La mente es el nexo vital entre el cuerpo y la conciencia. Una persona puede vivir con atención, discriminación y confianza sólo cuando su mente está serena y clara.
El yoga es la alquimia que genera este equilibrio.
B K S Iyengar |
La unidad mente/cuerpo
La mente y el cuerpo están en constante interacción. La ciencia del yoga no señala dónde termina el cuerpo ni dónde empieza la mente, sino que los considera como una sola entidad integrada. Cuando existe una perfecta armonía entre el cuerpo y la mente, alcanzamos la comprensión de nosotros mismos y la autorrealización. Los obstáculos que surgen en el camino a esta meta se presentan como indisposiciones físicas o mentales. Cuando la salud no es óptima se genera un desequilibrio a nivel mental llamado chittavritti que la práctica del yoga nos ayuda a superar. Las posturas físicas o asanas pueden curar los padecimientos físicos (vyadhi) y eliminar la inestabilidad del cuerpo (angamejaytatva), así como la “respiración dispareja” (shvasa-prashvasa) que es reflejo del estrés. Las asanas fortalecen los huesos y los músculos, corrigen la postura, mejoran la respiración y aumentan la energía, purgando el cuerpo de enfermedades y toxinas que resultan de un estilo de vida poco saludable, malos hábitos y mala postura. Este bienestar físico fortalece y serena la mente.
Sin embargo, aunque las asanas parecen lidiar únicamente con el cuerpo físico también influyen en el equilibrio químico del cerebro que, a su vez, incide en el estado mental. Las posturas activan ciertas partes específicas del cuerpo, pero apaciguan y relajan la mente. Por ejemplo, las posturas invertidas calman y estimulan el cerebro al mismo tiempo, activan las glándulas y los órganos vitales al llevar sangre oxigenada a la cabeza, generando un estado alerta pero relajado. Junto con los ejercicios de respiración o pranayama, las asanas calman los nervios que funcionan como intermediarios entre el cuerpo fisiológico y el “cuerpo” psicológico. Así, la práctica el yoga tiene un impacto holístico al relajar el cuerpo y aquietar la mente.
La naturaleza de la mente
En sánscrito, “hombre” se dice manusya o manava y significa “aquel que está dotado de una conciencia especial”. Esta conciencia o chitta abarca la mente, el intelecto y el sentimiento de identidad (cf. el artículo Las raíces filosóficas del yoga). La mente no se ubica en un lugar específico en el cuerpo; es escurridiza y existe en todas partes. La mente desea, recuerda, percibe y siente. Experimenta e interpreta las sensaciones de placer y dolor, calor y frío, honor y deshonra. Refleja tanto el mundo interno como el externo, pero su tendencia natural es interesarse por lo que sucede afuera.
El acelerado ritmo y las exigencias de la vida moderna provocan confusión, depresión, rabia y tensión. Además, cuando la mente está totalmente absorta por los objetos de los sentidos, puede haber estrés, fatiga e infelicidad. La mente puede ser un enemigo secreto y un amigo traicionero. Influye en nuestra conducta antes de que tengamos tiempo de reflexionar sobre las causas y las consecuencias. El yoga centra la mente e inculca un sentido de discriminación, de modo que los objetos y los sucesos se perciben como son realmente y no llegan a dominarnos.
Las facultades mentales
Según el yoga, todos poseemos cinco facultades mentales que podemos usar de manera positiva o negativa: observación correcta/ conocimiento, percepción, imaginación, sueño sin sueños y memoria. A veces la mente pierde su estabilidad y claridad y ya no es capaz de usar sus facultades adecuadamente o bien lo hace de manera negativa. La práctica del yoga nos lleva a darles un uso positivo, generando un estado mental de discriminación y atención. Este estado mental, junto con la memoria, puede centrarse en los malos hábitos que, en esencia, son acciones repetitivas basadas en una percepción errónea. Así, los malos hábitos son sustituidos por buenos hábitos y, de esta forma, el individuo se vuelve más fuerte, honesto y maduro. Puede percibir y comprender claramente a las personas, las situaciones, los acontecimientos. Esta mente más madura y clara, trasciende poco a poco sus fronteras y va más allá de la observación y la experiencia mundanas, pasando de la confusión a la claridad, uno de los mayores beneficios del yoga.
Los estados mentales
Según Patanjali, autor de Los sutras del yoga, existen cinco estados mentales básicos: embotado, distraído, disperso, concentrado y controlado. Patanjali describe el nivel mental más bajo como mudha, embotado o letárgico. Una persona en estado mudha está poco dispuesta a observar, actuar o reaccionar. Este estado rara vez es inherente o permanente; suele ser provocado por una experiencia traumática o cuando la meta ansiada presenta tantos obstáculos que parece ser inaccesible. Después de varios intentos sucesivos por tomar el control de su vida, mucha gente se retrae en el letargo y la apatía. Con frecuencia esto se ve exacerbado por el insomnio o el sueño excesivo, por la ingesta consoladora de alimentos, de tranquilizantes u otras sustancias que no hacen más que agravar el problema original. El yoga transforma gradualmente este sentimiento de derrota e impotencia en optimismo y energía.
En el estado mental distraído o ksipta, los pensamientos, sentimientos y percepciones dan vueltas en la conciencia mas no dejan ninguna huella duradera y, por consiguiente, no cumplen ningún propósito. Alguien en estado ksipta es inestable e incapaz de concentrarse en sus objetivos y asignarles un orden de prioridad; esto suele deberse a que los órganos de percepción envían señales defectuosas, pero la persona las acepta y sigue de manera automática, sin reflexionar. Esto nubla el intelecto y afecta el equilibrio mental. La práctica disciplinada de posturas y ejercicios de respiración genera quietud mental y ayuda a enfrentar y asimilar la información que proviene de la realidad.
El estado mental más común es el de la mente dispersa o viksipta. Aunque el cerebro está activo, carece de firmeza y dirección. Bajo el azote constante de la duda y el temor, alterna entre la decisión y la falta de confianza. La práctica regular del yoga poco a poco hace que las semillas de la atención y la discriminación echen raíces, dando origen a una actitud positiva y al equilibrio mental.
Los antiguos sabios llamaban ekagra al estado de atención o concentración mental y lo consideraban como el reflejo de un nivel superior de existencia. Esta es la mente liberada que ha logrado enfrentar las aflicciones y obstáculos y los ha superado; que posee dirección, concentración y conciencia. Una persona con este tipo de inteligencia mental vive en el presente, no está atrapada en el pasado ni en el futuro y no se ve afectada por las circunstancias externas.
El quinto y más elevado estado mental es niruddha o la mente controlada y quieta. Según Patanjali, este estado se alcanza a través de la práctica persistente del yoga que le permite a un individuo trascender los estados mentales más bajos. En este nivel, la mente entra en unión exclusiva con el objeto de su atención. Tiene la capacidad de absorberse totalmente en una sola actividad, dejando que nada altere su concentración. Cuando el cerebro está estable, el intelecto está en paz, el individuo está sereno y equilibrado, asentado en la conciencia pura.
Las cuatro etapas del yoga
El objetivo principal del yoga es restablecer la simplicidad, la paz y el aplomo a nivel mental, liberar la mente de la confusión y el estrés. Las asanas y el pranayama generan esta simplicidad, este sentido de orden y calma. A diferencia de otras formas de ejercicio que lastiman músculos y huesos, el yoga rejuvenece el cuerpo. El yoga integra el cuerpo, la mente, la inteligencia y el ser en cuatro etapas. La primera, arambhavastha, es cuando practicamos al nivel del cuerpo físico. Esta es la etapa de los principiantes que no debe apresurarse, ya que ellos deben aprender los movimientos y concentrarse en hacerlos correctamente. Lo más importante es lograr estabilidad en las posturas y no perderse en los detalles. La segunda es ghatavastha, cuando la mente aprende a moverse en armonía con el cuerpo. La mente se ve influida por los cambios físicos ya que los movimientos se practican de manera correcta y la mente aprende a “tocar” cada parte del cuerpo (tejidos, órganos, piel). Las posturas deben practicarse de manera meditativa y atenta. La tercera es parichayavastha, la avanzada etapa del conocimiento íntimo, cuando la inteligencia y el cuerpo entran en contacto y se vuelven uno. La mente deja de ser una entidad separada, los ajustes se vuelven más refinados y sutiles a nivel mental y fisiológico. La cuarta y última es nispattyavastha, el estado de la perfección. Una vez que la inteligencia siente la unión del cuerpo, aparece atman, el ser o alma. Esto libera el cuerpo y lo integra con el alma en el viaje de lo finito a lo infinito. Entonces, la mente, el cuerpo y el ser se fusionan. Las asanas se vuelven meditativas y espirituales y la práctica se convierte en una “meditación dinámica”.
La conciencia espiritual fluye en el estudiante de yoga a través de todas estas etapas. Dukha, el sufrimiento o el dolor, desaparece y uno comprende el arte de vivir en simplicidad y paz. Como lo dice Patanjali, “La práctica del yoga destruye las impurezas del cuerpo y de la mente, después de lo cual la madurez, la inteligencia y la sabiduría proyectan su luz desde el centro del ser para funcionar en armonía con el cuerpo, los sentidos, la mente, la inteligencia y la conciencia” (II-28).
Por eso es importante seguir practicando hasta estar absolutamente cómodo en la postura final, ya que sólo entonces se experimentan los beneficios totales de la asana. La postura final se logra cuando todas las partes del cuerpo están correctamente colocadas, con atención e inteligencia. Patanjali observa que, “La perfección en una asana se logra cuando desaparece el esfuerzo para realizarla y se alcanza el ser infinito que existe dentro de nosotros” (II-47).
Como ya dijimos antes, el impacto del yoga nunca es puramente físico. Al practicar las asanas, se cierra la brecha entre la esfera física y la mental. La mente aprende a controlar los sentimientos de dolor, fatiga, duda, confusión, indiferencia, desdicha, desgana, autoengaño, desaliento y desesperación que nos asaltan de cuando en cuando, no se deja atormentar ni dominar por ellos y busca superar estas corrientes turbulentas en su viaje hacia la liberación total del ser. La disciplina del yoga estimula y cambia las actitudes emocionales y convierte la aprensión en valor, la indecisión y el mal juicio en la capacidad de tomar decisiones positivas y la inestabilidad emocional en confianza y equilibrio mental.
El yoga ilumina la vida. Si uno practica con sinceridad, seriedad y honestidad, su luz se difundirá a todos los aspectos de la vida y podremos ver nuestra existencia y nuestros objetivos bajo una nueva perspectiva, logrando la emancipación y la autocomprensión. Para el yoga, la meta de la vida es emprender el viaje interno hacia el alma y establece claramente el medio para alcanzarlo. Con la práctica, la mente se libera de la tensión y los sentimientos negativos y se llenan nuestras reservas de esperanza y optimismo. El yoga nos ayuda a superar todos los obstáculos en el camino hacia la salud y la plenitud espiritual. Es un renacimiento.
"El yoga es como la música. El ritmo del cuerpo, la melodía de la mente, y la armonía del alma, crean la sinfonía de la vida." B.K.S. Iyengar
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B.K.S. Iyengar Yoga, the path to holistic health, Dorling Kindersley Ltd.,
Londres, 2001. 416 pp.