstiene de ello, ya que se trata de obstáculos que impiden progresar en la vía del Yoga.
2 Hatha-Yoguis: El Hatha-Yoga es una forma inferior de Yoga que se refiere principalmente al cuerpo y que tiene por objeto el apaciguamiento de las pasiones mediante austeridades físicas y ejercicios. El Hatha-Yoga, que puede tener efectos peligrosos si no se practica bajo una vigilancia apropiada y que, en sí, no conduce a la meta de la propia realización, no constituye una parte del Yoga superior llamado Adhyatma Yoga.
3 Om Tat Sat: Triple designación de Brahma.
4 Shanti: Paz.

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