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5 feb 2017

Asanas: Perfeccionar, alégrate siempre de la más pequeña mejora

Del libro "Luz sobre la vida" de BKS IYENGAR




Que la meta a alcanzar sea la perfección, pero alégrate de los más pequeños progresos cotidianos hacia la perfección. El exceso de ambición puede resultar destructivo para un progreso sostenible. En última instancia, la perfección radica sólo en Dios. ¿cuál es, pues, el valor de la perfección si sólo puede hallarse en Dios? Somos criaturas que pueden soñar con la perfección, y ese sueño inspira a mejorar. Ese sueño impulsa el esfuerzo necesario para la transformación. La perfección crea interés en el arte y en la vida. El instinto que nos empuja hacia el sueño de perfección es realmente un deseo para alcanzar a Dios.




A veces nuestro cuerpo está dispuesto, pero nuestra mente es débil y dice: «No tengo tiempo», u: «Olvídalo, no vale la pena esforzarse». A veces nuestra mente está dispuesta, pero el cuerpo se muestra débil y dice: «Estoy demasiado cansado para tanta cosa». Un practicante debe fijar su atención entre la mente y el cuerpo, escuchando los consejos de ambos, pero dejando que sean la inteligencia y el alma las que tomen las auténticas decisiones, pues ahí es donde se halla la verdadera fuerza de voluntad y dedicación. Haz hasta donde tu capacidad te permita pero esfuérzate siempre por ampliar esa capacidad. Hoy inténtalo diez minutos. Unos días después, doce minutos. Domina hasta ahí y luego vuelve a extender. Es mejor hacer una buena postura al mínimo que una mala postura al máximo. 


No digas que te has decepcionado a ti mismo. Busca tiempo cada día para hacer algo a fin de mantener la práctica de asana. A veces tanto el cuerpo como la mente ceden ante la fuerza de voluntad, y en otras ocasiones se rebelan. ¿Padeces un problema que te dificulta la práctica? ¿Una rodilla mal? ¿La espalda rígida? Ése es tu problema—hijo. Aprende a tratar con el y cómo nutrírlo, tal y como harías con un hijo que tuviese problemas y que necesitase amor y atención en grandes dosis. Tampoco han de importarte los fracasos. Los fracasos
en la vida le llevan a uno hacia la determinación y a tomarsela con filosofía. Permanece desapegado. Mírame a mí: no tengo miedo, y sé que no hay modo de evitar mis dificultades. Para mí, si llegaron ayer, fenomenal. Si aparecen al cabo de veinte años, también fenomenal. Todo está bien como está. No tengas miedo. No te apegues al cuerpo. Aunque aparezca el miedo, acéptalo y halla el valor para lidiar con él. Cuando experimentes miedo, debes practicar sin apego al cuerpo, pensando en ello de manera objetiva, como en una oportunidad para llevar a cabo un trabajo creativo. Cuando no hay miedo puedes tratar al cuerpo de modo más subjetivo, como una parte de ti mismo que no obstante requiere práctica y cultivo.

La práctica prolongada e ininterrumpida de asana y pranayama, realizada con percepción consciente, crea una sólida base y conduce al éxito. El joven, el viejo, el anciano, incluso el enfermo y el achacoso obtienen perfección en el yoga mediante la práctica constante. El éxito le llega a quien practica. El éxito en el yoga no se obtiene sólo leyendo libros sagrados. Es cierto que son ayudas cada vez más esenciales, pero sin práctica se quedan en mera teoría. El examen de una filosofía radica en si es aplicable, sobre todo a la manera  que vives tu vida. Incluso Patañjali, que nació siendo un genio espiritual, dijo que sólo llegan a dominar el yoga quienes tienen una práctica prolongada, persistente e ininterrumpida, con celo y determinación.


¿Es que cuando el jardinero planta una semilla de manzana espera que dé manzanas de inmediato? Claro que no. El jardinero riega la semilla, la observa a diario, y se siente feliz de ser testigo del crecimiento. Hay que tratar al cuerpo de la misma manera. Regamos nuestra práctica de asana y pranayama con cariño y nos alegramos al comprobar cualquier progreso, por nimio que sea. Aunque sabemos cuál es la meta, no nos obcecamos en la iluminación. Sabemos que cuando nuestra práctica esté madura sobrevendrá la iluminación. La paciencia, aliada a prácticas disciplinadas , aporta la fuerza de voluntad necesaria.


La fuerza de voluntad es algo concreto, no etéreo. Cuando haces algo, estás demostrándote a ti mismo tu fuerza de voluntad, y por ello resultará más fácil contar con esa misma fuerza de voluntad en la siguiente ocasión. Cuando ejecutas tu asana estás demostrando fuerza de voluntad físicamente a través dela expresión de los músculos. La fuerza de voluntad no está sólo en la mente; también está en el cuerpo. En una ocasión di una palmada a un hombre en el muslo y le dije: «La fuerza de voluntad está aquí». Con determinación, con fuerza de voluntad, puedes alargar los músculos y crear elegancia. Esta fuerza de voluntad nos permite expresar paz, contento y libertad respecto al apego corporal, a la vez que expandimos nuestras mentes. La fuerza de voluntad no es más que disposición a hacer.


Utilizando la inteligencia y la fuerza de voluntad has de preguntarte si puedes hacerlo un poco mejor. La luz le llega a una persona que extiende su percepción consciente un poco más de lo que parece posible. Al conformamos nos limitamos. Decimos: «Vaya, no quiero ir más allá porque sé que aquí estoy bien». Eso no es más que vivir en la mente antigua de uno. Pregúntate si puedes hacer un poco más. Luego, inmediatamente, experimentarás que ese movimiento llega, Si eres aplicado tu conciencia te susurra: «Intenta ir un poco más allá».


Si uno mantiene su aspiración al máximo de intensidad, el conocimiento del Sí-mismo acaba llegando. Lo digo porque tu mente y tu inteligencia profundizan en el cuerpo interior, acercando la mente al Si-mismo, al núcleo del ser. En el momento en que vas un poco más allá de lo que quiere el cuerpo, te acercas al Sí-mismo. En el momento en que dices: «Estoy satisfecho», palidece la luz de la percepción consciente y la atención.



El papel de la memoria en la práctica de asana es permitirnos comparar la práctica de ayer con la de hoy para que podamos comprobar si progresamos en la dirección correcta. Pero mucha gente repite lo que aprendieron en el pasado, y su presentación de las asanas se torna mecánica, y eso hace que tanto cuerpo como mente se anquilosen. Un asana no es una postura que pueda asumirse mecánicamente. Incluye al pensamiento y por lo tanto innovación e improvisación, y al final se alcanza un equilibrio entre movimiento y resistencia. No repitas nunca. La repetición embota la mente. Siempre debes animar y crear
interés en lo que haces. Intentaré ilustrar esta cuestión. A veces hago un asana de pie delante de la clase y les digo que es un asana perfecta. Nadie puede decirme si hubo algún defecto. Es de apariencia perfecta pero muerta en su interior; mi mente estaba en otra parte. Luego la vuelvo a hacer con la mente completamente presente. Creo unidad en mi interior y les hago observar la atención de las piernas, del torso y de los sentidos de percepción. Son sensiblemente diferentes.



No permitas que las experiencias pasadas queden grabadas en tu mente. Realiza las asanas en cada ocasión con una mente fresca y un enfoque nuevo. Si repites lo que hiciste antes, estás viviendo en la memoria, en el pasado. Eso significa que no estás dispuesto a avanzar más allá de la experiencia del pasado. Mantener ese recuerdo es decir: «Ayer lo hice así». Pregúntate entonces: «¿Hay algo nuevo respecto a lo que hice ayer?», y habrá progreso. ¿Avanzo o voy hacia atrás? No tardarás en comprender cómo crear dinamismo en un asana estática. Esa memoria debe utilizarse como trampolín para preguntarte a ti mismo: «¿Qué más puedo hacer aparte de lo que hice ayer?». Vale tanto para la vida como para la práctica de asana. Por lo general, cuando una persona llega a dominar un asana, esta deja de tener interés. Por eso se ve a tanta gente haciendo lo mismo de forma mecánica una y otra vez, con la mente en otro sitio. Así se van desarrollando puntos ciegos y uno no puede saborear el asana. No es el enfoque correcto. La gente piensa que ha llegado al final. ¿Cómo lo sabe? Puede tratarse únicamente de un principio. Hay que comprobar si uno puede cruzar la línea de las experiencias pasadas. Hay que crear dentro de uno la sensación de belleza, de liberación y de infinitud. Todo ello no puede experimentarse sino en el presente.



Al ir consiguiendo destreza en las asanas resulta tentador limitar nuestra práctica a una zona de complacencia satisfactoria. Yo lo llamo “bhoga yoga”, o yoga exclusivamente para el placer. Ya no utilizamos el espejo de la inteligencia reflexiva para descubrir y corregir imperfecciones , sino que lo utilizamos con el propósito de alimentar una vanidad egoísta. El periplo yóguico se ha encalmado y estancado. Si no hay viento en nuestras velas, el único camino que nos queda es remar. Eso significa regresar a una práctica entusiasta, esforzada y sostenida, crear un nuevo reto. ¿Qué es lo que está mal? ¿Dónde y cómo puedo mejorar? Así es como el fuego de la práctica (tapas) prende la lámpara de la inteligencia y asoma el conocimiento del sí-mismo (svadhyaya). La palabra tapas contiene el sentido de fuego intelectual interior que extingue nuestras impurezas.



Si alguna vez nos descubrimos separándonos de los demás o sintiéndonos superiores, más puros o elevados gracias al yoga, podemos estar seguros de que nos hemos estancado o incluso de que hemos derivado hacia un estado de ignorancia. Hace nueve siglos, Ramanuja, el santo y filósofo, expuso la interpretación brahmánica errónea de que podemos estar “por encima” de otros. Por el contrario, la práctica y una vida pura nos sitúa “entre” los demás, pero no por encima. Del mismo modo que hemos hablado de la integración interior en nuestros cuerpos, también esto conduce, a una integración con toda forma de vida. Integridad significa uno. Uno es el número a partir del que podemos llegar al resto de números. El ser totalmente sensible no se convierte en “alguien”, sino en el común denominador de la humanidad. Eso sólo sucede cuando la inteligencia de la cabeza es transformada por la humildad y cuando se encienden la sabiduría del corazón y la compasión.



Si hay un final entonces no hay Dios. La creación divina no tiene fin, y por ello la creación de tus movimientos nunca cesa. En el momento en que dices: «Lo he conseguido», es que has perdido todo lo que tenías. En cuanto te llega algo has
de dar un paso más. Así existe evolución. En cuanto dices: «Estoy satisfecho con esto», significa que estás estancado. Ése es el final de tu aprendizaje: has cerrado las ventanas de tu intelecto. Así que busca hacer lo que no puedes hacer, y no lo que puedes hacer. Siempre has de hacer un poco más de lo que crees poder hacer, tanto en calidad como en cantidad. Eso es lo que acaba llevando a la belleza y la grandeza.

Del mismo modo que te esforzaste por aprender, debes mantener devotamente lo aprendido. Aprender es. muy difícil, pero es el doble de difícil mantener el territorio ganado. Los soldados dicen que es más fácil ganar una batalla que ocupar el territorio conquistado. Aunque siempre intento mejorar mi práctica, hago todo lo que puedo y me siento contento con lo que puedo lograr. Aunque el cuerpo envejece y cada vez es y menos lo que puede hacer, existen sutilezas que se van revelando, que resultan invisibles para cuerpos más jóvenes o atléticos. Has de crear amor y afecto por tu cuerpo, por todo lo que puede hacer por ti. El amor debe encarnarse en el más pequeño de los poros de la piel, en la célula más diminuta, para convertirlas en inteligentes y que así puedan colaborar con todas las demás, en la gran república del cuerpo.


Este amor debe irradiar desde ti hacia los demás. Los que practican sólo asanas suelen olvidar que el objeto del yoga es cultivar la cabeza y el corazón. Patañjali habló de cordialidad, compasión, regocijo y alegría. Cordialidad y gracia son dos cualidades esenciales para el estudiante de yoga. En clase de yoga los estudiantes suelen tener un aspecto muy serio y parecen separarse de los demás. ¿Dónde está la cordialidad? ¿Dónde está la compasión? ¿Dónde está la alegría? Sin ellas no realizaremos el verdadero yoga de Patañjali.


Debes purgarte a ti mismo antes de dedicarte a buscarles faltas a los demás. Cuando ves un error en alguien intenta descubrir si no estarás tú también cometiendo ese mismo error. Ésa es la manera de hacer frente a los juicios de valor y convertirlos en mejoras. No mires los cuerpos ajenos con envidia ni con superioridad. Todas las personas nacen con constituciones distintas. Nunca te compares con otra gente. Las capacidades de cada cual están en función de su fuerza interior. Conoce tus capacidades y mejóralas continuamente.



Con el tiempo se va desarrollando la intensidad con la que uno puede practicar. El yoga identifica cuatro niveles de intensidad en la práctica, que tienen relación con los aspectos gemelos, de esfuerzo y penetración. El esfuerzo en la práctica genera la energía necesaria para el viaje de penetración hacia el núcleo de nuestro ser. El primer nivel de intensidad es conocido de todos, es aquél en el que sólo nos esforzamos un poco, tal vez asistimos a una clase semanal y tenemos razones para no practicar en casa. Todos hemos de empezar con el yoga desde algún punto. La práctica blanda no es una mala práctica, y es mejor mantener lo que podemos hacer que fracasar y abandonar. Naturalmente, esta nimia inversión no produce grandes dividendos, y en relación a la capacidad de penetración, nuestra percepción consciente permanece a un nivel rudimentario y periférico. Sabremos, por ejemplo, que podemos tocamos los tobillos pero no los dedos.



Si aumentamos nuestra entrega y dedicamos más tiempo y esfuerzo, podremos consideramos practicantes medios, no siempre consistentes, pero no obstante se empezará a revelar la estructura interna de nuestro cuerpo y órganos. Sentiremos cómo se estiran las fibras y los tendones, así como el hígado (en los estiramientos hacia atrás), y cómo reposar el corazón.


El paso siguiente es resuelto e intenso. Nuestra mirada interior se vuelve refinada, aguda, sensata y perspicaz. Nos volveremos conscientes de nuestros pensamientos vacilantes y de cómo el movimiento de la respiración agita o calma la consciencia. Nuestra inteligencia se despertará hasta el punto en que pueda ver las cosas en su verdadera dimensión y realizará una miríada de elecciones significativas tanto en la vida como en la práctica.


El nivel más elevado se caracteriza por una dedicación implacable, inexorable y total a la práctica. Casi nadie realiza una inmersión de este tipo al principio. Tal vez las circunstancias de la vida no lo permitan inicialmente, pero puede. lograrse con el tiempo. Nuestra visión interior puede ahora por fin penetrar a través de las tortuosas sutilezas del astuto ego, nuestra sabiduría va madurando, y entramos en contacto con el núcleo del ser.


El objeto de esta escala de intensidades no es hacernos sentir incapaces, sino que su propósito es referencial, para que podamos comprobar realmente dónde estamos y qué estamos haciendo. Se parece a la parábola bíblica de los talentos de plata que un señor distribuyó entre la servidumbre. Quienes los invirtieron sabia y decididamente pudieron devolver el capital a su señor multiplicado por diez y fueron debidamente honrados. El sirviente que se limitó a enterrar su parte en la tierra sólo pudo devolver lo recibido. Su señor se sintió contrariado. Todos recibimos talentos otorgados por Dios, y nuestro deber es acrecentarlos con entusiasmo para materializar todo su potencial, o de otro modo es como si les hiciésemos ascos a los dones de la vida. Pero además de eso, nuestros talentos, por mucho que puedan variar entre los individuos, cuando son utilizados al máximo proporcionan el vínculo que nos llevará de vuelta a una reunión con lo divino.


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