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27 jun 2016

La batalla espiritual que se libra en la vida cotidiana (simbolismo del Bhagavad Guita)


Por Paramahansa Yogananda, de su libro "El Yoga del Bhagavad Guita"


De Dios provenimos, y nuestro destino final es retornar a Él. El fin y el medio para alcanzar esa meta es el yoga, la ciencia eterna de la unión con Dios.


El capítulo inicial del Bhagavad Guita sirve de introducción al sagrado discurso que le sigue. Su propósito, sin embargo, no es simplemente situarnos en la escena y proveer un telón de fondo que haya de leerse a la ligera, como un texto insustancial. Cuando se lee como la alegoría que su autor, el gran sabio Vyasa, pretendió exponer, este capítulo presenta los principios básicos de la ciencia del yoga y describe las primeras contiendas espirituales del yogui que se dispone a recorrer el sendero hacia kaivalya, la liberación, la unidad con Dios —la meta del yoga—. Comprender las verdades que se hallan implícitas en el primer capítulo significa emprender el viaje del yoga con un itinerario claramente delineado.

Cómo emplear el poder de la introspección para triunfar en la vida

Dhritarashtra dijo:

«En la sagrada llanura de Kurukshetra (dharmakshetra kurukshetra), donde con ansias de lucha se han congregado mi descendencia y los hijos de Panda, dime, ¡oh Sanjaya!, ¿qué hicieron?».

El rey ciego Dhritarashtra (la mente ciega) preguntó al veraz Sanjaya (la introspección imparcial): «Cuando mi descendencia, los Kurus (las irreflexivas tendencias negativas de la mente y de los sentidos), y los hijos del virtuoso Pandu (las tendencias puras del discernimiento) se congregaron en el dharmakshetra (sagrada llanura) de Kurukshetra (el terreno corporal de la actividad), con ansias de luchar por conseguir la supremacía, ¿cuál fue el resultado?».



En sentido literal, Sanjaya significa «completamente victorioso», «aquel que se ha conquistado a si mismo». Sólo quien no está centrado en su ego tiene la capacidad de ver con claridad y de modo imparcial. Por eso, en el Guita, Sanjaya personifica la visión divina que mora en nuestro interior; para el devoto aspirante, Sanjaya representa el poder del autoanálisis intuitivo e imparcial, la introspeccíón discernidora. Es la capacidad de tomar distancia de uno mismo, observarse sin prejuicios y juzgar con exactitud. Los pensamientos pueden estar presentes sin que nos percatemos conscientemente de ello. La introspección es aquel poder intuitivo mediante el cual la conciencia es capaz de observar los pensamientos. No razona; más bien, siente —no con la parcialidad de la emoción, sino con la claridad y la calma de la intuición.

En el Mahabharata, del cual forma parte el Bhagavad Guita, el gran rishi (sabio) Vyasa preludia el texto del Guita otorgándole a Sanjaya el poder espiritual de ver a distancia lo que está ocurriendo en la totalidad del campo de batalla, a fin de que pueda relatárselo al rey ciego Dhritarashtra a medida que los acontecimientos se desarrollan. Por ello, uno podria esperar que la pregunta que el rey formula en la primera estrofa se encontrara en tiempo presente. El autor, Vyasa hace de manera intencional que Sanjaya narre el diálogo del Guita en forma retrospectiva y emplee el verbo en tiempo pasado (¿qué hicieron?), a fin de indicar claramente a los estudiantes perceptivos que el Guita se refiere sólo de modo incidental a una batalla histórica que tuvo lugar en la llanura de Kurukshetra, al norte de la India. Lo que en realidad Vyasa describe es primordialmente una batalla universal: la enconada contienda que a diario se libra en la vida de cada ser humano.



La pregunta que con gran interés formula el rey ciego Dhritarashtra, para solicitar del imparcial Sanjaya un informe objetivo acerca del resultado de la batalla entre los Kurus y los Pandavas (los hijos de Pandu) en Kurukshetra, es, metafóricamente hablando, la pregunta que debe formularse el aspirante espiritual cuando examina día tras día los sucesos de su justa batalla en la que espera alcanzar la victoria de la realización del Ser, la unidad con Dios. Por medio de la introspección sincera, analiza sus acciones y evalúa el poderío de los ejércitos en pugna, constituidos por sus buenas y malas tendencias: el autocontrol frente a la indulgencia sensorial; la inteligencia discernidora en contraposición a las inclinaciones mentales sensoriales; la resolución espiritual de meditar confrontada con la resistencia mental y la inquietud física; y la divina conciencia del alma en oposición a la ignorancia y la atracción magnética de la naturaleza inferior del ego.

El campo de batalla espiritual se encuentra en el cuerpo y la mente humanos

El campo de batalla en que se enfrentan esas fuerzas es Kurukshetra (Kuru, de la raiz sánscrita kri, «trabajo, actividad material»; y ksetra, «campo»). Este «campo de acción» es el cuerpo humano con sus correspondientes facultades físicas, mentales y espirituales; es el terreno donde se desarrollan todas las actividades de la vida. En esta estrofa del Guita se alude a dicho terreno como «Dharmakshetra» (llanura o campo sagrado, pues dharma significa rectitud, virtud, santidad), porque éste es el lugar donde se libra la justa batalla entre las virtudes de la inteligencia discernidora del alma (los hijos de Pandu) y las acciones innobles y descontroladas de la mente ciega (los Kurus, la descendencia del rey ciego Dhritarashtra).

El Dharmakshetra Kurukshetra se refiere también a los deberes y acciones religiosos y espirituales (aquellos que el yogui desarrolla en la meditación) en contraposición con las responsabilidades y actividades mundanas. Por consiguiente, en esta interpretación metafísica más profunda, el Dharmakshetra Kurukshetra representa el campo corporal interior en el que tiene lugar la actividad espiritual de la meditación yóguica para alcanzar la realización del Ser: la llanura del eje cerebroespinal con sus siete centros sutiles de vida y de conciencia divina. 



La conciencia material frente a la conciencia espiritual

Existen dos fuerzas o polos magnéticos opuestos que rivalizan en este campo: la inteligencia discernidora (buddhi) y la mente ligada a la conciencia sensorial (manas).

Buddhi, el intelecto discernidor puro, está representado alegóricamente por Pandu, esposo de Kunti (madre de Arjuna y de los demás príncipes pandavas, que defienden los rectos principios de nivritti, la renuncia a la mundanalidad). El nombre de Pandu deriva de pand, «blanco»: una referencia metafórica a la claridad del intelecto discernidor puro.

Manas se encuentra representado alegóricamente por el rey ciego Dhritarashtra, padre de los cien Kurus o impresiones y tendencias sensoriales, la totalidad de las cuales se inclina hacia pravritti, el goce mundano.

La capacidad que posee buddhi para discernir correctamente la obtiene de la supraconciencia del alma que se manifiesta en los asientos causales de la conciencia situados en los centros espirituales del cerebro y de la espina dorsal. Manas, la mente sensorial —el polo magnético sutil orientado hacia el exterior; en dirección al mundo de la materia- se encuentra ubicada en el puente de Varolio, el cual, desde el punto de vista fisiológico, se halla en todo momento ocupado en la coordinación de los sentidos.

(El puente de Varolio o protuberancia anular es una porción del tronco encefálico; se encuentra situado por encima del bulbo raquideo y centrado por debajo de los dos hemisferios cerebrales, y conecta el cerebro, el cerebelo y la médula. Sus dimensiones son pequeñas (aproximadamente 2,5 x 2,5 x 3.8 Cm) y por su interior pasan las vías ascendentes sensitivas y descendentes motoras que conectan el cerebro con el resto del cuerpo. Éstas vías atraviesan una densa red de neuronas. llamada "formación reticular" cuya función es activar el resto del cerebro y regular el ciclo circadiano de sueño y vigilia. El puente de Varolio contiene una estructura especial. el locus coeruleus (lugar azul): un pequeño y comprimido racimo de células que contienen norepinefrina, una sustancia química cuya función es estimular la movilización que prepara el cuerpo para la acción. Esta estructura participa en los procesos de despertar, soñar, dormir y en la variacón de los estados de animo.)

De este modo, la inteligencia inherente a buddhi atrae la conciencia hacia la verdad o las realidades eternas, la conciencia del alma o la realización del Ser. Manas (la mente sensorial) aleja de la verdad a la conciencia y la mantiene ocupada en las actividades sensoriales externas del cuerpo y, por consiguiente, inmersa en el mundo de las relatividades ilusorias, o maya.

El nombre de Dhritarashtra deriva de dhrta, «sostenido, apoyado, firmemente sujeto (por las riendas)» y rastra, «reino», derivado de raj, "gobernar". Por inferencia, obtenemos el significado simbólico, dhrtam rashtram yena, «aquel que sostiene el reino (de los sentidos)» o «aquel que gobierna sosteniendo con firmeza las riendas (de los sentidos)».

La mente (manas o conciencia sensorial) coordina los sentidos del mismo modo en que las riendas mantienen unidos a los diferentes corceles de un carruaje. El cuerpo es el carruaje; el alma es el amo del carruaje; la inteligencia es el conductor; y los sentidos son los corceles. Se dice que la mente es ciega porque no puede ver sin el auxilio de los sentidos y de la inteligencia. Las riendas del carruaje reciben y transmiten los impulsos provenientes de los corceles y de la dirección indicada por el conductor. De manera similar, la mente ciega por sí sola no reconoce ni ejerce dirección alguna, sino que simplemente recoge las impresiones de los sentidos y transmite las conclusiones e instrucciones provenientes de la inteligencia.

Si la inteligencia está gobernada por buddhi, el poder del discernimiento puro, los sentidos se encuentran bajo control; si, por el contrario, la inteligencia está gobernada por los deseos materiales, los sentidos se comportan de manera turbulenta y descontrolada [...J y caen en costumbres perniciosas y hábitos autodestructivos.


El devoto que avanza en pos de la realización del Ser debe contar con un cuerpo saludable, sentidos educados mediante el autocontrol que se comporten de manera correcta, unas riendas mentales fuertes para sujetarlos y una aguda inteligencia discernidora para guiarlos. El carruaje corporal puede, entonces, avanzar hacia su meta a través del recto y angosto sendero de la acción correcta.



El hombre mundano que posee un cuerpo vulnerable, escaso discernimiento y facultades mentales débiles, y que permite que sus vigorosos impulsos vaguen descontrolados a su propio arbitrio por los ásperos caminos de la vida, con toda certeza deberá enfrentar un desastroso destino marcado por una salud quebrantada y fracasos materiales. [...]

El devoto es consciente de que el objetivo más importante de la vida es alcanzar la meta de la realización del Ser: conocer, a través de la meditación, su verdadera naturaleza como alma y su unidad con el Espíritu eternamente bienaventurado. A fin de no verse asediado por las caídas en las zanjas del sufrimiento físico, mental y espiritual, aprende también a desarrollar la inteligencia discernidora, facultades de percepción claras y armoniosas, sentidos provistos de autocontrol y un cuerpo dotado de salud y vitalidad, para que todos ellos estén al servicio del alma.


Es preciso tomar partido en la lucha entre 
el bien y el mal

Desde el momento de la concepción hasta que exhala el último aliento, el ser humano debe librar, en cada encarnación, incontables batallas —biológicas, hereditarias, bacteriológicas, fisiológicas, climáticas, sociales, éticas, políticas, sociológicas, psicológicas y metafísicas—, es decir, toda clase de conflictos internos y externos. En cada enfrentamiento se encuentran las fuerzas del bien y del mal compitiendo para lograr el triunfo (El bien es aquello que expresa la verdad y la virtud y atrae la conciencia hacia Dios; el "mal" es la ignorancia y la ilusión u engaño, aquello que aleja de Dios la conciencia del devoto). 

Lo que el Guita se propone es que el ser humano alinee los esfuerzos del lado de dharma, la rectitud. La meta final es la realización del Ser: percibir que el verdadero Ser del hombre, el alma, por haber sido creada a imagen de Dios, es una con la siempre existente, siempre consciente y eternamente renovada bienaventuranza del Espíritu.

La primera contienda en la que toma parte el alma cada vez que se encarna es aquella que la enfrenta a otras almas que también desean reencarnar. Durante la unión del espermatozoide y el óvulo que da comienzo a la formación de un nuevo cuerpo humano, se produce un destello de luz en el mundo astral, el hogar celestial en que habitan las almas entre una y otra encarnación. Esa luz transmite un patrón que atrae a un alma según su karma —las influencias creadas por uno mismo como resultado de las acciones de vidas pasadas—. En cada encarnación, el karma se expresa en parte a través de las tendencias hereditarias; el alma del futuro bebé es atraída hacia una familia en la cual la herencia concuerda con el pasado karma de éste. Muchas almas pugnan por entrar en esa nueva célula viviente, pero sólo una lo logra. (En el caso de la concepción múltiple, se halla presente más de una célula primordial).


Cuando se encuentra en el vientre de la madre, el bebé nonato lucha contra las enfermedades, la oscuridad y los periódicos sentimientos de limitación y frustración que le invaden a medida que la conciencia de su alma recuerda y luego gradualmente olvida la mayor libertad de expresión que disfrutaba durante la permanencia en el mundo astral. El alma encerrada dentro del embrión debe, ademas, luchar contra el karma, el cual influye —para bien o para mal- sobre la formación del cuerpo en el que ahora reside. A esto se le debe sumar el conflicto con las influencias vibratorias que le llegan desde fuera: el entorno y las acciones de la madre, las sensaciones y sonidos procedentes del exterior, las vibraciones de amor y de odio, de calma y de ira.

A partir del nacimiento, el instinto del bebé por lograr el bienestar y la supervivencia lucha contra la relativa impotencia de su inmaduro instrumento corporal.

El niño inicia su primera batalla consciente cuando debe optar entre el deseo de jugar sin un propósito fijo y el deseo de aprender, estudiar y seguir algún tipo de educación sistemática. De manera gradual, se le presentan batallas de índole más seria, que le vienen impuestas, desde el interior, por los instintos kármicos o, desde fuera, por las malas compañías y el entorno.

El joven se ve repentinamente enfrentado a una multitud de problemas para los cuales, a menudo, no está preparado: las tentaciones del sexo, de la guía y la falsedad, de obtener dinero por medios fáciles pero cuestionables, las presiones de las compañias que frecuente y las influencias sociales Por lo general, descubre que no cuenta con la espada de la sabiduría para que le ayude a hacer frente a los ejércitos invasores de las experiencias mundanas.

El adulto que vive sin cultivar ni utilizar los poderes innatos de la sabiduría y del discernimiento espiritual descubre inexorablemente que el reino de su cuerpo y de su mente se halla asolado por los elementos insurgentes de los erróneos deseos causantes de sufrimiento, los hábitos destructivos, el fracaso, la ignorancia, la enfermedad y la infelicidad.

Hay pocas personas que sean siquiera conscientes de que en su reino existe un permanente estado de conflicto. Por lo general, sólo cuando la devastación es casi completa, los seres humanos se dan cuenta, desvalidos, del triste y ruinoso estado en que se encuentran sus vidas. Es preciso iniciar cada día una nueva batalla psicológica en pos de la salud, la prosperidad, el autocontrol y la sabiduría a fin de que el hombre avance hacia la victoria y recupere, de ese modo, cada centímetro del territorio perteneciente al alma que ha sido ocupado por las fuerzas rebeldes de la ignorancia.

El yogui —el hombre cuya conciencia está despertando- no sólo ha de hacer frente a las mismas batallas externas que libran todos los seres humanos, sino que además debe afrontar el choque interno entre las fuerzas negativas de la inquietud [que nacen de manas, la conciencia sensorial) y el poder positivo de sus deseos y esfuerzos por meditar (que reciben el apoyo de buddhi, la inteligencia discernidora) cuando trata de establecerse nuevamente en el reino espiritual interior del alma —en los sutiles centros de vida y conciencia divina situados en la espina dorsal y el cerebro.

Por lo tanto, el Guita señala en su primera estrofa la necesidad fundamental de que el hombre practique cada noche la introspección, para que le sea posible discernir claramente qué fuerza —la del bien o la del mal- ha ganado la batalla cotidiana. A fin de vivir en armonía con el plan divino, el ser humano debe formularse cada noche esta pregunta que siempre resulta pertinente: «Reunidas en el campo sagrado del cuerpo —el lugar de las buenas y malas acciones—, ¿qué hicieron mis tendencias rivales? ¿Qué facción obtuvo hoy la victoria en la incesante lucha? Vamos, dime, ¿qué hicieron las tendencias erróneas, tentadoras y malignas, y las fuerzas antagónicas de la autodisciplina y el discernimiento?».

Después de practicar la meditación de manera concentrada, el yogui siempre le pregunta a su capacidad de introspección: «Congregadas en la región de la conciencia del eje cerebroespinal y en el campo de la actividad sensorial del cuerpo, con ansias de combatir, ¿qué hicieron las facultades sensoriales de la mente, que tienden a arrastrar la conciencia hacia el exterior, y qué hicieron los hijos de las tendencias del discernimiento del alma, que intentan recuperar el reino interior? ¿Quién ha triunfado en el día de hoy?».

El individuo común y corriente, como asediado guerrero cubierto con las cicatrices resultantes de las batallas libradas, se halla muy familiarizado con la lucha. No obstante, en numerosas ocasiones, su entrenamiento fortuito es incapaz de brindarle una comprensión completa de la naturaleza del campo de batalla y de los principios científicos que se hallan tras los ataques de las fuerzas contrarias. Tal conocimiento podría lograr que se multiplicasen sus victorias y disminuyeran sus desconcertantes derrotas.

El alma contra el ego

En la narración histórica acerca del motivo de la guerra de Kurukshetra, se relata que los nobles hiios de Pandu gobernaron virtuosamente su propio reino hasta que el rey Duryodhana, el malvado gobernante qua era hijo del rey ciego Dhritarashtra, despojó astutamente a los Pandavas de su reino y los condenó al exilio. (El rey ciego Dhritarashtra tenía cien hijos. [...] el mayor, Duryodhana, representa el Deseo Material «El primogénito, aquel que ejerce poder sobre las demas inclinaciones del reino corporal y es famoso por las guerras y causas malvadas. La derivación metafórica de Duryodhana es duh-yudham yah sah "aquel que es dificil de contrarrestar en todo sentido". El nombre mismo proviene del sánscrito dur "dificil", y yudh «combatir». El deseo material es extremadamente poderoso, por ser el rey y el lider de todos los goces mundanos, así como el causante y perpetrador de la batalla contra la justa reclamación del alma sobre su reino corporal.)

En un sentido simbólico, el reino del cuerpo y de la mente le pertenece, por derecho, al rey Alma y a sus nobles úbditos, las tendencias virtuosas. Sin embargo, el rey Ego y sus parientes, las innobles tendencias negativas, usurpan arteramente el trono. Cuando el rey Alma se yergue para reclamar su territorio, el cuerpo y la mente se transforman en un campo de batalla. (En este párrafo los epitetos "Rey Alma" y "Rey Ego" se emplean en el sentido mas amplio de su significado y no necesariamente para referirse a su uso específico en la alegoría del Guita, en la que Krishna es el alma y Bhishma es el ego.)

La esencia del Guita es mostrar cómo el rey Alma gobierna su reino corporal, lo pierde y lo conquista de nuevo.

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La manera en que están organizados el cuerpo y la mente del ser humano revela, a través de su detallada perfección, la presencia de un plan divino. «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?». El Espiritu de Dios —el reflejo de Dios en el hombre- es el alma.

El alma ingresa en la materia como una chispa de Vida y conciencia omnipotente que se aloja en el interior del núcleo formado por la unión del espermatozoide y el óvulo. Al desarrollarse el cuerpo, este primer «asiento de la Vida» permanece en el bulbo raquideo, el cual se considera, por consiguiente, el portal de Vida a través del cual el rey Alma hace su entrada triunfal en el reino del cuerpo. [...]

Las facultades o instrumentos creativos del alma son de naturaleza astral y causal. [...] . Los centros de vida y conciencia a partir de los cuales operan estos poderes son el cerebro astral (o «loto de mil pétalos» de luz) y el eje astral cerebroespinal (o sushumna), que contiene los seis chakras o centros sutiles. 

(En el cuerpo humano, el alma se halla encerrada en tres cuerpos: el cuerpo fisico, el cuerpo astral de luz y energía vital, y el cuerpo causal de conciencia (llamado así porque es el causante de los otros dos cuerpos). Los poderes sutiles del cuerpo astral son los que construyen, mantienen y dan vida a la densa forma física, y son los siguientes: la inteligencia "buddhi", el ego (ahamkara), el sentimiento (chitta), la mente (manas, la conciencia sensorial), los cinco instrumentos del conocimiento, los cinco instrumentos de la acción y los cinco instrumentos del prana.)

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Las fuerzas de la mente menos refinadas se manifiestan en las estructuras más burdas del cuerpo; en cambio, las sutiles fuerzas del alma —la conciencia, la inteligencia, la voluntad, el sentimiento— precisan del bulbo raquídeo y de los delicados tejidos del cerebro para habitar allí y manifestarse a través de ellos.

En términos simples, las cámaras interiores del palacio del rey Alma se hallan ubicadas en los centros sutiles de la supraconciencia, la Conciencia de Cristo o de Krishna (Kutastha Chaitanya o Conciencia Universal) y la Conciencia Cósmica. Estos centros se encuentran, respectivamente, en el bulbo raquídeo, en la porción frontal del cerebro a nivel del entrecejo (asiento del ojo único u ojo espiritual) y en la parte superior del cerebro (el trono del alma, en el «loto de mil pétalos»). En dichos estados de conciencia, el rey Alma gobierna con supremacía como la imagen pura de Dios en el hombre.


Por el contrario, cuando el alma desciende a la conciencia corporal, permanece bajo la influencia de maya (la ilusión cósmica) y de avidya (la ilusión o ignorancia del individuo, la cual crea la conciencia del ego). [...] El alma, en el papel del ego, se atribuye a sí misma todas las limitaciones y restricciones del cuerpo. Una vez que ha aceptado tal identificación, ya no puede expresar su omnipresencia, omnisciencia y omnipotencia. Imagina que se halla sometida a las limitaciones —al igual que un acaudalado príncipe que, al vagar por los vecindarios pobres en estado de amnesia, podría imaginar que es pobre—. En ese estado de ilusión, el rey Ego toma el control del reino corporal.

La conciencia del alma puede decir, junto con el Cristo que se hallaba despierto en Jesús, «El Padre y yo somos uno». La engañada conciencia del ego dice: «Soy el cuerpo; éstos son mis familiares, éste es mi nombre, éstas son mis posesiones» Aun cuando el ego cree que gobierna, en realidad es un prisionero del cuerpo y de la mente, que a su vez son títeres de las sutiles maquinaciones de la Naturaleza Cósmica. [...] El ser humano medio es consciente tan sólo de su cuerpo, de su mente y de las conexiones externas de ambos. Permanece hipnotizado por las ilusiones del mundo (expresadas de muy diversas maneras tanto en la literatura antigua como en la actual), las cuales refuerzan su tácita suposición de que es una criatura mortal y limitada.

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Las regiones físicas del reino corporal que están bajo el dominio del rey Ego se hallan con frecuencia desvitalizadas y en estado ¡nsalubre a causa de las epidemias y el envejecimiento prematuro que se propagan por el reino. [...] La ciudadanía de pensamientos, voluntad y sentimientos permanece sumida en la negatividad, las limitaciones, el hastío y la desdicha; los inteligentes trabajadores de las células y de las unidades atómicas y subatómicas de vida se tornan desorganizados, ineficientes y endebles. [...] Se transgreden todas las leyes que podrían conducir al bienestar de los ciudadanos mentales y celulares del reino humano. Éste se ha convertido en un territorio en el que impera la oscuridad, en un lugar plagado de temor, incertidumbre y sufrimientos, los cuales neutralizan cada breve instante de placer.

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[En] el reino corporal gobernado por el rey Alma [...], la ciudadanía de pensamientos, voluntad y sentimientos es sabia, constructiva, pacífica y feliz. La multitud de trabajadores conscientes e inteligentes constituida por células, moléculas, átomos, electrones y unidades de chispas vitales creativas (vitatrones o prana) esta llena de vitalidad, es armoniosa y eficiente. [...] Todas las leyes que conciernen a la salud, la eficiencia mental y la educación espiritual de los pensamientos, de la voluntad, de los sentimientos y de los inteligentes habitantes celulares del reino corporal se cumplen bajo la guía suprema de la sabiduría. Como resultado de ello, la felicidad, la salud, la prosperidad, la paz, el discernimiento, la eficiencia y la guía intuitiva prevalecen en todo el reino corporal, ¡un reino de pureza, colmado de luz y bienaventuranza!

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El cuerpo y la mente humanos son verdaderos campos de batalla en los que se entabla la guerra entre la sabiduría y la fuerza ilusoria consciente que se manifiesta como avidya, la ignorancia. Todo aspirante espiritual que tenga el propósito de establecer en su interior el gobierno del rey Alma debe derrotar a las fuerzas insurgentes del rey Ego y sus poderosos aliados.


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